Llegan de a miles al Parque Rodó. Se acercan de a varias decenas, algunos con sillas playeras, a un pequeño comité de base en la esquina de un balneario esteño fuera de temporada. Centenares de fieles responden al llamado en el barrio obrero de La Teja o en el centro de una capital del interior.
Están allí para verla a ella y rendirle pleitesía.
El presentador del comité Mondello en Piriápolis desenfunda toda su artillería edulcorada para darle la bienvenida. Anuncia que está por llegar una persona “que tiene el don de la palabra y que a través de la palabra es sumamente poderosa”. Una mujer “de trayectoria intachable” e “ideología perenne”, a la que nunca vieron “soltar la bandera”, y que ahora les saca “una sonrisa esperanzadora” con su ingreso al Frente Amplio.
Los militantes enloquecen cuando Blanca Rodríguez, ya sin la puntualidad del informativo, se abre camino en medio del tumulto y ondea el brazo en retribución por los cánticos y los aplausos.
—¡Vamo’ arriba Su Majestad! —grita alguien desde la multitud, y el público aplaude. La agasajan con regalos —pequeñas ofrendas—, la abrazan, y algunos hasta hacen una sutil reverencia a su paso.
Una de las presentes en el acto logra la selfie y lo narra con gritos de emoción a su celular:
—¡Mirá con quién estoy! Es la que estaba en el noticiero, ¿viste? ¡La que ahora se pasó a la política!
Blanca salió de la pantalla para tener su bautismo frenteamplista, y la reciben con la efervescencia de la novedad y la ilusión de un público que cree haber encontrado una nueva figura que los guíe a la victoria, el amuleto decisivo para quizá torcer la campaña a su favor y recuperar el gobierno, y por qué no una nueva líder para la siguiente elección.
—¡La futura presidenta! —le dicen, y Blanca sonríe.
El No que se transforma en Sí
Al principio dijo que no, después siguió diciendo que no, hasta que al final fue un sí. La historia de la Blancamanía es así, en la televisión y en la política.
Rodríguez, docente de Literatura graduada del Instituto de Profesores Artigas (IPA), entró a Canal 10 en 1986 como productora del programa Testimonios, conducido por Ángel María Luna. Fue ella quien lo abordó a él, en un casamiento, expresándole su interés por investigar temas sociales, dando inicio a su historia en los medios. Pero desde un principio advirtió que lo suyo era para estar detrás de cámaras.
—No tengo ningún interés en aparecer con mi cara en televisión.
A regañadientes, primero, hizo unas presentaciones al aire, pero en seguida fue ganando espacio en la pantalla hasta que en 1989 le insistieron para que hiciera una suplencia de diez días en el informativo. Blanca dijo que sí y esos diez días se transformaron en 38 años al frente de Subrayado.
Ya en los últimos de esos 38 —primero como dupla junto a Jorge Traverso y a partir de 2014 con el mando en solitario—, Rodríguez empezó a pensar en el retiro. Se lo comentó a los de su mayor confianza, pero pocos imaginaban que sus días fuera del informativo iban a tenerla como protagonista de las noticias.
No es que su nombre no hubiera sonado para la política partidaria. Siempre se la supo de izquierda, con simpatía por el Frente Amplio, y por eso recibía de vez en cuando el ofrecimiento, o al menos el sondeo, de poder integrarse a sus filas en la primera línea. En 2019, cuando a los oídos de Rodríguez llegó la eventual posibilidad de acompañar al socialista Daniel Martínez como compañera de fórmula presidencial, lo descartó de plano.Pero había otros que seguirían sembrando la semilla en años posteriores.
Blanca Rodríguez dice que cuando anunció públicamente, a comienzos de 2024, que en algún momento cercano se veía fuera del informativo, la política no estaba en sus planes.
—Desde hace bastante tiempo estaba con la consideración de que quería dejar el periodismo, pero realmente esto que estoy haciendo ahora no era un objetivo. No estaba en mi cabeza. Sí estaba en mi cabeza dedicarme a ayudar desde un lugar utilizando toda mi experiencia. Pero bueno, enterado de mis intenciones apareció quien ustedes saben —cuenta con complicidad a un grupo de militantes frenteamplistas en Maldonado, que ríe y aplaude ante la alusión al expresidente José Mujica y su esposa Lucía Topolansky.
