Por: Clara Lussich
Esta semana se viralizó un video que mostraba a una persona cargando un inodoro. No era cualquier inodoro. Tampoco era cualquier persona. La muerte de Máximo Gerez de 12 años, asesinado en la madrugada del lunes por haber quedado en medio de un enfrentamiento armado entre bandas de narcotraficantes en la ciudad de Rosario, Argentina, fue la gota que derramó el vaso y terminó con esa persona cargando un inodoro en plena calle.
Después de la muerte de Máximo, familiares y vecinos del barrio decidieron saquear uno de los puntos de venta de droga más populares de la ciudad de Rosario. Así, la televisión y las redes sociales se llenaron de imágenes escalofriantes en donde los vecinos -en medio de un griterío y ante las cámaras de la televisión- eran aplaudidos por robar colchones, sillas, ropa, lámparas, espejos y hasta un calefón. Aplaudían algo ilegal. Pero eso no parecía ser el punto. Estaban haciendo justicia por mano propia. Las imágenes del saqueo representaron el hartazgo de toda una ciudad que está atravesada en casi todos sus niveles por un enemigo común: el narcotráfico.
Los videos virales no se vieron solo en Argentina. Como todo lo que viene del país vecino, en Uruguay se devoró el contenido con gran asombro por el nivel de violencia al que se llegó. Lo miramos como algo distante, ¿pero qué tan lejos estamos de que el narcotráfico genere una situación similar a la rosarina?
![Vecinos de Rosario atacan casa de presunto narco por el asesinato de un niño](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/541be5c/2147483647/strip/true/crop/752x502+0+0/resize/752x502!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2F8e%2F0a%2F92caf6a1434bba240ecc82193ebc%2Fportadaaa-baja.jpg)
Posiblemente estemos lejos, por ahora. En Rosario el narcotráfico caló en lo profundo de la institucionalidad, con decenas de policías acusados de trabajar para quienes venden droga. También hay barrios que el Estado dejó de atender y visitar. Estos ya no reciben ningún tipo de apoyo social, dejando el camino allanado para que los narcos se apoderen por completo del territorio. Según la Universidad Nacional de Rosario, el negocio mueve unos nueve millones de dólares al mes en la provincia de Santa Fe -en donde se ubica Rosario- y genera ganancias cercanas a los cinco millones de dólares en el mismo plazo. Según investigadores, fiscales y expertos en la materia, el narcotráfico en Uruguay no llega a la escala de la ciudad argentina, pero sí que existen ciertos vínculos que enlazan las dos realidades.
A pesar de que son muchas las razones que explican el porqué del narcotráfico en Rosario, una de las principales tiene que ver con su ubicación geográfica. Se dice que la ciudad es el “peaje obligatorio” de buena parte el cargamento que va por la denominada “Hidrovía Paraguay-Paraná”. Esa ruta por el río Paraná tiene 3.400 kilómetros de largo y atraviesa a Bolivia, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. El uruguayo Sebastián Marset, por ejemplo, ha sido considerado el “gerente de la hidrovía” por las autoridades regionales.
Más allá del rol de tal o cual narcotraficante, lo cierto es que todos entienden que la principal función de la hidrovía es la de transportar la droga que luego va a África y Europa. Pero los detalles sobre la hidrovía los desarrollaremos más adelante. El vínculo de Rosario con los puertos uruguayos es un hecho y, más allá de que la crisis de la última semana se desató a nivel local en la ciudad santafesina, los expertos aseguran que es “imposible” no mirar el problema con una lógica regional. Y allí está Uruguay.
A nivel local el gobierno celebra haber cerrado 2022 con cifras récord de bocas de droga desarticuladas con cantidades superiores a las del último gobierno de Tabaré Vázquez. A esto se suma la baja en la cantidad de rapiñas y hurtos respecto a la administración frenteamplista. Pero el gran problema que tiene el Ministerio del Interior hoy son los homicidios, un tipo de crimen que se suele asociar al narcotráfico. En 2022 hubo 27% más homicidios que el año anterior y, en reiteradas oportunidades, el ministro Luis Alberto Heber ha asegurado que este es un “efecto” de los “buenos resultados” que su gestión está logrando en el combate de otros crímenes, como el cierre de bocas. “Hay menos droga, menos plata y menos bocas, entonces se disputa mucho más duramente el territorio que antes”, dijo Heber en conferencia de prensa hace algunos meses.
