Bares que aún resisten en 18: dueños del Sportman, Facal, La Pasiva y Subte cuentan su receta para “sobrevivir”

Tras el cierre de La Papoñita, cuatro encargados de bares tradicionales de 18 relatan cómo se las ingenian para "seguir abiertos". Grupo Centro e IMM firman protocolo sobre personas en situación de calle.

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Bar de 1
Un mozo en el bar Gran Sportman
Foto: Ignacio Sánchez.

El Centro de Montevideo es más que un barrio, es el escenario de miles de historias, personales y colectivas. Es donde los montevideanos se juntaron a festejar la última copa del mundo en 1950 y donde hoy se sigue yendo en caravana cuando la hazaña deportiva hace historia (aunque eso pase menos que antes). Es el punto de encuentro para las grandes marchas sociales, sindicales y políticas. Todos caminan por 18 de Julio para hacerse oír. Es el lugar también donde hay oficinas públicas, bancos y la Universidad. Están todos los servicios, y hasta hace no tantas décadas era el único sitio donde se podía encontrar todo en pocas cuadras: cine, teatro, tiendas, restaurantes y también pagar las cuentas.

Pero ya no.

Hace tiempo que otros barrios ofrecen muchos servicios similares a los del Centro de Montevideo. Los comerciantes consultados para este informe señalan que además Carrasco ya tiene su propio “centro”, y lo mismo pasa con Pocitos y Punta Carretas. Y están los shoppings, donde se puede pasear sin tener que lidiar con la inseguridad y la decadencia de ciertas zonas céntricas.

Las personas en situación de calle que deambulan por la avenida 18 de Julio -y las calles aledañas- son ya parte del paisaje, con sus camas de cartón acomodadas sobre la vereda, caminando entre la gente, pidiendo algo de dinero para comer o pagar un boleto.

El Grupo Centro junto a la Intendencia de Montevideo (IMM) tienen un nuevo protocolo para trabajar en este tema, que acaban de firmar esta semana (ver recuadro aparte). “El número de personas en situación de calle aumentó en todo Montevideo”, dice el presidente del grupo, Armando Litvan, “pero es un fenómeno general, que pasa también en otras ciudades del mundo”.

Y, para dimensionar el problema, explica: “Según información del Ministerio de Desarrollo Social, 26 personas por día salen de la cárcel, de las cuales la mitad, 13, van a la calle”.

Es que 18 de Julio es testigo de todo. El paso de los años cambió muchísimos hábitos y formas de vivir en la ciudad. Y, entre tantas cosas, vio cómo muchos bares desaparecieron, el último emblemático fue La Papoñita hace unos días. Frente a la plaza de los Bomberos y en diagonal con la sede más grande del Banco República, La Papoñita abrió por última vez el domingo 14 de julio. En el mismo lugar funcionó antes uno de los bares de la casa Facal, de los cuales solo permanece abierto el de 18 de Julio y Yí.

Restaurante La Papoñita
Restaurante La Papoñita
Foto: Estefanía Leal

Gustavo González, uno de sus dueños, dijo en una entrevista con canal 12 que La Papoñita tenía una situación económica complicada desde hacía un tiempo. “Cada vez se factura menos, se ha diversificado mucho el Centro”, indicó.

Las vidrieras del local ya están grafiteadas. Hay vendedores ambulantes instalados sobre lo que supo ser la entrada al bar. Según cuentan varios comerciantes de la zona, el local, que es un gran punto estratégico, ya fue alquilado por una cadena de farmacias.

Para el presidente de Grupo Centro este cierre no es señal de que el Centro está “decayendo”, sino de que se están dando nuevas dinámicas. “Las cadenas de comida rápida han ganado espacio, y las esquinas que eran antes ocupadas por bares tradicionales tienen hoy solo cadenas internacionales instaladas”, dice Litvan. De hecho, frente a La Papoñita hay un moderno local de Mostaza, una cadena argentina.

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Local de comida rápida argentino.

Es notoria la instalación de cadenas, que se profundizó en los últimos dos años, y Litvan dice que es porque estas empresas ven un potencial en el lugar. “Vienen con otra tecnología, con otro marketing, con otro tipo de procedimientos. Además no hay locales importantes para alquilar, eso es una buena señal para la zona, en el sentido de que hay una demanda”, opina.

¿Pero cómo sobreviven los bares tradicionales? ¿Cómo enfrentan los problemas económicos, el aumento de personas en situación de calle y una soledad que se instala ni bien se esconde el sol? En este informe hablamos con dueños de cuatro establecimientos clásicos de la principal avenida montevideana.

