EFECTO UPM: UNA BURBUJA DE PROSPERIDAD
Paso de los Toros y Pueblo Centenario viven una bonanza desconocida. Abren comercios, hay trabajo. Sin embargo, el entusiasmo trajo especulación y se disparó el costo de vida y el valor de alquileres.
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Esta mañana, Paso de los Toros es una tierra prometida que hierve, y para recorrerla hace falta trotar de un comercio al otro, en busca de un respiro de aire acondicionado. Un año atrás, la ciudad no hubiera podido ofrecer muchas escapatorias a tanto calor. Los negocios escaseaban, los clientes también. Pero este martes infernal, la pintura fresca en los flamantes locales que desembarcaron en la avenida principal advierten que el presente es otro: el presente es el futuro, aunque este futuro tiene —como siempre— una fecha de caducidad.
En medio de una plaza desierta, la visión de un contenedor rojo genera la ilusión de un oasis. Entro. Esto es un banco, un banco móvil. Quince días hace que llegó la novedosa sucursal de Santander, detrás del incremento de la población que trajo la instalación de la segunda planta de celulosa de UPM. Bajo el frescor de unos 18 grados de temperatura artificial, los únicos dos empleados a bordo cuentan que a diario toman la guía de teléfonos para ofrecer a los vecinos los servicios de esta institución financiera.
También están ocupados abriendo las cuentas de los empleados de algunas de las más de 60 constructoras que la empresa contrató para la etapa inicial de preparación del sitio y caminos de acceso a la planta. Y las de ciudadanos checos, rusos, polacos y finlandeses, que vendrán a partir de enero para empezar la segunda fase, la de la construcción civil, que implica las instalaciones mecánicas. UPM estima que entre julio y agosto de 2021 llegarán al pico máximo de puestos de trabajo: más de 6.000, repartidos entre trabajadores locales y extranjeros (unos 2.000).
Afuera de este refugio, de vuelta en el agobio de los 40 grados, las pistas del impacto que la papelera tiene en la ciudad están a la vista. El Santander vino detrás del BBVA, al que solo le antecedía la sede tradicional del Banco República. También abrieron financieras. Llegó la tienda de lencería SiSi, la Casa del tornillo, abrió un supermercado de la cadena El Dorado y el último rumor dice que se está por instalar Ta-Ta. En Paso de los Toros, en los últimos 15 días se inauguraron cuatro parrilladas. Se multiplicaron los restaurantes. Y la noche se llenó de boliches. Por primera vez los isabelinos pueden salir a cenar sin anticiparse a qué vecino se sentará a su lado.
La contratación de mano de obra local (40% son de Durazno y Paso de los Toros, según la empresa), la llegada de trabajadores de otras localidades y la inversión finlandesa de 70 millones de dólares en la comunidad —principalmente a través de la construcción de viviendas en cuatro zonas, sobre todo en Paso de los Toros, donde se edifican 68 bloques habitacionales y 52 casas para alojar a 2.600 personas— provocaron el despertar del inerte mercado interno.
El mercado automotriz se duplicó y las estaciones de servicio registran una facturación inédita. La barbería pasó de tener un solo peluquero a tres y comenzó a llevar una agenda para evitar aglomeraciones en su puerta de entrada. El dueño de una de las tres imprentas locales, Sebastián Furtado, se amplió, compró más máquinas y agrandó su plantilla para responder a los astronómicos encargos de UPM —500 carteles de chapa advirtiendo “cuidado gente en obra”, fue el primero— y a los pedidos de los comercios locales, que comenzaron a publicitarse para ser competitivos ante los nuevos clientes.
La distribuidora de alimentos que dirige Rolando Sánchez registró 25% de incremento en el consumo de la población. Pero la verdadera explosión se siente en el mercado inmobiliario. Por estos días, en la cuna del agua tónica hay una idea que ronda entre los habitantes que ven una oportunidad única en los dos o tres años que calculan que durará el derrame económico de UPM: dejar la casa propia para alquilarla a un precio en dólares que jamás soñaron. O invertir en la construcción de una nueva y lanzarla al mercado. En la era de la celulosa, ponerles un techo a los trabajadores es una apuesta segura. Pero no todos salen ganando.