Pero las cifras de Rosario, por ejemplo, muestran que en los últimos años ha aumentado sustancialmente la cantidad de droga que circula. Si parte de esta llega a Uruguay a través de la hidrovía, ¿no quiere decir que el mercado en general es más grande que antes? Tanto la oposición como algunos investigadores del tema sostienen que las cifras récord del ministerio en cuanto al cierre de bocas tienen que ver con esto. Entonces, aunque es cierto que se cierra más, también habría más. El problema narco que tiene Rosario podría estar de alguna manera ligado a lo que pasa y deja de pasar en Uruguay.
La ruta y el caos.
Hace una semana el eco de la violencia en Rosario no solo llegó a Uruguay sino también a la prensa europea, porque un supermercado que pertenece a la familia de Antonela Roccuzzo, esposa de Lionel Messi, recibió una serie de disparos. Los delincuentes además dejaron un mensaje en una de las paredes: “Messi te estamos esperando. Javkin es narco, no te va a cuidar” (en referencia al intendente de Rosario, Pablo Javkin).
El hecho provocó que todas las miradas estén puestas en Rosario y su nivel de narcocriminalidad que parece no dar tregua. A las pocas horas del hecho, Aníbal Fernández, ministro de Seguridad del país vecino, fue consultado por una periodista sobre si “los narcos están ganando” en Rosario, a lo que el ministro respondió: “Si yo le digo que hace 20 años que están en esta situación, ¿usted cree que no han ganado? Han ganado”.
![Un grupo de fuerzas federales desembarca en Rosario para combatir el crimen](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/13116b6/2147483647/strip/true/crop/752x502+0+0/resize/752x502!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2Fa8%2Ff3%2F13cd49794d57a3fadc429f4eca61%2Fshuta-baja.jpg)
Para la socióloga argentina especializada en narcotráfico Laura Etcharren, los dichos de Fernández son “brutales, pero reales”. “Si un ministro dice que los narcos ganaron, es lógico que eso provoque una criminalidad empoderada que sale a matar por si acaso”, explica a El País.
El presidente argentino Alberto Fernández solicitó el martes el envío de 1.400 agentes federales como “apoyo” a la policía provincial. “La lucha contra el crimen organizado, a pesar de los esfuerzos realizados, no ha alcanzado los resultados que esperábamos”, dijo Fernández en cadena nacional y agregó: “El crimen organizado no se desarrolla de un día para otro” porque “para expandirse requiere tomar territorios, reclutar sicarios, y captar voluntades en las fuerzas de seguridad, la Justicia y la política. Eso es lo que les garantiza su desarrollo, expansión y fundamentalmente su impunidad”.
En este sentido, Etcharren sostiene: “No hay dudas de que Argentina es un país atravesado por el narcotráfico y Rosario es un ejemplo de eso”.
Las cifras lo demuestran. La tasa de homicidios en Rosario desde 2014 hasta ahora es cuatro veces mayor a la del resto del país. Durante 2021 el 76% de los homicidios estuvieron vinculados al narcotráfico. Por su ubicación geográfica, los niveles de desempleo y la corrupción escalada, Rosario es “el lugar ideal” para el tráfico de estupefacientes. Con la conjunción de estos factores fue que la familia Cantero, creadora de la banda conocida como “Los Monos”, y el Clan Alvarado se gestaron y operaron durante años ganando cada vez más poder en suelo rosarino. El poder es tal que en algunas zonas las bandas organizan merenderos y talleres ocupacionales mientras también decretan asesinatos y secuestros.
“La realidad de nuestro país es que los narcotraficantes hacen toda la investigación y la inteligencia que no hacen los gobiernos. Argentina es un ecosistema narcocriminal y todo está dado para que pueda funcionar y se puedan mantener de forma fluida las alianzas con el tráfico”, subraya Etcharren.