Gran Sportam

En una esquina neurálgica de Montevideo, 18 de Julio y Tristán Narvaja, frente a la sede central de la Universidad y a la Biblioteca Nacional, con varias facultades cerca, el Gran Sportman se fundó en 1892. Su última gran remodelación fue un poco antes de la crisis de 2002, y para uno de sus dueños, Manuel Martínez, aquella crisis “fue un juego de niños en comparación con lo que pasó con la pandemia”.

Manuel Martínez
Manuel Martínez, uno de los dueños del bar Gran Sportman.
Foto: Ignacio Sánchez.

Es miércoles un rato antes de las nueve de la mañana y el olor a café es el único que se siente en el salón. Los bizcochos calientes esperan en el mostrador.

En sus primeros años el Sportman era conocido como el “bar de los estudiantes” o el “bar universitario”, y hoy sigue en pie como uno de los pocos bares tradicionales del Centro. “Somos bar, no quiero ni me interesa ser un restaurante”, aclara Martínez.

En la historia reciente este bar aparece como el refugio de muchos estudiantes, que se escondían en momentos de represión policial en los años previos a la dictadura.

Martínez tiene 61 años y sigue el negocio familiar. “Somos una pequeña empresa, le damos trabajo a mucha gente, aunque no lo vean así. La Papoñita cerró con 17 empleados, pero supo tener casi 50”, dice uno de los dueños de Gran Sportman, quien reconoce que el cierre del bar amigo le partió el alma: “Los conozco de toda la vida. Sé lo que hicieron, sé cómo trabajaron”.

¿Los bizcochos también los hacen ustedes?

—Claro, y todos los postres. En gastronomía sí querés ganar en algo, tenés que saber en qué ahorras. A él lo ves ahí y es uno de los dueños -dice y señala a otra persona-, todos los días a las seis de la mañana está acá prendiendo el horno. Pero sabe que ahorra dos sueldos.

El bar es de puertas abiertas a la ciudad. Dicen que no le niegan el ingreso al baño a nadie, aunque en la puerta hay un cartel que dice “baño exclusivo para clientes”. Martínez afirma que no le va a decir que no a una persona que pide el baño, que está en el Centro porque vino a trabajar: “Tengo clientes que me han dicho que, por haberlos dejado pasar al baño, empezaron a venir”.

Bar
Bar Gran Sportman.
Foto: Ignacio Sánchez.

Martínez critica cómo se trata a la gastronomía en Uruguay. “No tenemos apoyo de nadie. Acá pagamos 22%, cuando vas a cualquier parte del mundo y es un 8%”, dice sobre la carga impositiva. Le parece que todo es caro. “Vienen los turistas, le pasás la cuenta a dólares, y te dicen ‘pero esto es más caro que Estados Unidos.’ Y tienen razón”.

Al igual que otros comerciantes, tuvieron serios problemas en la pandemia. Pero no cerraron, solo dos veces por contagios internos. Con el diario del lunes Martínez cree que tendrían que haber cerrado por dos años el negocio.

Nunca habían pedido un préstamo y les tocó pedir en la pandemia. En 2026 va a terminar de pagarlo, y recién este año el negocio se sostiene. “Saqué un préstamo para pagar los sueldos y a los proveedores. No saqué un préstamo para invertir”, dice dejando ver una frustración.

Los mozos de la “vieja escuela” son claves en este negocio. Hombres que toda su vida se dedicaron a servir y atienden con rapidez. “Acá he visto cerrar grandes negocios, también separación de parejas”: Martínez dice que haría un libro con todo lo que tiene para contar.

Mozo en bar de 18 de Julio.
Mozo en bar de 18 de Julio.
Foto: Ignacio Sánchez.

Su hijo estudió gastronomía y un tiempo trabajó en el bar, pero ahora está como chef en un restaurante. “Las nuevas generaciones no entienden que vos trabajás cuando la gente descansa”, dice Martínez. “La gente no entiende cómo siendo el dueño vengo el domingo”.

Para él la IMM no da soluciones a los problemas del Centro. “Recién tuve que salir a barrer la entrada, pero yo pago mis impuestos. Hay alguien que no está haciendo su trabajo”, reclama.

-—¿Qué pasa con la gente en situación de calle?

