CAMBIA EL PERFIL DE LOS JUGADORES
Expertos en ludopatía alertan por recaídas. Preocupa que la puja por ampliar el catálogo de juegos online incremente más una enfermedad que ya afecta a 35 mil personas en Uruguay.
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Después de tres días de lluvia, el sol alumbra el trajín de la avenida 18 de Julio. El brillo del mediodía atraviesa plácidamente los ventanales de los comercios hasta rebotar en los vidrios oscurecidos del casino que ocupa la esquina con Yaguarón, un codo de la ciudad en el que algunos pasan el rato y en el que otros lo pierden todo. La entrada es como una boca que engulle gente. Come sin apuro, pero a un ritmo constante: con 406 slots, es de las salas más concurridas, con entre dos mil y tres mil jugadores diarios.
La bienvenida es cálida. Dos funcionarios enfundados en trajes negros entregan sonrisas amplísimas y entre tanto diente a la vista deslizan el nuevo protocolo de ingreso tras 250 días cerrados por el virus. Antes de tomarme la temperatura y ponerme alcohol en las manos, debo quitarme el tapaboca y mirar hacia una cámara.
La cámara es una novedad, forma parte de la modernización que está llevando a cabo la Dirección General de Casinos (DGC), cargando en un software la información de los jugadores que integran el Programa de Prevención y Tratamiento del Juego Patológico. Aunque los funcionarios no lo explican, su función es registrar los huesos de mi cara y mis facciones para compararlas con las de la base de datos de las personas que tienen prohibida la entrada, porque tuvieron comportamientos violentos o porque se enfermaron de ludopatía y solicitaron que no las dejen pasar más.
Este programa de autoexclusión entró en vigencia en 2017 e impide el ingreso hasta por dos años en todos los casinos y salas que dependan de la DGC. Según plantea la psicóloga Mirian García, encargada del programa, las cámaras están para sustituir al ojo humano en la difícil tarea de detectar a los ludópatas que a pesar de haber hecho este trámite ingresan disfrazados con pelucas y lentes.
¿Cuántos son? En medio de esta digitalización la DGC no puede aportar una cifra precisa, pero en informes anteriores se mencionaron unas 60 personas. Sea cual sea el número, se sabe que los que dan este paso son una cantidad ínfima en comparación a los 35.000 ludópatas diagnosticados, según una investigación de la Facultad de Medicina.
De vuelta en el hall del casino, miro a la cámara. No suena ninguna alarma:
—Adelante —me dice el funcionario.
Camino entre hileras de máquinas que van delineando circuitos laberínticos. Acá hay demasiada gente y sin embargo nadie habla con nadie. El único contacto que importa es con el slot. Algunos jugadores están desparramados en sus butacas, otros se ponen de pie, un par almuerzan sin dejar de presionar el botón de play. Mientras juega, una mujer acaricia el centro de la pantalla como santiguándola; otra aplica un golpe de nudillos sistemático en cada fila en las que las figuras deberían coincidir para ganar.
El sonido de este lugar es una frecuencia de pitidos electrónicos que anuncian frenéticamente victorias y derrotas. Como parte de la estrategia para retener al jugador, en la sala no hay relojes a la vista. Cada minuto me parece igual al que pasó. Hasta que escucho unos golpes.
Una mujer está inclinada sobre un slot y con la palma abierta de una mano golpea la pantalla, enseguida suma la otra mano y son dos las palmas que golpean con el peso de todo el cuerpo la imagen de una chica dorada que gira y gira en las columnas del azar. Ahora cierra las manos y le pega a la pantalla con los puños. Y así sigue, intentando forzar al azar o al software para que estén de su lado.
Nadie se mete.
A su alrededor cada uno sigue imperturbable en su juego.
Más jugadores, y distintos.
El juego, como el alcohol, siempre estuvo afianzado en la cultura del entretenimiento uruguayo. En el pasado, eran hombres los que empezaban jugando en el boliche de barrio y generaban una adicción fuerte hacia las apuestas en la ruleta y los hipódromos. Pero este estereotipo del ludópata fue cambiando junto a las transformaciones que han ido teniendo los juegos de azar y la importancia de los casinos como socios del desarrollo del turismo.
