UN HORIZONTE INTRINCADO
El rechazo que generó un artículo del proyecto de ley para personas trans hace tambalear la esperanza de la integración definitiva. Se discute la posibilidad de que menores puedan realizarse cirugías e iniciar tratamientos hormonales recurriendo a la Justicia si no cuentan con aval de sus padres.
Que digan lo que quieran, pero para Rodrigo Falcón el mejor día fue cuando su voz de mujer quedó ronca y apenas audible, la primera señal de que las hormonas empezaban a convertirlo en el hombre que tanto había imaginado. Ver frente a un espejo cómo le crecía la barba, ver la espalda, el cuello, las manos y los pies ensanchándose, por fin le trajo paz. Los 44 años que había pasado como mujer fueron "una vida chueca". Hasta ese momento, siempre había sentido "unas ganas inmensas de llorar". Pasa los dedos por su cabeza y termina la enumeración diciendo: "Por suerte me salieron entradas". Es el único hombre al que le hace feliz estar quedándose pelado.
Esta historia también la escucha Lucas Santos, que dio el primer paso hacia su transformación de género tres años atrás, cuando acababa de cumplir los 14. Primero se cortó el pelo, después compró ropa de varón y luego, a través de un mensaje de texto, les contó a sus amigas que a partir de ese día debían tratarlo en masculino. "Saberlo lo supe siempre, pero no sabía cómo ponerlo en palabras. ¿Y a quién le iba a contar? Entonces escribí en un papel un deseo. Puse que Lucas tenía que matar a mi yo de antes", cuenta.
Los niños comienzan a identificarse con un género incluso antes de aprender a leer, a los tres o cuatro años. Algunos de ellos expresan un género distinto a su sexo biológico. "Es un autodiagnóstico", explica la especialista en medicina sexual María Luisa Banfi. Varios médicos citan estudios psiquiátricos que revelarían que el 20% de esos niños mantendrá este sentimiento a medida que vayan creciendo.
Quienes deciden modificar su apariencia física para expresar el género que sienten como propio, son trans. Según el censo que el Ministerio de Desarrollo Social realizó en 2016 para estudiar a esta población, son alrededor de 937 personas y solo el 10% es menor de 18 años.
"Yo asociaba la palabra trans a adultos, no tenía idea de que podía haber niños, hasta que vi el video de un niño de Estados Unidos. Así que investigué qué era ser trans. Le mostré el video a mi madre y le dije: esto es lo que soy yo", cuenta Lucas.
Los cambios.
Cuando la activista Delfina Martínez menciona la importancia de que la ley integral para personas trans se apruebe, piensa en el futuro de chicas y chicos como Lucas. "Nosotras, las que ya estamos, somos unas sobrevivientes", dice, aunque tenga apenas 29 años.
El promedio de vida de esta población es de 35. El censo demostró que no hay un grupo más vulnerable que el trans. La marginalidad en la que viven desde la adolescencia (suelen abandonar el hogar a los 18 años, en la mayoría de los casos expulsados por sus familias), y el comercio sexual que practican para sobrevivir (el 67% lo ejerció en algún momento de su vida), sumado a su autoexclusión de centros de educación (solo el 12,1% terminó el liceo) y de salud debido a la discriminación, resulta en que solo el 17,6% de esta población supera los 50 años. El resto muere por lesiones ejerciendo la prostitución, se suicida, o fallece por las infecciones que provocan las inyecciones de silicona industrial, o por automedicarse con hormonas de uso animal.
Delfina cree que esta ley podría dar vuelta la página y equiparar los derechos conquistados en los últimos años a lo que es su vida cotidiana. "Del papel a la realidad", dice. La propuesta redactada por el Poder Ejecutivo y los colectivos de diversidad sexual plantea políticas públicas para asegurar su integración en el mercado laboral, en el sistema educativo y de salud, en su desarrollo cultural y social. Se pretende que el trámite del cambio registral de identidad y género pase de ser un proceso judicial a uno administrativo. También se prevé una reparación económica para las personas nacidas antes del 31 de diciembre de 1975 y que demuestren haber sido víctimas de violencia institucional o presas durante la dictadura.
Hasta ahí no hubo mayores reparos, pero el artículo 17, que regula el derecho a la intervención quirúrgica y el tratamiento con hormonas, suscitó cuestionamientos en el ámbito civil, político, médico y religioso. De aprobarse, los menores de 18 años podrán acceder a intervenciones quirúrgicas y tratamientos con hormonas con el aval de sus padres o sin él. Si estos se niegan, podrán plantear su voluntad ante el Poder Judicial, haciendo valer el principio de autonomía progresiva. Este principio considera que un niño a medida que va creciendo "tiene más nociones y más derechos", explica el abogado Héctor Di Giacomo. Es el mismo que rige en la interrupción voluntaria del embarazo de una adolescente.
