SE TRIPLICAN CONSULTAS, COMPRAS Y VENTAS
Es un sistema sin bancos, intermediarios ni autoridad central. Como nunca, el valor del bitcoin se cuadruplicó en los últimos meses de 2020 y cada vez más gente invierte en esta moneda digital.
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Otro día en la oficina. Otro día en el enmarañado mundo de los bitcoins, las criptomonedas y el blockchain. Otro día en el futuro. Pablo Coirolo enciende la computadora y mira las dos pantallas en su casa en San Luis, Canelones, con una hermosa vista al mar y el cielo celeste de fondo, en una de esas mañanas de enero en la que el cuerpo pide playa. Sería mejor estar con los pies en el agua pero el día recién empieza y en Zug, Suiza, donde reside buena parte del año, ya es media tarde. Hay que trabajar.
La historia de Coirolo —de 52 años, ingeniero, exCEO de Telefónica Data Uruguay a fines de la década de 1990— arranca en 2014 en Berlín, Alemania. Él es uno de los uruguayos pioneros en bitcoin, aunque esa moneda —algunos se niegan a llamarla así y hablan de transferencia de valor o sistema de pago— nació a inicios de 2009 y fue creada por Satoshi Nakamoto, alguien que nadie sabe a ciencia cierta quién es. Su identidad es aún hoy un misterio e incluso puede tratarse de una entidad generada por un grupo de personas. Nakamoto —o quien sea— creó el protocolo por el que funciona esta criptomoneda y su software.
El bitcoin nació como una alternativa al sistema financiero tradicional tras la crisis financiera de 2008: un sistema de pago punto a punto sin la necesidad de un intermediario. Opera sin una autoridad central ni banco, la gestión es colectiva a través de una red y además su diseño es público. Nadie controla quién envía ni quién tiene el dinero. O, mejor dicho, todos los controlan y participan.
Desde su casa en San Luis, Coirolo dice que cuando vio en Alemania el desarrollo tecnológico de este sistema, comprendió que era “el cambio transformacional” que se venía. “Un cambio único”, afirma, convencido, sobre un mundo que para la mayoría de la gente aún es lejano.
—¿Sabés a cuánto compré yo en 2014? —pregunta—. A 400 dólares cada bitcoin. No hay nada que pude haber comprado en 2014 a 400 dólares que hoy valga más de 30.000. No hay acción, ningún tipo de inversión, con ese retorno. Nada.
En las últimas semanas el valor se disparó como nunca, aunque los analistas advierten por su volatilidad. Esta criptomoneda está otra vez de moda porque su cotización alcanzó máximos históricos y a inicios de enero superó la barrera de los 40.000 dólares, aunque en las semanas siguientes bajó hasta llegar a los 30.000. Ya es la sexta moneda del mundo.
Y este viernes en la mañana se dio un nuevo pico cuando Elon Musk, el CEO de Tesla, añadió la etiqueta #bitcoin a su biografía. Luego publicó un críptico mensaje: “En retrospectiva, era inevitable”. Ese simple hecho provocó que la criptomoneda dispare un 20% su valor, hasta los 37.299 dólares: en solo una hora aumentó unos 5.000 dólares. En la tarde había bajado a algo más de 35.000.
—¿Se acuerda cuánto compró en bitcoins allá en 2014?
Coirolo se ríe.
—No te puedo decir —responde el empresario y hace un largo silencio—. Es por un tema de seguridad.
—¿En 2014 se imaginaba que iba a crecer tanto?
—En realidad yo por eso compré, aunque lamentablemente tendría que haber comprado mucho más —admite.
Entonces explica con paciencia las virtudes del bitcoin. Dice que se trata de una “moneda deflacionaria” y que ya se sabe que habrá como máximo 21 millones de bitcoins —pero se calcula que a eso recién se llegará después del año 2100; hoy hay 18,6 millones— porque en cada nodo hay un software inalterable, que indica cuántos bitcoins existen en la red. Lo que da valor, dice Coirolo, es que el bitcoin ha sido adoptado en forma espontánea, sin que un gobierno lo fuerce. “No es confiscable, nadie puede poner la maquinita a imprimir y robar el valor”, indica.
Coirolo podría estar horas hablando del tema. Si algo tienen en común quienes están en el mundo de las criptomonedas es que se emocionan cuando se refieren a este sistema de pago que deja por fuera a los bancos e intentan de todas formas convencer a su interlocutor de sus beneficios. No solo invierten, muchos son fanáticos de las criptomonedas. Hablan de un sistema inclusivo, transparente y neutral. Y niegan que se preste para asuntos turbios, como el lavado de dinero o el financiamiento del terrorismo. Aunque las sospechas siempre están, claro.