El primer punto de inflexión ocurrió en la década de 1980, cuando los casinos cambiaron su impronta glamorosa tomada del mercado europeo por un ambiente más popular propio de las salas norteamericanas. Si antes se ingresaba de traje y con mucho dinero, se pasó a vestir chancletas y cargar poco efectivo.
El segundo giro, el radical, ocurrió en 1990 y a nivel mundial. “Con la globalización tecnológica, los juegos pasaron de un formato mecánico, rudimentario, donde sí había azar, a funcionar con software y el sistema generador aleatorio de números. Está diseñado para que, si uno es metódico, se entretenga un tiempo, pero ganarle es imposible”, resume el psiquiatra Óscar Coll, experto en ludopatía.
La paulatina sustitución de los juegos de paño por las máquinas tragamonedas, asociadas a apuestas de montos pequeños y “con características más adictivas”; la proliferación de la oferta de salas legales y de slots no autorizados, sumado a un perfeccionamiento de la estrategia de las salas para prolongar la estadía del jugador, más otros factores como la publicidad asociada a este rubro, tuvieron el efecto de una “una onda expansiva” que en Uruguay se traduce en una ampliación de la cantidad y del perfil de los ludópatas. Desde Jugadores Anónimos dicen que esta enfermedad, propia del siglo XXI, “le puede pasar a cualquiera”: atraviesa todas las clases sociales y todas las edades.
Ahora es mucho más común ver a mujeres, sobre todo mayores, prendidas de las slots. En algunas salas visitadas para este informe, su preponderancia es llamativa. En sí, dice Coll, se está viendo a más personas de la cuarta edad, es decir cercanos a los 90 años, con adicción al juego. “En nuestro país, para el adulto mayor no hay tanta oferta de entretenimiento. Los ancianos, especialmente las mujeres, van al casino porque lo sienten como un lugar seguro, donde los atienden bien y se sienten menos solos porque están rodeados, pero en realidad están ingresando a un ambiente de destrucción en el que pierden la jubilación”, opina el especialista.
También hay más jóvenes afectados, especialmente por el juego online. “Esta modalidad está creciendo y vuelve a la adicción más peligrosa porque está muy cerca de todos, se puede acceder desde cualquier teléfono”, plantea la psicóloga Carmen Galván, quien en enero pasado tomó la posta de Coll en la coordinación del convenio que la Facultad de Medicina mantiene desde 2009 con la DGC por el programa de Prevención y Tratamiento de la ludopatía.
Galván dirige el grupo de 15 psicólogos que atienden a los consultantes (y sus familiares) en la línea telefónica 0800 8631 y también llevan adelante las psicoterapias en modalidad individual o grupal. En 2020, debido a la pandemia, la cantidad de consultantes (205, según publicó Búsqueda y confirmó El País) estuvo por debajo del promedio de los últimos años. En 2019 habían sido 530 y en 2018, 670 entre pacientes nuevos, en tratamiento, familiares que solicitaron apoyo y consultas telefónicas y clínicas.
La misma sensación respecto a la adicción en los jóvenes que están generando los juegos online tienen desde la agrupación de Jugadores Anónimos. “Está llegando gente muy joven. La edad baja porque hay más maneras de jugar. Antes siendo menor no podías entrar al casino o hipódromo, pero ahora tenés toda la oferta de internet, de redes de cobranza, en los quioscos donde no siempre controlan la edad y están los slots clandestinos”, dice una fuente.
El problema se agrava porque los jóvenes son los que menos se adhieren al tratamiento (del total de consultantes, un 13% lo hace). Quienes lidian con ludópatas en recuperación señalan que se dispararon los adictos al Supermatch, el único juego online de apuestas deportivas legal en Uruguay, desde 2002. “Esta es la punta del iceberg. Después están todos los juegos no autorizados de apuestas deportivas, póker y slots”, plantea Coll.