¿Por qué se contempló a los menores? Según expresaron los distintos colectivos, es habitual que los adolescentes sean discriminados por sus familias (seis de cada 10 según el censo). Los médicos consultados dicen que son muy pocos los que asisten acompañados de sus padres.
La discusión de este artículo generó dos bandos. De un lado están los que creen que, al igual que la guía de educación sexual que se presentó el año pasado, la ley está basada en ideología de género, según la cual el sexo es un rol social que se puede construir autónomamente y no está dado por la naturaleza. Gerardo Correa, fundador de la agrupación A mis hijos no los tocan, surgida para combatir la implementación de la guía, opina que la ley quiere "adoctrinar a los niños". "Están promoviendo cortarles los genitales a los niños sin el permiso de los padres", dice. Por eso comenzó a juntar firmas en contra del proyecto. Por ahora van 292.
Del otro lado, están los activistas y los médicos que trabajan con esta población. Ellos aseguran que, aunque se desconozca, la realidad que plantea el artículo ya existe. Hay adolescentes de 16 años que comenzaron el tratamiento con hormonas con el consentimiento de sus padres y se atienden con prestadores de salud públicos y privados.
Mientras tanto, los senadores que comenzarán a tratar en dos semanas el proyecto en la Comisión de Población, Desarrollo e Inclusión, advierten, sea cual sea su partido, que este tema les preocupa y que quieren escuchar todas las voces.
Dicen los hechos.
Los martes, al doctor Daniel Márquez, referente de ASSE para la población trans, no le alcanzan las manos para atender el teléfono. Ese día la policlínica del hospital Saint Bois recibe personas trans y la sala de espera se desborda. Cuenta que algunas esperan toda la semana para atenderse con este equipo, porque fue el primero en protocolizar —cuatro años atrás— un trato adecuado.
Acá la transexualidad no se aborda como una disforia, es decir, como un trastorno psiquiátrico, "sino como un derecho", señala Márquez. Acá no existe el terror a ser llamado en público por el nombre de nacimiento, una incomodidad tan grande que expulsó históricamente a los trans de los centros de salud y de estudio.
"Tengo la sensación de que en algunos lados se trata el tema de la cirugía y de la hormonización como si fuera elegir un producto en el supermercado. La indicación de la cirugía y de hormonas tiene un proceso previo de evaluación con distintos especialistas que está protocolizado. No es una decisión personal únicamente, sino médica", aclara.
Para entender cómo viene sucediendo, primero hay que dejar hablar a las cifras. Menos del 1% de la población trans quiere operarse. Los prestadores de salud privados y públicos (Clínicas, Maciel y Pereira Rossell) colocan implantes y quitan mamas, extraen el útero y los ovarios y construyen una vulva, pero aún no se realizan peneplastias aunque, según la psicóloga de ASSE Mónica Reina, existe esta demanda. Para estas cirugías se requiere una indicación médica. "Jamás se intervino a un niño y sería irreal que un médico lo hiciera", señala Márquez.
¿Qué sucede con los tratamientos hormonales? Desde que en 2016 el Ministerio de Salud Pública publicó la guía clínica para la hormonización en personas trans, los prestadores de salud deben dar este servicio. Esto no quita que el trato siempre sea el correcto. La primera endocrinóloga que atendió a Lucas lo trató en femenino y cuestionó la moral de su madre.
Según Márquez, hay un falso concepto "de que todo trans quiere hormonizarse". De acuerdo al censo solo el 22% toma hormonas. La principal explicación de este número escueto es que el tratamiento afecta la erección y esto perjudicaría la principal fuente laboral de la mayoría: el comercio sexual.
Otras personas como Lucas y Delfina optaron por no tomarlas porque se sienten bien con sus cuerpos tal y como están. También entre los trans se quiere romper con los estereotipos.
Y además influye que menos del 50% de quienes solicitan las hormonas obtienen la indicación médica. El equipo del Saint Bois y los endocrinólogos en las mutualistas evalúan de forma interdisciplinaria si el momento físico y psíquico es el adecuado para recibir el tratamiento. "Si el usuario tiene un alto riesgo cardiovascular, alguna enfermedad de origen hormonal o algún problema de salud mental, se aplaza la indicación", dice Márquez. ¿Hay menores hormonizados? En el Saint Bois hay cuatro pacientes de 16 años que realizan el tratamiento con el consentimiento de los padres.
El bien de los niños.
