Búsquedas sin fin
En 2018 hubo 3.332 denuncias de personas ausentes, una cifra que viene en aumento y que creció 33% con respecto a 2017. La mayoría de las desapariciones son voluntarias y se resuelven en menos de 72 horas, pero este año se acumularon 45 casos que son un misterio. Familias reclaman más de la Policía.
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Mónica Berti (45) desapareció el 6 de diciembre. Dejó todo en su casa; las llaves, el celular, su billetera. Una vecina la vio tirando la basura y la saludó como todos los días, sin imaginarse que no volverían a cruzarse. Su familia pensó que había salido a pagar una cuenta, aunque al rato se percataron de que había dejado la factura sobre la mesa. Desde entonces el paradero de Berti es un misterio, tanto para sus allegados como para la Policía, que aún no pudo dilucidar qué pasó con esta mujer que se fue sin dejar ningún aviso.
Su hermano, Martín Berti, dice que no hay ningún motivo por el que ella se iría. Tiene un hijo de 12 años y está divorciada desde hace un tiempo, por lo que vive en el mismo terreno que sus padres. Según él, la familia es unida y está bastante al tanto de en qué está cada uno de sus miembros, por lo que la ausencia de Berti generó alarma a las pocas horas.
Al principio buscaron por las calles de Belvedere, cerca de su casa. También fueron a Colón y Lezica, por donde Berti solía moverse. Y si bien ella sufrió algún episodio de depresión antes, su hermano considera que no tendría nada que ver con lo que está pasando. Tienen miedo de que alguien se la haya llevado, aunque esa hipótesis se va cayendo a medida que pasan los días y nadie pide dinero a cambio. También pensaron que podría haberse ido con un hombre desconocido, pero les llama la atención que no haya avisado ni que haya vuelto a pasar las fiestas con su hijo y su familia.
Veintitrés días después, ya no saben qué pensar.
La familia se paralizó al principio, durante los primeros días de búsqueda. Dejaron de ir a la empresa en la que trabajan, de la que son dueños. Pero con el correr de las semanas, reconoce su hermano, tuvieron que retomar las actividades porque "de algo hay que vivir". Además, tienen miedo de volverse locos mientras no haya novedades, sobre todo porque sienten que la investigación "se desinfló", tanto en Fiscalía como en la Policía.

"La situación sigue incambiada, no tenemos novedades. Es como si se la hubiera tragado la tierra. Día por medio voy a Interpol, a Fiscalía, trato de apurar pero no tienen nada. Es complicado", dice.
Ahora tienen miedo de que la gente se olvide. Que los medios de comunicación dejen de difundir su foto, que los panfletos que entregaron terminen en la basura, que las autoridades cesen la búsqueda. Y ellos, que cargan con la ausencia de Berti, no hay noche en la que no se acuerden de aquel 6 de diciembre. Su hermano ya no busca como antes, pero reconoce que cada vez que anda en su auto, presta atención en las paradas de ómnibus a ver si la encuentra. Así mantiene la fe casi intacta, ya que cada día que pasa le va quitando la esperanza de volver a verla.
La Policía sigue de cerca el caso. Pero como Berti, otras 44 personas desaparecieron este año y todavía no fueron ubicadas. Sus fotos permanecen en la página de personas ausentes del Ministerio del Interior, en la que también hay datos que podrían facilitar la búsqueda. Los nombres, los apellidos, señas particulares, si son portadores de enfermedades, si tienen tatuajes o cicatrices son algunos de los datos abiertos a todo público. "Si ayudas a una sola persona a tener esperanza no habrás vivido en vano", se lee debajo de cada una de las imágenes.

Lo que más complica —y agobia— a la Policía es que 2018 fue un año récord en desapariciones. Hasta el 28 de diciembre, el departamento de Personas Ausentes del Ministerio del Interior recibió 3.332 denuncias, según información oficial a la que accedió El País. Desde 2012 la cifra viene en aumento, de hecho, ese año se registraron 297 casos. En 2015 hubo 2.200 denuncias, al año siguiente fueron 1.695 y en 2017, 2.493. La cantidad de uruguayos desaparecidos creció de forma imprevisible y las autoridades buscan respuestas para este fenómeno que se da cada vez con más frecuencia.
