RICARDO ALARCÓN
Feliz porque puede abrocharse la camisa, porque pudo bañarse solo, el expresidente de Nacional está enormemente agradecido con todo el personal del Hospital Británico: porque tiene su segunda vida.
Pierana, su señora, abre la puerta del apartamento en el piso 10. Desde el estar, de frente a la hermosa vista del Río de la Plata, con una camisa que él mismo pudo ponerse y abrocharse, lo que disfruta tanto que luego lo describe con una gran sonrisa, Ricardo Alarcón avanza lentamente mientras cuenta que ya puede caminar mejor. Sin quererlo empieza el diálogo y la charla de una hora y 16 minutos fluye. El expresidente de Nacional dice que está sorprendido por las muestras de afecto recibidas. Y por el impacto que causó su internación y, sobre todo, su salida del CTI.
“Me cuesta mucho y todavía no entiendo todavía la causa por la cual este hecho que me pasó a mí, que soy un privilegiado de la vida, causó tanta conmoción. No quiero ser soberbio, para nada, pero me empezaron a escribir amigos, pero la cantidad de llamados que recibo de gente que no conozco es impresionante”.
Alarcón acepta que quizás el video que se viralizó, en el que emotivamente agradeció el cuidado que recibió de todo el personal de la salud del Británico, pudo haber generado tanta repercusión. “Me sorprendió. Me vinieron a buscar y me dijeron que me daban el alta del CTI y me pasaban para la sala intermedio. Entonces, estando medio voleado, me sientan en una silla de ruedas, me tapan con una manta y cuando salgo me encuentro con un pelotón de personal aplaudiéndome. Me sorprendió porque yo soy un privilegiado, yo no hice nada. A los que hay que aplaudir es a los médicos. Por ahí sentí que yo era un guerrero y no sé qué, yo no soy guerrero de nada. Si hay algún guerrero está en el personal de la salud y en los médicos. Esos son los guerreros. Guerreros son el doctor Alejandro Sulca, el doctor Manuel Baz y todo su personal a cargo en el Británico. A esos hay que aplaudir. Esos son a los que toda la sociedad debe agradecerle el esfuerzo que hace. A mí me agarró el COV ID-19 sin saber cómo, pero ellos están exponiendo su vida todos los días para salvar a otros. Me pongo a pensar en la angustia de sus familias y esos es un acto de solidaridad humana realmente impresionante. Y nosotros como sociedad creo que no lo hemos comprendido todavía, no nos hemos dado cuenta que estamos ante una guerra universal, contra un enemigo que no vemos y que no sabemos todavía con qué armas y con qué ejército combatirlo. Y quienes están llevando esas pelea en las trincheras más avanzadas es el personal de salud y son los médicos”.
Para explicar por qué se siente un privilegiado, se acomoda mejor en el sillón y cuenta. “ A ver, a mí me entubaron y me pronaron, o sea después de ponerte el oxígeno si es insuficiente te dan vuelta porque boca abajo los pulmones no están apretados por el cuerpo y recibís más oxígeno. Después, para que los pulmones reciban toda la energía te desconectan como una computadora para que el resto de tu cuerpo no requiera esfuerzo ninguno. Entonces, quedás como muerto. Ahí empiezo a perder todos los músculos, porque lo único que hago durante 25 días es respirar, no hago otra cosa. Y de pronto se dieron cuenta que estaba mejor y entonces me pusieron boca arriba. Cuando hicieron eso retrasé y otra vez entré en riesgo. Y otra vez me dieron vuelta. Me recuperaron. Y cuando pensaron que estaba bien otra vez volví a estar boca arriba y nuevamente me retrasé. Hasta que finalmente pude llegar a un punto en el que aparentemente podía sobrellevar esto. Así fue. En todo ese tiempo, imaginate mi familia. Mi señora y mis hijos. Fue de una angustia terrible. Pasaron momentos muy duros, preguntaban cómo viene la cosa y le decían que no venía bien, que no estaba bien. Y de pronto tenían un hilo de esperanza y al otro día otra vez para atrás". Explica que:
"Me siento un privilegiado, porque independientemente de que me salvé, todo esto, toda esa angustia yo no lo viví porque estaba dormido. Yo cerré los ojos y cuando los abrí no sabía dónde estaba. La angustia fue darme cuenta de que no me había dormido ocho horas, sino que me había dormido casi un mes”.
