Ya pagó una prenda días atrás por llegar tarde al entrenamiento, así que posa veloz —como suele serlo— para la foto antes de sufrir una segunda amonestación. A Lucas Villalba (23) se lo ve feliz, con una sonrisa impoluta, aunque ya no sea titular, aún así con todo el ruido que significa pasar a ser jugador de un grande de Uruguay. Llega un viernes soleado a Los Céspedes y se pone el equipo de entrenamiento de Nacional sobre la ilusión de sumar desde donde le toque.
—Ahora que pasaron unos días y pudiste asimilar cómo es ser jugador de Nacional ¿Cómo fue pasar de 0 a 100 tan rápido?
—Estaba tranquilo en casa, jugando al play cuando me llamaron. Se cierra todo el viernes antes del amistoso (con Peñarol) y a la noche me dicen que soy jugador de Nacional. Ese día entreno en MC Torque y me despido de mis compañeros. El domingo vengo a Los Céspedes y no hago nada. El lunes a eso de las 11:00 me llaman porque un compañero tenía un problema familiar, que me tocaba estar. Ahí fue una locura, la ilusión de que se jugaba el clásico. No había ni entrenado, no conocía a nadie prácticamente, solo a Catarozzi y a Brunito (Arady) de afuera del fútbol. Y al otro día me pasa a buscar Eguren por casa.
—¿Habías hablado con él o fue un ‘Hola Seba, Lucas, un gusto’?
—Fue así. Hola, Sebastián, soy Lucas, juego al fútbol (se ríe). A eso de las 16:00 firmé contrato y me presentaron. Pero yo pensé que me iba a sentar en el banco a mirar el partido. Fue todo muy rápido, una vez que estoy ahí, lo mismo... Estaba disfrutando el momento y en el entretiempo el Coco (Conde) me llama y me da un par de indicaciones y a jugar. Ahí me puse nervioso.
—¿Cómo hiciste para jugar tan bien sin ni siquiera haber entrenado con tus compañeros?
—La verdad no tengo ni idea, hice más o menos lo que sabía. Salió bien. En el gol vi que De Amores estaba en la mitad de la cancha y dije ‘es gol’ y de la alegría lo festejé antes.

—¿Cómo manejaste ese pico de fama y el seguir siendo vos?
—En el momento me explotó el celular, ahora por al calle me saludan, me gusta, se nota el cariño. Te cambia todo. Vas a hacer cosas cotidianas y te paran. Y en cuanto a lo de ser yo, no creo que vaya a cambiar nunca, siempre me voy a manejar de la misma manera. Lo trabajo con mi psicólogo deportivo.
—¿Algo te sorprendió del cambio de club?
—La gente. Jugar a estadio lleno es una locura.
—De ese 100, pasaste a un 50. ¿Hubo alguna explicación por parte de Lasarte para sacarte del once?
—Siento que no es necesario que me dé ninguna explicación. Es un plantel muy competitivo, en el que todos están para jugar. Me tocó pasar de titular a suplente y es algo que es normal, más en un plantel como este. Después son partidos que se plantean, hubo cinco cambios buenos, dieron resultado, ya está. Me lo tomo como algo para seguir mejorando y creciendo; además, aumenta la competitividad sana que hay dentro del plantel y eso está buenísimo.
—¿Crees que a Martín Lasarte se lo critica más de lo que se merece?
—Trato de mantenerme al margen de esas cosas y es algo que me ayuda mucho, porque cuando estás bien te van a dar todo para adelante y cuando estás mal te van a pegar... Y si se le está dando palo no sé si entiendo el por qué; siento que es una muy buena persona y que está queriendo hacer su trabajo de la mejor manera, igual que todos.
—¿Con quiénes hiciste mayor amistad?
—Me llevo con todos. Concentro con Brunito Arady, con Renzo... Me encontré con un grupo humano que me trataron muy bien, desde el día uno, festejaron conmigo el gol cuando ni me conocían.

—El fútbol siempre da revancha y creo que estamos de acuerdo en que a vos te la dio ¿Cómo la vivís?
—Soy mucho de mirar para atrás y de ver lo que conseguí. Para mí es un montón pasar de la C (categoría en la que jugaba en Tacuarembó) a hoy en día estar jugando en un grande, bueno, en el más grande de Uruguay. A veces miro para atrás, me hago acuerdo de lo que pasé y viví, eso me da fuerza también para seguir motivado, logrando las cosas que quiero lograr, mis sueños, mis expectativas. Está bueno, es algo que me da orgullo, a mí y a mi familia.
—¿Con quiénes de tu familia compartís más estos logros? ¿tus padres viven en Montevideo?
—Mi padre vive en Argentina, pero comparto mucho. Pero en el día a día lo transito con mi madre, con mi hermano, mi abuela, mis tíos. Tengo una familia muy unida y muy linda.

—¿Tu madre qué piensa de que el nene pasó de allá para acá tan rápido?
—No lo podía creer, al igual que yo. Dentro de todo vivimos cerca, pero vino corriendo a mi casa a tratar de darme un abrazo de lo feliz que estaba. Creo que lo vive de la misma manera, de pensar: ‘mirá, estabas en un lugar y ahora por la rebeldía, por las circunstancias, se te dio’. Hoy estoy en donde quiero estar.
—¿Cómo fue esa conversación? ¿La llamaste por teléfono?
—Al igual que a mí me avisaron por teléfono, también la llamé y le dije: “Mami, mirá, voy a ser jugador de Nacional”. Ella pensaba que era broma. Se sorprendió y vino corriendo.
—Cuando se cae el pase al principio Perchman comenta que te conoció gracias a su hijo, ¿cómo llegó a vos?
—Un amigo de Nico, el hijo de Flavio, que ahora es mi representante, le comenta sobre mí, me van a ver y después de un tiempo largo arreglo con ellos.
—¿De dónde surge el apodo Rayito y cómo te dicen en Nacional?
—Surge en Tacuarembó, fue por lo rápido. Pero la verdad es que me han dicho muchos apodos. Uno de Torqueinfo (en X) me puso Batipibe; creo que fue el Ojito Rodríguez que me puso Flecha.

—¿Algún compañero se sorprendió de tu velocidad, te han dicho algo?
—Sí, me lo han dicho, sobre todo los que no me conocían. Es algo bueno porque tratan de ayudarme en eso, de tirarme la pelota larga y eso hace que juegue mejor.
—¿Ves la diferencia en el GPS?
—Sí, a veces sí. Los datos nos los dan si nosotros los queremos, a veces los leo, me gusta.
—El día que firmas empiezan a filtrarse fotos tuyas con la camiseta de Nacional. ¿Qué le dirías a ese mini Lucas?
—Que haga lo mismo que hizo, que fue lo que dio frutos. Que todo salió bien.

—Viviste muchas cosas en Tacuarembó como dormir entre cucarachas, que te robaran... ¿de dónde sacaste la fuerza para esa perseverancia? ¿cuántas veces pensaste en dejar el fútbol?
—Lo sufrí, sobre todo estando en Tacuarembó el querer dejar y darme por vencido en ese sentido. Pero lo que le diría a alguien que está pasando por una situación similar es que se apoye la gente que uno quiere, fue lo que me dio fuerza. Y que no dejen el sueño que tienen, que a veces los sueños se cumplen. Hay que seguir luchando por lo que uno quiere.
—¿Le contabas a tus padres o eras de guardártelo para que no se preocuparan?
—Siempre fui mucho de guardarme las cosas. Con mi madre capaz que no hablé tanto de esto, pero sí me apoyé en compañeros, sobre todo en un compañero, Edison Torres, el Paragua, que jugó conmigo en Tacuarembó. Nos juntábamos en su casa y cada uno contaba lo que le pasaba, eso me ayudó mucho. A veces es difícil hablar, pero ayuda mucho.
—No había otra opción que no fuera ser futbolista...
—No. Nunca la hubo. De chiquitito pensaba en jugar al fútbol o jugar al fútbol. Estando en Tacuarembó también lo recordaba y decía: “Yo quiero esto, y por más difícil que sea, por más mal que la esté pasando, es lo que quiero”.
—Ya el hecho de haberte ido a Tacuarembó habla de esa tenacidad, ¿por qué ese destino?
—En ese momento estaba con otro representante y me acercó la posibilidad. Más o menos me dijo “si la querés, andá y si no, manejate”. Y yo lo único que quería era un cuadro para poder demostrar y para poder jugar. Podía ser Tacuarembó como otro más lejos, igual me iba a ir a donde sea para poder jugar.
—¿Qué no sabe la gente de Lucas Villalba?
—Es algo boludo, ja. Pero canto mucho. Mal, horrible, pero lo hago en casa. También escucho mucha música, mis vecinos me deben odiar. por poner todo el día.
—¿Y en la concentración cantás?
—Pongo música sí y canto un poco, los lastimo a los que están al lado, pero le meto un poco sí.
—Perchman te dio la indicación de ver cómo jugaba Antonio Alzamendi ¿Te han dado alguna otra para que aproveches más esa velocidad?
—Sí, muchas. Tanto Martín, como el Coco, como Mauri (Victorino) me han ayudado mucho en eso. Después mis compañeros me ayudan a saber el momento exacto para picar, dónde tener que estar parado, eso está bueno. Obviamente con los monstruos que hay acá uno va aprendiendo día a día y está buenísimo.

—¿Tenés algún referente en este sentido?
—Soy de mirar mucho el fútbol, pero no sé si tengo algún referente que trate de copiar o imitar. Sí me gusta ver los jugadores de mi posición, los movimientos que hacen.
—¿Cuando miraste los videos de Alzamendi ¿viste alguna similitud como dijo Flavio?
—No sé si tan parecido (ríe). Pero aprendés de un jugador legendario.
—¿Cómo es el grupo de la Copa Libertadores? ¿ cuál es el rival que te preocupa más?
—Lo tomé como un desafío, siento que tenemos un buen plantel, creo y tengo la esperanza de pasar. Va estar lindo, el Inter (de Porto Alegre) creo que es el más difícil.
—¿Lucas Villalba es llevarse las cosas por delante o de pararse a pensar?
—Tuve de las dos. Me ha pasado de chocarme mucho contra la pared. Sobre todo antes de irme a Tacuarembó, que no estaba jugando en Boston River, pero estaba en Primera, y no lo aproveché. Ahí la vida me dio una enseñanza muy grande que fue pasar de estar en la A con contrato, a quedar libre. En Tacuarembó hice el clic de mentalidad. Eso me ayudó a llegar a estar en donde estoy. Haber vivido todo lo que viví me hizo madurar.
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