Se acerca el 27 de octubre y parece que todo puede pasar. Los dos grandes bloques políticos llegan a la primera vuelta con estados de ánimo diversos pero convencidos de que el resultado es incierto y que la única verdad, como siempre, es la que terminará emergiendo de las urnas esa noche. Son varios los enigmas que empezarán a despejarse recién entonces. ¿Habrá mayoría parlamentaria para uno de los bloques? ¿Cuál será la brecha entre el Frente Amplio y la coalición rumbo al probable balotaje? ¿Qué pasará finalmente con la distancia entre blancos y colorados?
El Frente, al que las encuestas le asignan un “leve” favoritismo frente a la coalición —en buena medida por el piso relativamente alto de intención de voto que ha registrado de forma sostenida—, llega con la expectativa de alcanzar la mayoría parlamentaria y encaminarse al triunfo de Yamandú Orsi.
En el bloque multicolor también persiste la convicción de que la mayoría parlamentaria está a su alcance. La expectativa es que ocurra algo similar a lo que se vio por ejemplo en 2014 con el Frente Amplio, que siendo gobierno en un momento parecía debilitado en intención de voto pero en el tramo final captó gran parte de los que figuraban como indecisos.
En la interna del oficialismo, mientras que los colorados viven con algarabía el crecimiento de Andrés Ojeda en las encuestas —lo que ha llevado a algunos de sus referentes a manejar públicamente la idea de llegar al balotaje—, en los blancos la “preocupación” por los números más bajos convive con la “certeza” de que la fortaleza de sus estructuras partidarias en todo el país, sumado a la tracción de la figura del presidente Luis Lacalle Pou, les otorga un piso sólido para disputar la segunda vuelta con Álvaro Delgado y hacerlo con chances de renovar el gobierno.
Pero hay otras tramas cuyos desenlaces se verán dentro de tres semanas: la elección de octubre marcará la fuerza de los partidos, pero también los equilibrios internos de cada uno.
El pacman del FA: el MPP contra el resto
Los sectores del Frente Amplio comparecen divididos en tres grandes bloques: por un lado las agrupaciones que apoyaron a Yamandú Orsi en la interna (principalmente MPP y seregnistas), una segunda corriente con varios grupos que estuvieron detrás de Carolina Cosse (Partido Comunista, La Amplia, Casa Grande y la 99000), y una tercera vía con el Partido Socialista y otros aliados.
El MPP (y más allá, el Espacio 609) aspira a abrochar una representación parlamentaria que no obtuvo ni siquiera en el esplendor de la era frenteamplista y de su líder José Mujica. Sobre la premisa de obtener 15 de las 30 bancas de senadores, en el Frente prima la idea de que el sector más grande tendrá un piso mínimo de siete, con grandes chances de llegar a ocho o más, dependiendo de cómo voten otros socios del sublema y cómo se distribuyan los cocientes. La lista 609 tuvo su mejor votación en las elecciones de 2004 y 2009: en ambas obtuvo seis senadores, incluyendo lugares para sus aliados, como Jorge Saravia o Constanza Moreira.
El orden en la lista al Senado en esta oportunidad —y sacando a Charles Carrera que pidió que no se lo tenga en cuenta aunque su nombre figure en la lista— es el siguiente: Alejandro Sánchez, Blanca Rodríguez (que se incorpora como independiente), Cristina Lustemberg (que también comparece como alianza del sector), Daniel Caggiani, Sandra Lazo, Sebastián Sabini, Cecilia Cairo, Alfredo Fratti y Lucía Etcheverry.
Los dirigentes frenteamplistas estiman por su parte que la lista de Mario Bergara llegue a uno o dos senadores (que serían en ese caso, Bergara y Liliam Kechichian); la Vertiente Artiguista, en alianza con Cristina Lustemberg, tiene la expectativa de ganar con votos propios una banca que de todos modos ya tienen reasegurada en el tercer lugar de la 609. De ganar el gobierno, la premisa es que Lustemberg iría para el Ejecutivo y asumiría su suplente Edgardo Ortuño.
