El fenómeno Bukele bajo la lupa de políticos y analistas locales: ¿quién lo ve como una “inspiración” y quien teme que se crea un "emperador"?

Esta semana fue reelecto como presidente de El Salvador y aunque Uruguay está lejos, aquí hay distintas posturas sobre su polémica gestión para combatir el narcotráfico

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Nayib Bukele, presidente de El Salvador.
Nayib Bukele, presidente de El Salvador.
Foto: AFP

La semana pasada las noticias de El Salvador ocuparon las portadas de los medios internacionales, algo que en los últimos dos años ocurre con relativa frecuencia, y todo debido a la polémica figura de su presidente: Nayib Bukele, un hombre que parece haber construido un poder absoluto en su país. Las noticias del último domingo no tienen que ver con las fotos o videos de los inmensos predios de hormigón en los que encerró a más de 76.000 pandilleros. Tampoco con las denuncias de violaciones a los derechos humanos que han hecho diversos organismos internacionales en contra de la gestión de esta mega cárcel de máxima seguridad. Esta vez, la noticia es que Bukele fue reelecto como presidentecon un apoyo abrumador.

Tan abrumador, que el propio Bukele dijo que se trata de “la primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático”. Según él, obtuvo más del 85% de los votos y arrasó en el Congreso. Es que, en pleno despliegue del régimen de excepción, los opositores al oficialismo salvadoreño son prácticamente inexistentes.

El respaldo popular hacia Bukele se explica por el éxito de su política criminal, que logró reducir significativamente las tasas de delitos y homicidios del que fue el país más violento del mundo. Sin embargo, se le recrimina que la aparente calma instaurada conllevó la reiterada violación de la Constitución.

Nayib Bukele.
El actual presidente y ganador de la reelección en El Salvador, Nayib Bukele.
Bienvenido Velasco/EFE

Con sus jóvenes 42 años, una barba cuidada a la perfección y la constante compañía de una sonriente esposa, Bukele se autoproclamó reelecto con un récord de votos a su favor. Según indica el Tribunal Supremo Electoral (TSE) en su monitor de datos, obtuvo más de 1.600.000 votos, mientras que el segundo candidato más votado lo hizo con poco más de 130.000 votos. Los números además indican que el actual presidente tendría en su próximo mandato 58 de los 60 escaños del Congreso, lo que le permite a su partido elegir a los magistrados de la Corte Suprema, el fiscal general y el procurador de Derechos Humanos, entre otros cargos clave para desplegar sus políticas.

Ante las críticas por tanta concentración de poder, Bukele dijo el domingo: “Nosotros no estamos sustituyendo a la democracia porque El Salvador jamás tuvo democracia. Por primera vez en la historia El Salvador tiene una democracia”.

Desde Uruguay, el conocimiento sobre la situación de El Salvador no es demasiado profundo. Cada tanto se viralizan los videos de las cárceles de Bukele, con centenares de cabezas rapadas mirando al suelo y policías armados hasta los dientes custodiando a los expandilleros. También circula algún testimonial publicado por Bukele en TikTok, en donde se lo ve siempre con su aspecto impecable, dando un discurso desde su despacho.

A pesar del vago conocimiento de la realidad salvadoreña, a nivel local políticos y legisladores de todos los partidos tienen diferentes miradas acerca de su gestión. Lo curioso es que las opiniones y posturas conforman un abanico variado respecto a su forma de gobernar y el eco que podría tener primero en la región y después en nuestro país, donde los problemas ligados al narcotráfico pegan cada vez más fuerte.

Entre los políticos consultados están los que no titubean al llamarlo “dictador” y lo tildan de “autoritario”. Algunos opinan que supo aprovecharse de la crisis generada por el narco para posicionarse como “un líder único” que ha terminado con un problema que, en mayor o menor medida, padece toda la región.

