Efectos de la guerra en Uruguay: productores de trigo podrían beneficiarse pero el pan se encarece

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Tropas rusas en tierra ucraniana. Foto: EFE
Kharkiv (Ukraine), 01/04/2022.- Ukrainian soldiers inspect destroyed Russian positions in the recaptured by the Ukrainian army Mala Rohan village, near Kharkiv, northeast Ukraine, 01 April 2022. Mala Rohan and the area around had recently been recaptured by the Ukrainian army from Russian forces. On 24 February Russian troops had entered Ukrainian territory in what the Russian president declared a 'special military operation', resulting in fighting and destruction in the country, a huge flow of refugees, and multiple sanctions against Russia. (Rusia, Ucrania) EFE/EPA/VASILIY ZHLOBSKY
VASILIY ZHLOBSKY/EFE

INCERTIDUMBRE

La suba en el precio del trigo es a priori una buena noticia para los productores, pero la falta de fertilizantes complica todo. El impacto también llega al consumidor. ¿Qué se puede esperar a futuro?

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Los misiles que se disparan a 12.428 kilómetros de Uruguay pueden hacer que un productor se pregunte dos veces si sembrar más o menos trigo que la última vez, que el pan aumente su precio o que eventualmente haya escasez del cereal y que el país tenga que recurrir a la importación. Algo tan lejano como el conflicto entre Rusia y Ucrania desata una ola de consecuencias que afecta a cientos de países, no solo a los involucrados. Y algunas de esas consecuencias ya se padecen —o se aprovechan, porque también hay ganadores— en el nuestro.

Para entender parte del alza de los precios hay que empezar por la tierra que ahora está en guerra. Ucrania es el cuarto exportador de trigo a nivel mundial: un 12% de las exportaciones totales procede de ese país, mientras que Rusia, líder en su comercialización, representa el 17%. Es por esta razón que la Organización de Naciones Unidas (ONU) advirtió sobre un “huracán de hambre” y un “colapso del sistema alimentario mundial”.

De hecho, según datos de las Naciones Unidas, unos 45 países africanos importan al menos un tercio de su trigo de Ucrania o Rusia. 18 de ellos importan al menos el 50% de su trigo. Algunos de ellos son Egipto —el mayor importador de trigo a nivel mundial—, el Congo, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y Yemen. “Es un asalto a los países más pobres”, aseveró el titular de la ONU António Guterres el mes pasado.

¿Qué tan grave puede ser ese “huracán”? En cifras, Ucrania exportó 18,1 millones de toneladas de trigo entre julio de 2021 y marzo de 2022. Entre marzo y junio de este año, se prevé que solo 200.000 toneladas se vendan al exterior, según la consultora ucraniana APK-Inform. Para ponerlo en perspectiva: solo la región norte de África importa cerca de 25 millones de toneladas de trigo.

Rusia, por su parte, pasó de un pronóstico de 400.000 toneladas a 33,9 millones para el período 2021-2022, según informó el pasado viernes Sovecon, una de las principales consultoras agrícolas de Moscú. ¿Por qué una brecha tan amplia? Según el comunicado de la empresa, la perspectiva cambió porque se agilizaron los envíos en la última quincena de marzo, hay más demanda —como es de esperarse— y, además, “parte de la demanda de trigo tuvo que pasar de Ucrania a Rusia”, detalla el comunicado de Sovecon.

Con sanciones y puertos bloqueados esta previsión es una incertidumbre, como lo es todo en medio de una guerra. Lo que sí es una realidad es la cautela con la que se están manejando muchos países: algunos de los que son productores de trigo ponen restricciones a la exportación para asegurarse el alimento, por ejemplo; otros salen a comprar trigo a otros proveedores. Así, el precio de este commodity se disparó como nunca y se trasladó a toda la cadena.

Carlos Foderé, director de la empresa Fadisol, lo resume en pocas palabras: “Los productores, acopiadores o empresas que tienen trigo lo vuelcan al mercado interno, a los molinos. Los molinos tienen que pagar mucho más por el trigo porque los precios están volando, y eso termina afectando a la harina y al pan”.