En 2016 Coirolo se radicó en Zug, en el llamado Crypto Valley, allí donde se lanzó Ethereum, la plataforma que utiliza como moneda el ether, la principal competencia de bitcoin pero solo una de las miles de criptomonedas que ya existen en el mundo. Hoy es dueño de la empresa Light47 en el principado de Liechtenstein, a 120 kilómetros de Zug y donde existe una legislación muy avanzada sobre la regulación de la criptoeconomía. Allí hace consultorías para empresas sobre bitcoin. Además, compra y vende criptomonedas en negocios superiores a los 500.000 dólares.
“Este ha sido un año difícil para todo el mundo pero a nivel cripto ha sido excelente”, admite el empresario, y en su voz se nota un dejo de felicidad.
El ingeniero en sistemas Alejandro Narancio, otro pionero en Uruguay, dice que el bitcoin no es un negocio sino “la evolución del dinero” y del control del usuario. También dice que lo de 2002 no pasaba con el bitcoin: “Acá no vas a perder el dinero porque cierra un banco”. De 39 años y cofundador de la empresa Infuy, Narancio agrega: “Por primera vez en la historia se permite transferir valor a través de Internet en forma segura e instantánea”.
Para eso se utiliza criptografía y ahí es donde entra la tecnología llamada blockchain, una red con varios nodos, que en el caso de las criptomonedas es algo así como un libro contable donde se registran las transacciones en forma de bloques. Todo mediante algoritmos complejos. Pero no hace falta entenderlos para invertir. Sí saber que las reglas de juego son claras y no se pueden cambiar.
Desde Madrid, Sebastián Olivera —expresidente de la Cámara Fintech de Uruguay, hoy country manager de la fintech británica TaxScouts— afirma que blockchain garantiza la seguridad, transparencia y descentralización de esos registros. Coirolo lo explica de esta manera: “Bitcoin es al blockchain lo que el email fue a internet. Si en 1998 te hubieras concentrado solo en el correo electrónico, te hubieses perdido el 99% de lo que ibas a poder hacer”. O sea, es un sistema que permite muchas otras posibilidades, más allá del bitcoin. Él, por ejemplo, hizo la trazabilidad de la producción de cannabis sobre blockchain.
En los hechos, el bitcoin es un archivo criptográfico que se almacena en billeteras digitales. Y es más simple de lo que parece. “¿Vos querés operar con criptomonedas?”, pregunta Narancio. “Te creas una billetera, bajás una aplicación y podés empezar en cinco minutos”, afirma. Y no es necesario comprar un bitcoin para empezar. Hay una moneda más chica, el satoshi, que vale 0,00000001 bitcoins.
La comunidad cripto en Uruguay.
¿Por qué cada vez más gente invierte en las criptomonedas? En el último mes y medio en Uruguay se notó un movimiento importante respecto a los años anteriores. Sin llegar a ser algo masivo, se triplicó “tranquilamente” la cantidad de gente que consulta, compra y vende bitcoins, dice Omar Saadoun, un ingeniero de sistemas de 38 años que entró al mundo de las criptomonedas cuando se dio el auge en 2017 y considera que estamos ante “una revolución”. Es el dueño de InMind, una de las empresas que más proyectos sobre blockchain ha desarrollado en Uruguay. Además preside la mesa de blockchain de la Cámara Uruguaya de la Tecnología de la Información (CUTI).
Muchos están conectados en grupos de Whatsapp, Telegram y Facebook. Uno de ellos tiene 228 miembros, desde expertos a principiantes. Hace unos días alguien preguntó allí qué monedas “baratas” había para invertir en 2021, con “potencial y capitalización de mercado”. Subió una lista con información que había encontrado en internet, para tener la aprobación de sus pares. Uno le aconsejó: “Mirá su web y comunidad, su capitalización actual y compará, fíjate cómo le afectaron sus caídas, cuáles son sus máximos y mínimos”. Pero otro le advirtió que tenga cuidado: “Web y redes sociales pueden ser engañosos, puro marketing para tender trampas”.
Entonces el que había realizado el planteo original, consultó: “Toda inversión conlleva su riesgo asociado. ¿Las monedas tienen su valor intrínseco como las acciones?”. Le explicaron que “sí y no”, que se valúan más por su confianza que por su valor intrínseco.