En paralelo, a la hora de pensar en el impacto, diferentes analistas políticos plantean que Uruguay es uno de los países menos dispuesto a negociar la democracia en función de la seguridad, mientras El Salvador es uno de los que más. En criollo: con tal de que Bukele controle al narcotráfico, en su país están dispuestos a que la democracia no sea del todo respetada. ¿Cómo ven eso los políticos de acá?

Romantizar el delito.

Que la situación de El Salvador es distinta a la de Uruguay está claro. Desde la cultura hasta el clima, el país centroamericano tiene diferencias notorias con nuestro país, pero la más notoria tiene que ver con el narcotráfico. En marzo de 2022, Bukele le declaró la guerra a las pandillas, también llamadas maras, que controlaban por imposición a buena parte del país. Para algunos, El Salvador funcionaba como un “narcoestado”. Tras negociar con los cabecillas y encerrar a decenas de miles de asesinos que conformaban estas organizaciones, la tasa de homicidios en El Salvador llegó a nivel más bajo, cerrando el 2023 como el año menos violento en la historia del país.

Cárcel de El Salvador.
Cárcel de El Salvador.
-/AFP fotos

Entre los consultados, ningún político local cree que haya que aplicar un modelo como el de Bukele en Uruguay, pero sí hay quienes que se sienten cómodos teniéndolo de referencia. El colorado Gustavo Zubía considera que el fenómeno Bukele en su totalidad es algo “peligroso”, pero bromea: “Sin embargo, digamos que el olorcito a Bukele sí me gusta”. El diputado dice que le gustaría que Uruguay tuviera cárceles como las de Bukele, “en donde haya control y mando como corresponde”, porque hoy “las cárceles están fuera del poder del Estado y pertenecen a los delincuentes”. “Nosotros tendríamos que llegar a una situación semejante de control en las cárceles utilizando mecanismos legales”, subraya Zubía.

Se refiere a las imágenes que han recorrido el mundo y muestran a los salvadoreños sentados en filas perfectamente ordenadas, bajo una luz artificial e cercados por inmaculadas paredes blancas. En la cárcel llamada Centro de Confinamiento del Terrorismo, los presos son rapados una vez por semana. La piel tatuada de los presos -algo que según las denuncias locales es un agravante para ser detenido- luce amarillenta por la prohibición de estar al sol, la mala alimentación y la falta de ejercicio. Comen siempre lo mismo, con la mano porque no se permite el uso de cubiertos de ningún tipo, ya que las autoridades creen que pueden convertir cualquier instrumento en un arma.

Gustavo Zubia
Gustavo Zubia, diputado del Partido Colorado.
Juan Manuel Ramos

Por su parte, el senador nacionalista Sebastián Da Silva dice que en Uruguay existe una “romantización de la delincuencia que se instauró durante los gobiernos del Frente Amplio” y, haciendo referencia a la política de Bukele, dice que “esa es una batalla cultural que aquí también hay que dar”.

Da Silva apunta que “es claro que nadie quiere un Bukele uruguayo”, pero asegura que “falta mayor respaldo de los procesos judiciales y de las tropas de elite como la Guardia Republicana a la hora de enfrentar a las bandas”. Según el senador blanco, la “romantización del delito” en todo el mundo genera “cansancio y hartazgo de parte de la gente que trabaja, paga sus impuestos y no ve los resultados”, lo que genera “el surgimiento de figuras como Bukele, (Jair) Bolsonaro, (Donald) Trump o (Javier) Milei que rompen el cascarón de lo que es políticamente correcto y ofrecen soluciones concretas”.

Esta semana, en entrevista con el medio Infobae, Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad argentina, dijo: “Nos interesa adaptar el modelo de Bukele. La violencia en Argentina está fuerte”. Por lo tanto, ¿qué tan contagioso podría ser el método Bukele?

