Aunque ser felices y comer perdices es seguramente el ánimo de cada pareja que se da el sí, y se compromete a formar una familia, la vida suele tener sus propios planes. Cuando la disolución de la pareja es inevitable, y en ocasiones la rabia y el encono le ganan la pulseada a la racionalidad, el proceso puede llegar a convertirse en un campo de batalla que drena física, mental y económicamente a las partes. Sin embargo, la doctora Gianina Pastorini Llambías, del estudio GPL Abogados, asegura que esto no necesariamente tiene que ser así. No solo su trayectoria de 30 años de profesión velando por los intereses de sus clientes, sino su propia historia, avalan su filosofía de que hay mucho para ganar cuando el divorcio transcurre por los canales del acuerdo. “Paciencia, tiempo, paños fríos, y tratar de evitar el conflicto jurídico, el juicio. Llegar a un acuerdo puede llevar uno, dos, seis meses, pero siempre es mejor que una sentencia dictada por un juez, que es un tercero y evalúa la situación de otra manera. En cambio, entre las partes y con los otros colegas, podemos llegar a un convenio y evitar la parte emocional y afectiva, que desgasta tanto en los juicios”, explica la doctora Pastorini, quien ya a los cinco años tenía clara su vocación. “Mi papá era abogado y cuando iba a los juzgados le pedía para ir con él. De chica no me perdía película o serie sobre el tema, y en la escuela era la defensora de causas perdidas”, recuerda. A tal punto estaba definida su profesión, que cuando pasaba por la Facultad de Derecho se emocionaba al pensar que esa iba ser su casa de estudios. Al día de hoy lo sigue siendo, ya que colabora en una cátedra vinculada al derecho de familia.
–¿Cómo surgió su interés por esta rama del derecho?
–Siempre fue la que más me atrapó. Disfruté de toda la carrera y cuando en 4° año cursé la materia con la doctora Luz Calvo, terminé de decidirme. Igualmente, incursioné en varios terrenos: fui abogada del Jockey Club por tres años y trabajé mucho en derecho laboral; durante 18 años fui abogada del Ministerio del Interior y entonces hice derecho administrativo. Por otra parte, también estuve dos años en el estudio Ferrere, pero todo esto lo desarrollé en paralelo con el ejercicio liberal de la profesión, atendiendo casos de familia. Desde hace 18 años me dedico exclusivamente al derecho de familia.
Cabe aclarar que cuando Gianina Pastorini comenzó a ejercer, no existía la especialización en derecho de familia, y por tanto su formación fue más bien autodidacta: ingresando a la cátedra, leyendo, estudiando y asistiendo a congresos y seminarios. Cuando en 2022, la Universidad de Montevideo instrumentó un posgrado, no dudó en inscribirse. Hoy día, el derecho de familia tiene otra relevancia: con el tiempo ingresó en el Instituto de Derecho Privado y sobrevinieron cambios. Se introdujo el Código de la Niñez y la Adolescencia; se aprobaron leyes como la de Matrimonio Igualitario, de Unión Concubinaria y de Identidad de Género; se modificaron las leyes de adopción y el año pasado se aprobó la ley de Corresponsabilidad en la crianza de los hijos.
–¿Cómo es su enfoque con el cliente?
–Yo estoy para resolver los conflictos de la manera más sencilla y humana posible. Evacúo todas las dudas por teléfono, si la persona quiere venir y tener una reunión, tiene la chance de reunirse, pero entiendo que presto un servicio que va más allá de lo económico. ‘¿Qué necesitás?’, es lo que les pregunto. Claro, para hacer esto te tiene que gustar mucho el contacto con la gente. Creo que esta es la rama más humana del derecho porque la persona tiene que mostrar sus miserias y sus virtudes. La diferencia la hago por la perspectiva humana; no soy el tipo abogada que mira el reloj y a los treinta minutos te dice 'ya está la consulta'. Acá vienen seres humanos que se abren, comparten, lloran, se ríen, y siempre les digo que hay que venir con el corazón en la mano, como cuando se va al psicólogo. Si ocultan cosas y mienten, o no me dicen las cosas como son, no los puedo ayudar. Y a esta altura, con treinta años de profesión, le saco la ficha a la gente de lejos. Me doy cuenta quién es quién. En algunas ocasiones en las que el cliente no se alinea a mi forma de trabajo o de ver las cosas, entiendo que no lo voy a poder ayudar. Hay clientes que están muy cegados o negados, tanto hombres como mujeres, y quieren que les diga lo que quieren escuchar, no lo que es. Ahí es difícil. Yo trato de acompañar el camino y por lo general tengo buena llegada y una alta satisfacción de los clientes. Aquí viene gente muy sencilla y humilde, como gente trabajadora, y también de alto poder adquisitivo; gente de acá y también personas radicadas en el extranjero, mayormente de Brasil, Argentina y España, que suelen llegar a mí, a través de la página web y de redes.
“Es un tema que se ha discutido mucho, pero no tenemos estadísticas sobre la cantidad de denuncias de violencia que no son reales. Sí tenemos estadísticas de violencia, de abuso, de abuso sexual, de abuso a menores. Lo que no hay es una estadística de denuncias falsas, pero sabemos que sí existen”.
Vale destacar que la profesional suele analizar temas relacionados a su expertize, y que también comparte sus conocimientos en redes sociales. Incluso colabora con comunicadores y autores, como Cecilia Vidal, y ha tenido participaciones en prensa y programas televisivos, como Algo Contigo. En estos ámbitos, su enfoque se caracteriza por transmitir conceptos básicos y aclarar dudas con un lenguaje claro y llano, que conecta con el público y le permite conocer sus derechos.
–¿Qué es lo más difícil en un divorcio?
–Cuando no hay hijos, es muy sencillo: o hay bienes para repartir o no hay nada, y se dejan de ver. Cuando hay hijos, hay que recordar que son para toda la vida, en las buenas y en las malas: para los cumpleaños y la comunión, como para un accidente o una enfermedad. Hay que ponerse de acuerdo en la educación, en lo económico, en cómo los van a criar, y en si los van a acompañar en todos esos procesos. Hay gente que sí lo hace, y muy bien. Ahí todo fluye. Hay otros casos en los que cada punto es un problema. Ir de viaje es un drama porque una de las partes no firma el permiso; o no se ponen de acuerdo en nada; o porque hay una pareja nueva; o porque uno está más feliz que el otro… El tema económico influye muchísimo, tanto cuando hay poco, como cuando hay mucho, ya sea cuando es una pensión alimenticia muy magra, que no alcanza, o cuando estamos hablando de grandes sumas de dinero. Está toda la gama, de cero a cien. Por eso la idea siempre es arribar a acuerdos donde se puedan ver todas las aristas: el régimen de comunicación y de visitas; si hay tenencia alternada o corresponsabilidad en la crianza, cómo se van a manejar en las fiestas, en los cumpleaños, en los festejos familiares, con los viajes...
–¿Cómo es la situación ahora con la tenencia compartida?
–Debemos hacer una apreciación: la tenencia compartida es cuando ambos padres viven con el niño. Lo que la nueva ley trajo es la corresponsabilidad en la tenencia o tenencia alternada. Apunta a que los niños estén más tiempo con el padre. Yo siempre digo que ahora hay mejores padres que en la época en que me recibí…
–¿Evolucionamos?
–Sí, los hombres están más comprometidos con la paternidad, más allá de que existen padres abandónicos, que siempre los hubo, pero estamos mejor posicionados. Hay padres que me dicen, ‘quiero corresponsabilidad en la tenencia', 'quiero tener a mis hijos más tiempo’. En estos casos, quienes son más reticentes, son las mujeres. Es que a nosotras nos inculcaron que los hijos son de las madres, y el hombre tiene una visita, pero hay padres que están muy comprometidos con sus hijos. Por otra parte, hay hombres que creen que si tienen tenencia alternada, no van a pasar dinero. La ley es especialmente específica al respecto: los gastos fijos los van a pagar ambos padres, de acuerdo a las posibilidades de cada uno, y si el niño está más tiempo con uno que con otro, obviamente esa parte se divide, pero los demás gastos no. Hoy hay una gran tendencia a la corresponsabilidad de la crianza y a la tenencia alternada.
–A priori es positivo para los hijos…
–En realidad, hay que ver. Cada convenio o situación es como un traje a medida para esa familia y el niño. Puede que haya niños a los que les quede muy bien estar una semana con cada progenitor, hay otros que se dividen la semana. Hay que ver la edad del niño y la situación; cómo se siente, si es una felicidad ir a lo de papá, o es una carga estar yendo y viniendo con una mochila. Hay niños que lo asimilan rápidamente, y otros que te dicen ‘no quiero’, y son los padres un poco los que los obligan.
–¿El niño tiene voz?
–Si hay acuerdo lo deciden los padres, y si no, lo decide un juez. Cuando se va a un juez, al hijo se le designa un abogado defensor, y de acuerdo a la edad, dependerá la manera en que el abogado puede trabajar. A partir de los 4 o 5 años, ni qué decir de 9, 13, o 15, el niño verbaliza y manifiesta si se le hace pesado o no ir a lo de su papá. Cambiaron los paradigmas, el niño es un sujeto de derecho y como tal se lo escucha. Algo muy importante es el interés superior del niño y la autonomía progresiva de su voluntad. Siempre tenemos que hacer lo mejor para el niño, ese es el interés supremo porque los adultos se priorizan ellos; hay que priorizar al niño, más allá de la dinámica familiar y de trabajo de los padres, de las licencias, de las vacaciones, de todo eso. Por otro lado está la autonomía progresiva de la voluntad, que significa que el niño se va haciendo autónomo. A medida que crece, empieza a poder resolver sobre su vida y lo que quiere. Esto se da obviamente sin que los padres pierdan la perspectiva de lo que es educarlo, y lo que está dentro de las obligaciones inherentes a la patria potestad. Es todo un tema porque a los 14 o15 años, ya está definido con quien quiere vivir, y hay que tener un poco de cuidado que no sea ‘me voy con mamá que me da más libertad’ o ‘me voy con papá que tiene más plata’. Empiezan a jugar esos temas que son importantes…
–¿Cómo se controla eso?
–Cuando no se ponen de acuerdo los padres, se trabaja con los abogados y psicólogos.
–¿Eso es hasta los 18 años?
–Sí, la patria potestad de los padres es hasta los 18. Antes era hasta los 21. Este es un tema porque viven con uno, dependen de uno, pero son independientes…
–¿Cómo es el régimen de manutención de los hijos?
–La manutención se hace entre ambos padres en forma proporcional a las posibilidades de cada uno; el que tiene más, aporta más. El tema más complicado es cuando la mujer no trabaja, que es la minoría de los casos hoy en día, pero eso es más complicado, hay que tener presente cuál es la edad de la mujer, si se va a insertar laboralmente, y todo lo demás, pero la idea es que sea en forma proporcional. La pensión alimenticia es hasta los 21 años, y hasta los 18 la administra la madre. A partir de ahí, la puede administrar el hijo, que ve si se paga su universidad, los boletos, la sociedad médica...
–¿Su experiencia personal modificó en algo su perspectiva de la profesión?
–Decidí ser abogada a una edad muy temprana, y ejercer la profesión me permitió vivir de algo que me encanta, pero hay hechos de mi vida que me marcaron mucho. A los 30 años me divorcié y tenía una hija de dos años… Siempre le digo a los clientes que para cada uno, su divorcio -o su trámite de lo que sea-, es algo que se vive intensamente. Por ahí, uno tiene que operarse de apendicitis y para el médico es una operación más porque hizo un montón, pero para uno es otra la vivencia. Esto es lo mismo y lo experimenté el día en que me divorcié. Cuando me dieron la sentencia me puse a llorar, por más que sabía cómo iba a ser todo el procedimiento, y había hecho montones. Esa experiencia de hace tanto años me enseñó que uno tiene que ser muy humano, muy empático con el cliente. Para el profesional es un divorcio más, o un juicio de visitas más, pero para la persona, que de repente nunca tuvo contacto con un juzgado, ni con una audiencia, ni con un testigo o un juez, puede ser abrumador, no sabe qué hacer. Al abogado le tiene que gustar lo que hace y eso de estar tan cercano, porque en la consulta la gente comparte cosas muy íntimas. Yo crie a mi hija, que hoy tiene 30 años y tengo una relación maravillosa con mi primer marido, que es un súper padre, y ha sido el mejor ex marido que debe existir. Somos un ejemplo a considerar, porque todo el mundo lo dice. Después, me volví a casar, tuve otro hijo, que ahora tiene 23, y enviudé hace diez. Mi segundo marido tenía tres hijos de su primer matrimonio, o sea que ahí viví otra perspectiva, que es la familia ensamblada y lo pudimos lograr. La verdad es que éramos una familia de siete que andaba junta para todos lados.