De acuerdo a las últimas investigaciones nacionales, unos 91.000 juegan en línea. Si al número de personas diagnosticadas con ludopatía se le adicionan los que tienen una relación problemática con el juego, suman 80.000. El crecimiento es lineal. Coll lo expone así: “Una década atrás con estas personas llenábamos un estadio Centenario. Ahora sigue lleno y además hay gente afuera de todas las puertas esperando para entrar”.
A un clic de distancia.
Con las salas cerradas debido al COVID-19 y la consigna de “quedate en casa”, la recaudación de casinos dio pérdidas. Tal como informó Búsqueda, en 2020 ingresaron 4.671 millones de pesos, principalmente provenientes de los slots ( 3.868 millones de pesos). Por otro lado, según supo El País, La Banca habría sufrido una disminución del 30%. Pero, si bien el juego bajó, estuvo lejos de desaparecer.
Galván, que coordina los grupos de psicoterapia de ludopatía, dice que los pacientes le relatan que se volcaron a las apuestas online o al juego clandestino, especialmente en el interior del país. La ilegalidad habría crecido.
Desde la agrupación de autoayuda para familiares y amigos de jugadores Jug-anon, plantean que “el que no puede jugar a una cosa, juega a la otra”. “Hubo juegos que siempre estuvieron disponibles”, dice en referencia a la oferta de La Banca, controlados y regulados por la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas, que a su vez tienen su propia política de juego responsable.
En los últimos tiempos, además de proponer mecanismos de autolimitación de montos y de autoexclusión, la línea telefónica de asistencia al ludópata 0800 2000, también generaron tutoriales, se redujo la oferta de juegos (se eliminó El Juego de la Cédula y el Kini), la frecuencia de la Lotería, se bloquearon más de 1.400 juegos online no autorizados y se intimó a que las agencias y subagencias que tenían a su vez slots ilegales optaran por uno de los dos.
Exjerarca de esta dirección, Luis Gama cuenta que en ese momento hubo varios comerciantes que se quedaron con las máquinas —ilegales— porque les resultaban más redituables. “Hay tres veces más slots ilegales que autorizados (unos 5.000). En esos casos no hay control de juego compulsivo ni si están accediendo menores. Es un limbo que nadie persigue ni aporta ningún ingreso al Estado”, plantea Gama. Se han presentado proyectos de ley para aumentar las penas que existen por este delito, pero naufragaron.
Consultado al respecto, el actual director de Loterías y Quinielas, Ricardo Berois, dice que están preparando más instrumentos para perseguir al juego no autorizado, al que identifica como un gran responsable de la ludopatía.
Entre los juegos de La Banca, los expertos no ven un gran problema de adicción debido a que “hay más tiempo de espera entre que se juega y se tiene una recompensa, lo que disminuye la adrenalina que genera la enfermedad”. Sin embargo, entre los consultantes de las psicoterapias se constata un incremento en la compulsión por La Raspadita.
Según supo El País, varios meses atrás el órgano controlador había enviado a los vendedores del juego una directiva para atender su consumo problemático. En los quioscos dicen que lo juegan jóvenes, sobre todo de bajos recursos. “Si ganan, con ese dinero se compran otro cartón y ahí pierden”, resume una vendedora.
Otro capítulo se abre con la ampliación del catálogo de juegos deportivos y de azar por internet, previsto en una ley de 2002 que permitió la creación de Supermatch. En enero de 2020, en la salida del gobierno anterior, se autorizó y reglamentó las apuestas de algunas modalidades de juegos deportivos virtuales. “Son juegos que se acceden por internet, a cualquier hora, que duran unos 30 segundos”, detalla una fuente.
La ludopatía narrada en primera persona por un jugador
“Tenemos un dicho que dice: una apuesta no alcanza y mil no son suficientes. No existe una causa específica para despertar la ludopatía. Decimos que portamos una enfermedad compuesta por una obsesión mental hacia el juego y por una especie de alergia física a la primera apuesta. Siempre buscamos una cifra ilusoria, que no existe, porque vamos detrás de la emoción y la adrenalina que nos provoca el juego. Padecemos una enfermedad que es incurable. Si la persona no toca fondo, y pide ayuda, esa obsesión la puede llevar a perder todo, a la cárcel, al hospital, a la muerte. Yo seguí un camino espiritual a través de los 12 pasos, es un programa a base de experiencias compartidas en el que vas un día a la vez”.