—Hemos tenido varios problemas y es uno de los grandes temas del Centro. No tengo nada en contra de esa pobre gente, pero hay que trabajar en una solución a fondo. Porque vas caminando y te piden plata, te hablan agresivamente, están delirando o drogados. Y nadie hace nada.

—¿Pensás en cerrar?

—Mi negocio hoy no es rentable. Podría estar alquilado y viviendo tranquilo en mi casa, pero cerrar pagando lo que corresponde a todos, a personal con 40 años de trabajo, no es posible. Sale un dineral. Seguimos porque no hay más remedio, y porque amo el bar.

Bar Facal

La fuente de los candados sobre 18 de Julio es un atractivo turístico del Bar Facal. El padre del actual dueño la trajo de Puerto Vallarta, México, a fines de la década de 1990.

Fuente del Bar Facal por 18 de Julio
Fuente del Bar Facal por 18 de Julio
Foto: Ignacio Sánchez.

Ahora estamos en 18 de julio y Yí, una esquina que comenzó a funcionar en 1882 como fábrica de chocolates, y que ahora su dueño, Federico Celsi, busca renovar. Sirve café de especialidad tostado en Uruguay y planea una gran inversión para cambiar la vidriera y el salón. La estrategia es ir por el público más joven, porque a los más veteranos ya los tienen como clientes, y necesita sumar más consumidores.

La carta es extensa pero, estudiando los porcentajes de qué se vende más, decidió bajar la oferta. Esa fue una estrategia para reducir costos; muchas veces la materia prima se tenía qe desperdiciar o tenía productos para dos platos.

Celsi admite que los shoppings brindan otras comodidades, “principalmente en temas de estacionamiento y de percepción de seguridad”.

Bar Facal
Federico Celsi, dueño del Bar Facal.
Foto: Ignacio Sánchez.

—¿El Centro es seguro?

—La verdad es que el Centro no es un lugar inseguro. Si ves los arrebatos, los robos, seguramente sea menor que en Pocitos. Pero el tema de la percepción es otra, porque si ves una persona en situación de calle, tirada, orinada encima, no vas a pensar que es seguro.

¿Hay algo que te parece importante para estar en este negocio?

—Mi viejo viajó por todo el mundo, copiando y viendo lo que se hacía. Hoy es muy fácil hacer eso, solo con el celular. Creo que hay que adaptarse y estar siempre apostando a una propuesta de calidad. No te podés quedar quieto.

La pandemia hizo reducir el horario. Los viernes y sábados antes estaban hasta las seis de la mañana, y ahora cierran sobre la medianoche. El Centro en la noche no es un lugar amable, se sabe.

La Pasiva

Los tradicionales panchos y la mostaza siguen siendo la firma. Uno de los encargados de La Pasiva de la Plaza del Entrevero, Leonardo Macaris, dice que “aunque vos seas tradicional, seas el chivito, seas algo emblemático, la gente busca precios. Los tiempos cambian y los hábitos también”.

Local de La Pasiva sobre 18 de Julio.
Local de La Pasiva sobre 18 de Julio.
Foto: Ignacio Sánchez.

Por eso incluyeron nuevos platos en sus cartas. “La gente apunta más a cierto tipo de comida, puede ser la vegana o sin gluten. También hay modas, todo lo que es hamburguesería y el queso cheddar”, dice Macaris. Es que el público rotula a La Pasiva y “es muy difícil salir de ese lugar”, admite el encargado de una de las casas de la cadena uruguaya.

—¿Hicieron algún cambio en la carta para llegar a otro público?

—Sí. Nos enfocamos obviamente en lo tradicional. Las pizzas, las minutas, el chivito, los panchos, y la cerveza. Pero lo que sí se agregó a nuestros locales sobre todo fue cocina con platos más elaborados. Hay salmón, pollo crocante y variedades de cerdo.

La pandemia también los afectó y hay menos clientes. “Con el teletrabajo la gente dejó de venir todos los días, y esas ventas se pierden”, dice Macaris. Se achicó el horario y la falta de turistas se sigue notando. Muchos eran los que llegaban buscando probar el chivito. “Cerraron muchos hoteles en el Centro, los turistas se quedan más en Pocitos. Y los que bajan de los cruceros, muy pocos tienen libertad para circular, por lo general tienen ya un paquete armado”, dice.

La Pasiva
Salón de local de La Pasiva.
Foto: Ignacio Sánchez.

Las cadenas internacionales le hacen competencia, sobre todo en la oferta de desayuno y té que ofrecen.

—¿Y la seguridad?

