La primera -y única- vez que Wanderersganó un torneo corto en la era profesional fue con Sergio Blanco como estandarte, hace ocho años. Hoy, con la misma bandera pero desde el rol de entrenador, el equipo se ilusiona con volver a competir y cerrar el 2023 con la frente en alto.

Pero, ¿Para que está? ¿Cuáles son los objetivos? Lo contestó el propio DT: “Tengo muchos sueños y muchas ilusiones. Se lo comenté a los jugadores: depende mucho de si ellos se suben o no. El laburo que ellos hagan es el que puede llevarnos a algo o no. Uno acompaña, pero depende mucho de lo que el grupo se plantee. Yo creo mucho en el jugador, pero para darte esa respuesta es necesario que el grupo comience a encaminar las cosas y ellos mismos se den cuenta de para qué están. Decir hoy para qué estamos sería vender humo”.

El Bohemio trae nuevas ilusiones. Nuevos futbolistas. Nueva idea de juego. Y parte con la mira puesta, primero, en tener un buen desempeño en el Campeonato Uruguayo para, después, intentar repetir la actuación de 2021, que los llevó a participar de la Copa Sudamericana un año más tarde.

Es con ese fin que el equipo viajó esta semana hasta San José para hacer trabajos físicos y comenzar a prepararse para el primer amistoso del año, que ya tiene día, hora y escenario: será el próximo lunes a las 18:15 contra Defensor Sporting en el Estadio Franzini.

“Todos los años son una revancha para el jugador de fútbol: desde el que hizo las cosas bien y pudo jugar hasta el que se va a préstamo. El fútbol no te espera, tenés que estar pronto para donde te toque”, aseguró el Chapita. “Trato de decirle lo mismo al Colo (por Santiago Ramírez), a los de la Sub 19 y a los más grandes: el fútbol es estar preparado para cuando te toque y donde te toque. Capaz que es en Wanderers, capaz que no, pero el tema es estar preparado para estar a la altura y responder. Si no te toca, que te agarre preparado para demostrar que sí tenías que jugar. Mi consejo es que entrenen para ellos”.

Fernando Ponzetto

La espalda que tiene Sergio Blanco en Wanderers no le impide ser cercano a los jugadores. Todo lo contrario: más que un entrenador, se muestra como un consejero.

Poco cambió de aquel jugador veterano que lideraba el vestuario del club con una impronta tranquila. “No cambió mucho mi forma de ser de lo que era como compañero y referente de un grupo a lo que soy ahora. Trato de acercar a todos, de hablar, de ser cercano. Ahora está entrenando Agustín Albarracín, que tiene 16 años y es casi de la edad de mi hijo. Hay cosas para las que no soy el indicado, porque para algo tiene a sus padres, pero sí trato de enseñarle un poco sobre lo que es el fútbol, lo que me ha pasado y lo que sé que les va a pasar a ellos. Tuve la suerte de estar en ese lugar y tener todas las ilusiones que tienen ellos, que están arrancando la carrera”, explicó.

Pero hay una sutil diferencia: ahora es él quien define el equipo: “Uno sigue siendo lo mismo, con otro rol. La parte más difícil de ser entrenador es tomar la decisión de quién juega y quién no”, concluyó.