Quienes mejor la conocen afirman que la negativa inicial se fue torciendo hacia el “sí”, en parte, fruto de su admiración política y personal a la pareja. Entre otras cosas, la exconductora se sensibilizó con el planteo de Mujica de que a él no le queda demasiado tiempo, que sus últimos esfuerzos los estaba dedicando a abrir las puertas a figuras que pudieran continuar su legado, y que ella podía ser eso.
Fue una de sus “últimas jugadas”: con paciencia e insistencia, Mujica logró convencer a la popular conductora de televisión que una tarde soleada del año 2000 los había entrevistado a él y a Topolansky en medio de su invernadero en Rincón del Cerro, y que, sin saber lo que depararía el futuro, sonreía maravillada ante las ocurrencias del por entonces legislador frenteamplista. Y que, quizá como una advertencia, decía al cerrar el programa:
—Nosotros estamos en esto de acercarnos de una manera diferente a una historia de la que todavía queda mucho por contar.
El Uruguay según Blanca
El sábado 7 de setiembre, cuando Blanca Rodríguez dio su primer discurso en el Parque Rodó durante el lanzamiento de campaña de la lista 609 —que la tendrá como candidata al Senado en el segundo lugar—, se encontró con un público amable, que mayoritariamente había venido a escucharla a ella, la más conocida de las celebridades televisivas estrenando una versión nueva de sí misma.
Una versión, para la mayoría, inesperada.
Un cambio de rumbo radical.
Antes de subir al escenario, salió a caminar entre el público. En la era de las selfies, muchos se le acercaron con sus teléfonos. Algunos le hablaron cara a cara, expresándole cariño. Pero otros sintieron pudor y le abrieron el paso.
Manuel, un votante histórico del MPP, prefirió mirarla de lejos. Lo suyo no fue de recatado. Quería observar las reacciones que generaba con su presencia y con su discurso.
—Estuvo bien, sé de lo que hablaba de cuando recordó la época en que los niños jugaban en la calle, cuando éramos más tranquilos, cuando un vecino cuidaba al otro; todas esas cosas las palpité en mi vida pero yo quiero empezar a conocerla en opiniones de cosas concretas que generan confrontación —dice.
Durante años Blanca fue una intermediaria entre la realidad dura de las noticias y la gente. La voz cálida, un tono sobrio, una forma de expresarse sencilla y a la vez revestida de cultura, que resumía el acontecer día a día, sin permitirse demasiado espacio para la opinión o la polémica, más que en breves acotaciones o gestos. Un leve movimiento de cabeza, el ceño apenas fruncido, una mirada inclinada hacia la cámara integraban el sutil repertorio “de sus famosas caras”, apuntan distintos excompañeros del noticiero. En sus hogares —en el living o en el dormitorio—, su audiencia proyectaba en ella lo que quería. Ahora es distinto: muchos están deseosos de ver qué tiene para decir y proponer. Y ahí empiezan las discusiones.
En esa aparición inaugural en el Parque Rodó, la exconductora de Subrayado dejó entrever las grandes líneas que guían el resto de su discurso político y que componen una especie de “Uruguay según Blanca”: la reivindicación de su origen como hija de inmigrantes gallegos que ascendió socialmente en base a educación y trabajo; la idealización del país de su infancia en el que primaban “los valores” y la integración horizontal, la preocupación por la “fractura social” y la prevalencia de la pobreza infantil —dos elementos que, según remarca, se agudizaron en este gobierno—; y el valor de la educación, la solidaridad y el diálogo como herramientas para recomponer el entramado social.
Ollas populares, niños ausentes de Primaria y otras críticas al gobierno
Mientras que desde el oficialismo hubo quienes le cuestionaron cierta vaguedad en sus afirmaciones o propuestas —entre ellas las alusiones al valor del respeto o señalamientos como que "el desafío más urgente es el de la solidaridad"—, la candidata al Senado insistió en algunos grandes ejes durante sus discursos en otros rincones del país.
