LO QUE SE VIENE EN LA PANDEMIA
Del médico que atendió los dos primeros casos de coronavirus en el país al virólogo Gonzalo Moratorio, siete especialistas resumen su año y también cuenten cómo esperan que evolucione la pandemia.
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Termina el año más extraño de nuestras vidas entre tapabocas, cuarentenas, hisopados, miedo, muertes y pocos, muy pocos abrazos. Ya lo sabemos: 2020 quedará para la historia como el año del COVID-19. Pero también es el año en el que, como nunca antes, los científicos ocuparon grandes espacios en los medios de comunicación, fueron escuchados con atención y la suya se convirtió en palabra (casi) santa. Una tarea anónima que —quizá una de las pocas consecuencias positivas de la pandemia— ahora es reconocida en forma pública. Por eso, El País convocó a siete científicos (algunos prestigiosos, cuyos nombres se han repetido mucho en estos meses; otros de perfil muy bajo) y les pidió que resuman su agitado año y que cuenten qué esperan para 2021 con la pandemia y los casos positivos en una escalada que no parece tener fin. Más abajo ellos dan su visión en primera persona.
Gonzalo Moratorio, elegido hace pocos días como uno de los 10 científicos del añopor la revista científica Nature, y Pilar Moreno del Institut Pasteur y la Facultad de Ciencias dicen que seguirá el aumento de casos en el país pero llevan algo de tranquilidad: las vacunas deberían ser efectivas a pesar de la mutación descubierta en el virus en Londres.
El médico salteño Oscar Mendoza atendió los dos primeros casos reportados en el paísy se define como un “soldado de trinchera”. Es optimista y espera que la gente reaccione a tiempo. En cambio, la intensivista e infectóloga Daniela Paciel está “aterrada” por lo que pueda suceder en los próximos meses. La microbióloga Paola Scavone, del Clemente Estable, reclama bajar la ansiedad de “tener la vacuna ya”.
El ingeniero Andrés Ferragut, integrante del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), dice que 2021 será el “año de la reconstrucción” pero advierte que ha fallado la comunicación de riesgos y pide al gobierno medidas “duras” para frenar la crecida. Lo mismo opina el virólogo Santiago Mirazo, de la Facultad de Ciencias, quien además dice que en 2021 —y hasta que se masifique la vacuna— el tapabocas y el distanciamiento seguirán siendo lo único que nos protegerá.
Allá por febrero estábamos pensando que trabajaríamos en la generación de virus como vacunas anticáncer, en seguir entendiendo cómo el virus de la hepatitis C genera sus proteínas virales y en cómo los virus saltan de especie. Pero no. Redirigimos todo al COVID-19. Vimos que había escasez de reactivos en el mercado, fundamentales para hacer el diagnóstico, y que había empresas de biología molecular que cerraban acuerdos de exclusividad con ciertos países. ¿Qué podíamos aportar? Nos imaginamos el tema del kit de diagnóstico. Y lo presentamos a fin de abril con Udelar, el Pasteur y ATGen. ANII financió los primeros 10.000 y el Fondo para la Convergencia del Mercosur unos 175.000.
Pusimos a trabajar a científicos básicos, neurocientíficos, inmunólogos, biólogos, ecólogos… Se desparramaron por todo el país y se generó una red de laboratorios que implementó el testeo. Hoy entregamos un 20% de los test y al principio de la pandemia eran más del 40%. Y tenemos 100.000 test más para entregar a costo cero a Salud Pública.
Si pensamos en 2021, el virus seguirá escalando. Tenemos que aguantar, ganar tiempo hasta que llegue la vacuna. Faltan estudios para determinar qué significa la variante del virus que se detectó en Reino Unido. Es posible que tenga mayor transmisibilidad. Pero ojo, las mutaciones son un proceso natural de los virus y no es inherentemente malo.
Las vacunas entrenan al sistema inmune para combatir al virus, y no solo para combatir esa proteína donde está la mutación. Por lo tanto, deberían ser efectivas igual. De cualquier forma, las plataformas para revisar las vacunas pueden ser reprogramables. De hecho, es lo que pasa con la vacuna de la gripe, que cambia cada año.
Hay vacunas de tecnología de ARN (como Pfizer y Moderna) que dejaron bien claro que solo requerirían seis semanas para adaptarse a esta cepa.
Y es interesante lo que dijo el GACH: si no nos hubiésemos comportado como lo hicimos antes, estaríamos con más de 120.000 infectados en nueve meses y más de 3.000 muertos. Eso puede ser lo que nos espera. Todos debemos estar espalda con espalda. Nosotros somos el problema pero tenemos que ser parte de la solución. ¿Cuál de las dos cosas queremos ser?
(*) Lo aquí escrito surge de una entrevista con Gonzalo Moratorio y Pilar Moreno, quienes desarrollaron test de diagnóstico propios desde el Institut Pasteur y la Facultad de Ciencias. Moratorio fue elegido como uno de los 10 científicos del año por la revista Nature.
La gente siempre recuerda el viernes 13 de marzo, pero en realidad mi día inolvidable fue el miércoles 11 de marzo. A las 12.35 denuncié ante la Dirección de Epidemiología dos casos con sospecha clínica fundamentada de COVID-19. Fueron los dos primeros casos en el país, según me enteré tiempo después. Contrariamente a todo lo que se pensó (pobre la diseñadora Carmela), en realidad los dos primeros casos fueron acá en Salto, de dos mujeres que venían desde Milán, Italia. Llamé aquel día desde el consultorio número nueve en la policlínica UBA 1 de Salto. Me mandaron un video instructivo para tomar la muestra. Se hizo una prueba y contraprueba... ¡era decir “tenemos coronavirus en Uruguay”! El jueves hubo un caso en el Británico y otro en La Española. El viernes 13 se confirmaron y anunciaron los cuatro positivos, los dos de Salto y esos otros dos de Montevideo. Y se decretó la emergencia sanitaria.
Fue la única vez en mi vida que quise equivocarme de verdad. Nadie esperaba nada y no había un plan de contingencia preparado. Se actuó sobre la marcha y se diseñaron los protocolos a medida que todo avanzaba.
Yo soy un soldado de trinchera, por algo me tocó lo que me tocó. Estoy convencido que nada es casual, todo tiene un propósito. Y pienso que ese propósito es enfrentarnos a nuestros propios miedos y buscar esa reserva espiritual, de generosidad y compromiso. Lograremos sobrevivir a esto y a las propias debilidades humanas. Hay que profundizar el autoconocimiento, ser empático con el otro y ponerse en su lugar, comprender y comunicarse bien. Ahora estamos en un momento crítico. El afloje era previsible. Un sociólogo amigo me había dicho a principios de año que la gente iba a tolerar y aguantar un tiempo, pero en algún momento iba a buscar una excusa y salir. Cuando se junta, la gente se siente menos vulnerable. Pero si nos aplaudían antes, este es el momento de jugar un partido y el consejo es: circulá lo menos posible.
A pesar del momento que estamos viviendo, yo quiero ser optimista. La gente va a reaccionar. Cuando las balas pican cerca, te das cuenta que te puede tocar. El miedo seguro va a operar.
Espero un 2021 igual de intenso, no creo que disminuya el trabajo. Y hay que tener cuidado con la llamada cuarta ola, con lo parapandémico: las secuelas del estrés, la angustia, la convivencia prolongada y la violencia doméstica.
Acá cada uruguayo está encargado de patear el último penal.
Como todos, el 13 de marzo mis planes estaban en otro lado: dedicado a los vehículos eléctricos, entre otros temas, y empezaba mi medio horario por paternidad porque tenía una nena de tres meses.
Fernando Paganini me empezó a llamar para que colaborara en lo que luego fue el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) y yo le decía “estoy con la nena, estoy en otra cosa”. Allá por abril me llamó otra vez y me dijo que tenía una reunión en la Dirección de Epidemiología: precisaban a alguien más. Tuve que decirle que sí y a partir de ahí empezaron ocho meses de trabajo incansable, pasional y con dedicación honoraria. Reuniones largas discutiendo con los mejores colegas. Peleándonos fuerte y leal, como en la selección uruguaya. Nos dimos palo pero con el objetivo de entender lo que pasaba y construir lo que cada uno sabe. Ha sido muy rico. Todo eso fue posible, en mi caso, gracias a que la ORT cedió mis horas de investigación.
Las contribuciones del área de datos del GACH han sido esenciales, algunas se han visto más que otras. El grupo de datos se creó para este momento, para dar la alarma cuando la cosa se empieza a desmadrar. Mientras la cosa funciona bien, no precisás proyecciones. En noviembre los indicadores empeoraron y el día 23 Fernando dio la primera alerta al gobierno de que la cosa no estaba bien.
Ahora viene 2021 y será el año de la reconstrucción. Los resultados de las vacunas han sido más prometedores de lo que se esperaba y el horizonte es más auspicioso de lo que parecía. Pero va a llevar tiempo lograr la inmunidad y no creo que hasta el invierno uruguayo tengamos una normalidad razonable. Habrá que salir de lo urgente para pasar al mediano y largo plazo, como recuperar la parte educativa y la atención médica, donde hubo un claro impacto.
En una reunión con el presidente me tocó presentar los modelos: yo le decía que las medidas hay que tomarlas pronto y rápido porque, cuando el virus se dispara, la velocidad de contagio no te da tiempo de reaccionar. Hay que tomar medidas duras para frenar la crecida. Si se satura el sistema de salud, los problemas son mucho más graves. Pero la enfermedad no la contagia el gobierno, la contagia la gente. Si no se internaliza la necesidad de bajar la burbuja y colaborar para que el número de contagios sea menor, no hay sistema que banque. Por eso creo que ha fallado la comunicación de los riesgos.
Si pudiese borrar este año de la experiencia como humana, como madre y médica, lo haría. Porque ha sido un año terrible, empezando por los miedos de mi familia hacia mí y de mí hacia ellos. Asistí a personas que murieron en soledad, sin sus familias, y eso es súper doloroso. Los médicos buscamos tener más empatía y humanizar la medicina, porque a veces nos deshumanizamos y es un mecanismo de defensa. No lo justifico pero, cuando estás muy cerca del sufrimiento o de la muerte, es una forma de protegerte. Te vas endureciendo y te preguntás: ¿cómo podés seguir soportando esto?
La asistencia diaria es agotadora. Hay que ponerse protección con todos los pacientes, hasta con los que no se sabe si son COVID. Paso por mucho estrés al intubar a alguien, porque no quiero ponerme en riesgo (pondría en riesgo a mis seres queridos y a mis colegas). Salís transpirando de la habitación de un paciente al que le hiciste una vía.
Pero de este año también rescato el trabajo en equipo, médicos y enfermeros. Y como trabajadora de la salud tengo una sensación de enojo hacia la gente que no cumple con lo que tiene que cumplir. Fue un año largo y sé que todos estamos cansados de cuidarnos, pero estamos vivos.
Nos fuimos yendo de a poquito y la gente no se dio cuenta. Las cifras de contagios crecieron mucho porque cuando escala, escala.
Y eso es lo que se venía diciendo: no tiren de la piola, miren que se dispara. ¿Cuándo colapsa el sistema? Todos hablan de los CTI pero las mutualistas ya no dan abasto para cumplir con la demanda. Yo llamo cada semana a casos positivos de COVID-19 y, aunque en su mayoría son gente joven, lo que hay es mucha angustia y un sentimiento de culpa. Muchos no saben exactamente cómo adquirieron la infección.
Pensando en lo que se nos viene, lo que más duele es que esta es la misma experiencia por la que pasaron los europeos, los argentinos… El tren no se detiene y sigue avanzando hacia un precipicio. ¡Por favor, alguien que pare esto!
Veo que el principio de año será muy complejo. El 2021 lo espero un poco aterrada. No sé qué pasará después, aunque hay luces adelante. No hay dudas de que hay que vacunarse. Luego puede haber cuestionamientos hacia las grandes empresas que están atrás de esas vacunas. Dudas cuando hay intereses económicos que trascienden los humanos y sociales, siempre.
El 16 de julio, justo el día del Maracanazo, fue un hito para nosotros. Fue la gloria. Habíamos conseguido los materiales y pudimos ver que la idea escrita en un papel funcionaba cuando la pasábamos a un tubo. Desde varios meses antes trabajábamos en el Clemente Estable en un test rápido de saliva. Ya existían reportes internacionales pero había que conocer la matriz y comparar métodos. Y entonces salimos a la prensa para conseguir fondos y hacer la validación porque el instituto no tiene recursos para eso.
Todo mi grupo —somos ocho, la mitad honorarios— giró en torno a sacar esto adelante, con miles de contratiempos como pasa siempre. Aunque también hicimos otras cosas, como un cómic (Coco y Fran contra el coronavirus) que hace poco ganó el premio a cómic del año.
Hemos avanzado mucho y tenemos que completar el trabajo, más ahora que subió la cantidad de casos. Esperamos que como mucho en un par de semanas se complete esta última instancia. La idea es que el test esté disponible cuanto antes. Es un método rápido de screening que indica la existencia de una sospecha. Un método de tamizaje: se hace antes del hisopado y previene el contagio. Si da positivo, hay que hacer cuarentena y solo el hisopado confirmará que la persona tiene COVID-19, porque puede ser falso positivo. El valor predictivo negativo es muy alto, del 96%. Mi idea es que este test esté disponible para su uso donde las autoridades lo decidan. Cuantas más herramientas haya, mejor la respuesta que podamos dar.
¿Qué podemos esperar en 2021? Esto no se va a terminar rápido, pero hay que adaptarse: aconsejo bajar la ansiedad de querer la vacuna ya. Sí, va a llegar. Pero no resolverá todo el problema ni será de un día para el otro.
El 2021 no será un año fácil pero tampoco creo que vaya a estar todo mal. Se generarán más herramientas y opciones para tratar de manejar la situación. Uruguay demostró que tiene una capacidad de adaptación muy rápida, ya pasó en marzo y puede pasar ahora. Muchos piensan que en verano se va a descontrolar. Yo creo que no, habrá más calma porque todo el mundo se va de Montevideo, que es el foco. Quizás sea muy optimista, pero creo que no será tan terrible como el 2020. Ese fue el año en el que nos enfrentamos a algo desconocido y aprendimos en tiempo récord todo. Absolutamente todo. Tenemos una caja de herramientas: hay que usarla.
Cuando el fenómeno del COVID-19 empezó a crecer, fue realmente apasionante. Empecé a ver en tiempo real lo que habíamos aprendido en todos los años y años de estudio de virología. Veíamos cómo se iba comportando la pandemia de origen zoonótico tal cual te decían los libros y papers. Y, más allá de lo dramático, todavía es apasionante el proceso.
Mi trabajo previsto para este año cambió mucho. La tarea de investigación de mesada fue poca. Más que nada fue un año de estudio, de buscar material y demás. El virus nos obligó a redirigir casi todas las energías. Hoy todo lo vinculado a la pandemia me insume bastante de mi vida laboral, más de un 60%.
Cuando a principios de año veíamos que acá la curva se achataba y se frenaba, decíamos que era un comportamiento inusual para una epidemia. Lo usual es el crecimiento potente en poco tiempo Y decíamos que en algún momento llegaría. Por eso pedíamos mantener las medidas. Por suerte nos pasó ahora y no de entrada, que hubiese sido más dramático. En aquel momento teníamos los servicios de salud con muy poca preparación, así como testeos y rastreos muy por debajo de los actuales.
Ahora estamos en una fase de preocupación porque la curva crece aceleradamente y no hay indicios de que se esté frenando. Sería tonto pensar que se puede revertir la curva, pero sí desacelerarla.
¿Qué podemos esperar para el año que empieza? El problema es que Uruguay está entrando en lo peor de la epidemia, le vemos la verdadera cara en un mes que será el peor del año. Es muy difícil predecir a cuánto va a llegar el pico de contagios. Sí podemos decir que seguirá empeorando hasta que en un momento empecemos a bajar el número de contagios. Por suerte el 2021 estará dominado por la vacuna. La vacunación empezará acá entre abril y junio y llevará un tiempo que la reciba la población necesaria. Ahí ya conoceremos cómo vendrá la vacunación global. Lo bueno de tener el diario del lunes es que vamos a ver potenciales efectos que puedan surgir. No creo que sean dramáticos.
Eso sí, el distanciamiento y el tapabocas se mantendrán durante 2021 hasta lograr la aplicación masiva. Pero antes de eso tenemos que sortear esta ola grande que nos está tocando vivir. Al gobierno no le debe temblar el pulso de tomar las medidas que haya que tomar, cuidando el aspecto sanitario, el económico y también el psicológico.