Más allá de lo que pasa en la región, para el senador frenteamplista Alejandro “Pacha” Sánchez, a Uruguay “no se le pegan” las lógicas de otros países “por su alto nivel institucional” y dice que bajo el gobierno de Bukele “los derechos humanos dejaron de importar”. Sin embargo, advierte que, de cara al año electoral que se aproxima, “es cierto” que “aquí los temas de seguridad se suelen incorporar con mucha fuerza a la agenda electoral”.

Alejandro Sanchez
Alejandro Sanchez, senador del Frente Amplio.
Foto Archivo El País.

“Creían que el problema se arreglaba con sacar al Frente Amplio del gobierno, pero se encontraron con una situación en la que evidentemente no era tan fácil. El gran desafío que tenemos es construir políticas que permitan que la seguridad se haga a partir de una lógica de construcción estando en resguardo de otras situaciones que vemos en América Latina, como sucedió en el país de Bukele”, sostiene el senador de izquierda.

Ese resguardo tiene que ver con el avance del narcotráfico y la delincuencia, que en El Salvador forjó el camino para que Bukele, con su impronta de mano dura sumado a un uso activo de la tecnología, se posicionara como un líder político ultra poderoso. Por su parte, Sánchez dice que “la mano dura es una consigna totalmente vacía de contenido” y a pesar de que algunos políticos se inspiren en Bukele para resolver los problemas de Uruguay, “hay que salir de las propuestas tan diversas que propone el oficialismo como los allanamientos nocturnos, la pena de muerte o el poner militares en la calle porque no llevan a ningún lado”. “Si somos gobierno con Yamandú Orsi a la cabeza se debe convocar inmediatamente a una mesa de diálogo con todos los partidos para encarar el tema porque esa es la mejor manera de dar respuesta a la seguridad y salir de las consignas vacías”, sostiene el senador frentista.

Del otro lado del espectro está Cabildo Abierto. Un partido que desde sus raíces vela por el orden y las políticas vinculadas a la seguridad, y que además tiene un brazo militar en su estructura interna, sin embargo, los integrantes del partido consultados prefieren no hacer referencias a Bukele. Para el senador cabildante Guillermo Domenech la gestión del salvadoreño “es exitosa porque se ajusta a las necesidades de ese país, pero las circunstancias del Uruguay son totalmente distintas y a efectos de mejorar la seguridad hay que tomar medidas sin inspirarse en nadie”. “Aumentar la cantidad de presos no funciona. Si seguimos depositando gente ahí en condiciones miserables sin rehabilitarlos lo que terminamos haciendo es organizando el delito. Para resolver ese tema no hace falta basarse en Bukele ni en nadie”, asegura el senador. En el mismo sentido, Marcos Methol, coordinador político de Cabildo Abierto, dice: “Lo único que podemos aprender de Bukele es que pensó una estrategia particular para su país y nosotros deberíamos hacer lo mismo sin prestar tanta atención a las recetas que a veces nos quieren imponer desde organismos internacionales que no conocen nuestra realidad particular”.

Fuera de los temas vinculados a la seguridad y la opinión de los políticos sobre Bukele, la popularidad del presidente de El Salvador lleva a cuestionarse si su forma de hacer política quizá cambie a la región. El senador frentista José Carlos Mahía cree que “así como no hubo un Hugo Chávez en Uruguay ni en otros países tampoco habrá otro Bukele”. “Uruguay tiene un sistema de partidos muy fuerte y eso fortalece su calidad democrática. No descarto que haya personalidades importantes, pero dentro de un sistema de partidos”, resume Mahía.

Cárcel de El Salvador.
Cárcel de El Salvador.
-/AFP fotos

Por su parte, el senador nacionalista Jorge Gandini cree que el de Bukele es un modelo “democrático, pero muy autoritario” y espera que “los buenos resultados que tiene en la opinión pública no lo lleven a pensar que es un emperador o un elegido y que su conducta no pase a ser dictatorial”.