Blanca Rodríguez dice por ejemplo que en los próximos años hay que recuperar a los que "se cayeron" en estos años y "hacen horas de cola en las ollas populares para comer"; que era "impensable" que hubiera récords de inasistencia en Primaria "como ocurrió en los últimos dos años"; que está segura que hay muchos jubilados que podrían colaborar para ir "a buscar a los niños" que están por fuera del sistema y ayudar a mantenerlos insertos en el ámbito educativo; que "solo el 5% mejoró su situación económica en estos años, mientras que el 95% está peor"; que "la perspectiva únicamente financiera" no puede primar por sobre el cuidado a los ecosistemas como las dunas o las franjas costeras; que la propuesta de Álvaro Delgado de dar un premio económico a los estudiantes de sectores más pobres que terminen Secundaria "habla del lugar que algunos le dan a la educación" y que "no se precisa decir mucho más".
Al ser consultada por El País respecto al concepto de "fractura social" al que se refirió durante sus exposiciones, y en qué momento considera que comenzó, Rodríguez apuntó que "es una fractura social que no existía con la profundidad que existe hoy". "Siempre tuvimos un núcleo duro de indigencia al que es difícil acceder pero tenemos una pobreza creciente en los niños", sostuvo en rueda de prensa en Maldonado.
Detrás de la cámara
“Antes le hablaba a miles pero no veía a ninguno; solo una cámara y una persona atrás”, dice la nueva incorporación del Frente Amplio a una señora que, tras pedirle una foto, le pregunta cómo la lleva su nuevo faceta de encontrarse con la gente.
El primer espectador de Blanca fue el camarógrafo Jorge Rodríguez, encargado de tomarle la prueba de cámara para conducir el noticiero.
—Tenía un ángel especial, una calidez para hablar que es lo que le hizo periodísticamente la diferencia. Ese ángel después se fue puliendo. Ella se fue enamorando de la cámara y la cámara se fue enamorando de ella y ahí es donde surge el divismo —dice Rodríguez.
Distintas figuras del canal están convencidas de que fue preparada para convertirse en una diva, “un estatus de poder sin poder” en el que convive el misterio de la lejanía y el acostumbramiento de saberla cada noche en la pantalla. Algunos sugieren que tal vez de aquellas primeras recomendaciones viene su poca disposición a dar entrevistas y el celoso resguardo de su vida privada.
—¿Viste que decís Blanca y es como si apareciera una aureola rodeando el nombre? Bueno, ella hizo eso pero creo que también la ayudaron a construirlo, porque Blanca viene de un tiempo en el que te enseñaban a hacer televisión. Te decían: usted es una presentadora de noticias y una presentadora de noticias es esto —dice Aureliano Folle, figura histórica de Subrayado.
Lleva una década aprender a hacer televisión, comentan en el ambiente. Es un acumulado de experiencia que si llega a salir bien termina convirtiendo al extraño de la pantalla en una imagen cotidiana del hogar pero arrollada en un halo de misterio que en su desembarco político Blanca Rodríguez está empezando a romper.
“Blanca es una mujer metódica”, dice Folle. Los últimos años fueron más o menos así: después de conducir el periodístico Más temprano que tarde en radio El Espectador, iba para el canal. Llegaba pasadas las 16 horas. Le traían la comida. Pedía los tapes de las noticias que presentaría más tarde. Consultaba con qué información iba a arrancar el informativo y por qué. Se retiraba a una especie de oficina. Allí, continuaba leyendo las noticias y luego recorría la redacción del noticiero, ajustando a su criterio la noticia que daría inicio a la edición central que comenzaría a las 18:55.
Antes de salir al aire pasaba por maquillaje. Esta instancia no solía superar los 15 minutos, una regla de oro que Rosario Viñoly impuso desde sus inicios en el canal. Eso, y observar a los comunicadores a través del espejo y no de forma directa cuando les aplica las pinturas, para respetar así su intimidad.
