Publicidad

Despegados

Personalidades destacadas

Compartir esta noticia
Matilde Pacheco
Matilde Pacheco
Pablo Rivara

Matilde Pacheco: Punto a punto

Primera generación de la licenciatura de moda en Universidad ORT y egresada de cursos de perfeccionamiento en institutos como el prestigioso Central Saint Martins de Londres. Matilde Pacheco conquistó su lugar especializándose en tejido de punto, el eje que atraviesa su desarrollo profesional desde hace casi una década. Su trayectoria creativa no es lineal, fue enriqueciéndose desde distintas fuentes. El momento exacto en el que se decidió por este camino es complejo de precisar, y sin embargo, mirando hacia atrás, esta montevideana de 38 años parece tener claro que es algo que fue creciendo con ella. “Desde pequeña era muy sensible al arte, la pintura y los colores. Aunque inicialmente me atrajo la medicina y me fascinaba el cuerpo humano, eventualmente canalicé esa pasión hacia el diseño de moda y el gusto por vestir el cuerpo. Encontré un vínculo único con la expresión artística a través de la vestimenta”.

La lana es su material predilecto. Para ella fueron una fortuna las oportunidades que tuvo de trabajar con empresas uruguayas reconocidas a nivel internacional, como Ana Livni y Don Baez, donde la lana tiene un valor central en su práctica de diseño. “Estos proyectos, me contagiaron el amor por la fibra nacional y el compromiso con la producción local. Me cuesta identificarme con otros materiales artificiales y sintéticos, por la lejanía industrial que mantenemos. Las ovejas las veo desde chiquita al costado de la ruta”. La imagen es evocadora y da muestra del universo interior que habita en esta creadora, ganadora del concurso Lúmina por su colección Lady Olympia, icónica en el diseño de moda de autor uruguaya. "En el año 2012 me propuse ganarlo. Renuncié a mi trabajo, me fui de viaje, tomé cursos de tejido, visité unos cuantos museos y cuando volví colmada de conocimiento e inspiración, me senté a desarrollar una colección (...). Decidí trabajar sobre tejido de punto y convertirla en la vedette de mi colección”, describió la diseñadora en su blog tiempo atrás.

Para encontrar la voz de su propia expresión, para desarrollar un carácter único en su trabajo, Matilde se desconecta de la vorágine y busca en su interior. “Encuentro inspiración en momentos de serenidad y conexión con lo esencial. La saturación de info debido al uso de las redes sociales y el mundo digital me abruman y bloquean. A menudo, las mejores ideas surgen cuando contemplo la simplicidad, como la observación de un pajarito en un alambrado”.

Cada paso, cada punto, constituye un nuevo eslabón en su carrera. Este año comienza con fuerza y muchas expectativas gracias a su participación en Knitwear Lab, una reconocida empresa neerlandesa dedicada a la investigación en moda sostenible y a brindar acceso a tecnología I+D en tejido de punto a marcas emergentes que comparten esa filosofía. “Mi vínculo con Knitwear Lab se originó gracias al reconocido Woolmark Prize. Al seguir este prestigioso premio, descubrí que varios diseñadores ganadores habían colaborado con esta empresa de tejido de punto neerlandesa. Mi admiración por su innovación y creatividad en el ámbito del tejido de punto me llevó a investigar más sobre ellos, encontrando en Knitwear Lab a mis ídolos en este campo. En agosto pasado se presentó la oportunidad de participar en un concurso que lanzó Knitwear Lab, donde el premio era participar en un showroom junto con otros diseñadores internacionales. Emocionada por la posibilidad, envié un portafolio con mis trabajos y quedé seleccionada”.

El proceso para la creación de su nueva colección se inició en octubre pasado, después de realizar un curso de tejido de punto industrial con Knitwear Lab en su sede en Almere, en los Países Bajos. “Me inspiré en la rica cultura del campo, tomando elementos de la pilcha gaucha y la labor de los guasqueros. Exploré la arraigada tradición rural, por su conexión profunda con la lana. La propuesta consta de seis looks que fusionan elementos auténticos con un toque contemporáneo, incluyendo una variedad de pantalones, faldas, buzos, ruanas y vestidos. Mi objetivo principal es resaltar el hilado de lana desarrollado en Uruguay. Durante el proceso de diseño, investigué y experimenté con puntos que dan la impresión de dejar el hilado flotando, permitiendo que el usuario no solo sienta la calidad de la lana, sino que también la aprecie visualmente”.

El proceso de trabajo aún continúa y espera completarlo este mes ya que en febrero participará con su trabajo en la Paris Fashion Week. “Una parte esencial de esta iniciativa es la implementación del virtual knitting. En el showroom de Le Marais, presentaremos la colección de forma virtual a través de pantallas que muestran avatares en movimiento, luciendo las prendas. Junto a estas pantallas, se exhibirán prendas físicas y muestras de tejido. La aplicación del software de virtual knitting nos permite conectar el diseño virtual con la máquina de tejer industrial. Ingresamos medidas y detalles del tejido, generando renders de las prendas y posibilitando correcciones antes de llegar a la fase de muestreo. Esta estrategia no solo representa un enfoque innovador y contemporáneo, sino que también aborda directamente el problema del desperdicio masivo en la etapa de muestreo. Al reducir significativamente el desperdicio de material, las horas de trabajo y el espacio de almacenaje, buscamos contribuir a una industria más consciente y responsable con el medio ambiente”. https://matildepacheco.com

Héctor Solari
Héctor Solari
Adam Dreessen

Héctor Solari: El fin del paisaje

The End of the Landscape es el título de la exposición más reciente de Héctor Solari, artista uruguayo de largo recorrido en la escena europea. Vivió en París, en Dresde y en Hamburgo. Recientemente instalado en Berlín comenzó a plantearse el desarrollo de una nueva serie de dibujos para ahondar en el tema que atraviesa su obra: la violencia. Un repaso de sus trabajos anteriores confirma este hilo conductor.