Tener cuidado es algo que muchos mencionan. Olivera dice a El País desde Madrid que la gente debe “informarse bastante antes de invertir” en bitcoin o cualquier otro activo que experimente alta variabilidad en la cotización. “Inducido por expectativas erróneas, puede tomar muy malas decisiones”, explica. Dice que “lo mejor es leer e informarse” y luego destinar un pequeño porcentaje de ahorros para probar y aprender cómo operar.
Algo de eso hizo Natalia (el nombre es falso para preservar su identidad), una veinteañera que —llevada por su hermano— invirtió 100 dólares en bitcoins el verano pasado. En una reunión familiar él habló del asunto y contó que le divertía mucho que no hubiera un banco atrás. Natalia lo pensó y al final decidió probar porque el tema hace rato que le generaba curiosidad e incluso había escuchado historias de gente que viajó o compró propiedades con esa moneda. Ella lo vive más como un juego que una inversión real. Su hermano se encargó de todo y le compró “algo así como una especie de centavo de bitcoin”, tanto a ella como a su madre. En un año lo invertido creció bastante: hoy tiene 648 dólares. “Saber eso me emocionó”, dice y se ríe. Aunque por ahora no invertirá más: “No quiero que me pase lo del casino; poner más plata y perder todo”.
Jimena (el nombre también es falso) y su novio invirtieron hace unos pocos años algo menos de 100 dólares en ether, que ahora ha llegado a niveles récord pero aún por debajo del bitcoin. A fines de 2020 le propuso a su pareja pasarse a la otra moneda, al ver que las tendencias anunciaban un crecimiento imparable. “Hablé con un amigo que trabaja en el tema y nos hizo el cambio: a mitad de diciembre nos pasamos a bitcoin”, dice Jimena. Aquellos 100 dólares iniciales ahora son casi 1.000. No ha sido un mal negocio. Ella sí piensa seguir apostando a las criptomonedas.
El hotel del hijo del "Pato Celeste" y una librería
Una reciente encuesta sobre criptomonedas realizada por Price Waterhouse Coopers consultó a 49 gerentes generales y gerentes financieros. Publicado en noviembre de 2020, los resultados del sondeo indican que solo el 24% de los participantes de la encuesta admitió haber utilizado criptomonedas. Del relevamiento surge que la compra entre pares resulta el modo más frecuente de acceder a las monedas, lo cual es consistente con la ausencia de casas de cambio operando en el medio local, indica el informe.
El 43% de los empresarios que no tenían criptomonedas dijeron que la principal barrera responde a los riesgos vinculados a esta clase de activos.
Además, en Uruguay son contados los comercios que aceptan bitcoins u otras criptomonedas como medio de pago.
Uno de ellos es Skyblue Park Apart Hotel, en Punta Colorada, el primer hotel en hacerlo en el país. El propietario es Gabriel Torena, hijo de Gustavo Torena, más conocido como “El Pato Celeste”. Torena cuenta que “la idea surgió por convicción propia”. Las criptomonedas “son el futuro y el que no lo ve está ciego”, dice Torena. Lo que lo terminó de convencerlo es que Booking hizo una alianza y ahora las acepta: “Es una señal en el mundo. Y en esto el que pega primero, pega mejor”.
El hotel hizo el anuncio esta semana y ya recibió dos consultas. Una noche allí cuesta 0,004 bitcoins.
Además, esta semana se conoció el caso de BroLi, una librería virtual, también la primera en aceptar criptomonedas, según publicó el diario El Observador.
La historia de Germán Larrosa (37 años, a punto de recibirse de ingeniero) es bien distinta. Él es un minero, la pieza clave para que el sistema funcione. Como muchos otros acá, se metió en el mundo de las criptomonedas en 2017. Leyó mucho y justo un amigo en Paraguay estaba en la misma, con ganas de invertir: “Le propuse juntarnos para hacer minería”.
Las granjas de minado, como la de Larrosa, están repartidas por el mundo y el concepto atrás es que “cualquiera puede participar de la red”, explica Saadoun. Aunque no tanto: hay que invertir dinero en equipamiento especializado, tener conocimientos y hacerlo en un lugar donde la electricidad sea barata. Como Paraguay. “Estos equipos trabajan las 24 horas del día los siete días de la semana”, afirma Larrosa, que mina ether.
¿Cómo funciona? El proceso del minado es así: cada 10 minutos se validan las transacciones y hay unos servidores que crean los famosos bloques. Los minadores corren un algoritmo que va resolviendo problemas criptográficos.