El precandidato del Partido Colorado Andrés Ojeda cree que “la región cada vez apuesta más por líderes jóvenes, dinámicos y con capacidad de adaptación a lo que se viene” y “no tanto por los que tienen más experiencia o trayectoria”. Según Ojeda, “a la política tradicional le llegó su Uber” y Bukele es un ejemplo de eso.

Principio de inocencia.

A pesar de que hay políticos que destacan aspectos positivos de Bukele, los expertos en seguridad no lo miran con buenos ojos. El especialista en políticas públicas de seguridad y actual coordinador de Estrategias de Prevención del Delito del Ministerio del Interior, Diego Sanjurjo, cree que “solamente quienes no saben de seguridad pueden considerar que lo que hoy hace El Salvador es novedoso, cuando en realidad es la política se seguridad más antigua del mundo”. Sanjurjo asegura que al aumentar la cantidad de presos y encarcelando a presuntos pandilleros “se suspenden los derechos civiles elementales como el que establece que cualquiera es inocente hasta que se pruebe lo contrario y tiene derecho a que un abogado lo defienda en un juicio” porque “todo eso hoy no existe bajo el gobierno de Bukele”. El asesor del Ministerio del Interior sostiene que “entre el 20 y el 30% de las personas que están presas en El Salvador probablemente sean inocentes y no tienen vinculación con bandas criminales ni con el delito”.

Diego Sanjurjo.
Diego Sanjurjo.
Leonardo Maine/Archivo El Pais

Más allá del aumento del encarcelamiento, el sociólogo y experto en narcotráfico Gabriel Tenenbaum dice que “las maneras” de Bukele para lograr bajar los delitos también se justifican a partir de “pactos de impunidad con los responsables de las pandillas, en donde se les da beneficios de todo tipo” y “rupturas constitucionales o de aspecto violatorio” que dejan entrever que “parecería que el fin justifica los medios”. “Algo permanente que uno se encuentra al hablar de la situación de El Salvador son discursos llenos de ignorancia por desconocer la realidad que se vive”, subraya Tenenbaum en línea con Sanjurjo.

Cárcel de San Salvador.
Cárcel de San Salvador.
Gobierno de El Salvador/Gobierno de El Salvador /EFE

Para el asesor del gobierno “en las cárceles salvadoreñas no se está rehabilitando a nadie” y estas “están en un peor estado que las nuestras”, pero esa información “no siempre llega, gracias al aparato de propaganda que tiene Bukele”. “Garantizar seguridad en un lugar en donde no existe el principio de inocencia, es muy fácil. Al arrestar a todos los sospechosos se acaba el delito”, sostiene el experto.

Negociar democracia.

El riesgo de terminar tras las rejas en El Salvador es relativamente alto desde que Nayib Bukele llegó al poder. También hay denuncias sobre las dificultades de expresarse en contra del gobierno o la falta de defensa en caso de ser encarcelado. De todas maneras, el apoyo que logró el presidente deja en evidencia que para la sociedad salvadoreña todo eso puede valer la pena con tal de tener garantizada la protección contra del narcotráfico. En este sentido, el último estudio del Latinobarómetro deja en claro que “la democracia, lejos de consolidarse, ha entrado en una recesión” porque la cifra de latinoamericanos que apoyan la democracia como régimen político es menos del 50%.

REGIÓN.

El vínculo de “cooperación” con el gobierno de Javier Milei

Después de haberse autoproclamado reelecto con el 85% de los votos, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele aseguró que mantuvo una llamada telefónica con el presidente argentino Javier Milei en donde se comprometió a colaborar con su gestión. Le habría dicho: “Si podemos colaborar en algo, estamos a la orden”.

Bukele reconoció que existen similitudes entre Argentina y El Salvador por “el hecho de que son países latinoamericanos” y por “cómo se forman los fenómenos delincuenciales, que son generalmente producto de la pobreza”.

