Este remedio, llega de la mano de Megalabs, y supone un avance significativo en el manejo de enfermedades como la obesidad y la diabetes tipo 2 en nuestro país y en el mundo. Está de moda, es nuevo y es esencial abordarlo con una perspectiva equilibrada, reconociendo sus limitaciones, y entendiendo la necesidad de un enfoque integral.
La Dra. Cristina Alonso, Médica Internista y Endocrinóloga, Coordinadora del Departamento de Endocrinología y Metabolismo del Hospital Británico, aclara: “el nombre farmacológico es Semaglutide, y tiene dos formulaciones comerciales, una es Ozempic y la otra Wegovy. Con el primer nombre se aprobó Semaglutide en diabetes; con Wegovy se aprobó para la obesidad. Ninguna está disponible en nuestro país en este momento (si bien el MSP autorizó el registro de Ozempic)“.
Por su lado, el médico especialista Leonardo Sande, vicepresidente de la Sociedad Panamericana de Obesidad, y director de la clínica que lleva su nombre, explica que “estas noticias toman mucho impacto en la sociedad porque trabajan con un tema muy sensible, con el que la población se desespera. Creo que la demanda estética es real, pero nunca puede ir por encima de una demanda de salud. Estamos hablando de tratar las comorbilidades más frecuentes de la humanidad”.
¿Qué es realmente?
“El semaglutide es un agonista GLP-1 (péptido similar al glucagon)”, resume Alonso. La primera generación de este medicamento, fue la Liraglutida (conocida como Saxenda), que se administraba a diario. El Semaglutide es la segunda generación de este grupo farmacológico, y presenta una dosificación semanal con efectos similares al anterior. Ya existe una tercera versión que es el Tirzepatida, conocida en España como Mounjaro, que ofrece los mismos beneficios, pero con menos efectos adversos.
¿Cómo funciona?
Para el doctor Sande, el mecanismo de acción del Semaglutide es bien fácil. “Cuando uno come, en el intestino se libera una sustancia que se llama GLP-1”, explica. “Esa hormona llega al páncreas, y le avisa que hay alimento; entonces, éste libera insulina. Luego sube al hipotálamo -región del cerebro encargada de regular el apetito-, y le avisa que hay comida; entonces éste inhibe el deseo de comer. Por tanto, el paciente siente menos hambre y se llena mucho más rápido en las ingestas, concluye Sande. Alonso por su parte, agrega: “este fármaco se une a un receptor donde habitualmente ejerce su acción un péptido de origen intestinal. Estos receptores están en el páncreas, el tubo digestivo, el cerebro, el corazón y los riñones. Además, enlentece el vaciamiento gástrico y actúa sobre el sistema nervioso central, promoviendo la saciedad. En la persona con diabetes tipo 2 mejora la glicemia sin riesgo de hipoglicemia”.
“Este medicamento no es una panacea”, aclara Sande. “No cura la obesidad, ni previene la ganancia de peso, no es un quemador de grasa, ni nada por el estilo. Es un anorexígeno, que básicamente suprime el hambre”.
¿Por qué es tan eficaz?
El especialista en obesidad subraya que “resolver el sobrepeso, sigue siendo un proceso integral que incluye nutrición adecuada, ejercicio físico y terapia conductual. Para aquellas personas altamente comprometidas que no logran sostener un déficit calórico, sí es algo revolucionario, porque este fármaco permite que los pacientes se adhieran a planes bajos en calorías. De otra manera es muy difícil de sostener a largo plazo, sin caer en la impulsividad de comer. Por eso el Ozempic se convierte en una gran herramienta a la hora de proyectar una estrategia para apresurar el proceso de adelgazamiento. Pero no es la solución mágica, ya que si la persona consume esas calorías comiendo mal, va a adelgazar, pero también se va a estar desnutriendo, entre otros posibles efectos secundarios”, puntualiza el especialista.
Sobre el hambre
Leonardo Sande subraya que “el hambre es una construcción muy compleja, que tiene muchas señales. Hay diferentes causas que estimulan el apetito, algunas como las metabólicas son químicamente fundadas, pero hay otras que son producidas por impulsos emocionales, o aspectos externos. Es importante resaltar que este tipo de medicamentos actúa solamente sobre el hambre metabólica, la visceral, la que responde a un déficit energético. Todo el resto de ‘las hambres’ se van a seguir sintiendo, el paciente se va a seguir tentando de comer, pero al sentirse plenamente lleno, sólo va a poder consumir de manera ultra moderada, o va a sentirse mal”.