Francisco Guillama, jefe de esa sección, primero quiere transmitir tranquilidad. Niega que nuevas redes de trata hayan avanzado sobre el país o que haya aumentado la cifra de secuestros en los que se pide rescate. Y si bien el Ministerio del Interior está estudiando la situación, afirma que la principal hipótesis es que la Policía está mejor conectada y las denuncias que antes no se centralizaban, ahora van a un único programa informático. En otras palabras, hasta hace poco tiempo algunos casos —sobre todo en el interior— se resolvían con rapidez y nunca llegaban a los oídos de los policías en Montevideo.
Pero esas 3.332 personas no son las únicas denuncias que se recibieron este año, ya que la cifra asciende a 20.000 casos si se toma en cuenta a la "gente que busca gente". Guillama lo resume así: "En el sistema policial se caratulan diferentes hechos policiales: averiguación de paradero, persona desaparecida, fuga de INAU, menor extraviado. Si un sobrino busca a su tío por una herencia no se cataloga como persona ausente".
Los adultos que se escapan y solicitan reserva
La mayoría de las personas ausentes decidieron irse por voluntad propia, aunque la Policía no quiere precisar cuántas fueron este año. En estos casos, los efectivos contactan a la persona, se cercioran de que está bien y luego coordinan una visita presencial, porque la carpeta recién se archiva cuando hay contacto visual. Sin embargo, no siempre quieren volver con las familias, por lo que les piden a los policías que mantengan reserva sobre su paradero. Cuando esto ocurre, los efectivos llaman a las familias y les dicen que la persona está bien pero no quiere tener contacto con ellos. Pero en otros casos la situación es aún más extrema y la Policía debe mentir, ya que la persona ni siquiera quiere que su familia sepa que está bien. El jefe del Departamento de Personas Ausentes del Ministerio del Interior, Francisco Guillama, explica que su cometido es encontrar al desaparecido y no "inmiscuirse" en su vida personal. "Cuando la ubicamos y pasa que no quiere tener contacto con los familiares, entonces hablamos con el fiscal, le tomamos un acta manifestando que se encuentra bien y no quiere tener contacto. En esos casos podemos decir que el fiscal dispuso que investiguemos más", agrega Guillama. También hay situaciones en las que debe preservar a la persona, porque quizás está escapando de una situación de violencia en su casa y brindar información sería "acercarla al victimario". Pero también hay otros casos en los que la persona se fue para mantener una relación amorosa con alguien más. La Policía llama "desapariciones de fin de semana" a las situaciones en las que la persona se fuga el viernes, su familia se preocupa y denuncia el sábado, y aparece el domingo de tardecita. "Lo más importante es saber que están bien y respetar las libertades particulares", afirma Guillama.
Por lo tanto, las desapariciones tienen "rasgos particulares" dentro del espectro policial. Para que un caso se defina de esa manera, lo primero es que sus allegados busquen dentro de los lugares que frecuenta la persona habitualmente. Pero no es necesario que pasen 24 o 48 horas antes de hacer la denuncia policial, como muchos creen y repiten. Según Guillama, "una vez que pasó un tiempo prudencial y se agotaron los sitios comunes de búsqueda", se puede acudir a la comisaría para dar inicio a la investigación.
Entonces se activa el mecanismo de la Policía. Les piden a los allegados que entreguen las pertenencias que hayan dejado las personas, porque allí puede haber respuestas. Martín Berti cuenta que los efectivos se llevaron el celular y la computadora de su hermana, pero los resultados de las pericias todavía no están prontos. A su vez, las autoridades también preguntan si el desaparecido dejó una carta de despedida o algún tipo de aviso que pueda servir como indicio para dar con su paradero. Las primeras 72 horas de búsqueda, en palabras de Guillama, "son clave".
Pero toda la información es reservada y por eso las familias se desesperan. Por más que ellos no tengan nada que ver con la desaparición, cualquier filtración puede perjudicar la investigación y solo "unos pocos efectivos" están al tanto de los avances. "Un allegado puede contarle a otra persona, que quizás tenga relación con el caso, y advertirla. Muchas veces nos pasa que los familiares piensan que les ocultamos datos pero en realidad estamos tratando de preservar la búsqueda", señala Guillama.

Un enigma.
María del Huerto Figueredo (48) es otra de las desaparecidas de este fin de año, ya que no vuelve a su casa desde el 26 de noviembre. Llegó a Montevideo ese día y fue a lo de su hija, Micaela Rosa, a pedirle $1.000 para quedarse en una pensión. La mujer vive en 25 de agosto (Florida), pero debía hacerse unos estudios en el Hospital de Clínicas y pensaba quedarse a pasar la noche en la capital. Cenaron, charlaron hasta tarde y pidieron juntas un taxi, con la promesa de que se verían unos días después, cuando Figueredo cumpliera años.
