Cuando Tomás Verón Lupi jugó para Sacachispas, en el ascenso del fútbol argentino, se salvó de entrar a la cancha disfrazado como estilaba el club con el que consiguió el ascenso y creyó que esa sería la alegría más grande de su vida. Para entonces, festejaba algunos goles llevando sus dedos índice a la cabeza como un toro y es que Fernando Cavenaghi ya lo había contactado para venir a Racing y se había vuelto una especie de consejero también.
Finalmente llegó a Sayago y más alegrías lo esperaban del otro lado del charco. Fue creciendo al mismo tiempo que el club y pasó de jugar en Segunda División a tener que viajar para torneos internacionales que favorecen su juego. En cada festejo se acuerda de su familia, juega con el 27 que lleva tatuado y lo une a su madre y a la fe y, después de cada partido, no se olvida de hablar con su familia, su novia y Christian, su coach deportivo, que lo volvió un aún un mejor jugador de fútbol.
“Cambió 100%. En ese momento yo había ascendido, era histórico para el club y lo más alto a lo que podía apuntar en ese momento pero la carrera te va llevando más alto”, confesó Tomás que había llegado a Sacachispas con la ilusión de tener minutos y volver a Quilmes pero Cavenaghi estaba tras su pasos.
“Él siendo delantero y yo muchas veces jugando en esa posición, le he pedido consejos, le he preguntado sobre partidos, definiciones, todo, y siempre la mejor predisposición. La verdad se pasó”, dijo el argentino sobre su compatriota, artífice de su llegada al fútbol uruguayo e ídolo de River Plate en su país, al que volvió para hacer ruido.
Se juega mucho más tiempo, hay menos foul y se corta menos que en el fútbol uruguayo
“Nos teníamos fe para competir pero el desenlace final fue sorpresivo”, confesó Verón Lupi sobre el 3-0 ante Argentinos Juniors por la Sudamericana al que familia y amigos fueron a verlo hacer dos goles en La Paternal que les quedaba cerca. “Volver a hacer ruido en el país de donde salís está bueno para que vean los que quizás me perdieron un poco el rastro”.
Nació en Quilmes pero escucha cuarteto y aseguró que el juego internacional lo favorece. “La pelota va de otra manera, el ambiente es distinto y motiva. Se juega mucho más tiempo, hay menos foul y se corta menos que en el fútbol uruguayo, entonces quizás más que un tema de espacios es que los partidos se pueden leer más fácil. ‘Vos vas a intentar ganarme con tus armas, yo con las mías’ pero el partido se va a jugar la mayor parte del tiempo posible”, analizó el 27 de Racing que llega ese número porque a su mamá le gustó.
“Es la fecha de su cumpleaños y tiene que ver con la Virgen de la Medalla Milagrosa. Por eso lo elegí y me lo terminé tatuando”, contó Tomás que también se grabó en la piel el nombre de su hermana y tiene otro tatuaje en referencia a los cuatro junto a su papá.
Yo era un jugador demasiado emocional y gracias a él me transformé en una especie de máquina que piensa en objetivos dentro del partido sin responder a las emociones
Desde que debutó en la B ante Central Español llamó la atención pero hace casi un año una iniciativa propia lo convirtió en mejor jugador. “Veía que venía trabajando bien desde lo técnico y lo físico pero sabía que desde lo mental podía sacar algún provechito más”, dijo Tomás que le escribió a su representante y le recomendó a Christian Rodríguez, un coaching mexicano que trabaja con Fortaleza de Brasil. “Es el número 1. Yo era un jugador demasiado emocional y gracias a él me transformé en una especie de máquina que piensa en objetivos dentro del partido sin responder a las emociones. Cuanto más me aíslo, mejor es el rendimiento”.
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