Suena la bola de un lado a otro. En el medio del peloteo —limpio y a alta velocidad—, en pleno mediodía, se cuela una voz tenue que transmite frescura al rayo del sol. Es la de Pablo Cuevas, el que las principales glorias del tenis uruguayo definen como el "mejor jugador de la historia" y que hoy es un profesor más, que se muestra distendido en el club Carrasco Polo, acariciando la pelotita amarilla por encima de la red, como quien tiene automatizado manejar una palanca de cambios.
De no ser por sus pelos —alocados y mojados por la transpiración propia de la temperatura—, parecería que el peloteo, que impresiona a la distancia, no le requiere esfuerzo. Su postura campechana es todo lo contrario a lo que transmite Felipe, el mejor tenista Sub 16 del país, que está del otro lado, frustrado, porque hace su mayor esfuerzo y el golpe de derecha no le sale lo suficientemente "profundo".
A un mes de cerrar el capítulo de su carrera deportiva, Cuevas recordó anécdotas con Roger Federer y Rafael Nadal, habló con Ovación del equipo actual de Uruguay en Copa Davis, del partido exhibición que intentó —sin éxito— concretar y contó que destapó una nueva pasión dándole clases de tenis a los más chicos.
-Antes de tu anuncio hace un mes, mucha gente pensaba que ya estabas retirado. ¿Cuándo fue que apoyaste la cabeza en la almohada y dijiste “no me siento más jugador”?
-No sé exactamente el día, pero te diría que en 2022 se me empezó a apagar un poco todo. Me fui al aeropuerto un martes para jugar un torneo al lunes siguiente y, cuando llegó mi turno, al del check-in le dije a ver si tenía este mismo vuelo para el domingo y me dijo que sí. Me volví a casa. Aparecí de sorpresa y no entendían nada. Era la primera vez que hacía eso. Siempre iba con muchos días de anticipación a prepararme y a partir de ahí me costó muchísimo.
-Tengo entendido que intentaste hacer un partido de exhibición con Nadal, incluso con Djokovic (que vendrá a jugar con Del Potro en Argentina en diciembre), para despedirte del tenis. ¿Tuviste diálogos directamente con ellos?
-Estuve hablando con Rafa, con Novak y con sus mánagers. Son como los rollings: hay que engancharlos cuando vienen al tour de Sudamérica. Los números que piden son difíciles para Uruguay. Había avanzado en uno de los casos. Después, como no terminó saliendo, me desmotivé. Hoy, sinceramente, se me apagó un poquito esa llama. Creo que ya disfruté de unos cuantos años y fui perdiendo esas ganas de hacer algo. Si sale, buenísimo; y si no sale, no es algo que me preocupe o esté entre mis prioridades.
-Diego Pérez ofreció directamente que te pudieras despedir en el Uruguay Open. ¿Llegaste a manejar esa chance?
-No, no hablé con él. Nunca fue mi intención. Quería ponerle una cereza (y terminar) allá arriba. Nunca me imaginé que (el retiro) fuera en un torneo, sino en algo más de un último partido. Sinceramente, no le encontré la motivación de hacerlo ahí.
-Ahora, les estás dando clases a chicos. ¿Cómo es tu rutina en el día a día? ¿Estás feliz?
-Sí, estoy contento de estar acá en Uruguay, de disfrutar de cosas simples que me las había perdido durante mucho tiempo. Con Facu Savio (su exentrenador), estamos entrenando a chicos desde los nueve años hasta los 17. Los acompañé incluso en algún torneo por Sudamérica y me enganché mucho más rápido de lo que creí. Pensé que esto iba a ser para más adelante y me sentí muy cómodo, con mucha energía y con ganas de transmitirles todo eso a los chicos. Cuanto más veo que lo valoran, más fácil se me hace y vengo súper entretenido con ese trabajo.
-¿Te queda algo todavía de ese Pablo que con 14 años se fue de la casa y no sabía para dónde disparaba?
-Sí. Ahora, que mi hija más grande tiene 10, uno a veces hace paralelismos y son muy lejanos los contextos. Pero con los chicos en esa edad sí que me identifico. Tener la posibilidad de entrenar en doble turno, porque están con la modalidad de colegio online, me hubiese encantado en aquel momento.
-¿Te arrepentís de no haber terminado el liceo?
-No sé si la palabra es arrepentimiento. Me hubiese encantado terminar, pero las condiciones en ese momento eran difíciles de adaptar. Era ir de noche, presencial, acostarse tardísimo, y era difícil generar un grupo cuando había tanta diferencia de edad. O inclusive cuando tampoco iba siempre porque faltaba. Entonces, creo que si hubiese tenido la posibilidad de hacerlo online, hubiese estado muchísimo más fácil. Hoy soy el primero en recomendarles que sigan haciendo el colegio. Ni hablar del inglés, que es de lo que más me arrepiento. De no haber hecho un esfuerzo más grande, de haber visto lo importante que era. Me dejó afuera de mucha cosa, tanto para conseguir mejores compañeros de dobles como para hacer más base de cualquier cosa en Europa.
