El año que viene, más precisamente el 20 de diciembre, Proyecto Renacer cumple tres décadas de existencia, llevando a cabo una labor tan compleja como necesaria, la de prestar auxilio a personas con problemas de adicciones. “Celebramos 30 años a lo grande: abriendo una sede en Maldonado, ¡y se va a concretar sin haber tenido que salir a pedir nada!”, anuncia entusiasmado el Padre Larrique, impulsor del proyecto.
La charla con PAULA se lleva a cabo en una de las múltiples salas de la sede de Renacer, una casona ubicada en el Prado, donde a pesar de la intensa actividad que se desarrolla, el silencio y la paz son características del lugar. Frente a un servicio de té en el que destacan bollitos de chipá caseros realizados por voluntarios del centro, Larrique y Ana Trías, quien co-dirige el proyecto, comparten las novedades. “Tenemos lindas noticias, queríamos darlas a conocer, y por supuesto, agradecerle el apoyo de siempre a la revista, y a Lopecito de Americando, que son a través de quienes transmitimos lo que hacemos”, manifiesta el sacerdote.
“Esta expansión hacia otra zona del país, que también tiene problemas, nos pone muy contentos y también nos sorprende. En otros momentos hemos tenido que salir a solicitar ayuda y a explicar de qué se trata la obra. Siempre estamos con la cañita, pero en esta ocasión ocurrió al revés. La gente se iba enterando que estaba yendo a Maldonado y venía a preguntarnos qué se necesita. Creo que es como nos dijo un señor hace 15 años, ‘no los voy a apoyar por lo que van a hacer, sino por lo que ya hicieron’. Se necesita mucha dedicación y persistencia porque frente al desanimo que a veces ocurre, a pesar de entender que vale la pena, ahora llega un momento en que vemos que los panes se multiplican”, confiesa.
Esta nueva etapa marcada por el crecimiento y la apertura del Proyecto Renacer en Maldonado surge a raíz del convenio realizado el año pasado con el Fondo Solidaridad de la Construcción, la Cámara de la Construcción y el SUNCA. Luego de varios meses de conversaciones para evaluar las necesidades, se llegó a un acuerdo para atender a nivel nacional la problemática de alcohol y drogas de trabajadores de la construcción, de sus parejas y de sus hijos. “El convenio viene bárbaro, hubo que aceitarlo un poco al principio, pero funciona espectacular y viene entrando una persona por semana. Se acerca gente de aquí, de Canelones, y ahora, de Maldonado. Cuando nos dimos cuenta que esto estaba funcionando, empecé a viajar para allá todas las semanas; tuve encuentros en el obispado y también con la hermana Euge, que es psicóloga y trabaja en pastoral de adicciones. Estuvo en Argentina durante años y tiene mucha experiencia”, relata el sacerdote.
Con el desafío planteado, quedó claro que uno de los primeros pasos era formar un nuevo equipo multidisciplinario, seleccionando primero gente con condiciones, entrenándola en el proceso y haciendo evaluaciones en su metodología. Para eso, el equipo estable y la gente en formación se reúne todos los viernes de manera virtual y una vez al mes se juntan de manera presencial en un gran salón de la sede del Prado.
El segundo paso fue pensar un lugar físico donde funcionar. “Planteamos que no podía ser una capilla porque este trabajo de acompañamiento a la persona que sufre la adicción y a su familia, tiene que darse en un contexto neutro. Somos un equipo de cristianos pero trabajamos con la sociedad sin querer imponerle nada. Trabajamos desde nuestra filosofía y fe, pero al servicio de la sociedad. Todos estuvieron de acuerdo y comenzamos el proceso. Yo estoy yendo todas las semanas y seguimos en busca de un lugar físico”.