En 2019 el Museo Blanes hizo una muestra retrospectiva de la última década de trabajo de este artista e incluyó dos de sus series más representativas Té en Kabul, centrada en Afganistán; Regarding the war, donde aportó su mirada sobre la situación en Siria; y Tereus y Filomela, un trabajo basado en Las Metamorfosis de Ovidio y la violencia misógina. “Al margen de los temas, para mí siempre fue importante el proceso teórico, cómo representar la violencia sin ser pornográfico o sin ser esteticista. Digamos, por ejemplo, en la guerra de Afganistán y luego, en la guerra de Iraq, vemos que Estados Unidos hace una propaganda bélica que es muy estética. En las fotos, en los anuncios, siempre se ven soldados a la puesta del sol, en un desierto, no se ven armas, parecen las antiguas publicidades de Marlboro. Hay ahí una estetización de la guerra. Por otro lado, la propaganda del Estado Islámico es exactamente lo contrario: hay degüellos, violencia, hombres jóvenes, fuertes, con armas, justamente pornografía de la violencia. Me interesa pensar en qué lenguaje puedo utilizar yo que no sea ni uno ni lo otro”. En su obra, el artista trata de abordar el asunto desde las asociaciones que uno puede tener ante el tema y asegura que, como mucho, puede incluir imágenes con tanques o aviones de guerra, pero que no son realistas. Su objetivo es ”transmitir un acto de violencia sin ofender al público ni generar rechazo”.

Aunque actualmente atravesamos dos guerras, en Ucrania y Rusia, y en Oriente Medio, en su reciente exposición, inaugurada este mes de enero en Galería CLB en Berlín, Héctor Solari no hace referencia ni a una ni a otra, y expone el ambiente de violencia al que nos enfrentamos a diario a través de nubes. El punto de partida, comentó, fue pensar de qué manera las nubes pueden provocar un ambiente incómodo y ser un presagio de una violencia que está por venir. “Esta vez, a través de las nubes, intento un sentido de lo que llamo ‘postsublime’. Lo sublime para Kant siempre era una sensación primero de horror frente a un hecho en general natural. Según él, lo sublime solo existía en la naturaleza y después se amplió a las obras de arte. Una primera sensación de horror frente a un espectáculo natural. Y tú no podías definirlo en un concepto hasta el momento en que te dabas cuenta (y pensabas) 'bueno, yo estoy de este lado, en puerto seguro, y la tormenta, el aluvión, el incendio, no me pone en peligro'. Entonces, lo que en un momento era horror se transforma en placer. Eso es lo sublime, para Kant. O sea, como cuando llueve a cántaros y estás en casa viendo cómo llueve, pero para el que está debajo del puente no tiene nada de lindo, esa es una tormenta con rayos y truenos, que al principio espanta, pero en cuanto te sentís seguro te causa placer; a ese placer generado por una catástrofe natural, Kant lo llama sublime. Por eso yo lo llamo lo ‘postsublime’, de alguna manera, con estas nubes que traen mal agüero se puede generar una clase de estética”.

”The End of the Landscape reúne varias series de dibujos al pastel. Solari mide el perpetuo 'terremoto aéreo' del destino y las desventuras humanas en cascadas de nubes que se elevan incesantemente, y desarrolla una fuerza casi metafísica a partir del contraste entre la oscuridad profunda y el brillo resplandeciente. El concepto espacial de la exposición exige no solo un ojo para medir las profundidades del vacío, sino también un oído para escuchar su abrumador silencio", escribió Thomas Schütt, dramaturgo alemán, quién acompañó al artista durante su proceso creativo. Fue el primero, recuerda Héctor, al que le transmitió la idea que sostiene su actual trabajo. “Con El fin del paisaje surgieron distintas cosas, ciertas ideas que estaban en mi inconsciente: por un lado, no podemos mirar el paisaje como se hacía en el romanticismo o en el impresionismo. Ese paisaje siempre había sido un lugar de proyección de la belleza de lo natural, y para los creyentes, una réplica del paraíso terrenal, de algo sano y bueno, la naturaleza siempre era de por sí buena, no como el ser humano. Hoy ya no se puede mirar el paisaje de manera inocente. Mirás el horizonte y sabés que está todo lleno de basura y si no la ves es porque está bajo tierra. El paisaje, la naturaleza, perdió su inocencia, está envenenada, entonces es ridículo seguir proyectando en la naturaleza algo que no es. Ese era parte del sentido del título, es ese paisaje que ya no existe tal como lo entendíamos antes”.

La muestra en Berlín consiste en cuatro series: El fin del paisaje, dibujos en pastel en blanco y negro, con cartas postales desgarradas y pegadas; La misma miseria, pero en color; La irrupción de lo real, serie en blanco y negro; Trauma de la realidad, pasteles en blanco y negro en formato pequeño. Completa la muestra un paisaje sonoro compuesto por cuatro relatos de familia realizados por Iryna Yaniv, cuya abuela vive en Ucrania.

https://hsolari.wordpress.com/

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad