Los espectadores ya no quieren leer en el cine y el 70% elige películas dobladas: ¿el fin de los subtítulos?

Cada vez menos espectadores quieren leer subtítulos, pero los que los prefieren padecen la brutal reducción de la oferta. ¿Qué explicación hay detrás de este cambio de hábito y cuánto incide el negocio?

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Sala de cine.
Sala de cine.
Foto: LUMMA

A veces, el espacio que el sitio web Cartelera le reserva a sus usuarios para que comenten las películas se convierte en otra cosa, un lugar donde los espectadores vuelcan su frustración contra el irrefrenable avance del doblaje, que es como decir la progresiva extinción de los subtítulos en las películas que se exhiben en la mayoría de las salas de cine.

Las últimas semanas vienen siendo especialmente duras para el público que detesta ver películas dobladas en español neutro. “Ver películas dobladas y no en su idioma original es un asco. Esta es la última vez que lo hice porque llegué y no había opción así que creo daré mi adiós al cine”, dice el comentarista más drástico debajo de la programación de Un lugar en silencio: día uno, un film de terror rodado en inglés. Otros suplican —o más bien exigen— por funciones subtituladas y, si las hay, en más horarios (no solo en los nocturnos y en trasnoche). “Es una vergüenza”, “paupérrimo”, “es demencial, antes era la excepción y ahora es la regla”, se lee. Y también: “Es una muestra de la incapacidad de una lectura fluida y la consecuente comprensión eficiente de audiencias jóvenes que carecen de estas habilidades básicas. Lamentable”.

A la película Tornados no le fue mejor. Hasta el jueves pasado, únicamente se podía ver doblada. “Me niego a verla en español”, publicó un espectador y otro lanzó el dardo: “¿Erradicaron los subtítulos?”. Desde Cartelera estiman que estos comentarios se volvieron recurrentes en los últimos cinco años, justo cuando el doblaje empezó a ganar terreno en el mercado local, por la época en que la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay detectó este escenario y difundió una especie de manifiesto antidoblaje que consiguió hacerse eco en los medios y abrir una conversación, pero no logró poner un freno a la prolifera tendencia.

Una fuente de Cartelera, la agenda cultural convertida en el principal testigo del cambio, asegura que este es “el peor momento”. Si antes, lo usual era que vinieran dobladas las películas animadas para un público mayoritariamente infantil, rápidamente se sumaron las de terror, ciertas sagas interminables —del estilo Rápido y furioso—, siguieron las de superhéroes y ahora el doblaje se impone también en el género comedia.

Sala de cine.
Sala de cine.

Todavía alicaídos tras el golpazo de la pandemia, manteniéndose 25% por debajo del promedio de ventas de 2019, los cines uruguayos venden actualmente unas 3.000.000 de entradas por año, de las cuales más del 70% corresponden a versiones dobladas al español.

Así la cosa, tal vez nunca volveremos a escuchar en una sala de cine la icónica risa de Julia Roberts o el acentuadísimo acento sureño de Matthew McConaughey diciendo su clásico latiguillo “alright alright alright” (sic). Después de todo, esta historia insinuaba un final previsible, porque como ya veremos la primacía de los subtítulos era más bien una rareza del público uruguayo que también correspondía a una ecuación comercial.

El público manda, ¿o no?.

El punto clave de esta trama es la llegada del digital. Los personajes centrales son los distribuidores que representan a las principales compañías de Hollywood en Uruguay y los exhibidores, que en algún caso, como Movie, abarcan la doble función. Y después está el público, que depende de cómo se mire padece la decisión de los programadores o por el contrario es quien la incita.

Hay un antes y un después de 2013, cuando la irrupción del digital hizo que las películas empezaran a llegar en un económico disco duro en cuyo paquete de venta el distribuidor y el exhibidor pueden adquirir la opción de subtitulado y doblado. Así de sencillo es ahora. ¿Y antes? Antes una película tenía cuerpo; era un latón con rollos de celuloide que pesaba 40 kilos, que llegaba en flete por avión, que se despachaba en la aduana, que tenía un costo de entre 1.500 y 2.000 dólares. “Se hacía muy costoso traer copias dobladas y subtituladas, entonces la proporción en un estreno promedio era de 10 copias y traíamos siete subtituladas y tres dobladas. Si era para chicos, podían ser las 10 dobladas, en cambio para adultos ni se ponía en discusión y traíamos todas subtituladas”, dice Luis Ara director de Dispel, distribuidor de Warner.

A partir del digital, reducido el costo de envío, la pelota quedó en la cancha del público, que empezó a incidir fuertemente en la programación, plantea Ara. “Uruguay siempre se caracterizó por ser un mercado más refinado, que prefería los subtitulados, pero finalmente terminó pasando lo que ya se venía viendo en la región”, agrega el distribuidor. En definitiva, el perfil más “culto” del espectador local junto al factor comercial fue una combinación que demoró una tendencia que ya se daba en países como Colombia, México y Perú que, además, desarrollaron su propia industria de doblaje, generando un ecosistema que da trabajo a actores y a técnicos.

