Despintado, grafiteado, con agujeros en el techo y roturas en los caños que sostienen la carpa: esa es la imagen de uno de los dos históricos quioscos parisinos que se encuentran en la Plaza de Cagancha en el Centro de Montevideo, y es también la impronta del resto de los puestos que están por la avenida 18 de Julio. El poco mantenimiento es un síntoma de la falta de presupuesto que tienen estos comerciantes debido al declive del negocio. En un intento de superar la crítica situación, le solicitaron a la Intendencia de Montevideo (IMM) la extensión del beneficio de 50% de descuento en el pago mensual del alquiler, que se vencía en enero pasado. La comuna accedió y lo prorrogó por todo el año, pero aún así no les alcanza.
El reclamo del rubro encontró eco en el edil nacionalista Diego Rodríguez, quien cuestiona que la legislación departamental les prohiba vender determinados productos y colocar publicidad en sus fachadas. “Esto sería una vía de ingreso paralela a la que puede ser la venta de artículos”, plantea.
Para Rodríguez, las restricciones que padecen generan que los permisarios de los quioscos paguen “el metro cuadrado más caro de todo Uruguay”. “La intendencia es la que debería buscar una solución a esta gente. Al estar ubicados en zonas intensamente pobladas -en el sentido de que camina y transita muchísima gente- podrían hacer algún convenio con empresas”, propone. Y después lamenta no encontrar quórum en el oficialismo para avanzar en un proyecto. “Yo podría redactar un proyecto de ley en ese sentido, el problema es que no me lo vota el Frente Amplio. Todo lo que propongo no me lo llevan y con este tema se está hace más de un año y medio”, añade.
Entre negativas y arduas negociaciones, los coquetos quioscos parisinos luchan por subsistir en un contexto de circulación reducida en las zonas céntricas; enfrentando a competidores que ofrecen variedad de productos, y sufriendo el efecto de la diferencia cambiaria con Argentina, que también les impacta.
“En el horno”. Faltaba poco para cerrar el año 2023 cuando el humorista Gaspar Valverde utilizó la red social X (antes Twitter) para pedirle a la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, que le dé “bola al centro y a los laburantes que están en el horno”. Valverde conoce el tema por dentro, porque durante varios años su familia gestionó un quiosco en la Plaza de Cagancha.
Con todo respeto Carolina, dale bola al centro y los laburantes que están al horno , con amor lo planteo beso https://t.co/HdHrmy57rG
— Gaspar Valverde (@GasparValverde) December 18, 2023
Lo dicho: la IMM recientemente decidió renovar la exoneración parcial del alquiler, un beneficio que el grupo de comerciantes valora como “muy favorable” pero insuficiente -según una carta dirigida a las autoridades a la que accedió El País-, porque “no soluciona la difícil situación que atravesamos actualmente”, enfatizaron.
Manteniendo sus nombres en reserva, los permisarios de un emblemático quiosco céntrico alegan que la situación económica hoy es peor que un año atrás. Tal es así, que algunos comercios cerraron temporalmente: este es el caso del local de la familia Valverde, que terminó reabriendo pero con otros dueños.
Es un asunto de rentabilidad. Sostener el puesto abierto le genera a quienes lo gestionan muchas dificultades para conseguir ingresos. Por ejemplo, el costo mensual del alquiler (o permiso) es de 17.133 pesos, aunque con la bonificación del 50% bajó a unos 8.000 pesos.
Del otro lado de los costos, están las ganancias. “En promedio, la recaudación en nuestro caso se redujo un 40% con respecto al 2019”, dice un permisario ubicado en un punto neurálgico del Centro.
Detrás de este derrumbe de ventas hay distintas causas. El Centro bajó el flujo de circulación de transeúntes, especialmente a raíz del covid, que además trajo la implementación del teletrabajo. También creció la cantidad de comercios hacia la zona este de la ciudad, “lo que sacó a mucha gente que circulaba por la zona”, detallaron en la misiva enviada a la comuna los permisarios de quioscos históricos de Centro y Ciudad Vieja.
Acorralados
Los permisarios manifiestan que han denunciado “mil veces” en la intendencia el daño que les hace el contrabando. Piden mayores controles e inspecciones en ferias vecinales, donde se venden cartones de cigarrillos a precios imbatibles: “Salen 500 pesos, el atado de 10 paquetes grandes mientras que a nosotros nos sale 1.780 pesos el cartón”. “Así es imposible competir”, dice Gabriela Ferrer, propietaria del quiosco que corona la Plaza Independencia.