–Al desarrollar una relación tan próxima con el cliente, y ponerse al hombro sus batallas, ¿qué sucede cuando finaliza el caso?
–Se siente vacío, sí. Es inevitable encariñarse. Uno se pregunta, ‘¿en qué andará mengana o fulana?’ Cuando me los encuentro en algún lado y veo cómo han crecido, o a través de redes sociales me llegan sus historias, me llevo muy buenas sorpresas. Sobre todo cuando pasan cosas graves como cuando incursionamos en hechos de violencia. A estos casos les llamo mis clientes de CTI, y los tengo tanto de mujeres, como de hombres, de todos los contextos. A ellos les digo ‘llamame 24/7, sea sábado o domingo, a cualquier hora’ porque sé que necesitan el soporte. Además, les hago ver que hay que tener paciencia, y que la ansiedad no conduce a ningún lado. La justicia es lenta, entonces cuanto menos se judicialice o se victimice, mejor. Siempre es preferible negociar en un ámbito privado y llegar a un acuerdo. Primero se le pasa una propuesta a un colega; luego, este hace la devolución; después se le hace una corrección si la hay; y en todo este proceso van pasando cosas. Entonces hay que acompañar, a veces soy más psicóloga o coach que abogada, pero el cliente necesita ver que no está solo, que a todos nos pasan cosas, que lo que le está sucediendo es normal y que va a ver la luz, porque eso es lo más importante. Hay que mostrarle que después del camino, va a llegar, y que las cosas dan sus frutos…
–Mencionó que estos casos graves se dan tanto en mujeres como en hombres…
–Los problemas humanos se dan en cualquier persona y en cualquier ámbito, tanto en contextos críticos como en gente que está a otro nivel. Todos estos temas humanos son los mismos, con dinero o sin él, con mayor o menor educación también. Porque lo humano sale de adentro y es lo que nos hace iguales.
–¿Estamos peor en temas de violencia?
–En realidad es muy difícil de saber. Creo que por suerte, ahora se habla más. Primero salió la Ley de Violencia Doméstica, después vino la Ley de Violencia de Género para erradicar la violencia en mujeres, niños y adolescentes. Creo que se denuncia más, se manifiesta más y se protege más. Hay más conocimiento. El problema, y con esto entramos en un tema ríspido, es si realmente todo los temas que se exponen ante la Justicia, son reales, si existe violencia o no. Es un tema que se ha discutido mucho, pero no tenemos estadísticas sobre la cantidad de denuncias de violencia, que no son reales. Sí tenemos estadísticas de violencia, de abuso, de abuso sexual, de abuso a menores; de eso hay un montón. Lo que no hay es una estadística de denuncias falsas, pero sabemos que sí existen.
“La tenencia compartida es cuando ambos padres viven con el niño. Lo que la nueva ley trajo es la corresponsabilidad en la crianza o tenencia alternada. Apunta a que los niños estén más tiempo con el padre. Yo siempre digo que ahora hay mejores padres que en la época en que me recibí”, comparte Pastorini.
–¿Se minimizan?
–Lamentablemente, es un tema del cual nadie quiere hablar, está mal visto. Parecería que si se habla de la existencia de denuncias falsas, no se está a favor de la ley, o no se defiende a las mujeres. Es todo lo contrario: yo soy una gran defensora de las mujeres y soy una gran defensora de esta ley que nos protege. Gracias a ella se han logrado muchas cosas, pero la ley es una herramienta que nos dan a los operadores del derecho para poder ejercer la protección del derecho de mujeres, niñas y adolescentes. El tema es cuando uno mal utiliza esa herramienta: un cuchillo sirve para cortar carne, pero también puede matar a una persona; en un auto podés ir a 80 o a 140 kilómetros por hora. Hay personas que escuchan que gracias a esta ley alguien logró determinadas cosas por el costado, o que algún operador del derecho la usó en una forma que no es correcta. Lo sabemos todos, pero es un tema tabú. Hace poco hubo un proyecto de ley, que todavía está a estudio, y busca modificar cuatro artículos. Lo más importante que propone es que si la denuncia no tiene verosimilitud, pase a Fiscalía y la persona sea imputada por simulación de delito. En mi práctica he tenido un montón de denuncias que no son ciertas. Si bien a la mujer la protegemos muchísimo, el hombre queda en una situación de desprotección. Entonces tenemos casos en que por una mera discusión, la mujer llama al 911, y el señor tiene que irse inmediatamente de su casa con un bolsito, con orden de no acercarse, y de pasar una pensión alimenticia. En esos casos la mujer logró lo que quería, pero la separación que se podría haber hecho por un canal de la vía Civil, se da por violencia.
