Casi cuatro de cada 10 adolescentes tienen riesgo suicida

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Joven mirando por la baranda de un puente. Foto: Shutterstock

EN URUGUAY

Una etapa que duele. Casi cuatro de cada 10 adolescentes tienen riesgo suicida, según un estudio. La cifra de autoeliminaciones consumadas entre los menores de 19 años crece -se duplicó en siete años- y Uruguay sigue sin saber cómo sacarse el estigma de ser el país con más suicidios de la región.

Dos adolescentes por día llegan al hospital Pereira Rossell luego de haber intentado suicidarse. Algunos de ellos son niños, pero la inmensa mayoría tiene entre 12 y 15 años. La autoeliminación en estas edades es un fenómeno en aumento. Uruguay sabe de esto: es el país con la tasa de suicidios más alta de la región y a eso hay que sumarle que buena parte de quienes mueren todos los años son jóvenes menores de 19 años. Mientras que en 2010 fueron 25, en 2017 aumentaron a 47.

Adriana Martínez, profesora agregada de Psiquiatría Infantil y coordinadora de la policlínica de Conductas Autolesivas del Pereira Rossell, recibe a diario jóvenes que intentaron quitarse la vida. Llegan de todo el país y permanecen internados entre cuatro y cinco días, hasta que los médicos logren frenar la crisis. Lo ideal, dice, es que al tratamiento inicial se le sume una psicoterapia prolongada, aunque esto no siempre sucede.

La médica expresa que quienes viven en Montevideo son los que tienen mayores probabilidades de cumplir al pie de la letra con las indicaciones. En el interior, asegura, los psiquiatras infantiles escasean y no siempre hay psicólogos a disposición que puedan realizar el acompañamiento. Por eso el Pereira Rossell es el hospital de referencia del país y al que llegan todos los niños y adolescentes que se atienden en el subsector público e intentaron suicidarse.

Para que sea considerado un intento de autoeliminación, la persona tiene que tener noción de la irreversibilidad de la muerte, explica Martínez. Recién a los seis años se entiende este concepto y a la policlínica que ella dirige llegan menores de esta edad, aunque la psiquiatra hace hincapié en que son “los menos”. No obstante, los niños chicos eligen los métodos más peligrosos y con menos posibilidad de reversión, ya que van “hacia la integridad del cuerpo”.

De acuerdo con los últimos datos publicados por el Ministerio de Salud Pública (MSP), fueron cinco los menores de 14 años que se quitaron la vida en 2017. La cifra no está desglosada por edad, pero se ha mantenido estable en el último tiempo. La que sí ha aumentado es la de la franja siguiente, que abarca a los adolescentes de entre 15 y 19, y revela que 42 se suicidaron hace dos años. El País solicitó los datos correspondientes a 2018, pero en la cartera se negaron a entregarlos.

En tanto, cuantos más intentos de autoeliminación realice un adolescente, mayores son las probabilidades de que termine consumándola. Se calcula que alguien que ya trató de hacerlo tiene 40 veces más chances de morir en un suicidio que el resto. Ese es el factor de riesgo número uno, aunque no es el único. En estos casos, el apoyo de la familia y qué tanto sostén le brinden al joven resulta determinante, expresa Martínez.

De hecho, en la puerta de emergencia del Pereira Rossell les otorgan tratamiento a los pacientes y también a sus adultos referentes. La médica sostiene que la mayoría de los familiares “se da cuenta de la gravedad” del intento, si bien otros lo minimizan. “Eso complica la evolución, cuando el adolescente no es comprendido. Hay veces en las que no se entiende el sufrimiento que implica que una persona se quiera quitar la vida”, agrega.

También están los padres que culpan al joven por lo que intentó hacer; no comprenden por qué pretendió suicidarse cuando ellos consideran que “no le falta nada”. Este tipo de argumentos son frecuentes en la emergencia del hospital y los médicos deben explicarles a los familiares que los intentos de autoeliminación tienen más de una causa: “¿Cómo hizo esto con todo lo que yo le doy, con todo lo que hago por él?, son algunas de las preguntas que recibimos de parte de los adultos”, cuenta la psiquiatra.

Sin embargo, el peligro real se termina de entender si el intento se repite. En esos casos, Martínez reconoce que las familias logran dimensionar y cambian su actitud. Los psiquiatras estiman que hay entre nueve y 20 intentos previos antes de consumar el suicidio, por lo que se trata de una advertencia a la que hay que prestarle atención a cualquier edad.

No obstante, Martínez aclara: “Es un factor de riesgo. No quiere decir que un adolescente que nunca intentó, no concrete. Tampoco que uno que tenga múltiples, vaya directo a un suicidio”.

