LOS DATOS NO DESCANSAN
Los casos no bajan todavía, y la tasa de positividad enciende alarmas. ¿Qué efecto están teniendo las medidas? ¿Es posible retomar el control sin restricciones más severas?
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El quiebre de fin de año y la esperanza de un nuevo comienzo parecen cosa de antes. La incertidumbre no se fue con el año que tanto se maldijo. Aunque sí hubo un quiebre, pero fue mucho antes del que marca el calendario. Un pasaje de una fase a otra, a una que se vio en todo el mundo y a la que Uruguay parecía inmune. De un día a otro, un indicador al que la población no prestaba tanta atención empezó a cobrar relevancia: la tasa de positividad. Tras cada reporte diario del Sistema Nacional de Emergencias (Sinae), se volvió de orden hacer esa regla de tres para saber dónde estamos parados, si es que existe tal cosa como estar parados: hoy se siente más complicado que nunca anticiparse al futuro.
En síntesis, parte de lo que indica este número (la tasa de positividad) es si se están detectando o no todos los casos de COVID-19. Cuando la tasa de positividad empezó a subir a partir de octubre pasado, el área de datos del GACH encendió las alarmas.
Desde el 1° de noviembre, cuando se registró una tasa de positividad del 0,7% —luego de varios picos entre 1 y 2% en días anteriores— el número viene en alza. Ayer, por ejemplo, se registró un nuevo récord: la cifra trepó al 13,66%. En marzo se había llegado a ese número, pero fue con muchos menos casos y muchos menos tests.
Pero hace ya bastante —concretamente el 23 de noviembre, cuando este indicador rondaba el 3%—, el equipo transmitió una alerta al gobierno.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), si la tasa está por debajo del 5% la epidemia está bajo control. Europa, por otro lado, pone la línea en 4%. Pero al ingeniero Andrés Ferragut, uno de los analistas de datos en el grupo de científicos que asesora al gobierno, lo que le preocupa es la tendencia, más que esos topes fijos.
Dice Ferragut: “No hay un valor consensuado de seguridad. Si uno logra bajar el ratio de test positivos es porque está aumentando el testeo y no encontrando más casos, lo que da una idea de que la foto está completa. Uruguay estuvo muy bien mientras estuvimos por debajo de 2%, por ejemplo, y es la zona a la que uno querría volver, idealmente bajando el número de casos positivos.”
Otro de los aspectos que muestra este indicador, de manera indirecta, es el de la transmisión comunitaria. “Que haya circulación comunitaria quiere decir que la estrategia de Testeo, Rastreo y Aislamiento (Tetris en inglés) no está siendo suficiente para apagar los focos que aparecen. Esto se empezó a ver en Montevideo en noviembre, cuando un brote llevaba a otro brote sin darte tiempo a aislarlo”, explica Ferragut.
Eso que pasaba en Argentina y Brasil, que todavía no nos había tocado, ya es un hecho. “El curso evolutivo de la enfermedad pasó de solo brotes de casos a una evolutiva donde en la zona metropolitana empieza a haber circulación comunitaria”, dijo en conferencia de prensa el científico Rafael Radi el 16 de diciembre.
En pocas palabras, la transmisión comunitaria significa que el virus circula entre la población sin que haya una conexión entre brotes.
El otro indicador de esto, el más directo, son los casos sin nexo identificado, que según el último informe epidemiológico del Ministerio de Salud Pública (MSP) son el 31% del total al 18 de diciembre.
Sobre estos casos, desde el MSP advierten que “no todos los que no tienen nexo en determinado momento son necesariamente casos sin nexo”. Desde la cartera señalan que cuando aparece un caso positivo que no tiene identificado de dónde se contagió, y además tiene muchos contactos, el proceso de rastreo no varía: se llama a cada persona. Pueden ser 20, 30, incluso un positivo llegó a tener 50 contactos, comenta una fuente del ministerio.
“Durante ese proceso están ‘sin nexo’. No quiere decir que después de varias llamadas no se encuentre el nexo”, agrega. Desde la cartera puntualizan que esto “no prolonga el proceso”; lo que sí lo hace es la cantidad de contactos que haya que rastrear.
Sobre esto, Ferragut advierte que una de las claves a la hora de hacer Tetris es detectar “muy rápido” los casos. “Podés tener miles de rastreadores, que si demoran dos días en detectar y aislar un caso la macana ya está hecha, ya contagió a la mayoría de los que iba a contagiar y el virus se sigue reproduciendo”, dice.
Entonces, ¿qué tan efectivo es testear en esta circunstancia de transmisión comunitaria?