La investigadora explica que la “única actividad no esencial que no dejó de funcionar durante el confinamiento que se decretó por la pandemia del covid-19 fue el narcotráfico”. Y la circulación de estupefacientes ilegales por la hidrovía que recorre el río Paraná solía significar un 15% del total de los productos que circulan pero durante la pandemia llegó a alcanzar el 35%. Finalmente en 2023 se estabilizó en el 30%.
Se calcula que uno de cada tres barcos que navega por la hidrovía no recibe ningún tipo de control sobre los productos que transporta. Teniendo en cuenta que durante la primera mitad del año -cuando ocurre el pico de la cosecha de soja- viajan unos 300 barcos diarios por la hidrovía, el negocio se vuelve mucho más sencillo. A partir del Acuerdo de Transporte Fluvial firmado por Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay en 1994 con el fin de evitar demoras y complicaciones en la navegación comercial, los barcos son revisados únicamente en los puertos de salida y no en los que atraviesan estando “en tránsito”. De esta manera, si un contenedor tiene droga y logra evitar la revisión en su puerto de salida, puede llegar a Europa sin inconvenientes.
El problema que ahora tienen los países es que, si establecen más controles para evitar el narcotráfico, también se enlentece el comercio en general. La circulación de estupefacientes logró meterse en las entrañas del sistema comercial.
Las rutas son muchas. La droga sale de Paraguay, Bolivia o Perú. Algunos caminos van desde ahí hasta Brasil y otras terminan en Argentina porque no necesitan llegar hasta Uruguay para salir a Europa. Sin embargo, según las fuentes consultadas, regionalmente Uruguay es considerado la “ruta segura” porque a pesar de que no es la forma más directa, no deja en evidencia el destino final.
La ruta principal de la cocaína -que suele estar escondida en otros productos como cereales o madera- suele comenzar en la localidad paraguaya de Pedro Juan Caballero, en donde se acopian los estupefacientes. Uno de los destinos por los que pasa es el puerto de Zárate y también el de Rosario en Argentina. Luego por el de Nueva Palmira, en Uruguay, en donde la mercadería se encuentra “en tránsito” y por eso no suele ser revisada. Otros destinos posibles a partir de la hidrovía son el puerto de Buenos Aires y el de Montevideo, pero lo más frecuente es que la droga siga hasta África o Europa.
La realidad local.
Fuentes del Ministerio del Interior dicen a El País que “no se ha identificado actividad ninguna entre los grupos criminales uruguayos y los que operan en Rosario”. Sin embargo, desde la cartera advierten que en los últimos meses se han detectado “containers cargados en Paraguay contaminados con droga, y que por una cuestión geográfica lógica pasan por Rosario y Montevideo” y luego llegan a Europa.
Consultado al respecto, el sociólogo Rafael Paternain, exsenador del Frente Amplio y exdirector del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del ministerio, explica: “Estos son fenómenos globales y es muy difícil no entender algo como lo que pasa en Rosario sin vínculos con lo regional. Aunque quien venda droga ahí no le conozca la cara al que toma decisiones arriba, igual están fuertemente conectados porque todos son parte de una misma ruta”.
Por su parte, el sociólogo e investigador Gabriel Tenenbaum plantea que Uruguay tiene “principalmente organizaciones domésticas integradas por familias extensas muy afincadas al territorio en donde también suelen participar vecinos”. A diferencia de Rosario, en nuestro país “no hay grandes estructuras de reclutamiento ni jerarquías tan horizontales” porque “no son tan complejas y están dedicadas al tráfico al por menor”.
¿Cuánto se copian el accionar las bandas narco de la región?
Hace algunos años se decía que los homicidios cometidos en Uruguay eran cada vez mas “a la mexicana” y, después de los hechos ocurridos en Rosario en las últimas semanas en donde la violencia narco escaló al nivel de que los vecinos decidieron saquear un punto de venta de droga, los expertos ahora se preguntan: ¿cuánto se copian el accionar las bandas narco de la región?