Algunas veces, cantaban juntas una canción de Sandro.
Así, como una rosa desecha por el viento / Así, como una hoja reseca por el sol / Así, como se arroja de costado un papel viejo / Así mi alma tu imagen arrojó.
“Puede ser muy graciosa, Blanca”, dice su maquilladora.
En el set, cuando no estaban al aire, la comunicadora se permitía hacerle a sus compañeros más cercanos algunos comentarios “de humor extremo” y “muy mordaces”. “Tantos años viendo gente hablar y decir y contar, y cosas que se vuelven a repetir, que adquirió una sabiduría bastante perspicaz, sobre todo en política”, dice Folle, y concluye: “Blanca es como una caricaturista de la realidad que entiende el 360° de las cosas”.
Un día se sintió mal.
En el canal todos corrían, preocupados por quién conduciría el informativo. Le había bajado la presión. Blanca estaba mareada. La ambulancia llegó y el enfermero empujó hasta su oficina una silla de ruedas. “Me clavó las uñas en el brazo y me dijo, ‘no dejes que me saquen en silla de ruedas’. Esa era una imagen de sí misma que ella no iba a permitir que vieran. La agarré y era un trapito, se me escurría del brazo. La subieron a la ambulancia y unos minutos después ya estaba al aire”, cuenta Folle.
La vio presentar las noticias sin voz. Con conjuntivitis. Haciendo fiebre. No importaba qué le pasara, “ella no faltaba nunca”. “Y vos mirabas el monitor y siempre ibas a ver a la misma Blanca. Lo que pasa es que Subrayado era su ropa. Era un tapado que ella tenía y que no lo dejó acá: se lo llevó”.
Dos años atrás, en los tiempos muertos de las pausas empezaron a fantasear con otro futuro.
—¿Hasta cuándo te vas a quedar? —le decía Folle.
Y ella respondía siempre retrucando:
—¿Y vos?
A pesar de que la noticia de su partida llevaba tiempo circulando en el canal, nunca se filtró. Folle era uno de los pocos que estaba al tanto. Viñoly, en cambio, no sabía nada y enterarse la “movilizó”. “Blanca es una persona muy compañera, muy humana;se encargaba de todos nosotros, organizaba colectas, te visitaba en el hospital, ayudaba a quien lo necesitara”. Blanca le parecía “algo eterno”. Pero la dejó —como ella dice— con el personaje abandonado en las manos.
Habían ideado juntas la imagen que Blanca Rodríguez tendría en la pantalla. La imagen de “la cara de la información”. Que se volvió icónica. Y que a lo largo del tiempo tuvo sus variaciones aunque a la audiencia le pareciera siempre inmóvil.
Unos meses atrás, Viñoly le había propuesto hacer unos cambios tenues como centrar la presencia en los ojos, enfatizando el contorno pero sin usar sombras.
—Busqué transmitir calma y tranquilidad, nunca la mirada endurecida a la hora de presentar un informe. Para su última imagen busqué imprimirle una modalidad muy suave, para que nada en el rostro de Blanca Rodríguez te agrediera.
Pero así como están quienes destacan su calidez, su habilidad para “arroparte con la palabra”, también están los que la ven como una mujer distante, fría, en ocasiones algo altanera. Son varios los integrantes de Subrayado que dicen que con Blanca en el set “nunca voló una mosca”. O que recuerdan invitados que, al verse enfrentados a la conductora, se quedaron mudos.
—¿Y qué querés? Blanca te intimida —se explicaban después.
“Tiene eso de maestra o profesora tradicional que no le gusta que nada ni nadie se salga de la raya”, dice uno de los consultados, que la aprecia lo suficiente como para explicar de dónde puede venir esa cualidad. Agrega que es cierto que Blanca impone cierta distancia, pero que no es siempre su culpa.
