Tenía apenas 16 años cuando sus padres lo dejaron irse de su casa. Fue a la “universidad de la vida” -dice- porque viajó por el mundo para dedicarse a jugar al tenis. Lo logró. Se convirtió en el 49 del ranking de dobles y su profesionalismo lo premió con el desafío de asumir como capitán del equipo de Uruguay en Copa Davis, en noviembre, tras 13 años ininterrumpidos de Enrique Pérez Cassarino en la conducción.
Ariel Behar es la mejor raqueta uruguaya en el circuito de dobles y, aunque su acento delata que vivió mucho tiempo en Argentina, fue porque no le quedó más remedio que moverse para empezar a competir.
Con 34 años, mira en retrospectiva y demuestra estar satisfecho de haberse animado a afrontar una misión lejos de su casa, pese a no haber terminado el liceo. Es, igualmente, un agradecido a sus padres, que fueron los que le dieron la oportunidad. “Se las hice muy difícil porque me quería ir desde muy chico a viajar y jugar. No fue fácil para ninguno. Voy a agradecer toda la vida porque me dieron la oportunidad para ir en busca de un sueño”.
Hoy, por todo ese recorrido y unos dotes de líder que le surgen naturalmente, se siente capacitado para capitanear al grupo de tenistas uruguayos mientras sigue siendo jugador: “Me pareció un buen momento y un desafío. No soy el primero en hacerlo; hay varios que son jugadores activamente (y capitanes) y es algo que se puede hacer. Ellos son chicos y yo soy grande, tengo experiencia y puedo transmitirles experiencias que he vivido durante la carrera. No tenemos 20 jugadores para elegir. Somos los que somos y la idea es generar un buen grupo unido”.
Abocado a la modalidad de dobles, sostiene que para “vivir” del tenis necesita, como mínimo, mantenerse en el escalafón de los 60 mejores. De lo contrario, en una actividad que practican más de 300 millones de personas en el mundo, solo podría viajar (sin entrenador) y conocer lugares, pero no le alcanzaría para hacer una diferencia económica.
Liberado ya de esas presiones, Behar centra sus preocupaciones en los grandes torneos, llamados Grand Slams, que se juegan cuatro veces al año. El Abierto de Australia, Wimbledon, el US Open, pero sobre todo Roland Garros, aparecen en primera fila entre sus objetivos para la próxima temporada, en la que buscará, entre otros saltos, igualar la épica hazaña de Pablo Cuevas, quien levantó el título en el certamen parisino en 2008, cuando jugó el dobles junto al peruano Luis Horna.
“Ahora, que estoy jugando partidos en esos torneos, quiero ganarlos. No estoy obsesionado con el tema, pero hasta el día que me retire voy a hacer todo lo posible. Es un sueño”, se sincera.
Pese a lo romántica que pueda resultar su historia de superación, el uruguayo no deja de sacar a luz los momentos más grises del tenis, un deporte donde la soledad, la frustración y las presiones son moneda corriente para cualquier profesional. Como él mismo narra, los golpes de cada semana, después de quedar eliminado de una competencia, son sacudones que al deportista le forman una coraza especial. “Los valores que tiene el tenis te preparan para toda la vida. Lo que pasa todas las semanas. El hecho de golpearte, perder y al otro día tener que ir a entrenar. No podés perder tiempo en bajonearte por cosas malas. Estás solo alrededor del mundo y tenés que encontrarle solución a los problemas rápido”.
Habiendo sorteado varias etapas de subibaja y ya en el epílogo de su carrera profesional, se proyecta únicamente compitiendo en el dobles, como lo hace desde algunos años, aunque asegura que nunca menospreció el singles. “Toda la vida, siempre que competí, lo hice en singles y dobles. Nunca menosprecié el singles, pero últimamente se me dio más por el dobles, por mi estilo de juego y haber sufrido varias lesiones. Fueron varias razones. La última era: dejar de jugar y retirarme o intentar solo vivir del tenis solo con el dobles, que, por suerte, me pasó. Apenas me dediqué a full el primer año, vi la luz de que podía llegar a lograrlo”.
Como recomendación, además de determinación y entrega, le sugiere a los más jóvenes que no hagan como él y se preocupen por terminar el liceo.