Es un proceso muy competitivo entre todos los minadores del mundo. El que gana la competencia, y logra minar el bloque, se lleva las nuevas bitcoins o ether generadas (en el caso de bitcoin hoy son 6,25; en 2009 eran 50). “Es como resolver un puzzle matemático; encontrar ese numerito es muy difícil”, dice Narancio. Larrosa admite que no es el negocio que esperaba: “Cuando empezamos era rentable pero a los pocos meses empezaron a bajar los precios y las proyecciones iniciales no se cumplieron”. En su caso, con un costo de corriente bajo, no perdió dinero y en el peor momento empató. “Lo que gastábamos de corriente lo compensábamos con la generación de monedas”, dice.
Pero no a todos les pasó lo mismo. Charles Patiño, un ingeniero de 37 años, también empezó a minar ether en 2017, desde Uruguay y con un grupo de amigos. Un año después los precios bajaron y dejó de ser rentable. “Ahí apagamos el minador”, cuenta.
Hoy sigue de cerca el tema pero solo con algo de inversión: tiene menos de un bitcoin, “algo de ethereum” y otra moneda que se llama monero. “Es todo especulación y riesgo: puede salir bien o mal”, dice Patiño.
Federico Benítez, de 40 años de edad, es otro ingeniero que entró en la ola de 2017. En aquel entonces compró un bitcoin (hoy tiene 1,8). Y se ha dedicado a convencer a sus amigos para que también compren: “De a poco van cayendo”, dice entre risas. En el último mes su prédica tuvo éxito: con siete amigos hizo un fondo para comprar una criptomoneda que se llama Elrond eGold y con otros compró ether y bitcoin. Como resguardo de valor esta última moneda “seguirá subiendo”, afirma. No le preocupa que la mayoría no lo entienda: “La gente no sabe por qué se devalúa el dólar y tiene dólares”.
El oro de los millennials.
Del bitcoin se dice que es el oro de los millennials, ya que no funciona como moneda de pago y es escaso. Igual que el oro. “Hay un bien virtual que no podés tocar, hay una cantidad finita que con un esfuerzo bastante importante podés encontrar”, afirma Saadoun.
El nuevo oro no para de crecer y su precio se cuadriplicó. Estaba a 11.000 dólares cuando empezó la corrida en el último trimestre de 2020 y en poco tiempo llegó a superar los 40.000. ¿Y por qué viene en franco aumento? El precio, en el fondo, se regula a oferta y demanda. “Si sube mucho es porque hay más gente que quiere comprar”, afirma Narancio.
Pero hay indicios concretos de factores que al menos ayudaron a provocar esa alza. En estos últimos meses algunos fondos de inversión, bancos y grandes corporaciones de Estados Unidos comenzaron a operar con bitcoin y lo hicieron público. PayPal, por ejemplo, también aceptó la moneda en ese país.
Gabriel Kurman, un economista argentino que vive en Uruguay desde hace varios años y ha liderado proyectos de blockchain, piensa que también influye que “todos los bancos centrales del mundo han empezado a imprimir dinero sin ningún tipo de respaldo, en forma alocada” y que cuando hay procesos de expansión monetaria sin límites “el refugio de las personas son los activos escasos” y el bitcoin “tiene potencial” a largo plazo”. Kurman, cofundador de RSK Labs y master advocate en IOV Labs, espera que en 2021 los bancos centrales empiecen a anunciar que incluirán bitcoins como diversificación en las reservas.
Los riesgos del bitcoin.
Si alguien compra bitcoins y los pone en su billetera tiene dos llaves: una pública (todos la conocen) y otra privada (solo el usuario la debería saber). Si pierde la segunda, jamás podrá recuperar el dinero. Lo mismo si se la roban: perderá todos los fondos. Hay gente que ha perdido millones de dólares. De hecho, cerca del 20% de los 18,5 millones de bitcoins existentes, es decir unos 130 mil millones de dólares, están en billeteras perdidas o a las cuales no se puede acceder, según datos de la firma de criptomonedas Chainalysis publicados por Infobae.
La única forma de recuperar la contraseña es trabajar con un cambio pero “tampoco es muy seguro porque vos ahí delegás la custodia de esos fondos al exchange”, dice Saadoun. Patiño apunta: “No es que los cambios sean garcas, pero es común que sufran hackeos”.
Esa famosa llave privada, fundamental para transferir el valor a otra persona, tiene 24 palabras y en algunos casos 12. “No se la podés mostrar a nadie. Es como que des el pin de tu tarjeta de débito”, afirma Coirolo. Lo que todos aconsejan es tenerla anotada, pero no en el correo de la computadora ni en el celular. Por eso, también existen las billeteras frías, algo así como un pendrive donde se guarda la clave privada y está por fuera de internet. Con ese aparatito se firma la transacción. “El hacker no puede acceder al pendrive y así es segura la transferencia”, dice Coirolo. Dos de las principales firmas que ofrecen este servicio en el mundo son Trezor y Ledger.