La vida de Alarcón, antes de dar positivo de coronavirus se desarrollaba con extremos cuidados. Tomando extremos cuidados al punto de estar alejado de sus nietos por un año. “Te voy a contar lo que hacíamos todos los días: salíamos a caminar, eso creo que me ayudó mucho porque cuando me tocó la enfermedad me agarra en buen estado físico, había bajado 10 kilos. De los 100 kilos a fin de año bajé 10 kilos porque empezamos a caminar despacio, primero tres kilómetros, luego 5 y al final 7. Y así bajé a 90 kilos. En la rambla había poca gente, aunque venían a saludarme yo siempre me cuidaba y la gente entendía de que podíamos hablar pero con distancia. Íbamos una o dos veces por semana al supermercado y para ser cuidadosos y estar el menor tiempo posible dividíamos la lista a la mitad. Ella y yo comprábamos y así achicábamos los tiempos en el supermercado. No sé qué pasó y pienso que debo haber recibido una carga viral muy fuerte. Y yo contagié a mi señora. Ella es fanática de tener los ambientes ventilados y yo soy muy jorobado, nadé mucho cuando era joven, y entonces sufro de sinusitis y cualquier corriente de aire me tapa la nariz y siempre discutíamos ‘por qué tenés abierta las ventana’. Ella empezó con un resfrío y lo que tenía era COVID-19. Llamamos al SEMM, la revisaron y por las dudas decidieron que había que hacer el hisopado. Quedó para el día siguiente, creo que era domingo. Casi no vamos porque se sentía mejor. Fuimos y nos dijeron que íbamos a recibir un mensaje de texto si no teníamos nada o si no nos llamaban por teléfono. El mensaje no llegó y de noche cuando estábamos mirando televisión le avisan que tenía coronavirus. Me hisoparon a mí y pasamos seis o siete días en casa sin problemas, pero el séptimo día empezó a bajar el oxígeno en sangre". Fue en ese momento que:
"Me dijeron que me tenía que internar, yo no quería porque no quería dejar a mi señora sola, porque estaba con COVID-19. Un poco a la fuerza me internaron”.
Ricardo confiesa que su postura reflejó claramente que “no tenía conciencia del COVID. Como había estado siete días bárbaro, como estamos ahora, no le di corte. Uno subestima la enfermedad. Lo hice y es lo que no hay que hacer”.
Así como no se daba cuenta de “la gravedad. ¡Nunca!”, Alarcón reveló que de golpe despertó. “Me vinieron a buscar, me ponen una máscara con oxígeno, no sabía por qué lo hacían, después me dijeron que lo hicieron porque me saturación en sangre no llegaba a 80 y tenés que tener de 95 para arriba. No me di cuenta. Saludé a mi mujer, saludé a una de mis hijas y a una de mis nietas que estaban todas separadas. Me llevaron al Británico. Llegamos, vino una doctora, tuve que esperar un ratito para que me dieran el ingreso al piso del COVID-19. Me pusieron en una silla de ruedas, entro a la emergencia y voy al ascensor y en lugar de girarme para quedar de frente a la puerta me dejan de espaldas. Les dije ‘che, muchachos, no me dejen para atrás’. Es lo último que me acuerdo". Y añadió:
"Me cuentan que fui a la sala precovid y un día abro los ojos con una chica al lado que me está acariciando la mano y me dice ‘ay Ricardo, que contentos que estamos porque todos los resultados dieron bien, le van a dar el alta’. La miré, no sabía quién era, no sabía de qué me estaba hablando”.
En su primera noche de regreso a la vida, como él mismo lo define, tuvo un sueño muy particular.