Según el consultor y especialista en seguridad pública, Edward Holfman “el riesgo de que se copie es un hecho” y en Uruguay eso “ya está ocurriendo” aunque “en menor escala”. Esto, según Holfman, tiene que ver con la velocidad de la información y las redes sociales.
En cambio, el sociólogo e investigador Gabriel Tenenbaum advierte: “Más que copias entre bandas hay estructuras comunes por aspectos culturales entre la criminalidad. El fenómeno se expresa de cierta manera tanto en Uruguay como en Argentina o en Paraguay y no es tanto que se estén mirando uno al otro”.
Por su parte, los fiscales especializados en estupefacientes aseguran que algo “notorio” en los últimos años es el cambio en el léxico de las personas vinculadas al tráfico de droga, que muchas veces adoptan términos que son frecuentes en otros países. Un fiscal hizo énfasis en que últimamente los narcos hablan de “kioscos” y no de “bocas” como solían hacer. “Esa terminología es típica de Argentina, en donde no se utiliza casi la expresión boca de droga. Se nota que es algo importado”, sostiene al respecto una fuente judicial.
Hace poco más de un mes se abrió una cuarta fiscalía de estupefacientes a cargo del fiscal Rodrigo Morosoli. Según supo El País, tres de las cuatro fiscalías se dedican a “temas locales” de narcotráfico, lo que se conoce como narcomenudeo. La única que investiga lo que los especialistas llaman “macrotráfico” es la fiscal Mónica Ferrero, a quien llaman “la histórica” en su fiscalía.
Ferrero trabaja de cerca con fiscales de toda la región, incluidos algunos rosarinos. También tenía buena relación con el fiscal Marcelo Pecci, asesinado en su luna de miel en Colombia el año pasado.
Aunque prefieren el anonimato, los fiscales consultados están de acuerdo en que Uruguay dejó de ser un país de tránsito únicamente y aquí también se acopia la droga. Pero el acopio no se hace -como sí sucede en Rosario- para el consumo local, sino que es exclusivamente para la exportación. “Es fácil: el acopio para exportar da mucho más ganancia que el mercado local, que al ser particularmente pequeño se corre el riesgo de que aparezca un ‘buchón’ y les robe la droga”, dice una fuente.
A pesar de que el acopio parece evidente, el rol primordial de Uruguay dentro del esquema regional del narcotráfico es el de un país de tránsito. El consultor y especialista en seguridad pública, Edward Holfman, cree que el aumento de los homicidios de los últimos años “no necesariamente” tiene que ver con el narcotráfico porque “a nadie le sirve que Uruguay sea una plaza de violencia porque acá tiene que cruzar la cocaína y se tiene que lavar plata”. Y agrega: “Cada país en esa economía del narco tiene su función. Uruguay es un país de tránsito y de lavado de activos”.
En este sentido, Tenenbaum sostiene que hay formas de combatir el narcotráfico “que no implican la utilización de las fuerzas de seguridad o el Ministerio del Interior”. El investigador considera que el no endurecimiento de las políticas antilavado es “uno de los grandes errores de este gobierno y también de los anteriores”. “El negocio al fin y al cabo se basa en ganar dinero y usarlo, y para usarlo hace falta lavarlo”, sostiene Tenenbaum.
Desde la justicia advierten que hoy el narco en Uruguay “transversaliza todos los delitos”. Desde la violencia de género hasta el lavado de activos, los fiscales aseguran que actualmente el narcotráfico “está en todos lados” y, de alguna manera, todos los operadores del Poder Judicial han enfrentado causas vinculadas al tráfico de estupefacientes.
Con distancia, pero teniendo en cuenta algunas similitudes, es que Uruguay hoy mira la situación caótica que atraviesa Rosario, una ciudad que en muchas cosas se parece a Montevideo. Sin vínculos directos entre sus bandas, pero funcionando con el objetivo de exportar la droga a Europa, el narcotráfico en la región cada vez se explica más por lo que pasa afuera del país y no adentro.