"Fue todo normal. La vi bien, a ella le gusta estar sola y por eso vive en Florida, en una casa que le dejó su padre. Pero nos había pedido que fuéramos a pasar su cumpleaños con ella y a visitarla. No entendemos qué paso", cuenta su hija.
Figueredo nunca llegó a la pensión y lo único que se sabe es que esa noche pasó por una comisaría a denunciar que había perdido la cédula. Cuando se tomó el taxi la mujer tenía los documentos, por lo que su familia presume que la dejó en el auto. Rosa dio por obvio que su madre estaba bien y no se preocupó, hasta que el 8 de diciembre recibió un mensaje de Florida en el que le advertían que nunca había vuelto. Desde entonces recorrió hospitales y pensiones, pero nadie la vio.
La mujer no usa celular y no se comunica con frecuencia, por lo que los días que pasaron sin hablar no llamaron la atención de sus familiares. Su hija dice que la Policía realizó allanamientos en el interior para dar con el paradero de Figueredo, pero por ahora no hubo novedades. Tampoco se llevó nada de su casa, más allá de la poca ropa que había llevado a Montevideo, por lo que Rosa está convencida de que su madre no quería irse.
"Teníamos la esperanza de que apareciera el 15 por su cumpleaños. Y nada. Teníamos la esperanza de que apareciera el 24 para Navidad. Y nada. Ahora estamos realmente preocupados", dice su hija.
Los casos sobre los que después de 72 horas no hay avances son los que más complican a la Policía. Guillama revela que el Ministerio del Interior resuelve alrededor del 92% de las denuncias, pero reconoce que tienen "algunos casos paradigmáticos" en el tintero. Karen Martínez, la niña de ocho años que desapareció en 1997 en Rivera; José Ignacio Susaeta, el joven de 23 años que desapareció en 2015 en Solymar; y Enzo Terra, que desapareció en Montevideo en el año 2000, cuando tenía 18 años, son algunos de ellos.
Y si bien no quiere dar información específica, el policía aclara que todas esas investigaciones se mantienen. "A veces se agotan los elementos y tenemos que esperar a que surja algo nuevo para retomarla", explica. Mientras tanto, las fotos en la página de ausentes del Ministerio del Interior se acumulan a la espera de una pista, o un milagro.
Casos antiguos y paradigmáticos se acumulan en la web
En la página de ausentes del Ministerio del Interior figuran 154 personas que desaparecieron después de 1985, cuando se dio el retorno de la democracia. La mayoría de los casos (45) corresponden a los últimos meses de 2018, ya que todavía no pudieron ser resueltos. El jefe de ese departamento, Francisco Guillama, explica que en muchos casos saben que es "prácticamente imposible" que algunas personas todavía estén vivas, porque desaparecieron hace muchos años y ya en ese momento eran muy mayores. Uno de ellos, por ejemplo, es Arturo Cáceres, que figura ausente desde 1990, cuando tenía 76 años.
Si él estuviera vivo tendría 104 años. A su vez, el caso más antiguo es el de Alfredo Eduardo Selis, que desapareció en 1985 a la edad de 56 años. De estar con vida, Selis tendría 89 años. Por el momento, las autoridades no tienen pensado quitar esas imágenes de la página, porque que estén ahí demuestra que "la carpeta no se archivó" y que la investigación podría retomarse, dice el policía.
Sin embargo, Guillama reconoce que "más adelante" tendrán que revisar qué personas siguen figurando allí. A su vez, entre tantos adultos hay dos niños: Karen Martínez, que desapareció en Rivera en 1997, cuando tenía siete años; y Juan Ignacio Pertusatti, que desapareció en Montevideo en 1994, cuando tenía nueve años. No obstante, Guillama asegura que las desapariciones actuales de menores corresponden, en gran medida, a adolescentes que se fugan de sus casas. Estos casos suelen resolverse rápido, ya que habitualmente retornan antes de las 72 horas. El policía explica que en el Departamento de Personas Ausentes trabajan en conjunto con el de Delitos Informáticos porque "la inmensa mayoría" —si bien no quiere precisar cifras— son situaciones en las que los adolescentes contactaron a alguien a través de las redes sociales y se fueron para conocerlos personalmente.