Un sueño con dos hermanos
“Es la primera vez que lo voy a contar. Fantaseé que estaba en el Británico porque había tenido un accidente automovilístico y que el auto había volcado muchas veces. Que ese accidente con mi señora había sido muy complicado y estaba recuperándome de las heridas. El sueño empieza con mi señora en un restaurante rebacán en Chile, en la precordillera. Recuerdo que estábamos comiendo afuera, con luces muy tenues, a temperatura muy agradable y nos avisan que hay como una especie de concurso de baile. Hasta me acuerdo cómo estaba vestida ella, con una blusa celeste o azul flúo y una pollera negra con un tajo adelante (desde el fondo su señora suavemente dice, ‘no era yo’). Y aparecen dos guitarristas. Los miro y… ¿sabés quiénes eran? Los hermanos Acevedo, Eduardo y Alejandro (risas). Mi hijo lloraba de la risa cuando se lo cuento y me pregunta ‘vos, ¿cómo estabas vestido’ Me pongo a pensar y le digo: ‘de charro’. Ganamos en ese concurso de baile y me acuerdo que el premio era como una pata de cerdo grande embebida en vino. Y yo, que apenas me mojo los labios con el vino, con la cantidad que veía en el sueño ya me mareo (risas). Creo que hablando después con el psicólogo creo que todo tiene que ver con que me daban vuelta en la internación y yo que me negaba a que fuera COVID-19 y que fuera un accidente de tránsito. Ese sueño me quedó grabado”.
Salir del CTI fue un gran paso, pero el exdirigente tricolor confiesa que muchas noches las pasó mal. “Me sacan del CTI y tuve situaciones difíciles, porque de noche soñaba, me sentía medio claustrofóbico en la cama. Quería levantarme y no tenía fuerzas. Me habían puesto en el dedo el aparatito para medir la oxigenación en la sangre y le pegaba al borde de la cama para que alguien venga a atenderme y vino un enfermero y me dijo ‘presidente, va a romper la cama’. Y le dijo ‘yo quiero salir de acá’, ‘¿cómo no puedo salir de acá?, ¿qué estoy preso?’ No entendía esas cosas. Ahí me dieron alguna pichicata para estar tranquilo". También evoca que:
"Una vuelta me trajeron la comida y yo no podía comer porque estaba tan inflamado que no me pasaba la alimentación por la tráquea y me acuerdo que les dije: ‘no quiero de esta comida que es horrible, quiero irme con mi mujer a un restaurante y tomarme una copa de vino’, estupideces. Así fue saliendo adelante”.
Desentubado, con otros 22 días de internación, Alarcón siguió experimentando momentos complicados. “Recuerdo la primera vez que estaba acostado en la cama, me traen la comida, ponen la mesa delante de mí y había un vaso con agua. Voy a agarrarlo y no pude levantarlo. ¡No tenía fuerzas para levantar un vaso con agua! Entonces, me preguntaba qué me estaba pasando. Fui a agarrar el cubierto y me tuvieron que ayudar a pinchar con el tenedor y tampoco podía cortar la comida. Fui progresando lentamente. Hoy vine a hablar contigo y desde el estar pude venir caminando solo y sosteniendo el andador, sin utilizarlo". Agregó luego:
"Hoy me pude bañar solo. Voy avanzando todos los días. Me siento bien. Esta camisa estaba colgada y me pude desabrochar los botones, nos sabés cómo uno celebra y festeja esas pequeñas cosas. ¡Después me la abroche yo!”