Efectos secundarios
Es de recibo plantearse algunos de los posibles síntomas adversos, y la necesidad de un uso responsable. Aunque el Semaglutide puede ofrecer resultados muy positivos a la hora de alcanzar el peso ideal, puede provocar efectos gastrointestinales secundarios, como sensación de saciedad excesiva, reflujo, náuseas y vómitos, si se come por demás. También suele causar constipación. “Por esto, es importante respetar el esquema de administración, con incrementos lentos y progresivos de las dosis“, resalta Alonso. Otro síntoma peligroso es la desnutrición y el efecto rebote para aquellos que se lo administren sin un plan nutricional adaptado, con el un seguimiento médico integral correspondiente, que brinde suplementos vitamínicos, minerales, una prescripción de ejercicios, y una alta hidratación. “Sin un plan adecuado, se puede experimentar malnutrición y deficiencias de micronutrientes. Dejar la medicación de golpe tampoco es bueno, debe ser gradual”, alerta Sande.
¿Cuánto cuesta?
El acceso a este medicamento no es para cualquiera. Quizás, su alto costo sea el impedimento más frecuente a la hora de usar esta droga en nuestro país. Su precio aún no está pautado en Uruguay, pero en Argentina el costo es de alrededor de 300 dólares al mes, y de 220 dólares en Brasil. “Este factor podría limitar su accesibilidad, ya que la realidad que marcan las estadísticas es que la mayoría de los pacientes con obesidad están en clases sociales desfavorecidas, entre las que alimentarse bien, ya es un lujo. A su vez, todos pensamos que esta medicación va a ser crónica, sobre todo en los casos con alta tendencia a la obesidad. Pero por el momento falta evidencia científica en el mundo, hoy solo está aprobada para consumirse durante un plazo de 3 años de manera segura. Lo lógico es que dentro de ese período, el paciente pueda readaptarse a nuevos hábitos de alimentación y de estilo de vida, con el fin de que algún día pueda dejar de usarlos. Pero hay casos en los que clínicamente no se puede“, sentencia Sande.
¿Cómo se administra?
Su aplicación se realiza de manera muy similar a las inyecciones de insulina. Se auto-administra de manera subcutánea, con una aguja mínima, en una zona con adiposidad, como el abdomen, las piernas o los brazos. Las dosis se aplican una vez a la semana. Para preservar la medicación debe guardarse en la puerta de la heladera.
No se debe usar...
La endocrinóloga advierte que “está contraindicado en la diabetes tipo 1, si hay antecedentes de pancreatitis, cáncer medular de tiroides o neoplasia endócrina múltiple tipo 2”. Mientras Sande afirma que: “no es recomendable para pacientes que tengan antecedentes personales o familiares de estas patologías; o en en casos de colelitiasis, que es la presencia de uno o varios cálculos en la vesícula, ya que el sólo hecho de adelgazar, naturalmente aumenta las probabilidades de padecer esta enfermedad“.
Criterios de indicación
“Este medicamento es ideal para pacientes que presentan un índice de masa corporal (IMC) mayor de 30 kg/m2, o un IMC mayor de 27 kg/m2, que además pueden tener o no una enfermedad relacionada con la obesidad, como diabetes, o hipertensión, entre otras“, describe Sande.
La endocrinóloga suma a su opinión, alegando que está indicado para “pacientes con diabetes tipo 2, sobre todo si presentan sobrepeso u obesidad. También en personas con diabetes tipo 2 con enfermedad ateroesclerótica cardiovascular (infarto, accidente cerebrovascular), ya que su uso ha demostrado disminuir el riesgo de eventos a futuro. Pero el Semaglutide también está aprobado para uso en obesos sin diabetes. Cuando el objetivo es el descenso de peso, la dosis requerida puede ser de hasta 2,4 mg semanal”.
A modo de resumen, los tratamientos con Semaglutide, no fueron diseñados para bajar la panza, entrar en el vestido para la fiesta que hay el sábado, o lucir un bikini este verano. Y sus efectos adversos pueden ser más o menos tolerables segun la persona, pero no hay nada mágico en esto.
Es importante puntualizar que el mayor riesgo de esta medicación es el de administrarla sin una recomendación y un seguimiento médico. La lucha contra la obesidad, sigue siendo una batalla, y la base de su tratamiento sigue siendo la misma: sanar la relación que uno tiene con la comida.