Ciudad en construcción.
Juan José López enfrenta sus últimos dos días como alcalde de Paso de los Toros con una mezcla de alivio y de melancolía. La fila de 30 a 40 personas que solían visitarlo a diario, un año atrás, en buscan de trabajo, ya prácticamente no existe. “Al principio la planta no estaba cumpliendo con la contratación de personal local, pero ahora sí. Y también hay empleo debido a los comercios que han abierto”, dice.
Está en obras la primera terminal de ómnibus y “ya no se cuelga la bolsa de la basura de la ramita del árbol”, ahora hay contenedores en cada manzana y una planta de reciclaje.
Para López, la llegada de UPM obligó a Paso de los Toros a hacer la transición “de pueblo a ciudad”, y eso lo hace feliz. La ciudad —asegura— lleva dos años “armándose” para este momento. Sin embargo, advierte que no hay que caer en un “baño del Papa”, en referencia a aquel episodio ocurrido en Melo en 1988, cuando ante la expectativa de la visita del Papa y los miles de fieles que vendrían, decenas invirtieron en negocios para los que no hubo clientes. La historia llegó al cine en una película dirigida por César Charlone y Enrique Fernández.
“Estamos en un momento capitalista diría yo”, reconoce. “Está habiendo un movimiento de dinero atípico, porque acá todos éramos empleados del Estado, no había actividad privada, y los sueldos rondaban los 15.000 a 20.000 pesos y eso cambió”.
Las inversiones más grandes —calcula— están llegando de afuera. Los locales son más cautelosos y arriesgan con apuestas modestas, sobre todo desocupando sus casas para dar alojamiento.
Algo parecido a esto hizo Sánchez, el distribuidor de alimentos. Esta noche dormiré en su casa, que ahora aparece en Booking como Las Calas “homestay”, un hospedaje familiar, con una heladera de la que se puede tomar lo que se quiera, una larga mesa en la que se desayuna en grupo y la compañía de una perra caniche añosa que gasta sus últimas energías en perseguir a una gata gris.
La gata gris está inquieta. Llegó aquí en agosto pasado, cuando empezaron las obras de la planta, y “un gringo de UPM” la adoptó. La dejaba dormir en la cama y cada noche la alimentaba con lomos de atún. El hombre regresó a su país, pero dejó un dinero para que la siguieran cuidando en su ausencia. Es uno de los especialistas extranjeros que está por volver y, mientras lo espera, la gata hace guardia en la puerta de la que era su habitación, la número 5; la que me asignaron.
En Paso de los Toros y en su localidad vecina, Pueblo Centenario —donde está localizada la planta—, todos los que se abrazan a la proyección de bonanza que vendrá con el pico de trabajadores en 2021 están ansiosos como la gata: cuentan los días y buscan la manera de sacar una tajada de esta “oportunidad”.
Sánchez, por ejemplo, termina las obras de un hotel boutique en Centenario —el primero del lugar— y la remodelación de otro en Paso de los Toros. Es que hoteles por acá no había, y ahora muchos se preguntan si no había hoteles por la inexistencia del turismo o si el turismo nunca se desarrolló por la ausencia de alojamiento. Como sea, es el negocio del momento y los empresarios le ponen imaginación para atraer a los ejecutivos de alto rango, con inversiones millonarias —como la del hotel Midland, a orillas del Río Negro— y otras propuestas menos costosas pero más creativas.
Fernando Konstantinovich edificó junto a su enorme taller de monturas y accesorios para caballos, un delicado hotel en donde antes funcionaba la célebre fábrica de agua tónica. Rápidamente la tarifa cambió de moneda y de valor: la noche pasó de costar 1.500 pesos a 100 dólares.
—Tuve que aprender sobre toallas de 700 gramos y sábanas de 200 hilos —cuenta, mientras dirige el tour.
Otro sector tiene como temática el universo de AFE. Además de diseñar un corredor emulando una plataforma de trenes, adquirió un vagón que piensa convertir en dos habitaciones de lujo.
—AFE lo había donado al municipio, que se lo donó al batallón, que lo había dejado en el cementerio. Yo me dije un día: todo lo que el pueblo no quiere yo me hago cargo. Arreglé un trueque: se lo cambié al batallón por unas computadoras y lo transporté hasta acá.
El vagón reposa, imponente, en el patio, junto a una piscina que un grupo de obreros está terminando de construir, en parte para satisfacer los deseos de un huésped finlandés que reservó la habitación por un año y hoy está recibiendo una muestra del calor que puede llegar a sentirse en el centro de esta tierra.
Alquileres para ricos.
Estas obras conviven con las que UPM está llevando adelante en 12 predios ubicados en Pueblo Centenario, Paso de los Toros, Durazno y Carlos Reyles (ver recuadro), y con las inversiones de particulares que edifican casas para poner en alquiler, o reforman las propias para amoldarse al gusto minimalista de los escandinavos.
En un local comercial me presentan a un obrero, que ni saluda; solo advierte:
—Antes que nada le digo que no estoy tomando más trabajo, imposible, no puedo, ni me cuente.
Dice que UPM empleó a tanto obrero que pequeños constructores como él no encuentran mano de obra para dar abasto con los pedidos de los vecinos: “Esto es un dolor de cabeza. Los que quedan disponibles no sirven. Te faltan un día, después desaparecen”.
Su último encargo fue mejorar un apartamento que antes se arrendaba por 20.000 pesos y ahora por 75.000. Una vecina lo escucha y cuenta que a su hermano le subieron el alquiler de 22.000 a 100.000 de la noche a la mañana.
—Ojalá puedas hablar con algunos de los que la están pasando mal —sugiere.
Las inmobiliarias instaladas son cuatro, pero surgieron escribanos, abogados y particulares reconvertidos en agentes. Inti es una de las más antiguas y es tal el trabajo que sumaron dos líneas telefónicas. Edward Rivero relata que los isabelinos propietarios están dejando sus hogares disponibles y se amontonan en casas de parientes para poder alquilárselas a empresas por hasta 5.000 dólares al mes. Entre 300 y 400 casas ya están arrendadas.
“Lo llamado económico desapareció. Hoy nada baja de los 25.000 pesos cómo mínimo”, dice. El problema —“el problemón”— es que como costumbre de pueblo muchos contratos de alquiler eran de palabra, y hay dueños que quintuplican el valor o directamente expulsan a los inquilinos. “La gente que no trabaja en UPM está sufriendo porque no tiene dónde vivir. No se consigue nada. O se van a casas de familiares, o se compran un container o emigran, pero pierden el trabajo que tenían acá”, agrega Virginia Ramírez, de la inmobiliaria Asespro.
Algunos prueban suerte en Centenario, el pueblo vecino. Las casas que ya había —discretas, como cubos pequeños—, ahora se exponen con colores vivaces en sus fachadas, en busca de huéspedes. Una propiedad que salía 6.000 pasó a valer 30.000. También aquí todo es obras. Además del hotel que construye Sánchez, y de las inversiones de particulares, la papelera edifica 20 bloques habitacionales y ocho casas que deberán dar alojamiento a unos 1.000 trabajadores.
Centenario, en breve, duplicará su cantidad de habitantes. Sus límites se expanden cada día y la rapidez con la que avanzan las construcciones compite con los esfuerzos de la Junta, que inauguró una escultura en homenaje al más mítico de sus habitantes —Polca Sola, que es el apodo de Justo Rufino de los Santos, un hombre que esperaba el tren tocando una polca con el acordeón— y ahora prepara un memorial para honrar a las maestras, lavanderas y ladrilleros que forjaron el pueblo. Todo sea para afianzar el joven sentimiento de pertenencia y no convertirse, solo, en sinónimo de UPM.
No del todo.
Lo dicen en la calle: lo que se está viviendo de un lado y del otro del puente que separa Paso de los Toros de Pueblo Centenario es una “burbuja de prosperidad”. La crisis que trajo el COVID-19 les pasó por al lado. “No se sintió”, repiten los comerciantes. Y eso es algo, pero no lo que imaginaban que sería la economía local a esta altura de la obra.
Sobre todo en Centenario, que en los últimos dos años sumó su primera plaza, escudo, bandera, monumento y ahora tiene a la chimenea de UPM plantada en el horizonte. Y tras la chimenea abrieron una carnicería —“con nivel de Punta del Este”—, dos parrilladas, almacenes, un centro logístico con barracas, ferreterías y un service con parking para camiones, una red de cobranzas y una whisquería.
La opinión de los vecinos con negocios se divide en dos. Están los que dicen que Centenario “se convirtió en un pueblo futurista”, “con más renovación que en Paso de los Toros”, y están los que se jactan de haber sido escépticos y por eso aseguran no sorprenderse de que todavía haya desempleo y no se esté viendo el nivel de gasto que se aspiraba.
“He discutido fuerte con las autoridades de UPM porque han dicho que van a tomar gente de la localidad y acá hay gente sin trabajo”, plantea Eduardo Bovio, secretario de la Junta de Centenario. “Vienen de otros lados y se hacen pasar por vecinos de Centenario y a ellos sí los contratan. Me dijeron que se iba a corregir y que se iba a tomar a la gente por la serie de la credencial. Sin embargo, después de esa conversación siguió pasando lo mismo. Viene gente de otros lados, con una referencia, y a la semana están trabajando y los de acá siguen sin trabajar”.
Para Bovio esto se explica por cierto “amiguismo” con los capataces de las empresas subcontratadas; desde UPM argumentan que algunas de esas firmas trabajan con maquinaria compleja y que priorizan a los trabajadores en su plantilla que ya saben manipularlas.
Aseguran que están cumpliendo con el acuerdo de dejar el 75% de las obras en manos de uruguayos. Para eso, junto al Ministerio de Trabajo, se creó una vía online de postulación. Ya se registraron 40.000. “El pico será de 6.000 puestos y, debido a la rotación, estimamos que podríamos hablar de unas 12.000 personas empleadas, pero sabemos que habrá una frustración por parte del resto”, dice una fuente de la empresa.
Esto se replica en los llamados que hace la inmobiliaria Asespro, que también brinda servicios de selección de personal. Ramírez, su gerenta, cuenta que la población suele ignorar las condiciones excluyentes de los llamados que publicita para UPM y llegan cientos de currículum.
—Cuando veas bajar de los ómnibus a los hombres de naranja vas a ver que la proporción es de ocho a dos: solo dos son de Centenario. Que estén viviendo más acá sí, pero que los trabajadores sean de Centenario no —insiste Bovio.
A las seis de la tarde, los hombres de naranja que residen o se hospedan en Centenario comienzan a aparecer. Vienen caminando desde la planta, con el cuerpo pesado, el traje sucio y el rostro achicharrado. Para aprovechar “la changa” trabajan horas extras y, el que aguanta, también sábado y domingo.
—Lo que yo veo es que esto pasó de ser un pueblo a ser una capital, porque no todos trabajan en UPM pero todos tienen que pagar precios carísimos para alquilar y para comer —dice Agustín, de 19 años, habitante de Centenario.
El nivel de consumo todavía es débil, tanto que la whisquería se da el lujo de cerrar los lunes y los martes.
El día después.