Apoyo inesperado
En ese devenir de preparativos, el padre Larrique cuenta que la gente se enteró que estaba viajando a Maldonado porque el Fondo Solidario de la Construcción también tiene sede en el departamento dada la gran concentración de trabajadores allí. “Un día que estaba yendo para allá me llamó una persona que terminó el proceso hace varios años y, ¡milagro! En la charla, esta persona me pregunta dónde lo íbamos a hacer y le cuento que estábamos buscando adquirir una casa para establecernos y ahí me dice ‘yo quiero dar el primer puntapié, porque ustedes me salvaron la vida‘. Esta persona quería mostrar su agradecimiento con su apoyo; fue algo que no esperábamos”, recuerda emocionado. Pues bien, la historia no terminó con ese ofrecimiento de donación; de hecho, no hizo más que empezar. “A las pocas semanas, un señor inglés que colaboró para la ampliación de este centro diurno, cuyo hijo falleció por sobredosis hace muchos años, y a quien no llegamos a conocer, vino a tomar un café y me pidió hablar de Maldonado. Él estaba al tanto del proyecto porque hace tiempo le había comentado algo. Esto es como dice el Evangelio del reino de Dios, que se parece a un hombre que echa una semilla chiquita en la tierra, que va germinando y creciendo. Entonces le cuento esto y me dice, ‘bien, yo aporto tanto’. Otra alegría inmensa. A los 15 días, me llama un matrimonio que había venido a conocer la obra el año pasado. Me habían preguntado cómo funcionaba y cuáles eran las necesidades. ‘Desde comprar pintura hasta lo más grande’. Bueno, me llamaron y me pidieron una reunión por Zoom y me preguntaron cómo marchaba el proyecto en Maldonado, y dónde iba a ubicarse. ‘Estamos viendo, ya estamos formando gente, tuvimos dos promesas de ayuda importante’, les empiezo a contar y entonces dijeron que querían sumarse a esas promesas. Así que a raíz de todos esos apoyos contamos con un monto muy importante. Por supuesto falta que se sume más gente, pero no es lo mismo que empezar de cero”, comparte.
A partir de ese momento y acompañado por el arquitecto Diego Algorta, voluntario de la obra desde antes de recibirse, comenzó la búsqueda de casas. La tarea resultó no ser sencilla dado que hay ciertas características a tener en cuenta: “vimos de todo, desde casas que no servían hasta otras que sí, pero no eran para nosotros. Tenemos que instalarnos en un punto cercano a la terminal de ómnibus de Maldonado para facilitarle el acceso tanto a la gente de Maldonado, como a quienes llegan desde Rocha. Necesitamos un espacio no tan grande como este, pero sí bastante amplio. Si bien nuestro método de trabajo es ambulatorio, suele haber mucha gente en la casa ocupando diferentes habitaciones y salas, o bien la canchita, que usamos muchísimo. Tiene que ser algo prolijo. El hecho de contar con una casa digna, donde encuentren una atmósfera de calidez, que no los tire para abajo, y en el que se sientan acogidos, es como dicen unos médicos amigos, parte muy importante del tratamiento”.
Más convenios
En la nueva sede de Proyecto Renacer el objetivo es atender a aquellas personas que lo necesiten, pero dado el convenio con el Fondo Social de la Construcción, la mayoría de la gente que acude está habilitada por esa institución. “No es solo para gente de la construcción, lo que pasa es que ahora no tenemos otros convenios. Bueno, hay ayudas de familias pero cubren poquitos cupos. También hay quienes tienen recursos para asumir el costo del tratamiento, pero queremos salir a buscar otros convenios para ampliar el espectro de ayuda, aunque con la construcción ya estamos a tope. Sucede que la construcción es un sector que derrama muchísimo, hay mucha gente vinculada al rubro. Lo que nos cuesta el proceso es más de lo que la gente aporta. El Fondo aporta el 75 por ciento de ese costo; en realidad, quería hacerse cargo de la totalidad del valor pero les dijimos que no porque la gente tiene que realizar aunque sea un aporte mínimo para valorar la experiencia y lo que recibe. Seguimos contando con el apoyo de la Comisión de Solidaridad del Parlamento, que nos apoya desde hace años, que ayuda muchísimo. También pedimos exoneraciones, por ejemplo, de la contribución inmobiliaria y lo mismo vamos a hacer en Maldonado cuando tengamos la totalidad del dinero para la casa. Son cosas que van surgiendo, ladrillitos con los que vamos construyendo. Así que consideramos que ahora que estamos en busca de sede y con un equipo en plena formación, era tiempo de salir a contar las novedades y a buscar nuevo convenios para ampliar la ayuda”.
