Empezó la función: Nicolás Etcheverry Estrázulas

El Centro Cultural de Música renovó autoridades, y Nicolás Etcheverry Estrázulas asumió como nuevo presidente. En charla con PAULA, recordó sus inicios en la asociación, y destacó el aporte que esta realiza a la nación dada la calidad de los artistas que presenta, y a sus esfuerzos por divulgar dicho arte entre los más jóvenes.

Compartir esta noticia
PRS_2002.jpg
Nicolás Etcheverry Estrázulas.
Pablo Rivara.

Con una larga trayectoria en el mundo académico, el doctor Nicolás Etcheverry Estrázulas acaba de retirarse. "Fueron casi 18 años de decanato de la Facultad de Derecho, en la Universidad de Montevideo, y algunos previos de estar dando clases en Filosofía del Derecho y Ética. Durante algunos años, al comienzo, di Retórica en la Facultad de Comunicación", comparte el Doctor en Derecho y Ciencias Sociales egresado de la Udelar, y para más credenciales, miembro del Instituto de Filosofía del Derecho del Uruguay, además de cofundador y primer director del Instituto Pre-Universitario de Montevideo (PRE/U), "otro hijo postizo" al que volcó sus esfuerzos y conocimientos. Con notoria actuación en el campo de la cultura y melómano de ley, este año asumió como presidente de la Comisión Directiva del Centro Cultural de Música, institución de larguísima trayectoria en el país, cuyo aporte invalorable a la sociedad comenzó el mismo día en que tuvo lugar su primer concierto, el 25 de setiembre de 1942, y nunca más se detuvo. De hecho, el Centro siempre se asentó en una labor formativa y de divulgación, que no solo tuvo como destinatarios a los músicos jóvenes, sino también al público ávido de este tipo de programas. Ese trabajo de largo aliento se consolidó con los años.

–¿Cómo empezó su pasión por la música?

–Mi entusiasmo viene por el lado materno. Fue mamá la que desde chico me enseñó a escuchar música clásica. A su vez, a medida que fui creciendo, la hacía escuchar cosas más contemporáneas; fue un intercambio (se ríe). Ella se hizo fan de los Beatles, aunque era muy de la música de cámara, no tanto de la sinfónica: quintetos, cuartetos, tríos, de Mozart, de Shubert, de Brahms; y todo eso lo fui adquiriendo casi sin darme cuenta, porque en esto uno se educa, como en cualquier otro sentido. Yo siempre le decía a los chiquilines en la universidad, ‘si educás el tacto, vas a ser un buen catador de telas; si lo hacés con el olfato y con el gusto también vas a ser catador de vinos o de lo que sea’. Se trata de entrenar el oído, la vista, el paladar. Yo tuve la suerte de que así como escuchaba la música clásica de mamá, además me tocó vivir la adolescencia durante la mejor época de la música contemporánea, porque los años 60’ y 70’, fueron inmejorables tanto por la calidad de los grupos como de los solistas. Por supuesto que en aquella época si eras de Los Beatles, no podías ser de los Rolling Stones. Era como Nacional y Peñarol (se ríe). Después eso se fue limando, pero había un montón de grupos, británicos sobre todo, que eran excepcionales.

–¿Era de ir a conciertos?

–Sí, pero no había tantos. Escuchaba los conciertos del Sodre y siempre fui un gran coleccionista de discos. Tengo una colección de vinilos fuerte, que alguna vez alguna radio me quiso comprar, pero sigue estando en casa.

–¿Tiene alguna preferencia?

–Soy un enamorado del jazz, pero entre otras cosas. Soy muy ecléctico: escucho a Led Zeppelin, a Pink Floyd, a Traffic, a Jethro Tull, y a solistas como Gordon Lightfoot, James Taylor, Billy Joel, Elton John, y Carly Simon; todos esos que aparecieron más o menos juntos. Una generación de genios. Hoy hay algo de eso, pero están mucho más asistidos por la tecnología. En aquella época, eran ellos, su vocecita y su guitarrita o piano.

PRS_1662.jpg
Nicolás Etcheverry Estrázulas.
Pablo Rivara.

–¿Cómo fue su acercamiento al Centro Cultural de Música?