Dos directores del Pereira Rosell vendían servicios de ambulancias a centro de salud de ASSE. Foto: F. Ponzetto
En el hospital Pereira Rossell funciona la policlínica de Conductas Autolesivas, que recibe a los menores que se atienden en el sector público.

El estudio

Ana Inés Machado es psicóloga y se dedica al estudio del suicidio en los adolescentes. Dice que es el grupo en el que “más se notan los cambios de la psicoterapia”, por lo que la motiva trabajar con esta población. Hija de padres uruguayos, nació y vivió en México buena parte de su vida, pero desde hace nueve años reside en Uruguay. Desde entonces analiza cómo evoluciona este fenómeno en el país y ahora lidera una investigación sobre el tema en la Universidad Católica.

Los resultados finales no están prontos, pero Machado adelanta algunos de sus descubrimientos. Eligió una muestra de 426 liceales de distintos departamentos del país, de entre 12 y 18 años. A todos les hizo varias preguntas y llegó a la conclusión de que en el 37,9% de los consultados se detectó “algún tipo de riesgo suicida”. Del total, el 22,2% presentó el nivel más alto de riesgo, seguido por un 13,3% con riesgo moderado. El 64,1% de los adolescentes fueron catalogados con riesgo leve o sin peligro alguno.
Los últimos datos disponibles sobre intentos de suicidio en estas edades son de 2012. Mientras que la investigación de la Universidad Católica ahora asegura que casi cuatro de cada 10 jóvenes tiene riesgo suicida, hace siete años se informaba que uno de cada 10 había intentado autoeliminarse.

Estas cifras se desprenden de la II Encuesta Nacional de Salud Adolescente.

Además de los intentos previos, Machado destaca otros factores que podrían llevar a los jóvenes a quitarse la vida. Un mal relacionamiento con los pares, ser víctima de bullying, la falta de apoyo de sus familiares, los trastornos de conducta, el abuso de sustancias y la impulsividad son puntos a tener en cuenta. “A nivel mundial se ve que en la franja de adolescentes está creciendo el número de chiquilines que mueren por suicidio y Uruguay no es la excepción”, dice.

En el caso del bullying, la psicóloga reconoce que “existe desde siempre”, pero en los últimos años -gracias a la aparición de las nuevas tecnologías- el acoso escolar perdió sus fronteras y ya no se limita al ámbito educativo. Las redes sociales juegan un rol fundamental en este tema y permiten que los adolescentes sean hostigados a tiempo completo.

“El bullying ahora usa otras herramientas que son más difíciles de manejar. Clínicamente da la impresión de que se va de las manos; excede el manejo y el control. Se extendió en tiempo, en duración y en alcance. El bullying es una de las variables a considerar y tiene que ver con el nivel de estrés al que está expuesto un adolescente en estos casos, porque poder congeniar y ser aceptado por los pares es uno de los hitos importantes en su desarrollo”, agrega.

En el caso de las adolescentes mujeres que mostraron conductas suicidas, la investigación reflejó ansiedad y trastornos relacionados con este pesar. También hubo presencia de estrés postraumático y “una fuerte manifestación” de la autoagresión y de la inestabilidad emocional. “Si bien la escala de depresión no alcanzó altos niveles de significancia, se aprecia una gran incidencia del factor emocional”, señala el estudio.

Los varones con riesgo suicida, por su parte, exteriorizaron menos durante la investigación y somatizaron más que las mujeres. También sufrieron depresión, ansiedad y fobias. “Se evidencia una elevada expresión de resentimiento e indiferencia social”, agrega el texto.

A diferencia de lo que se podría pensar, Machado dice que los adolescentes “no tuvieron ningún problema” de hablar con los técnicos que realizaron el análisis. Según ella, contestaron “de forma muy honesta” y se abrieron ante las preguntas de los expertos. “A veces los prejuicios y los problemas vienen más de nuestro lado”, se sincera la psicóloga.

Grandes y chicos

Lo que más llama la atención de Machado es por qué el récord de autoeliminaciones se da en los jóvenes y en la tercera edad. Si bien no hay estudios que comparen ambos grupos, hay factores que aumentan las probabilidades sin importar la edad, como los trastornos psiquiátricos o las patologías asociadas al dolor. En 2017 fueron 113 las personas mayores de 70 años que se suicidaron en Uruguay. Hubo 686 autoeliminaciones en total ese año, la segunda cifra más alta desde la crisis económica de 2002.

La psicóloga considera que la falta de proyección entre los adolescentes también puede ser un factor de riesgo para los jóvenes. De hecho, durante el tratamiento suelen preguntarles a los pacientes cómo se ven dentro de cinco y 10 años. “Esto es una hipótesis, pero a mí me parece que Uruguay es un país difícil para proyectarse. De hecho, muchos de los chiquilines manifiestan que proyectan sus vidas fuera”, sostiene Machado.