-De hecho, una vez Federer te invitó a entrenar a la casa y no fuiste por la vergüenza de hablar no tan fluido.
-Sí. Esa tomó ese rumbo, pero en ese momento lo que más me tiró fue que recién me estaba metiendo al circuito y para mí perderme un torneo ATP 250 era un montón. Ya con Roger había entrenado y no terminé de dimensionar todo eso. Lo tomé como un entrenamiento que me hacía perder un torneo y después, con el paso del tiempo, terminé jugando miles de esos torneos 250. Una experiencia en la casa de Roger hubiese sido espectacular, a pesar de que después tuve una gran relación y un montón de entrenamientos.
-Compartís generación con Nadal. ¿Qué es lo primero que recordás de él?
-Lo primero que se me viene a la cabeza es el mundial por equipos que jugamos con 16 años en Francia. Lo escuché en una conversación con su tío diciéndole que iba a jugar contra un uruguayo que jugaba bien. Yo estaba en el vestuario, él no me veía a mí y escuché esa conversación por teléfono. Si bien ya era Nadal, en ese momento Gasquet era la eminencia de la generación. De hecho, ni estaba en el mundial. Rafa era el mejor junto a Monfils, venía ganando todos sus partidos, pero escuchar eso me hizo entrar de otra manera a la cancha. Ese fue el primer encuentro con él. Después de eso, se metió muy rápido dentro de los 100 mejores; a mí me costó cuatro años y pico más. Y después de la primera vez, que fuimos a entrenar en Hamburgo y le gané un set, a partir de ahí me invitó a entrenar 25 veces durante seis meses hasta ganarme el set y dejarme bien claro que eso había sido una casualidad. Nada que ver a lo que pasaba con Roger, que podías jugarle 10 sets y ganarle los 10 y él estaba practicando otras cosas y no le interesaba en lo más mínimo el resultado. Rafa todo el tiempo estaba entrenando esa faceta competitiva.
-Vayamos a cuando fuiste campeón de Roland Garros 2008. ¿Bromeaban con tu compañero Lucho Horna con el simple hecho de participar?
-El entrenador de Lucho, Pancho Mastelli, le dijo: “¿Con Pipino vas a jugar?”. Como diciendo: “¿No encontraste otro mejor?”. Con Lucho, nos tocó en el primer partido contra los que venían de ganar en Australia, que eran Clement y Llodra, franceses. Nos pusieron en una linda cancha y Lucho me preguntó si había visto el cuadro, y le dije “sí, que bajón para los franceses, que se van a ir en primera ronda”. Obviamente que fue en un tono gracioso, pero terminó sucediendo. Al principio arranqué con una inconsciencia total de saque y red todo el tiempo. A partir de los octavos, cuando en cuartos enfrentamos a los Bryan, creo que hice ocho saque y red en todo el partido. Cambió totalmente cuando empecé a tener conciencia de que podíamos salir campeones.
-Dentro de las peculiaridades de tu carrera, hubo un episodio en el que casi te agarrás a las piñas con un jugador austríaco. ¿Qué te pasó?
-Era Daniel Koellerer. Después lo terminaron suspendiendo de por vida, o sea que no era ningún tranquilito. Varias veces jugué con él, desde una vez en Buenos Aires -que en el primer punto de partido me gritó “come on” totalmente fuera de contexto- hasta ese partido en Polonia, que tiraba la raqueta al piso, que te hacía frenar diciendo que el ball boy de atrás se estaba moviendo. Y así un montón de cosas. Cuando terminó el partido me fue a buscar al vestuario, que estaba al lado de la sala de prensa, y quería que saliera para pelear. No terminó pasando ni nada. En el partido también me tiró una gillette (pelota que pica en cancha del rival y vuelve), que le salió increíble y yo desde que la salí a correr sabía que no iba a llegar. Lo intenté, me comí la red y le tiré un raquetazo. Él hizo como que le pegué en la rodilla, se tiró al piso y armó todo un show. En uno de los cambios de cancha, fui a intimidarlo un poco y se bajó el árbitro de la silla y nos separó.
-¿Y la de Messi, que estabas dormido en Barcelona?
-Es verdad. En el medio de todo el mundo preparando los partidos, yo era el que me dormía una siesta en el lugar que encontrara en el club. Tenía facilidad y en el vestuario del Conde de Godó estaba despatarrado y él preguntó a ver quién era ese que estaba durmiendo. No sé cómo lo perdí a ese video.
-Te ofrecieron ser capitán de Copa Davis?
-No, nunca me ofrecieron.
-¿Y no te gustaría?
-Por el momento no está en mis prioridades. Ni cerca. Al menos por unos años seguro que no. Me parece que Ari (Behar) está haciendo bárbaro su tarea. A pesar de que no está en Uruguay, ya conocía a todos los chicos y es una persona muy fácil de tratar. Siempre está para sumar y eso es clave en un equipo donde no hay tanto tiempo para trabajar. Tenemos un equipo de chicos muy jóvenes, que pueden evolucionar y ojalá que puedan dar otro batacazo y se encuentren con ese Grupo Mundial tan deseado.
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