“Yo no bloqueo gente que piensa diferente que yo, bloqueo a la gente que es ordinaria”
Una de las cuestiones que algunos le critican a Blanca Rodríguez es su uso de la red social X, antes Twitter, en la que tiene bloqueados —desde hace ya tiempo— a una multiplicidad de usuarios, muchos de ellos medios, periodistas o comunicadores, y otros tantos que nunca le dirigieron la palabra. Ya durante su época como conductora de Subrayado, hubo colegas suyos que le cuestionaron esas formas, pero Rodríguez lo defendió como un modo de limitar la conversación a aquellos que aceptaran las reglas básicas del respeto.
En los casos en que le hicieron llegar el reclamo de usuarios que la aprecian pero habían sido bloqueados, Blanca contestó que “alguna guarangada habrán puesto”.
En estos días, luego de que la exinformativista dijo llegar a la política en búsqueda de un “mayor diálogo” y varios apuntaron entonces a sus bloqueos como una contradicción, ella volvió a defenderse con una argumentación similar.
—Saben que a mí muchas veces me cuestionan el tema de que en Twitter… que yo bloqueo gente —comentó Blanca el jueves 12 de setiembre ante unas ochenta personas, la mayoría de ellos jubilados, en el comité de base de Las Flores (Maldonado).
—¿En qué? —preguntó uno en primera fila, quizás ajeno a la polémica.
—En Twitter. No, no. Yo no bloqueo gente que piensa diferente que yo. Me parece más que razonable... Yo bloqueo ordinarieces. Yo bloqueo a la gente que es ordinaria.
Tras los aplausos de su auditorio, continuó.
—El otro día leí algo que tenía que ver con las mujeres... ¡Lo bloqueé instantáneamente! Vayamos al encuentro pero con altura, sin embarrar la conversación.
En sus discursos como flamante incorporación del Frente Amplio, Blanca ha señalado que no va a estar “jamás” en un lugar “que no sea el del diálogo”, pero sin que ello implique ceder al “barro”o el “agravio”, cuestiones que a su juicio dañan a la actividad política.
El despegue de la política
Entre los militantes del Frente Amplio que van a verla a los actos y a los comités, que se emocionan al verla con la bandera roja, azul y blanca, que sonríen con sus referencias a la cultura y el civismo, que le gritan que es “un amor” y “una divina”, está claro cuál imagen de Blanca es la que prevalece.
Como Estrella, una señora que dice estar de duelo por no tenerla más en la radio pero a la vez contenta con haberla incorporado en una faceta “más importante”, constituyen el núcleo duro de la Blancamanía.
—Ella nos educa —dice a El País tras escucharla por primera vez en su nueva faceta.
¿Pero qué hay del resto? ¿Puede Blanca Rodríguez ayudar a torcer la elección a favor del Frente Amplio?
No hay números por ahora que permitan dar una conclusión contundente. Las hipótesis, para un lado u otro, tienen mucho de olfato o intuición. Los sondeos de opinión pública que se han hecho, según consultados que tuvieron acceso a algunos de esos datos preliminares y fragmentarios, sugieren que buena parte de la población vio con agrado o al menos aceptación la incursión de Blanca en la política. De ahí a que exista un número significativo de votantes que pasen a votar al Frente por la presencia de Blanca, ya es otro cantar.
Parece más probable, coinciden casi todos, en que el mayor efecto esté puertas adentro del Frente Amplio: electores que elijan la 609 al menos en parte por la incorporación de la exconductora de Subrayado. Fuera de esos votantes frenteamplistas, la eventual influencia podría ser indirecta: que la llegada de Blanca contribuya a contagiar y entusiasmar a los más convencidos, o a abonar la idea de un Frente capaz de renovarse, y que esa ola ayude a captar más indecisos.
Como sea, lo que sí es claro para quienes han “medido” a la experiodista, es que el nivel de conocimiento y simpatía que ostenta en el electorado la puede ubicar rápidamente en la “primera línea” de los dirigentes políticos más populares del país. “Es un capital interesante para un punto de largada”, dice uno de los consultados. Por eso no es extraño que muchos la miren con atención como posible candidata a la Presidencia en 2029. Qué sucederá con ese capital, lo dirán los próximos años. Las reglas de juego, lo sabe Blanca, no son las mismas que las de un estudio de televisión.