EL OTRO PARTIDO
El remo los marcó y lo hecho en Tokio 2020 los motiva a seguir trazándose objetivos ambiciosos: quieren una medalla olímpica.
Cuando la Federación Uruguaya de Remo dio la lista de los competidores para ir al Preolímpico rumbo a Río 2016, Bruno Cetraro (23) quedó afuera. No integró la selección. Llegó a su casa y arriba de la cama tenía una toalla con una carta que le dejaron sus padres: “Podés usarla para secarte el sudor de los entrenamientos o podés tirarla”.
Bruno no tiró. Siguió. Llegaron nuevas metas, se trazó otros objetivos y comenzaron a llegar las recompensas en un deporte muy exigente que hoy lo disfruta.
En esa época, Felipe Klüver (21) ya había dejado de jugar al básquetbol en el club Pacaembú de Mercedes. El remo se había ganado un lugar de importancia en su vida y optó por esta disciplina.
Los años pasaron y en 2020, la selección uruguaya de remo aprontaba lo que iba a ser la participación celeste en un nuevo Preolímpico, esta vez rumbo a Tokio 2020 y los caminos de Bruno Cetraro y Felipe Klüver tomaron el mismo rumbo. Fueron seleccionados para integrar el doble par peso ligero y el primer objetivo ya estaba claro: la clasificación a los Juegos Olímpicos.
“Bruno me dijo que su sueño era clasificar a Tokio 2020 y yo me sumé”, le contó Felipe Klüver a Ovación. Lo que vino después ya es historia conocida porque la actuación del remo uruguayo en Japón dio que hablar, pero antes pasaron muchas cosas. No fue una mera casualidad.
Entrenar en Uruguay, irse a México y a España. Soñar. Creer que se podía lograr algo grande y trabajar para que eso suceda fueron aspectos fundamentales para que Bruno y Felipe lograran en Tokio 2020 deslumbrar al mundo del remo llegando a una final y conquistando el Diploma Olímpico, el tercero consecutivo para Uruguay después de los obtenidos por Alejandro Foglia en la vela de Londres 2012 y Emiliano Lasa en el atletismo de Río de Janeiro 2016.
“Se hizo el selectivo y había que tratar de llegar a los Juegos Olímpicos. Queríamos clasificar a Tokio y sabíamos que era una regata muy dura porque había gente que acumulaba muchas horas de entrenamiento, pero nuestro bote tenía potencial porque los tiempos del selectivo habían sido muy buenos. Logramos la clasificación y fue algo espectacular. Después de eso hicimos 6’19” que es una buena marca: estás a cinco segundos de la elite. Ahí ya el objetivo en los Juegos Olímpicos era entrar entre los 12 primeros. Eso nos decía Osvaldo (Borchi, el entrenador), pero nosotros queríamos ir por la medalla. En los últimos metros era una levantada más en cada entrenamiento que hacíamos y uno como quien dice construye su propio destino. Así fue. En cada entrenamiento trabajamos y soñamos para hacer eso realidad”, contó Bruno.
Retrucarle al entrenador los objetivos llevaron a Bruno y a Felipe a ser más fuertes durante toda la extensa preparación que además de trabajos en Montevideo incluyó la altura de México y el verano de España para ir aclimatándose a lo que iban a vivir en Japón. Mientras el argentino confiaba en que sus remeros estarían entre los 12 mejores de la prueba en Tokio 2020, los jóvenes entusiastas querían sorprender a todos. Querían nada menos que la medalla olímpica.
“Le decíamos ‘vamos a ir por la medalla Osvaldo’. Uno entrena y siempre quiere ganar. Yo soy muy competitivo. ¡En todo! Después siendo realista ves que hay gente que está mejor y que trabaja en otras condiciones muy distintas a las nuestras, pero a la hora de subirnos al bote somos todos iguales: tenemos dos piernas, dos brazos, dos pulmones y hay que darle”, remarcó Bruno.
Felipe es más analítico. Está muy tranquilo con lo hecho y ansioso por lo que vendrá porque Tokio 2020 lo marcó: “Nos planteamos dar el máximo, nos demostramos a nosotros mismos que se podía competir de igual a igual contra las potencias y lo hicimos. Nos faltó poco para ese objetivo que teníamos, pero no tenemos que reprocharnos absolutamente nada”, dijo.