–¿Se puede retomar una negociación después de una denuncia infundada?
–La denuncia es un camino de ida. Ponerle la perimetral al hombre también es una forma de coaccionar para tener determinado dinero, y después no se vuelve a la misma relación de antes. ¿Por qué? Porque un hombre al que lo va a buscar la policía, se lo llevan esposado, y lo tienen detenido e incomunicado, no va a tener la misma predisposición para llegar a un acuerdo. Va a quedar muy enojado. Ese hombre va a quedar con una tobillera, y seguramente le limiten ver a los hijos durante 90 días. Cuando veo que no hay mérito para una denuncia, trato de poner paños fríos, calmar las aguas y digo ‘tratemos de llegar a un acuerdo’. A veces se puede, a veces no. En ocasiones he tenido que dejar de atender a clientas porque insistían en hacer denuncias, pero al hablar con el abogado y con el padre de los hijos, me doy cuenta que no hay mérito, y que lo que se quiere es dañar la imagen del hombre. Yo siempre digo que nací de un hombre, tuve dos maridos, y tengo un hijo varón. Esto no es una cuestión de género sino de personas. No porque seas hombre siempre vas a ser malo, no porque seas mujer siempre vas a ser buena.
–¿Hay denuncias de hombres contra mujeres?
–En realidad, lo que hay es un montón de hombres que han sido golpeados, maltratados o violentados por mujeres; veo las capturas de pantalla y los videos, pero nunca se animan a hacer una denuncia. Después terminan ellas haciendo la denuncia. El proceso, como está dado hoy en la ley, es que la mujer hace la denuncia en el juzgado, en la seccional o en la unidad de violencia de género. Una vez que le toman la denuncia, el juez, con los elementos que le pasa el oficial, la policía o el juzgado, dispone las medidas de no acercamiento a menos de 500 metros por 180 días. En 72 horas se tiene que celebrar la audiencia y se tiene que hacer un informe con los del ETEC, que son los técnicos del juzgado de familia especializado, que evalúan el riesgo. Quiere decir que en ese momento el hombre no tiene derecho a defensa de ningún tipo, y después, aunque la denuncia no sea cierta y no haya elementos, es muy difícil que el juez levante las medidas. Cuando realmente hay hechos de violencia, soy la primera en decir ‘ponele la tobillera’. He tenido casos de mujeres golpeadas o en los que el hombre es muy violento, y si bien no la agrede físicamente, patea puertas, insulta, grita; también existe violencia económica, hay violencia psicológica... Pero hay veces en las que te das cuenta que fue una discusión, o que es un matrimonio que viene desgastado, que viene durmiendo en diferentes dormitorios, que hay problemas de dinero, y el hombre no se decide a irse porque está buscando alquilar. La mujer, en un momento de enojo, dice ‘bueno, llamo al 911 y se terminó’.
–¿Cómo se llega a un divorcio civilizado?
–Lo ideal es bregar siempre por la familia. He tenido varios clientes que han venido y al final, aunque fuera contra mis intereses económicos, los he arreglado. Soy pro familia. Siempre pregunto, ‘¿no podrán buscarle la vuelta?’. Creo que la globalización, el celular, y eso de querer todo ya, hace que nos aguantemos menos. Se vive una época de gran individualismo también. Los apartamentos de ahora son todos de un dormitorio, las familias cada vez comparten menos, pero yo creo que si por un motivo u otro, trajiste una vida al mundo, tenés que velar por ella. Eso yo lo logré con creces: mi hija tiene treinta años, es sana, buena gente, con el padre me llevo divino, pasamos Navidad, Fin de Año, él tiene nueva pareja y un hijo de nueve años… Se puede.
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