Esta es una dinámica que crece en el mundo, por eso hay quienes opinan que si la demanda se incrementa exponencialmente y va a parar a negocios ilegales, sería conveniente que el Estado regule y controle una oferta reducida. Coll, en tanto, se opone. “Luego de estudiarlo mucho llegué a la conclusión de que sería muy perjudicial”, dice. Pero hay muchos intereses en el juego online.
El año pasado, tras la resolución de la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas de conceder la explotación de juegos de azar online a La Banca, los abogados del grupo del empresario Cipriani presentaron un recurso jurídico por considerar que las resoluciones son ilícitas. Si bien el presidente Luis Lacalle Pou ya firmó el aval por el casino físico, los inversores habían solicitado al gobierno anterior —conjuntamente con Enjoy— la habilitación de un casino online, que no está permitido en el país.
En distintas entrevistas, el intendente de Maldonado Enrique Antía dijo que detrás de la pausa en las obras del hotel y casino estaría la resolución de este conflicto. “Sé que Cipriani está haciendo gestiones a nivel nacional por el tema del casino”, declaró en La diaria. ¿En qué está la negociación? Ni Presidencia, ni la DGC respondieron la consulta.
Gama, quien era jerarca de la Dirección de Loterías y Quinielas en el momento de las resoluciones, plantea que el 70% en juegos online son apuestas deportivas. “Estamos hablando que se está pidiendo el otro 30%. Usar como excusa para no terminar la construcción el no tener ese otorgamiento no es relevante”.
Esta puja coincide con la reciente reapertura de los casinos y salas cuyas instalaciones se están volviendo a llenar. En los grupos de ludópatas que coordina Galván (y son supervisados por Coll), y en las agrupaciones de autoayuda, ya se ven las recaídas. Dice el médico: “Lo que nos asusta es que esto sucede en medio de una nueva transformación de la matriz del juego y en medio de presiones por intereses de grandes proyectos de inversión. Vislumbramos que si no se frena este tema, la ludopatía va a aumentar y va a ser peor”.
Un día a la vez.
Desde la DGC, lo único que declara su director, Gustavo Anselmi, es el compromiso con la comunidad para promover y sensibilizar el juego responsable. En las salas se exhiben folletos, cartelería y próximamente se implementarán talleres de sensibilización para funcionarios de identificación de jugadores patológicos.
García, la encargada del programa de Prevención y Tratamiento, dice que el plan es extender los talleres a otros entes y a centros educativos. El convenio, que tiene un costo de 763.000 pesos mensuales, está próximo a vencerse. Resta confirmar si la actual dirección de la DGC prevé la renovación, aunque todo indicaría que sí. También han planteado que desde Salto y Rivera solicitan la instalación de una regional para trabajar en psicoterapias de ludopatía.
Los expertos creen que, en concordancia con la responsabilidad empresarial y con una oferta de casinos y salas (unos 40 entre ambos) suficiente como para abastecer a una población cinco veces mayor que la nuestra, el Estado podría hacer más. Por lo pronto sugieren que se podría revisar el volumen y el mensaje de la publicidad, así como las estrategias de los casinos para retener a los jugadores.
Además de los vidrios ploteados y la falta de relojes para que se pierda la noción del tiempo, a los jugadores asiduos les regalan comida y bebida. Se organizan sorteos y espectáculos para entretenerlos en la sala. A los más gastadores se los llama para desearles feliz cumpleaños. “Hacemos lo que sea para tenerte apretando el botón por horas. ¿Y sabés una cosa? Se consigue. Las butacas de los slots tienen olor a orín”, cuenta desde el anonimato un miembro de Jugadores Anónimos que se enfermó siendo funcionario de un casino y superó la enfermedad trabajando en una sala: es más, todavía sigue ahí.
