Redacción El País
Después de 33 años como profesional del Club de Golf del Uruguay, 17 de ellos como primer profesional (solo cuatro personas ocuparon ese cargo en cien años), Eduardo Payovich anunció su retiro. Y el ambiente del golf se conmovió: como jugador, como profesor, como periodista, como amigo de todos, Payovich dejó una marca que no se borrará. Estos son sus recuerdos:
Inicios
“Con mi hermano Álvaro empezamos de niños en lo que se llamaba “Promoción de Golf” con el profesor Antonio Viola. Vivíamos enfrente al club. Y enseguida me atrapó. Yo jugaba al fútbol, incluso en la Liga Universitaria y, sin embargo, el golf era otra cosa. Un deporte individual, donde no dependés de nadie salvo de vos mismo, que te enseña cosas. Salíamos del colegio con Álvaro y jugábamos todo lo que podíamos, pero entonces no pensaba que el golf iba a ser mi medio de vida. Trabajé en varios lugares, incluso una estación de servicio, hasta que a los 18 años entré al BPS. También empecé a estudiar para escribano. Ya había fallecido papá, lo que fue un golpe tremendo para todos, y mamá empezó a sufrir problemas de vista. Había que ganarse la vida”.
Jugador
Mientras tanto, iba mejorando como golfista hasta llegar a internacional: “Ya entrenaba con José Esmoris, un referente en la enseñanza, muy adelantado para su época. Representé a Uruguay en nueve Sudamericanos y tres Mundiales, en Taiwán, Cerdeña y Quito. Es una de las cosas que tengo que agradecerle al golf: me llevó a conocer más de 30 países. El golf me hizo viajar, me educó, me hizo conocer gente que marcó mi vida. Encontré un mundo nuevo de camaradería, de buenos modales, de respeto por las normas. Cuando quedás sin padre vas por el mundo buscando una segunda voz. Y en ese sentido (el presidente del club) Cucucha Etcheverry fue mi segundo padre. Me aconsejó en muchas decisiones importantes. Y en 1989 me propuso ser profesional del club. Me impulsó para hacer cursos de perfeccionamiento. El estadounidense Charlie Epps me enseñó mucho, por ejemplo".
Profesor
“Para ser profesor de golf hay que tener mucha paciencia, porque no es un deporte fácil y muchos se desaniman. Uno le puede dar todas las indicaciones de cómo pararse, cómo tomar el palo, pero el jugador tiene que sentirlo. Al final, ver que el alumno le pega a la pelota y esta vuela es una gran satisfacción. Eso te demuestra que podés jugar hasta donde vos le pongas el techo a tu evolución. Al ser un deporte individual, no le podés echar la culpa a otro. Todo depende de tu dedicación. Roberto De Vicenzo me lo decía: ‘Acá no hay secretos, el golf te exige ser fuerte mentalmente porque perdemos más veces de las que ganamos. Quizás un día juego muy bien pero no gano porque aparece un iluminado que lo hace mejor. ¿Qué puedo hacer? Nada, solo seguir en lo mío’. Hoy las generaciones jóvenes lo tienen todo más fácil y no se enfrentan a las difíciles. Y veo jugadores con más años, como Miguel Reyes, Agustín Estefanell o Pablo Juan Carrére, que tienen poco tiempo por razones de trabajo o familiares, pero siguen levantándose temprano para tirar pelotas. Ese es el espejo que espero miren los jóvenes".
Trayectoria
“Con los años valoré mucho todo ese apoyo para progresar. Desde 2013 por ejemplo tengo el máximo nivel de Saint Andrews como árbitro, lo que me permitió trabajar en el Abierto argentino o en el Latin American Tour. También debo un agradecimiento a mis padres, que me hicieron estudiar inglés en un tiempo en que no era tan común. El dominio del idioma me permitió hacer muchas cosas, desde ser profesor de inglés hasta participar de transmisiones televisivas internacionales. Además, pude jugar en las canchas más famosas del mundo, como Augusta, un campo perfecto, o Saint Andrews, el lugar donde empezó todo. Estar allí lo disfruté de una manera muy personal. ‘Pucha, a dónde me llevó la vida’, pensaba.
Periodismo
“Empecé escribiendo notas sobre reglas para Golf Uruguayo, la revista del Club de Golf del Uruguay. En 1991, el director de Búsqueda Danilo Arbilla me pidió dos cosas: que le enseñara a jugar al golf y que escribiera en el semanario. Le dije que empezaba enseguida con lo primero, pero no me animaba a escribir. Me contestó que no me preocupara, porque iba a trabajar con Luis Prats, que se convirtió en mi amigo y mi maestro. Con él hicimos la página durante 18 años y tres libros de golf. Además, transmití grandes torneos mundiales para las cadenas ESPN, Fox y PSN. Compartí emisiones con referentes como Paco Alemán, Silvia Bertolaccini y John Sutcliffe”.
Los grandes
“Me tocó cubrir torneos memorables. Vi la aparición de Tiger Woods en aquel Masters de 1997. Un fenómeno que revolucionó al golf, lo popularizó y nadie sabe a dónde hubiera llegado si no hubiera tenido esos problemas personales y físicos. Pero el golf te exige cien por ciento. Fue un privilegio verlo jugar y poder estar en sus conferencias de prensa. También entrevisté a grandes como Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Severiano Ballesteros, Annika Sorenstam y por supuesto a los más grandes de Argentina, como De Vicenzo, el Chino Fernández, el Gato Romero y Ángel Cabrera”.
Deportista
“Me tocó jugar al golf con muchos famosos, como el rey de Malasia, Carlos Menem, los tenistas Ilie Nastase, Stefan Edberg y Marcelo Filippini, Ricardo Montaner y dos músicos de Van Halen. También con los nuestros: Enzo Francescoli, Rubén Sosa, Diego Forlán, Andrés Scotti. Tengo buena relación con gente del fútbol. Le agradezco a mi papá haberme hecho hincha de Nacional e hice muchos amigos tricolores, pero también de otros equipos. Compartimos muchas cenas en la parrillada que tuvo mi hermano César”.
Exigencia
“El trabajo de profesional del club es muy exigente, porque hay que estar en todos los detalles. Cuando hay un gran torneo se empieza muy temprano de mañana y se termina de noche. Hay que determinar dónde van las banderas y las bochas de salida, siguiendo las indicaciones del capitán. Y después entregar los premios. No hay horarios ni fines de semanas libres, pero es mi responsabilidad. Lo vivo, lo disfruto, lo sufro. Y no me veo alejado del golf. Voy a seguir dando clases y, también estaré en el periodismo”.
La familia
“Cuando se enfermó mi esposa María, mi vida tuvo un giro muy grande. Fue una pérdida muy grande, muy injusta. Ella fue lo mejor que me pasó en la vida y sufro hasta hoy por su muerte. El padre Gonzalo Estévez me enseñó a aceptar el dolor y luego a vivirlo. Me quedan dos hijos que son la luz de mis ojos. Ya son casi hombres. Me dicen que yo les doy mucho, pero en realidad ellos me dan más a mí. Soy un hombre agradecido a Dios y a la vida”.