"Ojalá me hubiese agarrado la Policía y me hubiese deportado”, dice Sergio “Toto” Núñez (23) mientras relata el calvario sufrido en el fútbol de Grecia. La travesía fue impulsada por el sueño del pibe de jugar en Europa. Le faltaban pocos minutos para que le aumentaran el sueldo en Peñarol cuando dejaron de ponerlo. Ya no fue el primer cambio, así que con la idea de un nuevo comienzo en el Viejo Continente, rescindió. “Creo que me faltaban 180 minutos y me subían más de la mitad de lo que estaba cobrando. Es una cláusula de algunos juveniles: jugás tantos minutos y te suben el sueldo. De la nada, desaparecí y eso que jugaba por afuera y por dentro. Sabía que era una orden de arriba”, explica el delantero.
Tampoco jugó en Larissa, equipo griego presidido por un doctor donde fue engañado. “El médico no tenía ni idea de fútbol y el que me llevó es un hijo de puta. Sabía cómo era la situación, me dejó re tirado”, acusa, aún con rabia en su voz, al referirse al agente que conoció cuando llegó a la Sub 15 de Peñarol, un tal “Federico”, que “trabajaba con Tito Sierra”. Al aurinegro había llegado Fernando Curutchet, que entonces coordinaba las formativas, lo había visto jugar en Paysandú.
En Grecia todo parecía color de rosas en un club de instalaciones primermundista. Debut y gol. La gente ya pronunciaba “Nunez” por las calles. Otros le preguntaban, sorprendidos, por qué había optado por irse de Peñarol para ir a la “B” de ese país. Al siguiente partido el entrenador renunció. “Los dirigentes que me llevaron se fueron. Yo estaba viviendo en un hotel, se suponía que era una semana. Me pintaron una cosa que nada que ver, duré cuatro meses. Fue un infierno”, recuerda.
Grecia fue "un infierno": mentiras y hambre
Núñez sostiene que la “B” de Grecia es “un desastre” y explica que no la rige el mismo organismo que a la “A”. Funciona como si hubiese una AUF aparte para la Segunda División. “Hay apuestas deportivas, muchos negocios. Yo llegué y ya sabía qué equipo iba a ascender, me di cuenta solo. Los clubes no pagan los sueldos. Cuando yo vine se paró un mes la liga porque los equipos no tenían para pagar, algunos los manejan narcos. El presidente de mi club bajaba de una camioneta con seguridad armada”, afirma el Toto y cuenta que hay un estadio que compró uno de los presidentes y que cuando dejó su cargo, el club no pudo utilizarlo más.
La odisea podía ser peor. Y lo fue. Entre todo eso le inventaron una lesión. “La gente preguntaba por qué no jugaba, como venía de Peñarol pensaban ‘tremendo fichaje’. Googleaban el club y veían las redes, los seguidores, el marketing y se sorprendían. En ese entonces se ve que el presidente mandó a poner en el diario que yo estaba lesionado. No me citaron más”, recuerda Núñez. Luego ese mismo diario, irónicamente, publicó una foto de él jugando al básquetbol con un amigo. “Es un club que si vos te quejás, no jugás más, te toman el pelo, te apartan del plantel. Yo me crié en Peñarol, que es muy diferente”.
A veces no tenía para comer, pedía 100 euros cada tanto y lo trataron como “un perro”, le daban migajas. Menos de un mes después de su llegada, sin obtener respuesta de su representante mientras convivía en un hotel con paredes de papel, en el que a las cuatro de la tarde escuchaba a sus vecinos tener relaciones sexuales, habló con un medio y el club lo citó a una reunión por sus declaraciones. Toto desmintió lo dicho (algunas cosas eran ciertas) excusándose en la mala traducción y pidió rescindir.