Los vecinos le agradecen a la pandemia que el efecto UPM deba escalonarse y por eso, con un poco de suerte, las obras se prolongarán hasta por tres años: cuatro, arriesgan los más optimistas. Con los extranjeros —confían— “el derrame grande de dinero va a llegar”.
Inefop prepara cursos de inglés, hotelería y formará a choferes profesionales pensando en las otras necesidades que se vienen. Los hijos que habían emigrado para estudiar en Montevideo, o en el exterior, están volviendo a casa para hacerse cargo de emprendimientos familiares, o postularse a vacantes para profesionales. Pero, ¿después? Será un trago amargo, lo saben.
Si bien los bloques que la empresa edificó se desmantelarán, se estima que habrá tres veces más viviendas. La mayoría, ociosa. ¿Y qué pasará con los hoteles? Verónica Konstantinovich, hija del empresario que compró el vagón de tren, opina que la oferta de plazas y la revalorización de la zona del Río Negro tal vez ayude a que se desarrolle el turismo.
Sánchez, el que convirtió su casa en un hospedaje, plantea que la construcción de dos rutas transversales a raíz de UPM colocará a Paso de los Toros en el lugar que siempre tuvo pero nunca supo explotar: el del ombligo del mapa.
Entonces, podría aspirar a convertirse en una ciudad estudiantil y un nuevo destino como centro de convenciones y congresos, como lo son Montevideo, Punta del Este y Colonia. “Soy uno de los que piensa que el futuro es seguro”, alienta.
El exalcalde López, en tanto, aprendió de la experiencia de Fray Bentos y Conchillas y fue intransigente en prohibir la entrada de buscadores de empleo. Hubo gente que llegó con carpas o que planeaba vivir en el auto a la espera de un puesto en UPM. “Si no eran de aquí o no tenían dónde quedarse, junto con la Policía los invitábamos a retirarse y el municipio les pagaba el pasaje de regreso”, cuenta. “La preocupación es que acá somos 13.000, tras las obras estimo que quedarán unos 2.000 puestos de trabajo fijos, y no podemos permitirnos tener un excedente de población ajena”. Así empiezan los problemas, advierte.
A veces, a Bovio también le ronda la preocupación. “No sé si tendré la fortaleza para seguir siendo secretario cuando esto se caiga, si soportaré esa presión”.
Pero luego se le pasa.
Para eso todavía falta.
Por estos días en que la tierra hierve, todo es sorpresa e ilusión.
Midland, Charrúa y La Criolla: los tres barrios de UPM en Paso de los Toros
La empresa finlandesa realiza construcciones de viviendas temporales y permanentes para alojar a unos 5.000 trabajadores. Las obras tienen lugar en 12 predios repartidos entre Paso de los Toros (2.600 alojamientos), Durazno (1.200 plazas), Carlos Reyles (unas 1.000) y Pueblo Centenario (otras 1.000). Todos son terrenos públicos, que fueron seleccionados por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en conjunto con las intendencias, ya que en el caso de los lugares donde se montan bloques habitacionales temporales, el territorio es provisto de fibra óptica, saneamiento, pavimento y alumbrado; base sobre la que luego los gobiernos podrán desarrollar sus planes de vivienda. En Paso de los Toros, se están culminando tres barrios. Midland (nombre escogido por la estación de ferrocarril que indicaba que ahí es el centro del país), tiene 52 casas permanentes, que junto a otras ocho que son construidas en Pueblo Centenario, se entregarán al ministerio una vez que terminen las obras. El barrio más populoso es el Charrúa, donde hay 68 bloques habitacionales que construyó la empresa local Volfer. El complejo incluye canchas de fútbol, de ping pong, aparatos para ejercitarse y parrilleros. Actualmente viven allí unos 300 obreros. Por último está La Criolla, un conjunto de casas de lujo, con estilo escandinavo y hermosos jardines donde se hospedarán los altos rangos con sus familias. Una vez desocupadas, estas propiedades se pondrán a la venta.