En ese sentido, otras preguntas están relacionadas con las razones para vivir. Los técnicos indagan sobre los motivos por los que el adolescente quiere quitarse la vida y luego hacen hincapié en por qué no deberían hacerlo. “El propósito es siempre mantener a la persona con vida y reducir el riesgo”, expresa.

Por último, la psicóloga quiere desterrar una frase repetida entre los adultos: que el intento de autoeliminación en los adolescentes es un llamado de atención. Al igual que en la policlínica del Pereira Rossell, Machado no está de acuerdo con minimizar el riesgo y considera que se trata de “una falsa creencia”.

“Lo que yo siempre me pregunto es por qué alguien llamaría la atención de esa forma y no de otra. ¿Por qué alguien intentaría terminar con su vida para llamar la atención de su entorno? Todos los intentos requieren cuidado y deben ser atendidos”.

DATO I

Factores a tener en cuenta en los adolescentes

La adolescencia es una etapa de cambios, por lo que no todas las conductas extrañas pueden implicar pensamientos suicidas, aclara la psiquiatra Adriana Martínez. De hecho, ASSE elaboró una guía que incluye puntos a tener en cuenta por los adultos. Los cambios en los hábitos de dormir y comer, el retraimiento y las actuaciones violentas son algunas conductas que ameritan atención. También hay que tener en cuenta el abuso de drogas, el abandono de la apariencia habitual y los cambios profundos de la personalidad. Las quejas frecuentes sobre dolores y el aislamiento también son señales.

DATO II

Autolesiones, un problema relacionado con el suicidio

Las lesiones autoinflingidas no siempre representan un intento de suicidio, si bien están vinculados. En ese sentido, en la policlínica de Conductas Autolesivas del Pereira Rossell admiten que cada vez llegan más jóvenes que se produjeron heridas en el cuerpo. Un protocolo de actuación con adolescentes elaborado por ASSE en 2015, reconoce que estas lesiones “constituyen un problema

creciente que interpela y cuestiona las respuestas de los sistemas de salud”. Además, la Encuesta Mundial de Salud Escolar, elaborada en 2012, revela que el 19,6% de los jóvenes que dijeron no tener amigos se autolesionaron en algún momento. Lo mismo ocurrió con el 21,2% de los que creyeron que no terminarían el liceo y con el 19,2% de los que admitieron sentirse solos. En tanto, el 8,6% de los que reconocieron no sentirse comprendidos por su pares también se autoinflingieron heridas. Por más que en el sistema de salud admiten que las lesiones van en aumento, no hay estudios que cuantifiquen cuántos niños y adolescentes por año llegan a las puertas de emergencia por este motivo.

Denuncian que Primaria hace “poco” y falta un plan nacional

Los centros educativos son los lugares en los que los niños y los adolescentes pasan buena parte del día. En estos sitios se manifiestan conductas que podrían encender las alarmas, pero los docentes no siempre saben verlas. Tampoco los pares, que son quienes más conocen a sus compañeros y sabrían identificar comportamientos extraños.

Ana Inés Machado, psicóloga y experta en suicidio adolescente de la Universidad Católica, destaca que en otros países hay programas de prevención del suicidio que se implementan en las escuelas y los liceos. Sin embargo, en Uruguay estas intervenciones no terminan de desarrollarse.

Una iniciativa es el Plan de Prevención de Suicidio, elaborado por el Ministerio de Salud Pública (MSP) en el período pasado, que plantea intervenciones en los centros educativos.

Salón de clases de escuela de Montevideo. Foto: Fernando Ponzetto
Salón de clases. Foto: Fernando Ponzetto.

De acuerdo con el texto del plan, el objetivo es “implementar al menos un programa de alcance nacional de promoción y prevención de la salud en el ámbito escolar y liceal, focalizado en habilidades para la vida, impulsando el fortalecimiento de los factores protectores psicosociales y la autoestima”.

No obstante, Machado asegura que estas herramientas no se pusieron en práctica ni siquiera durante este gobierno. “Es poco lo que se hace en términos de exponer los factores de riesgo a los adolescentes mismos. Contarles a qué tienen que estar atentos en los demás compañeros, por ejemplo. Falta trabajo para hacer, porque los enfoques se han hecho en el ámbito sanitario”, agrega.

De igual forma opina Adriana Martínez, profesora agregada de Psiquiatría Infantil y coordinadora de la Clínica de Autolesividad del hospital Pereira Rossell. La médica considera que la prevención en las escuelas y los liceos “no es suficiente”.

Además del Plan de Prevención de Suicidio, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) también creó su propio protocolo para docentes. Sin embargo, Machado ha sondeado a los profesores y sostiene que “no saben dónde conseguirlo ni en qué consiste”.