El remo, al igual que muchos otros deportes que en Uruguay se practican de forma amateur, es muy sacrificado y el esfuerzo de sus competidores es algo diario. Bruno Cetraro y Felipe Klüver no son la excepción, pero la escasez de recursos suelen superarla con motivación y a la vista están los resultados.
“Pusimos el trabajo antes que las excusas. Podremos tener muchas carencias pero teníamos un sueño y nos aferramos a ese sueño. Con lo que teníamos trabajamos duro para conseguir los objetivos. El lugar en el que entrenamos (Lago Calcagno) lo tenemos a 20 kilómetros y vamos en bicicleta porque es nuestro medio de transporte. Pero a su vez lo aprovechamos como entrenamientos aunque a veces es tedioso porque estás cansado y después de entrenar volver en bici te mata, sobre todo sabiendo que llegás a tu casa, almorzás o tragás la comida mejor dicho porque estás apurado para irte luego al gimnasio, correr, hacer pesas y cuando querés aflojar decimos ‘no’. Vamos a buscar la clasificación a los Juegos Olímpicos. Y después que estás ahí querés pelear por todo: una final, una medalla. Y eso nos mantuvo durante todo este tiempo sin bajar los brazos”, remarcó Cetraro agregando que “en el camino también tuvimos a Osvaldo que es un gran motivador y que a cada rato cuando te estás por caer te recuerda por qué te levantás a las 6 de la mañana con lluvia o con frío. Son detalles que se transforman en un plus a la hora de repasar todo lo que se hizo porque atrás de nosotros también están nuestras familias y amigos que siempre están de nuestro lado, apoyando y alentando”.
Bruno y Felipe saben que esto no es para siempre y por eso tienen claro que el estudio es algo importantísimo para sus respectivas vidas. El mercedario, oriundo del Club Remeros de su ciudad, pospuso su vida académica por el remo y tiene pensado comenzar ni bien pueda la licenciatura en educación física, mientras que el criado deportivamente en el Montevideo Rowing Club ya cumplió uno de los requisitos de sus padres y se recibió de licenciado en imagenología.
¿Cómo llegó Bruno a hacer esa carrera? La historia lo pinta de cuerpo y alma: “Ya había terminado el liceo. Estaba en un selectivo en Mercedes y mi madre me preguntó si me había anotado en facultad. ¡Yo no sabía ni lo que iba a hacer! Busqué ahí de apuro. Había pensado en fisioterapia pero tenía prueba de ingreso. Seguí buscando y la mayoría de las carreras ya habían cerrado las inscripciones hasta que una amiga me recomendó imagenología. Le dije a Osvaldo que me volvía a Montevideo en el primer ómnibus que encontraba porque me tenía que anotar, pero no sabía que tenía prueba de ingreso. Fui solamente con la escolaridad. Dijeron que sin el pase no anotaban a nadie. Se armó un paro y dieron 24 horas más de plazo. Al otro día volví, me inscribí para la prueba de ingreso y escuchaba que todos decían que la venían preparando hacía semanas. ¡Yo no había leído nada! Pensé que se me venía un año sabático porque estaba complicado para quedar ahí. Di la prueba, fui a ver después los resultados y entré en el lugar 92 de 95. Lo grité como la clasificación a los Juegos Olímpicos porque era algo que tenía que hacer porque me lo pidieron mis padres. Me bancan en el remo, pero también me exigen que estudie”, contó.
Hoy la vida de Bruno Cetraro y Felipe Klüver está totalmente dedicada al remo porque tras la magnífica actuación en Tokio 2020, la meta está clara. “Disfrutamos cada kilómetro arriba del bote y disfrutamos porque cada uno dio lo mejor. Fue algo espectacular y eso nos motiva a seguir día a día”, remarcó Bruno mirándolo fijo a Felipe, que también se ilusiona con el futuro: “Enseguida que bajamos del bote después de la final en Tokio lo primero que le dije a Bruno fue que a París 2024 vamos a ir por la medalla los Juegos Olímpicos. Y así será”.