OVACIÓN EN BRASIL
Estadios desolados, planteles en su burbuja y hasta el común de la gente ignora que se está jugando el certamen continental que antes solía captar la atención de todos los brasileños.
Al vernos con la acreditación colgando del cuello, la empleada de un local comercial nos pregunta qué estamos haciendo en Cuiabá. “Somos periodistas uruguayos, estamos cubriendo la Copa América” fue la respuesta del equipo de Ovación y El País; la muchacha quedó pensativa, no sabía que en Brasil se estaba jugando el máximo certamen de selecciones a nivel continental.
Pero no es la excepción, ni tampoco es una particularidad de los habitantes en la capital de Mato Grosso. Son muchísimos los brasileños que ni siquiera están enterados de la competencia. Y los que lo están, tampoco muestran gran interés. Es que, además, se sigue jugando el Brasileirao, el torneo de fútbol que todos quieren mirar por acá.
Uruguay ya jugó tres partidos en la Copa América, el equipo de Ovación y El País hace 10 días que está en Brasil, pero todavía no hay rastros de la mascota del certamen. No hay carteles alusivos a la competencia ni venta de artículos de merchandising. Hay cuatro periodistas, dos fotógrafos y un camarógrafo uruguayos siguiendo el día a día de la Celeste y parece ser la delegación más grande de comunicadores después del anfitrión y dejando de lado a los miembros de las agencias internacionales que, en general, hay uno por ciudad. Eso sí, en la Copa América de Brasil 2019 los uruguayos llegaron a ser más de 40.
Es que, además de los costos, esta Copa América está marcada por la pandemia del coronavirus, esa que provocó que previo a la competencia hubiera un tímido movimiento de futbolistas que pensaron, en algún momento, en no jugarla. Todos los pasos que se dan aquí en Brasil tienen algo relacionado al COVID-19, que ya se llevó más de medio millón de brasileños.
Tanto los planteles como los periodistas se deben hisopar previo a cada partido y ese test tiene que ser en las últimas 48 horas. No se puede realizar ninguna entrevista con nadie de las delegaciones oficiales, a pesar de compartir hotel, como sucedió en todas las sedes con el equipo de Ovación y El País. Tampoco se puede asistir presencialmente a las conferencias, a pesar de estar en el mismo lugar. No hay “zonas mixtas”, es decir, que ni antes ni después de los partidos se puede hablar con los jugadores ni los entrenadores.
Los estadios están desolados. Las zonas de prensa están desoladas: no hay casi periodistas. Mesas sin usar, sillas vacías. En cada partido, hasta ahora, hay alrededor de 150 personas, la mayoría de ellos son miembros de la seguridad de los escenarios. También hay una exagerada cantidad de personal de seguridad contratado por Conmebol en los hoteles para cuidar a los jugadores, ya que en esos lugares hay otros huéspedes y lo que se intenta es que no haya contacto entre unos y otros. Por ello, los planteles tienen su propio lugar para comer y, si van a la piscina, queda prohibida su utilización para el resto de los usuarios del hotel.
Cada paso que das en Brasil, te ofrecen alcohol en gel y están mirando que estés usando correctamente el tapabocas. Se desinfectan las pelotas permanentemente e incluso hay un gran lanzador de alcohol en las salidas de los equipos a la cancha. El protocolo de seguridad es muy exigente por parte de Conmebol, una Conmebol que pone sonido de hinchas gritando durante los partidos para no dejar tan evidente el silencio en enormes estadios que impacta. Ojalá que la próxima Copa América tenga color, cánticos, aliento de los hinchas, banderas y todo lo lindo que rodea al fútbol. Mientras tanto, hay que acostumbrarse a esta realidad exigida por el COVID-19.