El precio del trigo en Uruguay se rige por el precio internacional y se vende en dólares, igual que la harina. De la misma forma que hay bolsas en el mundo financiero, las hay en el mundo de los alimentos y son las que se miran para fijar precios y comercializar. En el caso del trigo, se mira el mercado de Chicago, que es el de referencia.

En esa pizarra, el trigo pasó de valer 309 dólares por tonelada a 495 en siete días, los primeros de la guerra, marcando un récord histórico. En solo dos días se registró una suba de 100 dólares. Pero desde que hubo anuncios de negociaciones entre Ucrania y Rusia, los números bajaron. Ayer, por ejemplo, los contratos de mayo —porque el trigo se compra “a futuro”— marcaban un precio de 361,73 dólares en pizarra, y con una tendencia a la baja.

Cosecha de trigo. Foto: AFP
Cosecha de trigo. Foto: AFP

El precio del cereal es tan volátil, mucho más que el de la soja o el girasol, que hasta puede identificarse en la gráfica de su evolución la baja o el alza que “corresponde” a un ataque ruso en territorio ucraniano o a una esperanza de negociación. “Los precios del trigo copian la situación de la guerra”, dice Foderé. Como pasó siempre con el petróleo.

Pero tanta volatilidad no se explica únicamente con la oferta y la demanda. Federico Morixe, analista y consultor de mercados, sostiene que el escenario mundial fue visto por muchos inversores como “una oportunidad” para comprar trigo en Chicago y hacerlo subir.

Así fue que se disparó la referencia mundial. “El comprador empezó a ver cómo se disparaba el precio 200 dólares arriba y el vendedor también. Pero fue por los especuladores, no por la oferta y demanda genuina”, explica. Como el trigo no se compra como un celular, los especuladores compraron “un papelito” en la bolsa de futuro y se llegó a casi 500 dólares. “La gente empezó a decir ‘no compro’ y bajó (el valor), porque la gente no compra en esos precios. Fue especulación”, dice el analista.

También por los especuladores es que los alimentos han caído otros años, incluso por debajo del costo de producción. “Lo hacen subir ahora y se favorece el productor, pero hay momentos en que lo hacen bajar y el productor pierde y se favorece la industria”, agrega Morixe.

Ganadores y perdedores.

La gran preocupación que trae el conflicto —y que va a durar— es el abastecimiento de alimento y energía. Pero los países que tengan producción de alimentos (que subieron) y de energía (que también subió) de alguna manera se “salvan”. ¿En qué lugar queda Uruguay?

En principio, la suba del precio del trigo es una buena noticia para los productores, pero también acarrea incertidumbres. Foderé señala que la próxima producción de trigo es en diciembre y que Uruguay ya casi no tiene trigo para exportar. Pablo Perdomo, presidente de Cooperativas Agrarias Federadas (CAF), dice que, según le han comentado desde distintas cooperativas, había “algún negocio por cumplir y algún barco que había que completar”, por lo que hubo productores que pudieron aprovechar los buenos precios. Pero son la minoría.

El panorama cambia radicalmente respecto a la soja, que se cosecha en 15 o 20 días, que no tiene la volatilidad que ha tenido el trigo y que además “ha subido de precio con fundamentos” (por la sequía de Brasil, Paraguay y Argentina), dice Foderé. Se sabe, entonces, que hay un stock internacional bajo y eso hace subir naturalmente los precios.

En cuanto al trigo, “vemos la suba y la baja de precios siderales pero no hay manera de estar seguro de que, cuando cosechemos, los precios van a seguir siendo tan altos”, señala el productor.

El panorama no es negro, pero tampoco es de gran abundancia. Uruguay no produce energía y esto encarece todo el proceso productivo. Tanto es así que se está aprovechando la buena cosecha de soja “para mantener el área” mientras se decide si apostar o no a la inversión en el trigo. Es que hasta el área (la tierra), también ha subido el precio.