¿Y si llega el momento de cambiar bitcoins por dólares? Hay varias opciones, pero la más común es ir a un cambio (exchange) de los muchos que hay. También encontrarse con alguien y hacer un intercambio directo. “En cualquiera de los dos casos, vos le tenés que decir quién sos y en un caso estás frente al otro”, afirma Saadoun y allí entra en juego el otro factor de riesgo: ¿se prestan las criptomonedas para los negocios turbios?
"Veneno para ratas al cuadrado"
“El bitcoin es veneno para ratas al cuadrado”, dijo el multimillonario Warren Buffett, uno de los que ha renegado de las criptomonedas. Otra vez afirmó: “Las criptodivisas no tienen valor y no producen nada. No pueden enviarte un cheque, no pueden hacer nada”. En la misma línea, Gabriel Makhlouf, miembro del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo y gobernador del Banco Central de Irlanda, dijo ayer que los inversionistas en bitcoin deben estar preparados para “perder todo su dinero”.
En 2019 The New York Times publicó que las autoridades estaban en alerta ante el aumento de grupos terroristas que han aprendido a usar criptomonedas. El brazo armado de Hamás, por ejemplo, desarrolló una campaña para recaudar dinero por medio de bitcoins, según publicó en aquel entonces el diario estadounidense.
Saadoun resta trascendencia a esas publicaciones y asegura: “La mayoría de los actos probados e ilegales son manejados por bancos internacionales”. Dice, además, que el bitcoin “es trazable” y no es tan anónimo como parece. Se puede conocer el camino desde que fue minado y generado hasta todas las billeteras por las que pasó. “Vos podés ver públicamente todas las transacciones que se hacen, no las podés relacionar al nombre de una persona pero sí a una dirección”, indica.
Coirolo va en la misma línea: “Si querés lavar dinero, usá el sistema financiero y el dólar americano”. El argentino Kurman sostiene que es “el mejor sistema financiero del planeta” y “está disponible para que lo utilicen los que quieren hacer el bien y los que quieren hacer el mal”. Pero las actividades criminales las pueden cometer “el 0,01% de los usuarios de esta tecnología”, dice Kurman, y pide “no matar a las gallinas de los huevos de oro”.
Ahora: ¿llegará el momento en que las criptomonedas reemplacen al dinero tradicional? Hasta los más confiados dicen que no es viable a corto plazo. “El sistema financiero tradicional no morirá”, afirma Narancio, sino que “coexistirá con un nuevo sistema más inclusivo y descentralizado”.
Algo parecido afirma Coirolo y confía en que la economía tokenizada llegó para quedarse. Saaodun baja un cambio y admite: “Al final del día todavía tenemos que comprar el litro de leche en el supermercado y lo pagamos en pesos uruguayos”. En cambio, Kurman cree que hay grandes chances de que el bitcoin se posicione como la reserva de valor global y mira más allá: dice que puede ser utilizado cuando los seres humanos hagan su primera base en Marte. “Mirá que es más eficiente y práctico llevar valor en forma de bitcoins a otro planeta del sistema solar”, asegura. Creer o reventar.
En Uruguay hay una suerte de vacío legal. “No es ilegal tener bitcoins ni está prohibido comprar o vender”, resume el empresario Pablo Coirolo. Pero los bancos no permiten transacciones vinculadas a criptomonedas: “Si yo hago una venta de bitcoins con mi cuenta bancaria, me la cierran. Eso es irónico porque hay bancos que venden a sus clientes en otros países”, dice Coirolo.
El Banco Central, en tanto, trabaja en varias iniciativas para regular las criptomonedas, aunque aún “no tiene una posición formal respecto a este tipo de instrumentos”, según dicen desde el Área de Comunicación Institucional. La idea es “acercarse al tema y profundizar en los riesgos que plantea la actividad”.
Una de las iniciativas planteadas a través de la Oficina de Innovación apunta a entidades prestadoras de servicios vinculados a activos digitales y se busca cumplir con la recomendación 15 de GAFI, que llama a identificar y evaluar los riesgos del lavado de activos y financiamiento del terrorismo mediante nuevas tecnologías. También seguirán con el estudio de la emisión de una moneda electrónica del Banco Central.
El economista argentino Gabriel Kurman dice que Uruguay cuenta con todas las características como para posicionarse como “un hub blockchain en Latinoamérica”. Es “una oportunidad única” para la que “no hay que dormirse”.