Sebastián Viera (40) todavía no se anima a poner el punto final, pero el futuro de su carrera profesional, después de dos décadas, está en puntos suspensivos.

Jugó donde quiso. Los años que quiso. Hizo goles de todo tipo y color, y también le hicieron unos cuantos. Pero en su baúl de los recuerdos, es un hecho, guardará por un buen tiempo algunas historias a las que no le cabe otro adjetivo más que extravagante.

De Ángel del arco pasó a diablo, cuando un gol de Brasil cambió su destino para siempre en la selección uruguaya.

De Nacional se fue a Europa, aunque en el medio se le cayó un pase que casi lo hace dejar el fútbol, y nunca pudo volver, a pesar de los rumores.

Hoy, después de ser ídolo y capitán de Junior en Colombia por más de una década, hace un viaje al pasado deportivo y se replantea seguir jugando. ¿Será el final? Dejará que el tiempo hable.

- ¿Se retiró con la despedida de Junior?

- Fue una despedida muy linda, con 50.000 personas. Fue espectacular. Si me tengo que retirar hoy, lo hago tranquilo. Ya dije que si no me salía algo de Nacional, Arabia o Estados Unidos, dejaba. Y lo sigo manteniendo.

- Entonces, ¿está retirado?

- Estoy tomándome seis meses para ir aprendiendo cosas nuevas, para disfrutar un poco. Ya el año que viene, si (no surge nada y) no juego más al fútbol, iré hacia donde me gusta, que es la gerencia deportiva. Estoy buscando hacer cosas que no he hecho en 22 años de carrera.

Foto: AFP

- ¿Le quedó la espina de no haber vuelto a Nacional?

- Siempre pienso que las cosas pasan por algo. Los tiempos de Dios son perfectos y si Dios no quiso que yo vuelva a Nacional, por algo habrá sido. Dicen que no tuve intenciones de ir... Cuando salí de Nacional solamente tuve una oportunidad para volver, que fue cuando me lo propusieron y Junior no me dejó porque tenía contrato. Fue en la época que llegó (Gustavo) Munúa. Después no hubo un acercamiento real.

- ¿Ahora no lo hubo?

- No. Es mentira. Nadie me llamó, ni siquiera para sondearme. Me sorprendió que se hablara tan fuerte de la posibilidad. Quiero dejar bien claro que no era que no quería ir o que lo dejé en segundo plano. Tengo un palco en el Parque hace seis años y no lo conozco...

- ¿No le dio por cazar el teléfono y llamar a Alejandro Balbi o algún otro dirigente?

- ¿Para qué? Si ellos tienen mi número. Tengo un poco de dignidad y respeto por lo que soy. Además, sería una situación incómoda. Si ellos me hubiesen querido, me podían llamar y arreglar conmigo tranquilos. Yo lo que quería era sumar, no restar.

- ¿De no haber hecho la carrera que hizo, hubiese jugado en Peñarol?

- Yo debuté en Nacional y prefiero jugar en el patio de mi casa, con mis amigos, antes que en Peñarol. Lo dije con 21 años. Sin desmerecer a Peñarol, pero respeto mucho a Nacional. Soy jugador de fútbol gracias a Nacional. ¿Cómo iba a jugar en Peñarol? Para mí, lo más importante de una persona es la credibilidad. No puedo ir contra mis principios. Respeto a los jugadores que lo hacen, pero Nacional me dio de comer desde los 12 años, me formó y me fui a Europa y a la selección gracias a eso.

- Hábleme de esos inicios, de cuando llega al club con 12 años...

- Viajaba tres veces entre semana y una los fines de semana. Era un sacrificio impresionante. Me despertaba a las 7:00, iba al colegio en Florida, salía a las 12:00, 12:30 me tomaba el bus, a las 14:00 llegaba, a las 15:00 entrenaba y después me regresaba a las 19:00 o a las 21:00. Veo ahora a mi hijo, que tiene 12, y no lo puedo creer.

- En esa época, hizo varias picardías para ir a practicar. ¿Cuáles recuerda?

- Nos daban los viáticos para comer en el liceo y nosotros usábamos la plata para muchas otras cosas menos para lo que era. En el (Hospital de) Clínicas hacíamos dedo para ir al Liceo 10 y nos subíamos a todo. Nos parabámos en los semáforos y cuando estaba en rojo les tocábamos la ventana a los autos y nos llevaban. Llegué a ir en un camión de basura, en camión con zorra... hasta en un Mercedes me subí. En Nacional ni sabían eso, pero nosotros nos hicimos en la calle.

- En enero de 2004, debutó en un clásico amistoso y a los cinco meses lo llamaron para jugar la Copa América con la selección. ¿Cómo procesó ese momento?

- Me sentía confiado porque andaba bien. Para mí, no era nada extraño porque en Nacional jugaba partidos importantes y al fútbol lo vivía así desde los 12 años. Me acuerdo que el Vasco (Santiago) Ostolaza me preguntó un jueves si me animaba a jugar un clásico el domingo y le dije: “Me estoy preparando desde los 12 años para jugar este partido, claro que me animo”. Igualmente tenía un susto bárbaro, pero entré y saludé a la hinchada de Peñarol y salí mejor jugador de ese cuadrangular de verano.