Pero, acá, ¿quién dio el primero paso? ¿Fue el público el que pidió películas dobladas o los cines tomaron la iniciativa? Carlos Parodi, gerente de ventas de RBS —representante local de Disney, Fox, Universal y Paramount— cree que es un asunto de “disponibilidad del producto”. “Es un tema comercial donde se le fue dando más oportunidad al español, que es lo que termina vendiendo más”, resume.

El cine programa la versión doblada o con subtítulos, en función del esquema que le dé más ventas; eso por un lado. Pero también los grandes sellos hacen su picardía, cuenta Parodi: “Las compañías norteamericanas las mandan también en versión en español porque saben que con eso aumentan la taquilla”.

Humberto Vélez es la voz de Homero Simpson.
Humberto Vélez es la voz de Homero Simpson.

Hay excepciones. Recientemente, los circuitos comerciales no se arriesgaron a estrenar dobladas ni Tipos de gentileza, la nueva película del director no comercial de moda Yorgos Lanthimos, ni el último film de Woody Allen, Golpe de suerte en París. Parodi explica que hacerlo hubiera sido un “suicidio”. “Exhibirlas en español sería criminal, sería ir en contra de todo lo que se piensa como cine”.

Quién tiene la culpa.

El asunto ya tiene años y sucede a nivel mundial, dicen los exhibidores. En Uruguay, “el público comenzó a solicitar versiones dobladas un poco de la mano de ciertos cambios en las tendencias de consumo”, dice Mariana Chango, la gerenta de Life. ¿Será pereza? “Tal vez a los más jóvenes les dé más pereza leer”, apunta. Hay otras hipótesis que se pilotean para explicar la antipatía hacia el subtitulado, como la que acusa a las plataformas de acelerar este proceso. “Me parece que han ido incrementando esta tendencia en el sentido de que si querés ponés la película o serie doblada y listo, y la gente se desacostumbra a leer y a ver contenido audiovisual con idioma original”, opina Chango.

Este consumo doméstico lleno de opciones de visualización podría incluso haber afectado el hábito de ir al cine, plantea Francisco Armas, director ejecutivo de Movie —que distribuye a Sony y Columbia junto a otros sellos europeos y de corte más independiente—. “Había un público más adulto, o joven adulto, o adulto mayor, que no tenía hasta la pandemia el hábito de ver plataformas y periódicamente iba al cine: ese público no se ha recuperado”, dice. Ese grupo tenía un perfil prosubtítulos.

Otros sucesos inesperados jugaron a favor del doblaje. Las grandes compañías estimaban que 2024 sería el año de la recuperación poscovid, pero la huelga de guionistas (en contra del avance de la inteligencia artificial en la industria, entre otras cosas) acortó la oferta de las salas. Encima, el menú se redujo producto de un cambio en el negocio de las compañías, que comenzaron a enviar las comedias “livianas” —las llamadas películas chicas o medianas, que son las que nutren la cartelera—, directamente a las plataformas.

Como resultado, el calendario de los cines pasó a concentrarse en estrenos de películas de gran tamaño, que son justamente las destinadas al público infantil y juvenil; como las animaciones, como las de superhéroes, o las grandes sagas, o las de terror que, todas ellas, en general, tienen una mayor demanda de la versión doblada y que, además, no han logrado conquistar al público adulto que se ansía recuperar. “Esto es un poco el tema del huevo y la gallina”, admite Armas.

María Luisa Solá: la catalana que dobla a las estrellas de Hollywood.
María Luisa Solá: la catalana que dobla a las estrellas de Hollywood.

“La mayoría de las películas de Marvel se estrenan en español porque es lo que pide la generación que va a ver superhéroes”, dice Carlos Scheck de RBS. Hasta el jueves pasado, Deadpool & Wolverine ofrecía 24 de sus 30 funciones dobladas. Las animadas, por su parte, son el bote salvavidas del negocio: el 40% de las ventas del año se concentraron en las películas animadas estrenadas en vacaciones de julio. Mi villano favorito 4 vendió 200.000 entradas mientras que Intensa mente 2 araña las 400.000. Cerca del 95% las vio en español neutro, perdiéndose la interpretación de Steve Carell como Gru, el villano, o la de Amy Poehler como Alegría de Intensa mente, la producción junta de Disney y Pixar que marcó un récord y desbancó a Titanic como la película más vista en el cine por los uruguayos.

Va por barrios.

Lo que pasa en los cines se queda en los cines, porque aunque es un espectáculo público ni las intendencias, ni el Ministerio de Educación y Cultura, ni la Agencia del Cine y el Audiovisual tienen injerencia en su criterio de programación. Sin embargo, esto no impide opiniones individuales. Mariana Wainstein, la directora nacional de Cultura, considera que el avasallamiento del doblaje, por más que responda a la demanda del mercado, “es una involución”. Dice: “Culturalmente es desatender el valor de la voz del actor como parte de la creación del personaje. Y lingüísticamente es perder una oportunidad de escuchar otras lenguas y aprender otros idiomas de manera natural”.

Mariana Wainstein.
Mariana Wainstein.
Foto: Francisco Flores.