La matemática e integrante del GACH, María Inés Fariello, dice sobre el rastreo: “Cuánto más crecen los casos, necesitás hacer un esfuerzo mucho más grande para que siga teniendo el mismo efecto. Mantenerlo tiene sentido siempre, porque seguís acortando el período de contagio de una gran parte de la población, aunque sea más chica. Frenás menos, pero seguís frenando un poco”.
A su vez, calcula Fariello, si hay 700 casos en un día habría que hacer 14.000 tests para llegar a aquel 5% límite que establece la OMS para “empezar a volver a la zona de control”. “Entonces no solo hay que aumentar los tests, sino bajar también la cantidad de casos”, señala la matemática.
¿Vuelta atrás?
En setiembre, cuando la pandemia todavía estaba bajo control, los científicos del Grupo Uruguayo Interdisciplinario de Análisis de Datos de COVID-19 (Guiad) publicaron un reporte sobre la dinámica del virus a bajos números. Allí advertían sobre un fenómeno ecológico: el efecto Allee.
“El efecto Allee implica la existencia de un umbral de epidemia que separa dos estados alternativos: uno de control de la enfermedad y otro de epidemia, donde la transición entre estos estados está determinada por la cantidad de personas enfermas”, dice el informe, al tiempo que advierte que, cuando se pasa de un umbral a otro, del control al no control, las medidas de la fase previa ya no surten efecto en el nuevo escenario.
Marcelo Fiori, docente del Instituto de Matemática y Estadística de la Facultad de Ingeniería (Udelar) e integrante del grupo de movilidad del GACH, es categórico: “Una vez que pasamos este umbral, no se puede volver a la situación controlada con las mismas medidas con las que se mantenía la situación controlada”, dice. “Una cosa es lo que hacíamos entre abril y setiembre, con rastreo de contactos manteníamos la epidemia bajo control. Pero esas mismas medidas, ahora, no nos permiten volver”.
Ferragut coincide: al no ser suficiente el Tetris, ahora se requieren otras conductas para volver a aquella situación de control, que puede llegar a ser con más casos que antes “pero de manera estable, no subiendo”, aclara.
Sobre las medidas anunciadas por el gobierno el 17 de diciembre, el grupo de datos es cauto. “Es muy difícil hacer proyecciones en este momento porque hay muchos factores sociales que juegan: el acatamiento de las medidas impulsadas durante diciembre, las reuniones por las fiestas y la movilidad asociada a la temporada turística. Por eso estamos un poco a la expectativa a ver qué ocurre y ver dónde hay que poner el foco”, dice Ferragut.
Fiori ubica a Uruguay en el mundo y pone ejemplos de países que durante un período de crecimiento como el que vemos nosotros ahora, impusieron medidas mucho más restrictivas. “Francia está con ‘lockdown’ (cuarentena) pero con escuelas abiertas, los trabajadores no esenciales detienen sus actividades, pero el transporte público funciona”, ejemplifica. Para el matemático hay que salir de la discusión binaria de cuarentena sí o no, y ver que hay “puntos intermedios” como el de Francia, que comenzó el segundo ‘lockdown’ a fines de octubre y la curva de contagios bajó días después.
Por otro lado, Fariello comenta que su equipo de trabajo está viendo lo que ha pasado en otros países, pero todavía no han encontrado ninguno que haya logrado bajar los casos sin hacer ‘lockdown’. Igual que Fiori, aclara que para cada país la cuarentena es distinta: no todas significan encierro. “Pero en la mayoría de los casos, implican una baja muy fuerte de movilidad”.
Al día de hoy no hay un único indicador que preocupe a los matemáticos. Las alertas están por todas partes. “Positividad, incidencia y casos sin noción de exposición son los tres indicadores en conjunto que son preocupantes para mí”, dice Fariello.
Fiori menciona la tasa de positividad, que quiere decir “que no se están haciendo tests suficientes o que la gente no está yendo a testearse”. También le preocupa la movilidad. “Se ve una disminución en Montevideo, pero se puede adjudicar a que la gente se está yendo de vacaciones. Las medidas tuvieron algo de efecto, pero creo que no es el suficiente para poder bajar la curva de contagios”, comenta. Y en particular, el famoso P7: el promedio de cantidad de casos nuevos por cantidad de habitante, ese que tiñó de rojo a Montevideo y Rivera.
Por otro lado, Ferragut pone el foco en los CTI. Dice que la cifra “aún no da para encender alarmas, pero la tendencia creciente sobre un recurso escaso es lo que hay que monitorear”. Sobre todo, agrega, porque los recursos “no están uniformemente distribuidos en el territorio y la movilidad por la temporada puede alterar los balances y requerir traslados.”
Por ahora, enero es un misterio. Su dinámica no es la misma que la de noviembre, cuando explotaron los casos. Y, como siempre —o como desde el 13 de marzo, que parece siempre—, todo está por verse, todo es “dentro de 14 días”.