Redacción El País
En enero, la vuelta el fútbol siempre es habitual, con los equipos preparándose en amistosos para los torneos en serio. Sin embargo, durante mucho tiempo, los partidos oficiales más trascendentes de la temporada se jugaban precisamente en pleno verano.
Fue así que en el primer mes de 1975 se disputó la edición inaugural de la Liguilla Pre Libertadores, que cerraba la temporada 1974. Como su nombre lo indicaba servía como pasaje al torneo continental. La actividad anual previa tenía como uno de sus objetivos estar entre los seis equipos de la Liguilla. Y llegado el momento, todos soñaban con la Copa: los grandes por obligación, los clubes chicos como meta no tan descabellada.
La Liguilla fue una creación del llamado “Ejecutivo de Oro” de la AUF, presidido por Héctor del Campo, como frutilla de la torta de una temporada extendida. Tras la desaparición del Torneo Competencia, la actividad local se había reducido a un Campeonato Uruguayo de 12 equipos en los últimos meses del año. Las tesorerías de los clubes, en especial los chicos, sufrían por ese largo receso anual.
Tomando el nombre de certámenes similares de Perú y Colombia, se resolvió que seis equipos se clasificarían a la Liguilla según su ubicación en el Uruguayo y en otro torneo oficial que tuvo diversos nombres a través del tiempo.
Además, venía a llenar el vacío de los torneos veraniegos, que habían despertado gran atracción pero promediando la década de 1970 estaban bastante disminuidos.
La promesa era que los dos primeros iban directo a la Copa Libertadores. Luego se comprobó que esto podía aparejar la eliminación del campeón uruguayo por un par de malos resultados, por lo que se establecieron desempates y puntajes especiales para reforzar su chance, aunque esto volvió muy complicado su reglamento.
Pero en la edición inaugural de la Liguilla todo era empezar de cero y pelear el gran premio de la Libertadores en cinco partidos, y así lo tomaron sus participantes. Claro que el favorito era Peñarol, bicampeón uruguayo 1974-1975. Nacional estaba en plena renovación tras el alejamiento de los monstruos de 1971 y como gran rival aparecía Liverpool, que había igualado a los tricolores en el segundo puesto.
Los dos grandes picaron en punta, tras ganar sus dos primeros encuentros: Peñarol a Cerro 4-2 y a Wanderers 2-0, Nacional a Liverpool 3-2 y Cerro 5-2. Wanderers, en tanto, perdió sus dos partidos iniciales, pero pasó inadvertido porque pocos le asignaban chance.
En la tercera fecha, el aurinegro derrotó a Liverpool 3-1 y lo dejó casi afuera. Danubio consiguió empatarle a Nacional y empezó a creer en la clasificación. Y el bohemio, con un interesante 5-3 a Cerro, sumó sus primeros puntos.
El clásico
La cuarta jornada fue la del clásico, que Peñarol hizo suyo por 4-1.
Aquel 23 de enero de 1975, con 62.743 entradas vendidas (lo que permitía estimar unos 70.000 espectadores) el aurinegro formó con Walter Corbo, Mario González, Carlos Peruena, Luis Garisto, Mario Zoryez; Jorge Barboza (luego Lorenzo Unanue), Nelson Acosta, Ramón Silva; Daniel Quevedo, Fernando Morena y Mario Liuzzi. El técnico era Hugo Bagnulo. Nacional lo hizo con Nilson Bertinat, Líber Arispe, Eduardo Gerolami, Rafael Villazán, Raúl Moller (Rubén Giménez); Walter Mantegazza, Jorge Techera, Darío Pereira, Roberto Repetto; Hebert Revetria y Julio Silveira, con el argentino Miguel Ignomiriello como DT. Y el árbitro, como era frecuente en la época, fue Ramón Barreto.
Nelson Quevedo, el delantero argentino (de la provincia de Formosa), fue la gran figura de la noche. Resultó imparable por la punta derecha. Como Moller no podía con él, lo reemplazaron por Giménez, pero casi enseguida se hizo expulsar. Además, Quevedo hizo dos goles de gran calidad en el primer tiempo.
Sin embargo, de penal, convertido por Mantegazza, Nacional descontó casi sobre el descanso. Y dio la sensación que en el complemento podía pasar cualquier cosa.
Lo que ocurrió fue que Peñarol acentuó el dominio y logró el tercero a los cinco minutos, a través del puntero izquierdo Liuzzi.
El tricolor tuvo luego una oportunidad para acercarse mediante otro penal, pero esta vez Corbo se lo atajó a Mantegazza. Sobre el final, Barreto cobró su tercer penal de la noche. Fue para el aurinegro y lo convirtió Morena. El 4-1 selló el clásico, el pasaje a la Libertadores y el título para Peñarol con un partido de anticipación.
Siempre en silencio, Wanderers venció por 3 a 2 a Liverpool, mientras que Danubio frenó su ascenso empatando con el ya eliminado Cerro.
La lucha por el segundo puesto
Al llegar a la última fecha, tres clubes iban por el otro lugar en la Copa: Nacional, Wanderers y Danubio. Los de la Franja empataron sin goles ante Peñarol y se despidieron del sueño de Libertadores.
Todo se resolvería en el choque entre tricolores y bohemios. El empate clasificaba a aquellos, pero en la hora un gol de Washington “Trapo” Olivera dio el triunfo a Wanderers, que se convirtió en el primer chico en llegar a la Libertadores.
Entre 1960 y 1974, solo habían ido Peñarol y Nacional, y más allá de los resultados, la Liguilla resultó un éxito de público y de recaudación. Los dos grandes percibieron 56 millones de pesos limpios, en tanto los chicos, que habían acordado ir a fondo común, se llevaron 13 millones cada uno. Eran cifras interesantes entonces.
Durante años, la Liguilla despertó gran atracción. Los grandes, por supuesto, querían ganarla; la experiencia mostró al resto de los equipos que la clasificación a la Copa era posible: Defensor lo hizo en la edición 1976, Danubio en 1977, y así otros.
Cuando en 2005 se adoptó el modelo de temporada a la europea, de agosto-setiembre a mayo-junio, el certamen pre Libertadores pasó a disputarse en invierno, con noches no tan agradables como las estivales, claro... Además, la Conmebol empezó a ampliar el número de participantes en la Libertadores. La Liguilla, ya sin razón de ser, fue eliminada del calendario en 2009.