La cuestión. ¿En qué quedó la idea de un "crisol de razas" que proponía como ideal la globalización?
La respuesta / diferentes, desiguales y desconectados
El académico argentino, Néstor García Canclini dedica su último libro a "teorías socioculturales y fracasos políticos". Así, Diferentes, desiguales y desconectados (Gedisa, 385 pesos) traza un mapa de las relaciones de las sociedades conectadas a través de internet, por una televisión con alcance mundial o mirando un deporte convertido en un cóctel de nacionales. Mientras la multiculturalidad planteaba unas normas de respeto ante lo diferente o lo extranjero, en la interculturalidad esas relaciones están marcadas por la agresividad y el "soportar mal tanta proximidad". A veces es un texto complejo, pero García Canclini siempre es interesante.
Las transformaciones recientes hacen tambalear las arquitecturas de la multiculturalidad. Los Estados y las legislaciones nacionales, las políticas educativas y de comunicación que ordenaban la coexistencia de grupos en territorios acotados son insuficientes ante la expansión de mezclas interculturales. Los intercambios económicos y mediáticos globales, así como los desplazamientos de muchedumbres, acercan zonas del mundo poco o mal preparadas para encontrarse. Resultados: ciudades donde se hablan más de 50 lenguas, tráfico ilegal entre países, circuitos de comercio trabados donde el norte se atrinchera en aduanas agrícolas y culturales, mientras el sur es despojado. Las consecuencias más trágicas: guerras "preventivas" entre países, dentro de cada nación y aún dentro de las propias megaciudades. Se militarizan las fronteras y los aeropuertos, los medios de comunicación y los barrios.
Parecen agotarse los modelos de una época en que creíamos que cada nación podía combinar sus muchas culturas, más las que iban llegando, en un solo "caldero", ser un "crisol de razas", como declaran constituciones y discursos. Se está acabando la distribución estricta de etnias y migrantes en regiones geográficas, de barrios prósperos y desposeídos, que nunca fue enteramente pacífica pero era más fácil de gobernar si los diferentes estaban alejados. Todos -patrones y trabajadores, nacionalistas y recién llegados, propietarios, inversores y turistas- estamos confrontándonos diariamente con una interculturalidad de pocos límites, a menudos agresiva, que desborda las instituciones materiales y mentales destinadas a contenerla.
De un mundo multicultural -yuxtaposición de etnias o grupos en una ciudad o nación- pasamos a otro intercultural globalizado. Bajo concepciones multiculturales se admite la diversidad de culturas, subrayando su diferencia y proponiendo políticas relativistas de respeto, que a menudo refuerzan la segregación. En cambio, interculturalidad remite a la confrontación y el entrelazamiento, a lo que sucede cuando los grupos entran en relaciones e intercambios. Ambos términos implican dos modos de producción de lo social: multiculturalidad supone aceptación de lo heterogéneo; interculturalidad implica que los diferentes son lo que son en relaciones de negociación, conflicto y préstamos recíprocos.
A los encuentros episódicos de inmigrantes que iban llegando de a poco y debían adaptarse, a las reuniones de empresarios, académicos o artistas que se veían una semana para ferias, congresos o festivales se agregan miles de fusiones precarias armadas, sobre todo, en las escenas mediáticas. La televisión por cable y las redes de internet hablan en lenguas dentro de nuestra casa. En las tiendas de comida, discos y ropa "convivimos" con bienes de varios países en un mismo día. A los mejores futbolistas argentinos, brasileños, franceses e ingleses los encontramos en equipos de otros países. Y las decisiones sobre lo que vamos a ver, dónde y quiénes van a jugar, implican no solo mezclas interculturales: como en la televisión y la música, en el deporte no solo juegan Beckham, Figo, Ronaldo, Verón y Zidane, sino las marcas de ropa y coches que los auspician, las televisoras que se pelean por transmitir los partidos, o que ya compraron los clubes. ¿Qué es lo que mantiene creíbles las identidades en el fútbol, las referencias nacionales y locales, cuando su composición es tan heterogénea, diseñada como coproducción internacional y con fines mercantiles? ¿Acaso la aceptación de extranjeros en el deporte da claves sobre ciertas condiciones que facilitan a los diferentes ser aceptados e integrados?
Es difícil estudiar este vértigo de con-fusiones con los instrumentos que usábamos para conocer un mundo sin satélites ni tantas rutas interculturales. Los libros sobre estos temas, la mayoría escritos en inglés y pensando en los formatos de multiculturalidad existentes en Estados Unidos, Gran Bretaña o sus ex colonias, se concentran en relaciones interétnicas o de género, pero en el actual horizonte se entrecruzan otras conexiones nacionales e internacionales : de niveles educativos y edades, mediáticas y urbanas.
Intelectual estrella
Nestor García Canclini, una especie de superestrella de la academia latinoamericana dirige el Programa de Estudios sobre Cultura Urbana en la Universidad Autónoma de México. Su obra es reconocida mundialmente.