No obstante, en el programa Escuelas Disfrutables de Primaria aseguran que trabajan en el tema. Stephan Decuadro, psicólogo adjunto a la coordinación de la iniciativa, dice que en 2018 hubo 92 intervenciones en centros de todo el país por ideación suicida y 44 más por intentos de autoeliminación.

“Hay una tendencia a la autoeliminación en las edades un poco más altas, pero eso no quiere decir que no se dé en niños más pequeños. La tendencia muestra que, por lo general, no se da en niños de educación inicial”, afirma.

A diferencia de otros años, en 2018 no hubo intervenciones en centros educativos debido a suicidios consumados. De haber ocurrido uno, señala Decuadro, habrían actuado.

Cuando un estudiante evidencia conductas que podrían estar relacionadas con la autoeliminación, los docentes deben denunciarlo. El equipo de Escuelas Disfrutables se activa y va al centro ese mismo día. El primer paso es derivar al alumno a los servicios de salud y procuran conseguirle una consulta con un equipo de salud mental, en la medida de lo posible, para esa misma semana.

“Lo que nosotros hacemos es la primera contención; acompañamos al niño, a la familia y a la escuela. Si el hecho ocurrió en la escuela, se trabaja con la clase o con otros niños que puedan haberlo presenciado”, explica.

El equipo de Escuelas Disfrutables está integrado por psicólogos y trabajadores sociales. Si bien suelen intervenir en situaciones límite, Decuadro destaca que mantienen un “vínculo fluido” con los centros y no solo concurren cuando pasó algo.

En ese sentido, reconoce que el problema del suicidio no se trata de forma directa con los estudiantes. No obstante, el experto asegura que abordan de manera indirecta el tema, ya que muchos de los talleres que proponen “sirven para fomentar la prevención”.

“Cuando trabajamos bullying estamos trabajando indirectamente el suicidio, porque es un factor de riesgo. Cuando trabajamos vulneración de derechos, también. Cuando hay dificultades de conducta, que puede ser por una diversidad de motivos, se analiza el problema y se plantean estrategias para cada situación”, expresa.

El equipo cuenta con 20 profesionales que abordan distintos temas en todas las escuelas del país. El acoso escolar, el abuso sexual, el trabajo infantil, la negligencia y la promoción de valores son algunos de los ejes de las intervenciones.

Importante
¿A dónde llamar durante la crisis?
Foto: Pixabay

El gobierno habilitó en julio del año pasado la línea telefónica 08000767 (SOS, por sus últimos tres dígitos) para prevenir suicidios en todo el país. El número funciona las 24 horas y los siete días de la semana.

“Es una línea de escucha, contención, información y, en casos de emergencia, de coordinaciones necesarias”, declaró entonces el director de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública, Ariel Montalbán.

Este teléfono se activó luego de que quedara sin efecto, por falta de presupuesto, el que proporcionaba la ONG Último Recurso. El Observador informó en enero de este año que el 08000767 había recibido 1.700 llamadas desde que fue inaugurado.

El 67% de los consultantes habían sido mujeres; el 32%, hombres; y el 1% restante, personas LGBT. Según datos del MSP, en 2017 se quitaron la vida 686 personas y 17.150 lo intentaron. Por lo tanto, dos uruguayos por día murieron de esta forma y 50 intentaron.

En la línea de prevención trabajan 12 profesionales -nueve psicólogos y tres enfermeros con formación en el área-, que se dividen en cuatro turnos de seis horas. Apenas entra una llamada, el sistema puede identificar si hubo contactos previos desde ese número. En caso de que sí haya habido, el historial aparecerá en la pantalla y se brindará una atención más personalizada.

El nombre, la edad, el género, el prestador de salud y la cédula de identidad de esa persona encabezan la lista de preguntas que los funcionarios deben hacer al levantar el teléfono. La información es confidencial y su finalidad es la posibilidad de trazar patrones de la conducta suicida y efectivizar la asistencia, según informó ASSE al inaugurar la línea.

Luego del cierre de la línea de Último Recurso -y con las cifras récord de la región- el gobierno implementó este nuevo teléfono, tras cuatro anuncios que nunca se concretaron.

La primera promesa ocurrió durante el mandato de José Mujica, en 2011, cuando se creó el Plan Nacional de Prevención del Suicidio. Esa idea no prosperó y en 2016, bajo la presidencia de Tabaré Vázquez, el ministro de Salud Pública, Jorge Basso, anunció la incorporación de una línea de asistencia para que los uruguayos que pensaran en el suicidio recibieran “orientación”. En julio de 2017, la entonces subsecretaria de Salud Pública, Cristina Lustemberg, prometió que la Comisión Nacional de Prevención de Suicidio implementaría un nuevo protocolo de prevención, que también incluía la implementación de una línea telefónica.

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