—Hay policía en el Centro, pero no están en todos lados a la vez. Hay inseguridad quizás después de determinada hora. Nos pasa con nuestros empleados, a determinada hora la calle es peligrosa. Pero no es solo el Centro. Hay que buscar soluciones más de raíz.

Pizza Subte

La velocidad con la que salen las pizzas y las minutas es más rápida que la que puede prometer una cadena de hamburguesas. Hay familias que comen con bolsas de compras al lado. También hombres solos, que comen a las apuradas mientras hablan por teléfono.

A metros de 18 de Julio, sobre la calle Ejido, Pizza Subte es una reliquia que funciona desde 1958, “atendida por sus propios dueños”. Ahora con 15 trabajadores, y sin delivery propio, porque trabajan con las aplicaciones de pedidos.

“Nos pasa con Pedidos Ya, están acostumbrados a que otros lugares demoran. Nosotros nos caracterizamos por determinada velocidad”, dice Germán Larrosa uno de los dueños, tercera generación frente al mostrador, mientras corta tickets. Trabaja de cajero y también atendiendo a los proveedores. Su hijo también va los domingos “a dar una mano, así que somos cuatro generaciones”.

Pizza Subte
Germán Larrosa, uno de los propietarios de Pizza Subte.
Foto: Leo Mainé.

—¿Cómo manejaron el escenario de la pandemia? ¿Se están recuperando?

—Me gustaría decirte que sí, pero la pandemia dejó una crisis. Mucha gente ya no viene a trabajar a sus oficinas en el Centro. La modalidad de teletrabajo ha quedado insertada en varios lugares. Los horarios también se quedaron un poco más acotados, nosotros abrimos a las once de la mañana y cerramos de domingo a jueves a la una de la mañana, y viernes y sábado a las dos.

¿Y las cadenas de comida rápida? Larrosa cree que “la competencia está bien y es correcta”, y que es natural que la gente se acostumbre a otras comidas. “Igual nosotros estamos desde 1958, la cantidad de negocios que vi abrir y cerrar en estas cuadras es imposible de recordar”, cuenta el empresario.

Como todos los consultados para este informe, él cree que con los shoppings hubo un antes y un después. “Pero hay que aprender a convivir con determinadas circunstancias y con la competencia. El Centro tiene algo que no tienen los shoppings. Y a mucha gente igualmente le gusta venir acá y lo va a seguir haciendo”, dice. Es cuestión de reinventarse.

IMM y Grupo Centro

Nuevo protocolo por gente en la calle

El gobierno departamental y la asociación que agrupa a comerciantes de Centro, Cordón y Ciudad Vieja, trabajan en un nuevo protocolo para atender la realidad de las personas en situación de calle, según explica Armando Litvan, presidente de Grupo Centro. El texto se firmó y se va a empezar a aplicar en pocos días.

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Vista de la Avenida 18 de Julio, en pleno Centro.
El País

Desde hace años la Intendencia de Montevideo (IMM) trabaja de forma conjunta con los comerciantes agrupados, pero el aumento de personas en situación de calle ha hecho que el tema tenga que ser tratado con especial atención.

Este no es un problema que compete solo a la intendencia, hay otros actores involucrados y se trabaja en conjunto. Está el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), el Ministerio del Interior y la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE).

Litvan dice que la idea de este nuevo protocolo “es mejorar la coordinación de lo que ya se estaba haciendo y se va a seguir trabajando en conjunto”. Normalmente si un comerciante se encuentra con una persona en situación de calle durmiendo en la puerta de su local a la hora de abrir, y hay una situación de disputa, se llama a la Policía. Pero también es común que los comerciantes que integran el Grupo Centro se comuniquen con la agrupación para reportar lo que está pasando. “Y ahí nosotros activamos este protocolo que se dispara, para que en el operativo esté la Policía, el Mides, ASSE y la IMM luego para limpiar el lugar”. Esto “es un ejemplo de un esfuerzo que se está haciendo para mejorar la zona”, dice Litvan.

El aumento de personas en situación de calle es notorio en el Centro, sobre todo después de la reciente pandemia. Pero el fenómeno comenzó a verse con fuerza desde bastante antes en varias zonas de Montevideo.

El nuevo protocolo que se ha firmado busca dar pasos claros para accionar de forma rápida y sobre todo articulada entre las instituciones, porque muchas veces una persona es retirada de un lugar y a los pocos días vuelve a estar ahí. De hecho, es común identificar a una misma persona pidiendo o simplemente pernoctando en el mismo sitio.

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