“Ya veníamos (previo a la guerra) en un proceso de encarecimiento generalizado de varios elementos e insumos fundamentales para el sector agrícola, entre ellos el factor principal: la tierra”, dice el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca Fernando Mattos. Una proporción alta de la actividad agropecuaria se realiza en tierras arrendadas, “y eso tiene un efecto de encarecimiento en el principal elemento a la hora de considerar los costos”.

La crisis marítima y logística que el mundo arrastra desde la pandemia hizo que los precios crecieran, “y a eso le agregamos el nuevo escalón de aumento que provocó la guerra”, dice el ministro, que trajo a su vez un “shock” de demanda de fertilizantes para el agro frente a una oferta disminuida, considerando que Rusia, Bielorrusia y Ucrania son piezas fundamentales en el aprovisionamiento de fertilizantes a nivel mundial.

Fernando Mattos, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca.
Fernando Mattos, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca.

Rusia, por ejemplo, es el mayor exportador de urea, fertilizante tradicional en el desarrollo de cultivos. Al ser un compuesto que necesita gas natural —la energía que más subió— para obtenerse a nivel industrial, no escapa del encarecimiento.

Los productores quieren aprovechar y apostar a la subida del trigo, pero los insumos, particularmente los fertilizantes, dificultan la jugada y no dan seguridades. “Antes iban a hacer un cultivo de trigo y tenían que invertir 500 o 600 dólares por hectárea; ahora tienen que invertir 1.000. Entonces, si lo siembran y les baja el precio, pueden estar arriesgando muchísimo”, dice Morixe. Si de acá a la cosecha, en seis o siete meses, se terminara el conflicto, “bajan todos los precios automáticamente” y países que cultivan y además adquieren fertilizantes a bajo costo —o los producen, como Pakistán— incrementarían la producción y serían mucho más competitivos.

Frente a un escenario como ese, el riesgo para el productor uruguayo se duplica, dice el experto. “No es tan sencillo como ‘lo siembro hoy y lo cosecho en seis meses’. Es imposible estimar el precio en seis meses”, apunta.

Los productores ratifican esta realidad: “La siembra de trigo va a ser muy cara y no hay quién compre a futuro con los precios de hoy”, dice Foderé. “Para mí, la conclusión es una gran incertidumbre: donde más afecta la guerra es en el trigo, y es justamente donde menos certeza hay de tener producción”. Esto no sucede tanto en el resto de los cultivos: la cebada, por ejemplo, se siembra bajo contrato con malterías. Lo mismo pasa con la canola, puntualiza, el productor.

Lo que dicte el mercado.

¿Exoneraciones? ¿Subsidios? ¿Cómo surfear el encarecimiento en las góndolas y en el campo? Por ahora, la medida que ha tomado el Ejecutivo en relación a la suba de la harina es la quita del IVA a los panificados y fideos por el plazo de un mes.

Álvaro Pena, presidente del Centro de Industriales Panaderos del Uruguay (CIPU), dice que cualquier medida “paliativa” es bienvenida. Los panaderos sabían que se venía un encarecimiento incluso antes de la guerra, porque veían cómo estaban sufriendo la suba de precios los panaderos de países vecinos. Esto no es una sorpresa.

Pena dice: “la harina es nuestro petróleo”. Igual que el petróleo, se maneja con precios internacionales. A su vez, “a las panaderías nadie les fija un precio, cada uno tiene su economía y es libre de poner el precio de venta”, dice. ¿Cómo amortiguar la suba? ¿Cómo bajar la cifra que se ve en las góndolas del pan? “No es una cosa que ellos (el gobierno) ni nosotros podemos manejar. Es el mercado”.