Su nueva vida la marcan nuevas reglas. Viviendo a su tiempo, no el de los demás. “Empezás a tener un egoísmo bien entendido. Empezás a darte cuenta que la vida es muy corta, y que tenés que darle prioridad a las cosas importantes de tu vida. El trabajo tiende a ocuparte todas las horas de tu vida y hay mucha gente que se emborracha con el trabajo. Yo me emborraché por el trabajo muchas veces y cuando te emborrachás con el trabajo olvidás a tus seres queridos y olvidás hacer las cosas que realmente te gustan y llegás a la noche muy rápido. Y cuando te pasan situaciones así, es como lo dijo Confusio: uno tiene dos vidas, la segunda empieza cuando te das cuenta que tenés una vida sola y que tenés que cuidarla. Tengo un mes y tres o cuatro días que nací de vuelta. Tengo mi segunda vida y te volvés más cuidadoso. Por ejemplo. Me llamaron de la fisioterapia y me dijeron que iban a venir entre las 8 y 8.30, en otro momento hubiese dicho que sí, y ahora les dije que no. Hasta las 10 o 10:30 les dije que iba a dormir. Y esa pequeña anécdota en mí es muy grande, porque yo siempre fui un tipo que le dije que sí a todo. Ahora hay que priorizar y lo primero es darte el tiempo a ti y no vivir en función de los demás”.
En el video que se viralizó, Alarcón prometió una celebración de su nuevo cumpleaños con el personal del Británico. Y a Ovación le ratificó que será así. “En mi nuevo cumpleaños, el 22 de abril, voy a hacer tres fiestas, porque no pueden dejar a los enfermos sin atender. Así que voy a tener que celebrar en días diferentes con el personal de cada turno del Hospital Británico que me atendió. Tendré tres cumpleaños con esa gente que me arropó. Que además me cuesta mucho identificarlos, porque todos estaban con el uniforme y con tapabocas. A todos les dije, ‘muchachos, si me ven por la calle los voy a ver sin uniforme y sin tapabocas. Así que me tienen que decir quiénes son porque si no voy a pasar por al lado de ustedes y no los voy a saludar’”.
Para Alarcón hubo angustia y pánico cuando se despertó, pero también un mensaje de solidaridad que jamás olvidará en su vida. “Si, esa sensación de pánico y de angustia es la que sentís cuando estás internado y no podés agarrar un vaso de agua. ¿Sabés qué es el pudor de ir al baño? Es terrible. Y ahí tenés hombres, mujeres, jóvenes, grandes, que te están cuidando como su fuese su padre o su hijo y no sos nada de eso. Ni siquiera un amigo. Sos un ser desconocido y vienen y te atienden, te visten, te dan de comer en la boca, te lavan, te peinan. Eso es algo increíble que no me voy a olvidar jamás, esa solidaridad humana que es realmente algo… No tengo palabras. Te voy a decir más, abro los brazos y no me alcanzan los brazos para abrazarlos a todos. Necesitaría una palabra del idioma español que sea más grande que gracias y no tengo. Es como que tendría que escribir una G enorme, cosa que hice". Y cuenta:
"Cuando estaba internado, para mejorar la motricidad fina mi señora me trajo un papel y un lápiz para empezar a tratar de escribir y la primera vez quería escribir gracias y escribí la G, grande, pero el resto de la palabra me quedó chiquitita, no podía, no tenía fuerzas”.
De ahora en más, sabe que hay cosas que no volverán a marcar su ruta de viaje y otras que sí podrán aparecer para que le dedique sus horas. “Hoy me niego a tener un día de malhumor. No puedo tener un minuto de malhumor. Si algo me lo produce o siento o lo intuyo, doy vuelta la hoja inmediatamente y bajo la cortina. Hoy no quiero nada de eso, que no quiere decir que no sea solidario. Quizás hoy me siento preparado para trabajar en el área de la solidaridad. Quizás vaya a destinar las horas que vaya a destinar en obras en el área social. Me parece que es una lección de vida que tuve. Cuando salí las primeras noches tuve pánico. Tuve noches que no me podía dormir, porque tenía miedo de cerrar los ojos porque no sabía si al otro día los iba a abrir. Le dije a mi señora, para dormir quiero que pongan mi cama al lado de tu sillón y me des la mano. Ella en broma le dijo a una enfermera, ‘que bárbaro, que romántico, me quiere dar la mano’. Y yo digo ‘mirá, te quiero mucho, te adoro, pero la verdad que más que agarrarte la mano por ser romántico, lo hago porque estás ocupando el rol de mi mamá’ Necesitaba esa protección para poder seguir con vida”.