DE VOLEA
La iniciativa europea generó el rechazo generalizado, incluso desde este lado del mundo y eso que en Sudamérica ya no existen los equilibrios de deportividad.
Yo estaba en contra de la Superliga europea porque algo tan popular y pasional como el fútbol no puede ser solo de unos pocos. Si faltaba algo para convencerme de oponerme a ella, las palabras de Pep Guardiola lo reafirmaron cuando dijo que el fútbol “no es deporte cuando la relación entre el esfuerzo y el éxito no existe”.
Ahora bien, seamos honestos y reconozcamos que esto en cierta forma ya ocurre hoy en Sudamérica. Le voy a dar un ejemplo: la Copa Sudamericana.
Por Brasil y Argentina compiten seis equipos de cada uno, más Gremio y San Lorenzo que llegaron porque no avanzaron en la Copa Libertadores. Esos 14 equipos de las dos asociaciones más poderosas fueron directo a fase de grupos.
Por el resto de los países solo clasificaron cuatro y tuvieron que eliminarse entre sí, por lo cual solo llegaron a fase de grupos dos por país. Los equilibrios de deportividad por lo tanto no existen y por eso suelen salir campeones brasileños o argentinos.
Esto es por dinero y los mercados más grandes se comen a los más chicos. Así que nada de hipocresía. No a la Superliga, pero deberíamos decir no también al formato actual de los torneos de Conmebol.