Tres semanas atrás, el endocrinólogo estadounidense Paul Hruz llegó a Montevideo financiado por un grupo de endocrinólogas preocupadas por la hormonización en adolescentes y en niños. Consultada al respecto, una de ellas, la doctora Patricia Bozzo prefirió no hacer declaraciones. Solamente admitió que no tiene experiencia con pacientes trans y que desconoce que ya hay endocrinólogos atendiendo a trans (mayores o menores de edad).
Su preocupación, al igual que la del doctor Hruz, son las consecuencias del bloqueo de la pubertad con fármacos, tratamiento previo a la hormonización en adolescentes menores de 16. Según la doctora Cristina Belzarena, otra de las endocrinólogas que patrocinó la visita de Hruz, "no sería conveniente realizar este tipo de tratamiento hasta una vez superado el desarrollo puberal porque puede afectar la talla final del niño y/o la masa ósea".
Entre aplausos de quienes se oponen a este artículo de la ley y abucheos de quienes lo defienden, Hruz tuvo espectadores civiles y también políticos, porque fue recibido en el Parlamento por los senadores que tratarán el proyecto. Por su parte, la Iglesia Católica publicó un artículo que se hace eco de sus argumentos en el quincenario de la Arquidiócesis, y es posible que la semana que viene comunique su postura.
Según le explicó Hruz a los senadores, el tratamiento "más temprano y más agresivo de la disforia de género es una tendencia entre colegas". Dijo que "no existe evidencia científica para comprobar que este tratamiento en menores sea beneficioso a largo plazo", aunque reconoció que los estudios que miden la satisfacción a corto plazo son optimistas. Planteó que no hay certeza de que el tratamiento "no sea irreversible" y "no provoque esterilidad", ya que aún no hay evidencia científica. Y que tampoco se sabe si "disminuirá el riesgo de suicidio", tan común en esta población. "Lo que sí está claro es que a estos chicos se les está pidiendo que tomen una decisión a una edad en la que no tienen conocimiento cabal de lo que es ser fértil y de lo que es la vida a largo plazo", lanzó.
Cristina Alonso, endocrinóloga especialista en población trans, opina lo contrario. Repite que la hormonización se realiza después de los 16 y que los casos en preadolescentes "son excepcionales", porque, tal como dice Hruz, "solo el 20% de los niños mantienen la incongruencia a medida que van creciendo". Por eso, lo primero que se hace es seguir al niño con un equipo multidisciplinario, "y si llegado el desarrollo puberal se demuestra que ese niño persiste con la identidad discordante a su sexo biológico y esto le genera una disconformidad social tan grande que tiene sufrimiento y riesgo de suicido, en equipo se evalúa si realizar el bloqueo de la pubertad con un fármaco cuyo efecto es completamente reversible".
Aclara que este es un grupo muy pequeño, tanto que ella solo participó en un único ateneo que analizó uno de estos casos y se decidió aplicar el fármaco. Banfi, la especialista sexual, agrega que este bloqueo se aplica para darle más tiempo al desarrollo psicológico del niño y así, "si persiste la incongruencia, cuando crezca comienza con hormonas".
Acerca del peligro de que aumente el riesgo de suicidio que expuso el doctor Hruz, la psicóloga Reino, de ASSE, y su colega Anabel Beniscelli, del Centro de Referencia Amigable de la Facultad de Psicología, dicen en los cuatro y tres años de experiencia que tiene cada una trabajando con personas que reciben hormonas, la conformidad fue del 100% y no hubo ni un solo caso de suicidio.
Historia sin fin.
Karina Pankievich, presidenta de la Asociación Trans del Uruguay, comenzó a automedicarse a los 13 años. Tomaba pastillas anticonceptivas para evitar el vello facial y provocar el crecimiento de los senos. A los 14, cuando su padre descubrió sus "inclinaciones", la echó de la casa y de Fray Bentos. Sola, viajó a Montevideo y se instaló en la Plaza Independencia. Abandonó los estudios. Vivió a la intemperie durante algún tiempo.
Cuando tenía 22 se inyectó en las curvas medio litro de aceite para avión. Era mucho más barato que implantarse. El material se compraba de forma ilegal en un local de Ciudad Vieja. Como el líquido era tan grueso, usó una jeringas para caballos. "Así nos solucionábamos el cuerpo", cuenta.
Aún hoy Márquez recibe mujeres trans con infecciones por siliconas industriales: se llenan el cuerpo aceite de comida y de aceite para bebé. La nueva moda es derretir cera de auto. También llegan pacientes que consumieron hormonas para animales. Muchas terminan con miembros mutilados, trombosis en las piernas y paralíticas. Las siliconas migran por todo el cuerpo llenándolo de grumos que actúan como si fueran tumores. El mercado negro todavía está vivo. "Es que aún no estamos llegando al núcleo más vulnerable de esta población", opina Márquez.