En sus 30 años de experiencia, le tocó ver a ludópatas suicidarse en la puerta de casinos. Fue testigo de cómo jugadores pasaban por encima de las piernas de un hombre tirado en el piso al que estaban asistiendo mientras sufría un infarto: ni siquiera eso los frenó. Denunció ante la Policía a un matrimonio de ludópatas que dejó durante varias horas encerrados a sus hijos dentro de una camioneta a pleno rayo de sol mientras ellos jugaban. Les tomó apuestas en la ruleta a jugadores que perdieron el aguinaldo de sus empleados y que llegaron a vender las puertas de su casa para tener efectivo. Vio a una persona apostar 300.000 pesos en un slot y perder.
“Salía de trabajar y con otros funcionarios nos íbamos a jugar a otra sala. Tenía el sueldo endeudado, le robaba plata a mi esposa de la cartera, sacaba préstamos a escondidas. Me despertaba y andaba por mi casa con los auriculares con música puestos en los oídos porque no soportaba escuchar la voz de mi conciencia que me decía ‘basta’. Con todo esto te quiero explicar que el fondo del pozo para un jugador no tiene fin”.
Pero tocar fondo puede ser el inicio de la recuperación para evitar un futuro peor. “Hay ludópatas que terminan solos, presos, en la indigencia y hay una tasa de autoeliminación muy alta”, dice Galván.
Las estadísticas de los psicólogos que atienden en el Clínicas plantean que el 6% de los consultantes son irrecuperables. Tras dos años de psicoterapia —en muchos casos combinada con reuniones en Jugadores Anónimos— el 65% logra mejorar y el 14% disminuye su frecuencia de juego.
Sin embargo, el empleado de casino que se enfermó de ludopatía dice que es un mal incurable. “Lo que hacemos en Jugadores Anónimos es determinar la causa. La punta del iceberg es el consumo activo del juego. Cuando paramos de jugar, lo que hacemos es atender a la pelota de hielo que hay debajo y la vamos desgranando con nuestros 12 pasos”, detalla.
Igual que sucede con Alcohólicos y Narcóticos Anónimos, a pesar de que en la ludopatía no hay una sustancia que medie en la adicción, se sigue el camino espiritual que indica como única meta la de superar un día a la vez. No más.
La misma consigna se repite en Jug-Anon, la agrupación que integran familiares y amigos de ludópatas creada en 1992 tras comprender que al igual que el jugador, su entorno afectado también necesita ayuda. Una de sus integrantes advierte que el que la persona enferma concurra a un grupo o terapia no es una garantía. “El familiar debe cambiar sus actitudes porque el jugador no puede hacerlo: tiene la voluntad enferma.”
La familia es clave para lograr la abstinencia, agrega. En ese período, que suele ser de unos seis meses, el ludópata no puede manejar su dinero ni documentación financiera. “Cuando llega un nuevo miembro al grupo, uno recuerda el estado emocional que tenía cuando entró y ahí es cuando nos blindamos”, dice un miembro de la organización.
Así funciona: sosteniendo al otro logra sostenerse uno mismo. “La recaída está latente siempre. Nuestro propósito no es averiguar si jugaron ni por qué, no tenemos nada para hacer contra el juego. Sería pelear contra molinos de viento que solo nos distraerían y no nos lo podemos permitir. Tenemos que protegernos y tratar con amor a nuestros familiares. Como ellos, no nos proyectamos mucho más de 24 horas. A veces incluso menos, porque como nos suelen decir, están lejos de la última apuesta pero muy cerca de la próxima”.
Los caminos para salir de la ludopatía
Más allá de los tratamientos privados, hay dos caminos esenciales para luchar contra la ludopatía que varios pacientes combinan, incluso como una forma de llenar los días con una actividad que sustituya el juego. Por un lado están las comunidades como Jugadores Anónimos y Jug-Anon, para familiares, que realizan reuniones virtuales y presenciales todas las semanas. En sus páginas web se encuentran los números de contacto. La Banca dispone de la línea de apoyo 0800 2000 y la Dirección General de Casinos (DGC) 0800 8631. A su vez, la DGC financia las psicoterapias grupales y atención individual que se realizan en el Hospital de Clínicas, Paysandú y Maldonado.