CATAR 2022
Dirigió con mucha intensidad, alentó a los debutantes, les habló al oído a quienes entraron desde el banco y recorrió varios kilómetros en un espacio pequeño.
Sería interesante si uno pudiera acceder al reloj de última tecnología que Diego Alonso tiene en su muñeca para saber cuántos kilómetros recorrió durante el partido que marcó su debut al frente de la Selección de Uruguay, porque lo que caminó dentro del pequeño espacio que tienen para moverse los entrenadores fue llamativo.
Del borde de la línea de cal al banco de suplentes y así constantemente. Entre medio, sacó y puso las manos de sus bolsillos un centenar de veces y se acomodó reiteradas ocasiones el pelo que le sacudía la tibia brisa de Asunción. Miró su reloj, luego el del tablero, luego su reloj y así sucesivamente.
Intenso; así fue el primer partido del Tornado como DT de Uruguay. Gritó, protestó, alentó, dio indicaciones constantemente y explicó situaciones del juego a los suplentes.
A los 4’ minutos no pudo evidenciar su bronca en una mala salida de Ronald Araújo que casi le cuesta carísima al equipo. A los 15’ celebró con euforia un cabezazo de Diego Godín que casi termina en gol. Lo mismo hizo un minuto más tarde con uno de Luis Suárez que dio en el palo. Ya a los 24’, cuando el Faraón volvió a estrellar la pelota en el poste, el DT le pidió explicaciones al cielo.
A los 34’, cuando el partido estuvo parado un par de minutos, reunió a casi todo el equipo, les arrimó agua junto a Darío Rodríguez y se centró en hablarle a los volantes.
Alonso aplaudió cada subida de Mathías Olivera, cada vez que Facundo Pellistri bajó a colaborar en la marca y cada corrida de Darwin Núñez.
Al cabo del primer tiempo, fue el último en irse al vestuario. Junto al profe Óscar Ortega se quedó dialogando con el cuarto árbitro y reclamándole alguna situación puntual.
A los 49’, con el gol del Pistolero, el entrenador apretó el puño y lo agitó en reiteradas oportunidades junto a su pierna derecha. Gritó el tanto y buscó la mirada cómplice de Godín para felicitarlo por la buena asistencia.
Sin embargo, llamativamente, ese no fue el gesto más efusivo de Alonso en la noche de Asunción. Agitó sus dos brazos en cada pelota dividida que Uruguay ganó en el segundo tiempo. Aplaudió, volvió a revolear los brazos y luego, con los dientes apretados, les dejó en claro a los relevos lo importante que eran esas incidencias.
Le habló al oído a cada jugador que entró al campo y lo arengó antes de que se efectúe el cambio. En los últimos minutos pidió tranquilidad y que tuvieran la pelota. Graciosamente se movía más él que algunos jugadores que solo querían hacer pasar el tiempo.
Llegó el pitazo, el Tornado agachó la cabeza y se fue rápidamente al vestuario, no sin antes dejar un grito que reflejó la selección en sus redes sociales: "Vamo' Uruguay, carajo".
Vamo Uruguay!!! pic.twitter.com/NwcMtNOPjZ
— Diego Alonso (@AlonsoDT) January 28, 2022
Con las pulsaciones a 1.000 seguramente, pero se fue con la calma que no tuvo durante los 90 minutos del encuentro.