Ferrer abre su puesto a las 07.45 de la mañana y lo cierra a las 19.00 horas, una rutina que mantiene de lunes a viernes. Ya no “le da el cuerpo” para abrir los fines de semana y la escueta ganancia le impide tener empleados, por eso es su hija quien la asiste durante la temporada de verano. ¿Ayudaría al bolsillo trabajar más horas? “Por más que extienda el horario no me da: es un sacrificio”, dice.
Un tiempo atrás, estos quioscos tenían poca competencia, pero el escenario actual cambió. Hay más diversidad de locales comerciales contra los que los quioscos sienten que compiten de manos atadas porque por normativa su oferta está limitada. “En mi zona hay un supermercado, una panadería y salones con quiniela. Ellos pueden vender lo que quieran: sánguches, medialunas, bebidas alcohólicas, cigarros. Es muy difícil poder captar a la persona que compre una cosa en un lado y luego otra en otro local. Compran todo en el mismo. Es muy complejo ese tema y no nos habilitaron a vender más cosas”, apunta Ferrer.
Este reclamo no es nuevo. En julio de 2021, los quioscos parisinos que comenzaron a ubicarse en distintas plazas de la ciudad desde 1912 le habían advertido a la IMM que a su alrededor el paisaje comercial estaba cambiando, y que si no buscaban una salida se verían cada vez más acorralados.
Aquella vez, detallaron que otros factores que los perjudicaron fueron el surgimiento de los shoppings, el estacionamiento tarifado, la prohibición de la publicidad de cigarrillos, la era digital que trajo consigo la desaparición o reducción de la venta de los diarios y revistas. Estas fueron algunas de las razones que han dejado a los quioscos con menos afluencia de público, menos rubros para trabajar y en consecuencia, las cajas cada vez más vacías.
Y si la cosa venía gris, se puso negra con la pandemia y las medidas para reducir la movilidad (entre 2020 y 2021). Las ventas se redujeron a la mitad, o más. Esto hizo que fuera “imposible” para la mayoría de los permisarios hacer frente a algunas obligaciones económicas, “ya que los ingresos se vieron reducidos notoriamente”.
En aquel entonces, la comuna cedió a exonerar por un período de tiempo el alquiler mensual de los puestos, pero dos años y medio después el sector todavía no logra levantar cabeza. No encuentra cómo hacerlo.
Buscando una salida
Las normativas vigentes limitan la diversidad de productos a ofrecer, una enorme debilidad para afrontar a la competencia que, en cambio, se diversifica cada vez más. “Hoy hasta las farmacias venden golosinas y libros. La venta de cigarrillos era un ingreso muy importante para los quioscos y bajó notoriamente por el aumento del contrabando. No podemos vender café o alimentos frescos, por ejemplo sánguches o bizcochos. Algunos de nosotros hasta hace unos años estábamos abiertos las 24 horas del día, hoy el horario se redujo pues no justifica abrir durante la noche”, enumera la carta dirigida a Carlos Varela, director de Promoción Económica de la IMM.
En invierno se vende “muy poco”. Y los días de lluvia, menos: “No se vende casi nada”, dice un comerciante. Los quioscos que tienen juegos de azar (Quiniela, Tómbola, La Raspadita, 5 de Oro) celebran un poco más de fortuna pero, aún así, según Ferrer, la ganancia es del 13%. En definitiva: toman un porcentaje reducido de cada venta que, en suma, no es atractivo.
Por otro lado, actualmente solo dos de estos ocho quioscos venden diarios: uno en la Plaza Matriz y otro en Plaza de Cagancha.
Los quiosqueros no vacilan en exponer cuáles son sus gastos. Además del alquiler, en la fila de los desembolsos fijos están los aportes al Banco de Previsión Social -5.000- y a la Dirección General Impositiva -según lo que se facture, alrededor de 4.000 pesos cada dos meses-, mientras que el consumo de luz ronda los 3.000.
En el caso de su quiosco, ubicado en la puerta de la Ciudadela, una diferencia grande es el impacto que tiene la temporada de cruceros durante la zafra. Esto cambió a partir de la pandemia. “Hoy el turista no gasta y hay menos cantidad. Antes vendía hasta 100 fundas de agua por semana. Hoy si llego a seis u ocho es mucho. No se vende, no hay gente ni movimiento como había antes. Vienen cinco personas y compran una botella”.
Como si fuera poco, los comerciantes comentan que de forma recurrente deben solventar tareas de mantenimiento debido a la frecuencia con la que son vandalizados con pegatinas, grafitis y roturas. Un gasto que no pueden esquivar por el valor patrimonial de estos puestos. La crisis que atraviesan debe ser invisible a los ojos de los turistas. Un buen toldo vale unos 75.000 pesos. “Y la pintura tampoco es barata. Vos pintás y a las 24 o 48 horas ya tenés el quiosco pintarrajeado”, lamenta un comerciante.