Por otro lado, Mattos dice que la única acción que el gobierno puede tomar para aliviar el encarecimiento en el sector productivo “en un esquema de libre mercado” es “intentar asegurar el aprovisionamiento de fertilizantes”. “Estamos haciendo gestiones de carácter político y diplomático a los efectos de que los importadores uruguayos —que en definitiva son los que tienen que cerrar el negocio— tengan asegurado proveedores alternativos, sustituyendo a los países en conflicto”, dice. “Y, por otro lado, estamos trabajando para mejorar los aspectos de costos logísticos en la descarga (de la mercadería), dando alguna prioridad para que los barcos de fertilizantes no queden en la rada del puerto esperando muelle para no generar costos adicionales en la infraestructura uruguaya”, puntualiza Mattos. Entre los posibles proveedores que el gobierno está evaluando están los países del Golfo, Egipto y Bolivia.

Otra alternativa por la que optan algunos países en esta crisis es subsidiar al productor o hacer que tenga costos más bajos “para que siga sembrando igual a través de seguros de cultivo o reducción de impuestos”, explica Morixe, “pero siempre sacrificando el ingreso al Estado”. En definitiva, “bajar impuestos por donde los bajes, es sacrificar ingresos con un criterio de seguridad alimentaria”, apunta.

También con el foco en seguridad alimentaria, se ha visto una diversidad de medidas que algunos gobiernos aplicaron para desalentar las exportaciones y controlar los precios en el mercado interno. Es el caso de Argentina, que el 19 de marzo anunció un aumento a la retención de exportaciones a la soja y las harinas y creó el Fondo del Trigo para estabilizar el precio del cereal a valores prebélicos, tratar de controlar la inflación y asegurar que el cereal no falte fronteras adentro.

"La harina es nuestro petróleo", dice el presidente del gremio de panaderos. Foto: Fernando Ponzetto
"La harina es nuestro petróleo", dice el presidente del gremio de panaderos. Foto: Fernando Ponzetto

En ese sentido, en una exposición ante actores del sector privado, Mattos advirtió el pasado miércoles acerca de una eventual escasez de trigo en Uruguay sobre fines de este año, según La Diaria. Consultado por El País respecto a esto, el ministro expresa: “Estamos en un mercado libre. Si el tenedor del grano decide exportar, es su propia decisión. Los precios internacionales son muy atractivos y eso puede determinar que en algún momento más avanzado del año tengamos que recurrir al mercado internacional”.

Y reafirma que no hay “ningún tipo de decisión ni espíritu del gobierno de intervenir el mercado, mucho menos impedir la exportación”, como sí sucede en el vecino país, por ejemplo. “Plantar lo máximo posible es la única manera de asegurar aprovisionamientos y enfrentar esta realidad de precios, que la única manera de atenuarlos es con una gran producción”.

Lo que queda es mirar el mercado, la guerra y esperar, si hay optimismo, una buena cosecha.

COMERCIOs

El uruguayo empieza a elegir "segundas marcas"

El presidente del Centro de Almaceneros Minoristas, Baristas, Autoservicistas y afines del Uruguay (Cambadu) Daniel Fernández, advierte que los aumentos de precios en los comercios chicos, medianos y grandes “no son exagerados, pero lentamente van creciendo”.

“Cuando empieza a moverse la inflación como empezó a moverse últimamente, una semana recibís una lista de precios del producto y a la semana siguiente, otra”, cuenta. El crecimiento de los precios es gradual pero sostenido. Así es como lentamente el cliente empieza a optar por las “segundas marcas”, que muchas veces son de una misma empresa, de buena calidad “pero sin el envase coqueto y la campaña de publicidad”.

En cuanto a los “grandes empresarios” como los molinos, que proveen las harinas a los comercios, hay dos escenarios: algunos no trasladan la suba del precio del producto a los almacenes; otros “han mandado listas de precio de todo tipo”, dice Fernández. “Pero por más buena voluntad que ponga el empresariado o los comerciantes, en 15 días te desborda la realidad”. El presidente del gremio no ve otro camino que no sea el de exonerar las cargas fiscales a los productos para que la baja se pueda ver reflejada en las góndolas. “Uruguay tiene el problema enorme de ser un gran importador de inflación externa. Eso nos incide; explota una guerra, se dispara el barril del petróleo y todo eso nos pega duro, no hay cómo escapar”, apunta.

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