Foto: Archivo El País.

- Al poco tiempo, Rodrigo Romano, en uno de sus relatos, lo bautizó El ángel del arco...

- Sí, fue contra Bolivia, en La Paz. En una de las últimas jugadas yo había hecho una atajada y él dice “bendito seas en las alturas, Sebastián” y al minuto, ya sobre el final, hubo otra más y dijo: “Ya no encuentro las palabras. Es El ángel del arco”.

- ¿Y le gustó ese apodo?

- Sí, claro. A raíz de eso en Junior me hacían los uniformes con las alas, que ahora las tengo como una marca (de ropa deportiva). Estoy súper agradecido.

- Entre todo lo bueno también tuvo de las malas, por ejemplo cuando se le cayó el pase de Nacional al Arsenal. Los médicos constataron que tenía una presunta malformación en una cadera, ¿cómo se lo tomó?

- Era el arquero de la selección y, obviamente, los medios estaban muy pendientes de mi carrera. Decían que iba al Arsenal y que iba a ser el primer arquero uruguayo en ir al fútbol inglés. De la nada se cayó el pase. A mí me decían “goodbye, thank you” y yo no entendía nada. Era que me habían encontrado eso en la cadera. Me estaban diciendo que no me contrataban porque me podía tirar y quebrar en cualquier momento. Me hicieron recorrer los mejores oncólogos del mundo y me aprobaron jugar. El doctor (Carlos) Suero fue a Inglaterra a hablar con ellos, pero no hubo caso para convencerlos.

Foto: Archivo El País.

- ¿Y quién le aguantó la cabeza después de semejante frustración?

- Familia, amigos... Me tuve que hacer más fuerte. Mi representante (por ese entonces Daniel Fonseca) se portó muy bien, aunque después actuó muy mal. Fue un momento muy duro porque me acuerdo que a los dos meses, antes de fichar por Villarreal, le dije: “Si no sale, dejo el fútbol. De jugar en Uruguay toda la vida no voy a vivir”.

- Qué impactante...

- Sí, como el gol que me hicieron contra Brasil (derrota 0-4 en el Centenario). Fueron cosas que me fortalecieron y me hicieron muy fuerte mentalmente.

- ¿Qué le pasó en esa jugada? ¿La soñó mucho después?

- Antes del partido fuimos a entrenar al Estadio (Centenario) y la cancha estaba horrible. Me dio una desconfianza impresionante. Cuando vi que Dani Alves se estaba perfilando para patear dije: “Va a picar antes y muy impreciso”. Hice una visión periférica, vi que entraba un delantero de Brasil y pensé: “Para agarrarla va a ser muy difícil”. Tenía miedo de dejar el rebote corto y traté de rechazar con los brazos para que saliera más lejos, pero cuando tiré el brazo, que lo puse junto a mi cuerpo para tener más alcance, sentí que la pelota no me pegó de lleno, que me tocó el costado y cerré los ojos. Cuando vi que era gol, me quería morir. Quería hacer un pozo y enterrarme ahí mismo.

- ¿Y entonces?

- Muchos periodistas me dieron palo, dijeron que había querido pararla de pecho. Me reventaron por algo que era todo lo contrario. Tuve que salir adelante y muy poca gente me acompañó. Me fui a la concentración de Uruguay, que al otro día nos íbamos para Venezuela, y veía todos los periódicos aunque no quería ver. Estaba muy solo en ese momento.

- ¿Fue injusto Tabárez?

- Tabárez me llamó la noche antes del partido contra Venezuela y me dijo: “Sebastián, te quiero cuidar: no te voy a poner”. Y yo le dije que sí, que me pusiera, porque no quería tener esa imagen, y me dijo que no iba a jugar. Respeté la decisión, pero me quedé con ese sin sabor.

- ¿Pero fue injusto?

- No sé. El técnico tiene todo el derecho de ponerte o no. El gol me lo comí bien comido; fue un error mental. Me jugó mucho la desconfianza de la cancha y además la pelota picó horrible.

- Fue su último partido con la selección y luego lo dejaron de citar.

- Sí, pero no fue por eso; fue porque me quedé sin equipo. Daniel Fonseca me mintió, e hizo otras cosas mal que no vienen al caso, y me quedé libre. Después el Chino Recoba me llevó a Grecia, que se lo voy a agradecer toda la vida, y empecé de vuelta.

- ¿Llegó a entrar en un pozo depresivo?

- No, en mi inconsciencia no. Me arropé mucho a mis amigos, a mi familia y siempre traté de ver las cosas de una manera positiva. Lo acepté y lo reconocí.

Foto: Archivo El País.

- ¿De Junior qué le quedó? ¿Cómo fue la exigencia?

- Son 10 millones de hinchas y es el equipo más grande de todos. Jugué 12 años y medio y fui capitán en 11. Te exigen como en Nacional: tenés que ir a rendir; no esperan procesos, sino rendimientos. Por algo te pagan lo que te pagan y tenés las comodidades que tenés.

- ¿Qué fue lo peor y lo mejor de haber sido arquero?

- Lo mejor fue que pude hacer lo que quise y jugar donde soñé. ¿Lo peor? Los días después de un mal partido.

- ¿Le quedó algo pendiente en su carrera?

- Jugar un Mundial.