“Creo que la legalización de la marihuana generó una baja percepción del riesgo. Se piensa que como está legalizado el consumo, es seguro y no pasa nada. Y la verdad no es esa”.
Renacer está conformado por 16 personas, entre Montevideo y quienes se están sumando de Maldonado. La formación que los nuevos miembros del equipo reciben lleva un mínimo de tres meses para los voluntarios residentes en Montevideo, y algún tiempo más para los fernandinos que tienen menos oportunidades de contacto con el centro. El entrenamiento suma aspectos teóricos y prácticos, organizados por la psicóloga Ana Trías con los distintos profesionales y voluntarios del equipo especializado. Según los cálculos de Larrique y Trías, a fin de año la nueva generación quedará preparada. “Si Dios quiere ya tendremos la sede también. Pienso que si todo va bien en febrero va a estar funcionando y la gente de Maldonado y alrededores podrá tener acceso a tratamientos sin tener que venir a Montevideo”.
Números que crecen
Consultado por los casos que manejan en la actualidad, el director de Renacer admite que la situación es mala y que los índices de personas con problemas de adicción incrementaron. “Creo que la legalización de la marihuana generó una baja percepción del riesgo. Se piensa que como está legalizado el consumo, es seguro y no pasa nada. Y la verdad no es esa. Sabemos que la marihuana despierta temas psiquiátricos, que ya de por sí es adictiva, y que se empiezan a manejar adicciones cruzadas con el alcohol también, y después pasan a otras. Pienso que esto es como la ley del péndulo. Nos fuimos a un extremo en el que todo parecía jajaja, y ahora estamos tomando consciencia de que no era que no pasaba nada, y que hay que dar mensajes claros, más aún después de la pandemia”, advierte.
Otro cambio en el consumo es la edad de quienes solicitan ayuda. En épocas el grueso de quienes asistían eran adolescentes; ahora, el rango etario que va de los 25 y 35 hasta los 60, dejó de ser una excepción. Acerca de instancias de prevención, Larrique cuenta que con la pandemia este trabajo quedó relegado por las restricciones, pero ahora el tema se retomó y se planea un abordaje más sistematizado.
En este sentido el sacerdote reflexiona acerca del aprendizaje continuo que implica la labor de Renacer. “Nos tenemos que ir adaptando no solo a nuevas drogas sino a nuevas circunstancias familiares, sociales, y laborales. Es un proceso permanente, por ejemplo, antes la persona que iniciaba el tratamiento no podía trabajar, pero quienes tienen familias no pueden permitirse dejar sus tareas”. Otra situación mencionada es la modalidad de trabajo. A sabiendas de que el Norte del país también está atravesado por la realidad de las adicciones, durante la pandemia se ensayó una modalidad híbrida o virtual, que facilitó mucho todo. “Al principio decíamos que no porque pensábamos que no iba a funcionar. Ante la situación de dejar a la gente sin atención, instalamos todo y aprendimos que sí se podía hacer. Hubo gente que vino a Montevideo solo unas pocas veces. Esto no quiere decir que hayan sido todos éxitos porque es un tema complejo, pero funcionó mejor de lo que creíamos. Ahora también empezamos a manejar redes sociales, y el resultado ha sido muy interesante.”.
Al concluir la conversación, el padre Larrique destaca una circunstancia que comenzó a darse entre quienes terminan el proceso. “Se generó algo muy lindo y es que comenzamos a recibir donaciones de quienes habían terminado el tratamiento. Alguien que emprendió con alimentos y le fue bien empezó a donar los almuerzos y ya se comprometió a hacerlo también en Maldonado. Otra persona que empezó una fábrica de pastas, también se ofreció. Es muy lindo que quieran retribuir. El dar es importante para todos, pero en el caso de ellos lo es especialmente porque tienen la necesidad de reparar. La droga les hizo daño a ellos, pero también a todo su entorno, entonces esa posibilidad de reparar es sanadora también para ellos”, concluye.
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