TORNEO CLAUSURA
El carbonero dejó más puntos por el camino, suma tres sin ganar y a pesar de que no le cobraron un claro penal, no pudo llegar al gol y lo sufre un montón.
Escasa efectividad ofensiva, un penal no cobrado —otro más en la temporada— y un equipo que en las difíciles volvió a quedar en el debe porque de los últimos nueve puntos que jugó, Peñarol solo consiguió tres unidades, suma tres partidos sin ganar y ahora dependerá de lo que haga en la última fecha pero también de lo que pase con sus rivales directos y sobre todo, con el fallo pendiente del encuentro entre Cerro Largo y Nacional.
El equipo de Mauricio Larriera volvió a ser muy superior a su rival, generó juego por las bandas y mandó muchas pelotas al área pero no supo ser preciso en la definición de las jugadas.
Y como muchas veces suele pasar cuando el carbonero es superior y llega, el arquero adversario se transformó en figura y el caso de Rodrigo Formento no fue la excepción. El golero de Progreso tuvo dos intervenciones magistrales para evitar el gol mirasol y además, se mostró muy seguro en el juego aéreo.
El guardameta de 22 años sigue siendo determinante para el equipo de Álvaro Fuerte y ayer lo volvió a demostrar con mucha solidez bajo los tres palos.
Pero también hubo otro rival que a Peñarol lo volvió a complicar y mucho: el árbitro. Javier Burgos no cobró un claro penal a favor del aurinegro por mano de Gonzalo Andrada en el área del Gaucho del Pantanoso a los 76’ y quizás otra hubiese sido la historia en el Parque Capurro si lo sancionaba.
También hubo un par de situaciones polémicas en el área del Gaucho del Pantanoso que el juez desestimó, pero el mayor error fue no haber cobrado el penal de Andrada.
Eso generó la molestia de todo el equipo aurinegro y en el cierre del encuentro, el carbonero equivocó los caminos. No atacó con su fútbol ni con su idea, se dedicó a mandar pelotazos al área de Progreso y los zagueros rivales sacaron absolutamente todo.
Con figuras que no dieron la talla como Facundo Torres —de muy mal partido y bajos rendimientos últimamente—, Agustín Canobbio —no pudo desequilibrar en ningún momento— y Pablo Ceppelini, a quien se le terminó el partido en el descanso porque Larriera movió el banco y mandó a la cancha a Ignacio Laquintana, Peñarol volvió a tener problemas para vulnerar a una defensa que se cerró muy bien y que trató de cortar circuitos más allá de no poder contener los ataques por banda.
En la ofensiva, Progreso no tuvo ideas, no atacó y no fue rival para Peñarol más allá de algunas jugadas en las que intentó lastimar, pero no lo consiguió nunca y Kevin Dawson se transformó en un espectador más en el Capurro.
Ahí el mirasol tuvo un elemento más para volcarse decididamente a la ofensiva, atacar y llegar al gol, pero no pudo. Volvió a a fallar y lo terminó pagando muy caro.
Peñarol fue perjudicado nuevamente por el arbitraje, pero otra vez no supo cómo vulnerar a la defensa rival y perdió puntos vitales.