Los permisarios creen que el panorama mejoraría si les permitieran vender bebidas alcohólicas y comidas al paso, colocar publicidad en los puestos y si recibieran ayuda para mejorar la pintura y la instalación eléctrica.
En ese sentido, un comerciante ubicado en Plaza de Cagancha desliza que una buena idea sería que la intendencia autorizara una intervención artística en estos puestos, pensando en los 300 años de Montevideo, por ejemplo. “Es una forma de que se respete y no sean vandalizados. Lo planteamos a la intendencia y no obtuvimos respuesta”.
Por el momento, este quiosquero dejó de pintar el puesto. Se rindió ante tanto vandalismo. “El dinero, en esta etapa, lo utilizamos para vivir”, dice. “La situación en general es que terminás empatando, porque sacás dinero para pagar las cuentas, para comer, y cuando cerrás el mes o cerrás en rojo o con apenas un pequeño margen de ganancia. La realidad es esa: terminás más empatando que ganando”.
¿Planes?
Carlos Varela, director de Promoción Económica de la IMM, dice que el beneficio del 50% de descuento “estuvo basado en que son estructuras que son bienes públicos, a diferencia de los quioscos de barrio”. “Estos puestos forman parte del paisaje urbano y del valor patrimonial, del eje Cordón - Centro - Ciudad Vieja”, señala.
Más allá de esta solicitud de renovación del descuento a la que accedió la comuna, Varela desliza que “hay una realidad de la situación económica del país que afecta a las actividades que trabajan con público y de consumo diario”. Así lo explica: “En la medida en que el flujo de gente ha mermado desde la pandemia, se ha retirado mucha actividad que se daba en el Centro. Las actividades en forma virtual sacan a gente que se desplazaba en áreas centrales, en tareas de oficina”.
En ese sentido, Varela señala que en la pasada zafra de fiestas navideñas “todas las actividades y ferias hicieron un mismo planteo: el de las pocas ventas por la situación económica que trasciende esta problemática”.
El jerarca reconoce que también influye la diferencia cambiaria con Argentina. “La gente que va a Argentina consume afuera con el efecto negativo en el consumo interno. Eso implica que el comerciante local venda menos y hay un loop negativo”, dice.
Pensando en soluciones, repasa que durante la pandemia, para ayudar a los comercios de cercanía, la intendencia promovió el apuntalamiento de la avenida 18 de Julio con comercios a cielo abierto y algunos tramos convertidos -circunstancialmente- en zona peatonal. A futuro, asegura que están “estudiando cómo podemos ayudar en esta coyuntura, hemos planteado alternativas que van más allá de estos quioscos parisinos”.
Mientras en la esfera política se analizan estas alternativas, los icónicos quioscos parisinos resisten con su porte todavía refinado, disimulando con elegancia su incesante declive.
La otra mirada: optimismo en 18 de Julio
La situación de los comercios en el Centro de Montevideo es diferente a la de los quioscos, aunque “no hay una opinión unánime” ya que a algunos “les ha ido bien, a otros igual y a otros peor”, dice Armando Litvan, presidente del Grupo Centro. En ese sentido, el grupo realizó distintas encuestas que dan cuenta de que “aproximadamente el 50% dice que le ha ido mejor que el año pasado y el 50% igual o un poco más abajo”.
Por ejemplo, el rubro de las farmacias ha sido muy golpeado, sobre todo por la brecha cambiaria con Argentina. Por otro lado, ya se está sintiendo la influencia de los cruceros, “que este año son notoriamente más que el año pasado: se espera que lleguen más de 200”, asegura. “Eso se ha notado, sobre todo en la Ciudad Vieja que venía muy golpeada por la falta de turismo y comercio”, agrega.
Además, el presidente del Grupo Centro explica que en Ciudad Vieja las obras que lleva adelante la intendencia “han afectado a algunos comercios”, ya que “han estado muchas calles sin tránsito, cortadas por esas situaciones”. “La intendencia nos dice que está en vías de solucionarlo y ha hecho algún tipo de rebaja de impuestos”, dice Litvan.
En tanto, las actividades en el marco de la celebración de los 300 años de Montevideo -organizadas por la comuna- son vistas como “un factor positivo”. “Entendemos que atrae a la gente, tanto a la avenida principal -18 de Julio y aledaños-, como a la Ciudad Vieja”.
Por otra parte, Litvan considera que contribuye el que “se haya construido mucha vivienda” en la zona céntrica.
En definitiva, estos comerciantes tienen “buenas expectativas para este año. Y eso se muestra en que hay pocos locales para alquilar, es decir locales vacíos. Esa es una muy buena señal, ya que se han instalado marcas internacionales y trajeron movimiento a la zona”, añade.