Quien también ha expresado su cercanía con la gestión de Bukele es la ministra de Seguridad argentina Patricia Bullrich, quien mantuvo una reunión con su par salvadoreño, Gustavo Villatoro, en Buenos Aires, el día previo a la asunción de Milei.

Además, en una entrevista con el medio Infobae publicada esta semana, Bullrich anunció: “Nos interesa adaptar el modelo de Bukele”. “La violencia en Argentina está fuerte. El último fin de semana hubo muertos en el fútbol, fue un verano con peleas permanentes, banditas. El modelo de las maras es complicado, pero vemos el aumento de nivel de violencia de bandas que se cruzan, o los enfrentamientos en boliches. Esa violencia, trabajar sobre eso, nos interesa”, sostuvo la jerarca.

A pesar de que pueda haber denuncias, lo cierto es que hoy el mundo reconoce a El Salvador como una democracia, sin embargo, para Mariana Pomiés, directora de la consultora Cifra, “Bukele es muy poco respetuoso de las instituciones democráticas, pero la clave de todo esto es si a las personas les importa o no”. Para Pomiés “es un hecho” que hay países en donde “la gente está dispuesta a renunciar a la democracia y a elementos de institucionalidad con tal de vivir con seguridad”, lo cual considera “entendible”, pero también muy peligroso porque se van cediendo derechos de a poco y cuando se quiere ir para atrás es demasiado tarde”.

Mariana Pomies
Mariana Pomies, directora de Cifra.
Leonardo Maine

La directora de Cifra sostiene que Uruguay es un país “con un porcentaje muy alto de personas que no están dispuestas a renunciar a los elementos que sostienen la democracia para obtener mayor seguridad” y, por lo tanto, “la democracia no es negociable”.

Para Eduardo Bottinelli, director de la consultora Factum, “los modelos personalistas como el de Bukele suelen generar mucho eco fuera de sus países, sobre todo cuando logran éxitos en la gestión” y por eso “no sería raro” que sigan apareciendo.

A pesar de que a nivel local hay consenso acerca de la estabilidad democrática y fenómenos como el que encarna Nayib Bukele en El Salvador son observados con suspicacia por todo el espectro, también es cierto que estos existen en la región y algunos en Uruguay lo toman como una “inspiración”.

CÁRCEL.

El “Alcatráz” de El Salvador que es el orgullo de Nayib Bukele

Hace pocos días se cumplió un año desde que Nayib Bukele personalmente inauguró uno de los centros penitenciarios más importantes de El Salvador y, durante ese tiempo allí se detuvo a más de 76.000 personas.

El Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) es la cárcel de máxima seguridad que internacionalmente es considerada el “Alcatráz” de la gestión de Bukele.

Ubicada en Tecoluca, una zona rural a 74 kilómetros de la capital, el Cecot tiene pisos y paredes de hormigón que no permiten el ingreso de la luz natural y a toda hora se vive con iluminación artificial. Distintos organismos de derechos humanos han denunciado torturas y condiciones de hacinamiento en varios centros penitenciarios de El Salvador y el Cecot es uno de ellos.

Allí las reglas son duras y hay una rutina estricta para las personas que están en sus celdas. Los presos se levantan todos los días a las 4:00 de la mañana, se bañan y después tienen una revisión médica. Reciben tres comidas por día: a la mañana y a la noche es frijol, arroz y un huevo duro; y al mediodía, pasta y arroz, mientras tienen disponibilidad de agua todo el día. Deben comer con la mano y no se les dan cubiertos porque “todo en mano de ellos se convierte en arma”, según las autoridades del centro penitenciario. A las 21 empieza la hora del silencio total. No se puede decir una palabra y cada preso debe irse a dormir a alguna de las 256 celdas que tiene el lugar, arriba de catres de aluminio y sin colchón, lo único que tienen es una sábana. Además, una vez por semana se les corta el pelo a cero.

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