Para Delfina, se pueden cerrar los ojos pero no los oídos, y para que estas historias dejen de contarse es necesario acortar la brecha entre derechos conquistados y la realidad. Así, con acceso a la educación y al trabajo, con menos discriminación, con un mayor apoyo de las familias, las personas trans podrían elegir cómo tratar mejor su cuerpo.
El camino recién empieza. "A veces los cambios culturales anteceden a las leyes y otras veces es al revés", dice.
Lucas lleva nueve meses esperando turno para la audiencia en la que un juez aprobará o no su cambio de nombre y género. En marzo, cuando empezó las clases en el IAVA, tuvo miedo de escuchar de nuevo el nombre del que reniega. Pero esto no sucedió. Cuando entró al salón de clases había otros tres chicos trans. Y la adscripta les preguntó a todos cómo querían figurar en la lista. En el liceo no volvió a soportar más burlas. Ahora, lo que tiene que aguantar son los mensajes que le dejan en redes sociales. Desde el anonimato le dicen que va a morirse siendo mujer.
Un pasado en cárceles con picana, abuso y submarino
Karina Pankievich, presidenta de la Asociación Trans, fue detenida asiduamente durante la dictadura bajo cualquier excusa. La carátula policial, como la del resto de las trans, decía "pederasta pasivo". Pasaba períodos de entre dos y siete días en los calabozos. La obligaban a limpiar y a tener relaciones sexuales con oficiales a cambio de la libertad. Le daban golpizas, picana y le hacían submarinos. Una de esas noches intentó suicidarse con el cristal de una lámpara. "De acá vas a salir en silla de ruedas me dijeron, y yo ya no aguantaba más", recuerda. El proyecto de ley prevé una reparación económica de $ 11.544 (al día de hoy) mensuales y vitalicios para personas trans nacidas antes del 31 de diciembre de 1975 que hayan sufrido daño moral, físico, psicológico, así como impedimento de acceso al trabajo y estudio debido a prácticas discriminatorias ejercidas por el Estado.
Las otras propuestas que trae el proyecto.
Visibilidad.
La ley quiere incorporar la variable "identidad de género" en todos los sistemas oficiales de información estadística y en las mediciones públicas cuando se releve la variable "sexo".
Inclusión educativa.
El Sistema Nacional de Educación Pública deberá asegurar la inclusión de personas trans. El Estado tendrá que ofrecer alternativas específicas cuando circunstancias especiales hicieran peligrar el acceso y la permanencia de esta población. Los sistemas de becas deberán incorporar cupos del 2% para personas trans.
Formación.
El Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional, destinará el 1% del cupo a capacitar a esta población.
Cupo de empleo.
Se destinará el 1% de los puestos de trabajo del sector público a personas trans que cumplan con los requisitos constitucionales y legales para acceder a ellos.
Vivienda.
Está previsto incluir a esta población como grupo prioritario en programas y políticas que brinden soluciones para problemas habitacionales.
Reparación económica.
Prevé una prestación reparatoria para las personas trans nacidas antes del 31 de diciembre de 1975 que debido a su identidad de género fueron víctimas de violencia institucional. Este artículo es cuestionado por los senadores Germán Coutinho y Verónica Alonso. Coutinho adelantó que será "muy exigente para pedir pruebas" y definir cuál será el criterio que establezca quién recibirá el beneficio, mientras que Alonso opina que el camino adecuado para estos casos es la Justicia.
Cambio registral.
El trámite judicial pasaría a ser administrativo. Los menores que no cuenten con el aval de sus padres podrán recurrir a la Justicia, haciendo valer su derecho de acudir a tribunales y "ejercer los actos procesales en defensa de su derecho a ser oído y obtener respuestas cuando se tomen decisiones que afecten su vida", tal como establece el Código de la Niñez y la Adolescencia.
LA PRIMERA IMPRESIÓN DE ALGUNOS SENADORES QUE TRATARÁN EL PROYECTO EN COMISIÓN.
"Me parece bien, pero no acompaño el artículo 17 que plantea un camino preocupante por no decir peligroso. Luego de escuchar al Dr. Hruz y a algunas endocrinólogas, a mí me genera dudas; quiero escuchar otras voces".
"Votaríamos a favor, pero nos oponemos tajantemente al cambio de sexo en niños y a la reparación económica. En cuanto al primero, no vamos a cambiar de opinión; con el otro vamos a ser exigentes para pedir pruebas".
"Apoyo la reparación económica. Del artículo 17 necesito más información. Hay una evolución que el Código de la Niñez y la Adolescencia prevé para las decisiones de menores y es un elemento a tomar en cuenta en este caso".