–Con el Centro Cultural empezamos hace 10 o 12 años, a través de Diego Paysée, mi cuñado, que ya era miembro. Me dijo ‘¿por qué no se hacen socios?’, y yo ya estaba en una etapa en que podía hacerlo. Primero me hice socio, y al poquito tiempo, ya me habían metido en la Comisión Directiva. Lo que pasa es que me gusta mucho aceptar desafíos, que a veces, hasta ni estoy en condiciones, como este... Ser presidente del Centro Cultural en este momento, es un enorme desafío. Sobre todo por los antecedentes de quienes presidieron la institución: estamos hablando de Vera Heller, de María Julia (Caamaño), quien fue una joya para la cultura uruguaya y para la música en particular. María Julia tenía un don de gentes y un arte para hablar en público muy especial. Podía llegarle perfectamente a un público sin preparación alguna en música. La verdad es que nos dejó huérfanos. Fue en noviembre de 2023, se estaba por hacer una intervención que parecía de rutina, y en una semana se complicó todo, y falleció. Nadie lo esperaba, sin embargo tuvo una especie de visión, de dejar todo pronto, porque la temporada de 2024 ya había quedado armada por ella. El año pasado, Paul Arrighi agarró esta pesada mochila, porque yo todavía no podía, entonces estamos haciendo esa especie de pasada… También está Vera (Heller), que es presidente de honor, y se sigue moviendo con el mismo entusiasmo y la dinámica de siempre, es imponente.

–¿Cómo se arma la programación de cada año?

–Bueno, la programación la armamos entre pocas personas. Una de las cosas que tiene el Centro Cultural es que recibe un montón de ofertas para las temporadas siguientes.

–No es que tienen que salir a captar orquestas…

–No, esto es notable. Nos llegan las ofertas porque los managers que han venido antes, ya saben cómo se maneja el Centro Cultural y cómo trata a los músicos; que los hospeda en el lugar que ellos quieren, que generalmente es el Radisson porque es el hotel que queda más cerca del Solís y del Sodre. Ya saben que vienen a un lugar en que todo es muy serio. Lo que pasa es que detrás de esto hay 80 años de experiencia y de un prestigio muy consolidado. El Centro ha organizado muy buenas temporadas, con excelentes conciertos. La gente que compra el abono se siente segura de que su lugar no se va a tocar, que esa es la ventaja del abono. Entonces nos llueven las ofertas. Diría incluso que para el año que viene ya nos llegaron propuestas prácticamente como para llenar una temporada entera, y estamos recién en marzo.

“Creo que la música es un vehículo, un canal de conocimiento para compartir y disfrutar juntos un rato. Después. cada uno seguirá con lo suyo. Decir, ‘la música clásica es un bodrio’, a mí manera de ver es privarse de algo, es poner una barrera por falta de conocimiento y de sensibilidad".

–¿Por eso tenemos nueve presentaciones este año?

–Justamente se dio la posibilidad de ensamblar una novena, y dijimos, ‘bueno’. Hay que tener en cuenta que los músicos dicen ‘podemos ir entre tal, y tal fecha’, con poco margen. Generalmente, tienen una semana o máximo diez días de flexibilidad para poder mechar un concierto, y nosotros, por nuestro lado, tenemos que consultar cómo está la agenda del Solís o del Auditorio para esos días, porque también ellos tienen sus compromisos. Este año las presentaciones se repartieron cuatro por un lado, y cinco por el otro, entre las dos salas. Al hacer la programación, una vez que tenés todo el menú, debes cuidar que no se repitan los programas, los músicos, hay que considerar qué tipo de concierto se va a ofrecer… No se puede traer a siete grandes orquestas con siete grandes solistas porque eso sale un disparate. Siempre hay que buscar dos o tres conciertos en los que se presenten las estrellas del año, y el resto, que sean estupendas orquestas pero más chicas, por ejemplo, un cuarteto, o un quinteto. Con eso se arma una temporada muy digna y sobre todo, accesible. En términos de precio, la gente no termina de valorar lo que es pagar un abono como el de este año, de 810 dólares. En ninguna parte del mundo se pagan 90 dólares por un concierto con el nivel y la calidad de los músicos que trae cada año el Centro Cultural.

–¿Cómo es el perfil del público que va a los conciertos? ¿Hay alguna inclinación definida?

–Buena pregunta. Creo que es muy amplio. Como ya lo dije antes sobre educar el oído, me parece que hay más gente acostumbrada al ritmo y a la percusión, y no tanto a la armonía y la melodía. No se exige tanto en términos de las armonías, de las letras de los compositores, pero sigue habiendo un público que valora un buen quinteto, un buen trío de Tchaikovsky o de Dvorak, y le emociona también un buen concierto. Entonces hay que ofrecer solistas que sean estrellas. Ya vino dos veces Joshua Bell; también Lang Lang se presentó un par de veces. Es un artista que actuó ante el Papa en el Vaticano, y para Obama en la Casa Blanca; entonces anunciamos ‘viene Lang Lang,’ y se llena; ya lo sabemos. Por eso hay que matizar. Por ejemplo, cuando reabrió la catedral de Notre Dame, en París, cinco de los músicos invitados, ya habían pasado por el Centro Cultural: (Gustavo) Dudamel, Lang Lang, Nadine Sierra, (Renaud) Capuçon... o sea que aquí vienen realmente los mejores.

–¿Cuáles son los destaques del año?

