Por Daniel Rosa, enviado especial de El País en Porto Alegre

A las 1.18 de la mañana de hoy, día del partido, en el piso 12 del hotel Plaza Sao Rafael, donde se encuentra alojada la delegación de Nacional se disfruta del silencio. Ya terminaron de ver alguno de los tres partidos que O’Globo transmitió en directo con equipos brasileños como protagonistas en la Copa Libertadores (Flamengo, Sao Paulo y Paraná) y se engancharon con alguna película.

El sueño empieza a llegar, cuando de pronto la paz se rompe. Una impresionante cantidad de pirotecnia comienza a explotar alto, prácticamente a la altura del piso 12. Todos se la esperaban, pero no de esta forma. Como si alguien hubiera apretado el gatillo de una ametralladora, las explosiones duran más de 30 segundos y despiertan a todos los huéspedes del hotel.

Para los jugadores la experiencia no es nueva y de hecho la esperaban, pero sorprendió la intensidad de lo que acababan de escuchar. Confiados de que lo peor ya había pasado, algunos apagaron el televisor y se prepararon para dormir, pero no podrían hacerlo.

A la media hora se repetiría el show y con mayor potencia. Desde el piso 16, donde están ubicados los enviados de Ovación, volvió a escucharse una andanada de detonaciones a la 1.52. Esta vez fue más prolongada.

Ya se vio que la noche estaría complicada, pero nadie se imaginó cuánto. Sistemáticamente cada media hora "torcedores" de Inter llegaban en una camioneta hasta la esquina del hotel, bajaban de la misma una batería de pirotecnia, la encendían, lanzaban unos gritos al aire y se iban. Así lo relató a Ovación el personal del hotel que trabajó durante la madrugada y fue testigo del hecho, sobre todo luego de las dos primeras detonaciones.

Toda la noche fue así. Jorge Da Silveira, también hospedado en el hotel, definió al otro día la situación como la madrugada en que Porto Alegre se transformó en Bagdad, en referencia a las constantes explosiones.

Lo concreto es que los "torcedores" cumplieron su objetivo, ya que los jugadores (así como los enviados de Ovación, que se encuentran en el piso 16) no se durmieron sino hasta las cinco de la mañana, porque los muchachos interistas por suerte se tomaron un respiro entre las 4.15 y las 6.20, momento de la última andanada. Cómo habrá sido de fuerte, que Máximo Goñi y Fernando Pérez, escucharon las explosiones a dos cuadras de distancia, donde ellos se encuentran alojados.

Con rencor.

El desayuno se cumplió para los jugadores con un poco de retraso. Además de que había libertad para levantarse a la hora que quisieran, porque incluso la sesión de musculación prevista entre las 10 y las 11 no era obligatoria, los futbolistas aprovecharon para recuperar al menos un par de horas de sueño perdido.

El comentario durante el desayuno fue lo vivido la noche anterior, pero no sólo por parte de los integrantes de la delegación, sino de todos los huéspedes. Es que el efecto secundario fue que nadie pudo dormir. Ayer a la mañana no sólo los ojos de los jugadores estaban más pequeños que de costumbre por la falta de sueño, sino los de todos.

Incluso algún integrante de la delegación reconoció que cuando subió al ascensor y los huéspedes que venían en él le vieron el escudo de Nacional lo miraron con rencor, como culpándolo por lo ocurrido.

El técnico Daniel Carreño se acercó hasta la mesa donde Ovación compartía el desayuno con el profesor Fernando González, los kinesiólogos Walter Ferreira y Daniel Calimares y el doctor José Luis Luvizio y reflexionó: "¿vieron lo que es el fútbol no? Ayer (martes) para llevarnos al estadio (Beira Rio) pararon todo el tránsito de la ciudad por nosotros y anoche no dejaron dormir a un montón de gente por 30 personas. Sólo el fútbol es capaz de despertar estas cosas".

Semidormidos, los jugadores caminaron por el hotel toda la mañana esperando con ansias el almuerzo y no por tener el apetito abierto, sino porque luego vendría la siesta, que se prolongó casi hasta la hora de salir al Beira Rio, las 17. Los periodistas también.