“Ya no me importaba la plata, me quería ir porque estaba mal. No me daban los pasajes. Llegó un momento en el que no tenía plata, un amigo griego nos traía comida a veces”, dice. Hasta que un día envió una carta a la FIFA para que le aceptaran la salida y le pagaran. Una vez notificado, el club tenía 15 días para dejarlo ir o debía abonarle todo el sueldo. Esperó hasta el penúltimo día. “Iba al banco todos los días y no tenía un peso. Encima estaba ilegal, porque no tenía la visa. Ojalá me hubiese agarrado la Policía y me hubiese deportado. Lloraban por US$ 5.000. Los pasajes (con cuatro escalas) me los dieron tres semanas después”, rememora Toto.
Larissa compite en la Segunda División tuvo seis uruguayos en su plantel antes de la llegada de Sergio Núñez. Sebastián Viera, Fabián Canobbio, Alexander Castillo, César Varela, Adrián Colombino y Mathías Acuña.
Con su agente anterior rompió relaciones ni bien llegó a Montevideo y no volvió a hablar. “No quería que me pasara, pero prefería que me pasara con 23 años y no a los 30 que sigo siendo joven”, dice, y recuerda cómo fue el momento en el que lo llevaron a Grecia: “A la una de la mañana me vinieron a buscar, fui a firmar unos papeles, que anda a saber qué decían. Me re cagó, se llevó una comisión de US$ 50.000. No me da ni bola”.
De la figura de Diego Forlán como "padre" a los motivos para no regresar
Consultado por las ofertas, Sergio, que entrena por su cuenta, aunque sabe que “no es lo mismo”, asegura que ha tenido de todas las categorías de Uruguay y también del exterior, incluyendo Grecia. “Estoy analizando todo. Hablé con (Nelson) Ferro y estoy esperando qué me puede conseguir. Son buenas propuestas, estamos viendo lo mejor”.
“No vuelvo después de lo que me pasó”, dice sobre el fútbol griego, y luego se corrige. “Digo, en este momento no vuelvo, pero uno no sabe las vueltas de la vida”. También tuvo propuestas de Asia y asegura que “es tentadora la cantidad de plata que se mueve”.
Peñarol “se portó bien” con él cuando la pasó mal, pero no quiere volver. Sus primeros minutos habían sido con Diego Forlán, a quien recuerda “como un padre”. “Hablábamos siempre. Nos citaba a entrenar a las nueve, yo iba a las siete y media y me decía para entrenar juntos. Me preguntaba de mi familia, me decía: ‘Yo era como vos cuando era chico, eso te va a pagar a la larga’. Lo miraba en la tele en el Mundial del 2010 y tenerlo como entrenador fue tremendo”, asegura.
A través de Ignacio Ruglio le ofrecieron volver, pero tiene un “mal gusto” por lo que le pasó. No quiere regresar. Él y su familia la han peleado desde siempre. Su padre haciendo changas y su mamá limpiando una escuela hacían lo imposible para que él jugara, sobre todo luego de un grave accidente.
Toto iba a cumplir tres años. Era un día lluvioso y, junto a su hermano, jugaban a la pelota en una casa al fondo de un pasillo. “La pelota pasó por arriba del portón, va mi hermano a buscarla y luego voy yo. Fui a cruzar, venía un camión y me atropelló. Quedé abajo de la rueda del camión”, recuerda.
Hubo que levantar la rueda porque dar marcha atrás era arrancarle la pierna. Tras 13 días internado y cinco pasajes por el bloque quirúrgico, sobrevivió. “Fue un milagro. Lo más loco es que en este momento estoy viviendo del fútbol”, afirma Núñez, que ahora va por todo, pero no baja la guardia.
“Quiero taparle la boca al que me llevó a Grecia y jugó conmigo. Tengo ganas de romperla, por mi historia, porque hay chicos que están enloquecidos conmigo por mi origen", dice muy convencido, y explica el motor de una sed de revancha: "Vivo en un barrio bajo de Paysandú. Acá no tenés mucha suerte, ni mucha ayuda. Tampoco tenés championes para jugar, se complica para comprar canilleras, si se te rompe el zapato tenes que pedir prestado".
“No tengo miedo, pero estoy atento a que no me pase de nuevo. Tengo ganas de triunfar y que el mundo sepa de mi historia. Quiero motivar a los más chicos. Y más que nada quiero jugar”, concluye el atacante. Ahora que salió del infierno, busca su paraíso.
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