–Si hablamos de puntos altos, la estrella solitaria esta temporada, sería Yuja Wang, una pianista china que toca como los dioses. Creo que va a ser descomunal, y el público que compra el abono completo, va a poder verla por 90 dólares, algo impensable en cualquier parte del mundo. Primero, porque hay que subirse a un avión para ir a verla, y segundo, cuando se llega al lugar, conseguir la ubicación más barata rondará los 400 dólares. Además, estos artistas se presentan en lugares multitudinarios, mientras que acá, ya sea en el Solís o en el Auditorio, estamos en escenarios casi familiares. Sería insólito que la gente no lo tuviera en cuenta. El punto es que hay toda una generación de gente más joven que desearíamos que se acercara, que viera y sintiera. Son los jóvenes de 40 años con muchas ocupaciones, que están formando una familia y capaz tienen que atender a sus hijos. Lo insólito es que no están familiarizados con artistas como los del ensemble West Eastern Divan, pero sí van a conciertos de estrellas fugaces que llenan estadios. Por eso insisto con tener el oído educado, muchas veces es un tema de falta de conocimiento.

PRS_1674.jpg
Nicolás Etcheverry Estrázulas.
Pablo Rivara.

–Ya que lo nombra, ¿qué podría contarnos del ensemble West Eastern Divan?

–El ensemble West Eastern Divan, fue fundado por el reconocido director Daniel Barenboim. Ahora viene su hijo, Michael Barenboim, quien se hizo amigo de un palestino, Edward Said, y juntos decidieron acercar las culturas israelí y palestina, a través de una orquesta conformada por músicos de ambas nacionalidades y también de otros lados, con un objetivo importante: enviar un mensaje al mundo de que la convivencia es posible, y que hay que buscar puntos de unión; que no es necesario que nos pongamos de acuerdo en temas básicos, pero sí importa que comprendamos un poco la cultura del otro, aunque sigamos discrepando; es importante que nos conozcamos recíprocamente. Eso es algo que hoy, en este país tan anti todo, nos viene muy bien. Pero más allá de todo, darse a conocer y de esa manera respetarse un poco más. El tema del respeto es para mí uno de los grandes debes hoy en día.

–¿Ese es el rol de la música hoy? ¿Unir?

–Creo que la música tiene esa gran misión. Siempre recuerdo una película que vi hace años, Road to Paradise, sobre un caso real de un grupo de mujeres británicas que cayeron prisioneras de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Quedaron prisioneras en un campo de concentración en Sumatra y ahí pasaron cuatro años. Una de ellas era directora de música y tenía muchas partituras en la cabeza, entonces empieza a formar un coro, y día a día, a través de la música y del canto, van logrando una comunicación de unión entre ellas y los japoneses. Creo que la música es eso, un vehículo, un canal de conocimiento para compartir y disfrutar juntos un rato. Después cada uno seguirá con lo suyo. Es opinable, pero decir, ‘la música clásica es un bodrio’, a mí manera de ver es privarse de algo, es poner una barrera por falta de conocimiento y de sensibilidad. Una vez fui a una ópera china, y reconozco que no entendí mucho de esa música, pero ver cómo la gente disfrutaba de esos sonidos medio altisonantes, me hizo pensar que podía no ser para mí, pero que para nada podía descartarlo. Hay que ir sabiendo de qué se trata, y en el programa de este año hay muestras fabulosas de lo que es buena música.

–¿A eso apuntan las clases magistrales con los artistas que nos visitan?

–Sin duda que sí, las master class que dan algunos de los músicos que vienen son otra forma de transmitir conocimiento y cultura a gente ávida de nutrirse de estos genios. A veces depende de los tiempos con que cuentan, porque en ocasiones están muy acotados, pero en general todos los años el Centro logra que la gente joven reciba esa formación. Otra cosa que también nutre a los socios son las charlas que organizamos. Este año, en julio, Alberto Reyes va a hablar sobre músicos famosos que visitaron Uruguay a lo largo de distintas épocas. También están las charlas de Guilherme de Alencar Pinto sobre música y el cine ; el año pasado hubo tres en el Museo Nacional de Artes Visuales del Parque Rodó, y este año las vamos a hacer en el Movie, justamente por ese vínculo con el séptimo arte. En el ciclo del año pasado, una charla la dedicó al cine de Stanley Kubrik, y la música clásica en películas como 2001, El resplandor, y La naranja mecánica. La verdad es que no tuvo desperdicio.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Revista Paula Abril 2025

Te puede interesar

Historia de Instagram de Camila Rajchman.mp4
0 seconds of 40 secondsVolume 90%
Press shift question mark to access a list of keyboard shortcuts
Próximo
Discusión entre Gonzalez y Esteves en un programa en vivo en Rivera
01:00
00:00
00:40
00:40