El “signo de positivo o de negativo se lo puede poner cada uno”, dice Armas, del Movie, “pero para mí es parte de la realidad”. La demanda de versiones dobladas crece día a día, es un hecho pero, ¿cómo se decide a qué público se le da la opción de ver una película subtitulada? “Por la temática ya nos damos cuenta del público al que va dirigido. En función de ese público y de los horarios, programamos con las dos opciones y vamos evaluando. El público nos va diciendo qué versión prefiere”.

Según detallaron distribuidores y exhibidores, el público indicaría que el 98% de las funciones del interior del país van dobladas. En una categorización por barrios, el recorte sería así: en los cines de la zona Punta Carretas prima la oferta de la versión con subtítulos mientras que en el Nuevocentro esto sería un caso excepcional y muy raro en Costa Urbana.

“Contribuye a la caída del nivel educativo”, dice crítico de cine

“Es una pelea súper perdida pero hay que darla, hay que plantear que el avance del doblaje genera un problema cultural, un círculo vicioso en el que la demanda existe porque se ofrece cada vez más el producto”, plantea Diego Faraone, presidente de la Asociación de Críticos. En 2017 esta agrupación difundió un manifiesto antidoblaje que abrió la conversación. El presidente de aquel momento, Guilherme de Alencar Pinto, plantea que aunque es comprensible que existe una presión comercial sobre los cines, no debería hacerse una discriminación de la oferta subtitulada según el barrio. “Esa demanda se genera porque hay más funciones dobladas y la gente se acostumbra a ver las películas así. Para cualquiera que esté en la docencia es muy notoria la desfavorable capacidad de lectura de la gente más joven. En este contexto, darle al público lo que está pidiendo contribuye a esta caída del nivel educativo; es un deservicio a la cultura, a la inteligencia y a la integridad artística de la gente”, opina.

“De todas maneras sigue habiendo un sector del público que no transa con no ver la película en su lengua original”, dice Chango, de Life. “En Alfabeta no existe pasar una película doblada, pero en los otros cines que pasamos contenido más comercial, la verdad es que algunas veces las ponemos en los dos formatos y siempre la doblada triplica a la subtitulada”. En otras salas “dejarían la entrada en la puerta”. Es el público el que manda, insiste Chango.

Cuentan algunos críticos que han visto a espectadores enojarse cuando en la boletería los empleados les comunican en tono de advertencia que la película “solo está subtitulada”. Si leen pierden parte de la imagen, dicen estos espectadores; incluso algunos defienden que el doblaje es un gesto de accesibilidad que permite disfrutar del cine extranjero a quienes no pueden leer o no saben.

Como sea, en el avance de los doblajes no estamos solos. En varios países de Europa e incluso en Estados Unidos lleva décadas imponiéndose, erigiendo una industria en la que, por poner un caso, un actor llamado Ricardo Solans ha envejecido doblando a Robert De Niro en más de 80 películas. Pero también le puso la voz a Al Pacino, a Sylvester Stallone y a Danny De Vito. A Bill Murray, Mickey Rourke y Dustin Hoffman. Y a Richard Gere. A Jeremy Irons. A Arsenio Hall. Y a muchos más. Todas esas voces, con sus particularidades, limadas bajo la pátina de una única voz, lo que por lo menos constituye un mérito contradictorio. El mérito de un trabajo que en un giro repentino del guión se apronta para enfrentar a un enemigo implacable: la inteligencia artificial, que arremete prometiendo que pronto podrá usar la voz original de los actores para doblarlos a infinitos idiomas.

El doblaje en España

Una ley de franco que se volvió una regla

El distribuidor Álvaro Caso enfatiza que la preferencia por el doblaje no se da en todo el circuito. En Cinemateca, por ejemplo, la política es estrenar todo, incluidas las películas infantiles, en su lengua original. A pesar de la mala fama del doblaje, es cierto que, como señala Caso, “hay lugares del mundo donde la costumbre es que se doble todo”. Esto pasa —en buena medida y por distintas razones— en Italia, Alemania, y hasta en Francia y Estados Unidos, pero el caso más icónico es el de España. Allí el doblaje da vida a una potente industria con actores que se dedican exclusivamente a la tarea, como María Luisa Solá, una catalana de 85 años que saltó a la fama luego de que Sigourney Weaver le agradeciera en la última ceremonia de los Goya por doblarla en más de 30 películas. El crítico y programador español Eduardo Guillot explica que el doblaje en España se remonta a una época anterior a la dictadura de Franco: “En Hollywood se rodaban a veces dos versiones de la misma película, en inglés y en español, para el mercado hispanohablante. Pero era imposible hacer dobles versiones de todo así que comenzaron a aparecer los estudios de doblaje en Europa. En España, el primero se inauguró en 1932 con el visto bueno del gobierno, porque permitía a las clases populares, en gran medida analfabeta, acceder al cine. Tras el golpe de estado de 1936 y la guerra civil, sí fue el régimen de Franco el que promulgó, en 1941, la Ley de Defensa del Idioma, que establecía que todas las películas proyectadas en España debían estar dobladas al castellano, lo que se usó también para manipular el sentido de las películas”.

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