El MPP también le asegura el regreso a Diputados a Fernando Amado, que buscará llegar con los votos de su lista 9, pero si no lo logra ingresará como sexto diputado de la 609. Si Amado llega por la 9, toda su línea de suplentes será de su agrupación. En caso de asumir por la 609, su suplente será del MPP.
En el sublema de las agrupaciones más cercanas a Orsi también comparece con una lista al Senado el exdirector de OPP Álvaro García.
En el segundo bloque aspiran a obtener al menos cuatro senadores. El Partido Comunista lleva en el primer lugar a Óscar Andrade y en el segundo a Constanza Moreira, de Casa Grande, que obtuvo algo menos de 9.000 votos en la interna pero negoció un lugar en la 1001 que la deja bien posicionada para retornar al Senado tras cinco años fuera del Parlamento. El primer suplente de Moreira es Rafael Michelini, quien se postula a diputado en Montevideo. En tercer lugar figura Juan Castillo.
La Amplia lleva a Cosse en el primer lugar (su suplente es Silvia Nane) y en el segundo a Humberto Castro, líder de Baluarte Progresista y artífice en 2019 de la estrategia electoral que le dio dos senadores a la Vertiente con múltiples listas pequeñas que replicaban la nómina al Senado. Esa estrategia se repite ahora con el Senado de La Amplia, y octubre dirá si vuelve a dar resultados.
La puja interna de los blancos
En el Partido Nacional dan por descontado que es poco probable mantener las diez bancas que lograron en 2019 (además de la vicepresidencia). Con los números a la vista, los blancos dicen partir de un piso de ocho senadores con el objetivo de lograr nueve.
En cualquier caso, uno de los enigmas a despejar el último domingo de octubre es si Aire Fresco (sector del candidato Álvaro Delgado) logrará confirmar una clara primacía por sobre los demás sectores, o si algún otro grupo podrá morderle los talones. Ese es el objetivo por ejemplo de Alianza País, liderado por Javier García, que en la última elección llegó a una banca en el Senado en parte gracias a su alianza con Aire Fresco, pero que ahora aspira a competirle y llegar al menos a tres senadores, según expresan en el sector.
La agrupación de Delgado, que en esta legislatura tuvo tres senadores y ahora se proponía "un piso de cuatro", lleva a Martín Lema como primer suplente de Luis Lacalle Pou, a Delgado en segundo lugar (con José Luis Falero como suplente), Graciela Bianchi tercera, Amin Niffouri cuarto y en quinto lugar Jorge Gandini, quien a su vez compite como candidato a diputado por su lista 250 en Montevideo.
Alianza País (que incluye al Espacio 40, el grupo de los intendentes, Alianza Nacional y Laura Raffo, entre otros) postula a García como suplente de Lacalle Pou, Sergio Botana en segundo lugar, María Fajardo tercera (que cedería el puesto a su suplente Carlos Camy) y Sebastián Da Silva cuarto.
En el partido estiman como muy probable que el sector D Centro obtenga un senador apoyado sobre todo en los departamentos de Colonia, Paysandú y Tacuarembó. La primera línea tiene al intendente de Paysandú Nicolás Olivera como primer suplente de Lacalle Pou. En caso de obtener la banca y salir reelecto como intendente, quedaría en su lugar el segundo suplente Carlos Moreira. En la segunda línea está la vicepresidenta Beatriz Argimón.
Por su parte, el Herrerismo —que ha sufrido la fuga de varios dirigentes— comparece con Luis Alberto Heber como primer candidato al Senado y Juan Sartori en la segunda línea.
Sartori es además candidato a diputado en varios departamentos con su lista 880, pero no la tiene fácil para entrar ni como senador ni como diputado, según los cálculos de los dirigentes blancos.
Colorados con balotaje propio
En el Partido Colorado hay una algarabía extendida por lo que entienden como una “revitalización” del partido, y las diferencias en los augurios de sus dirigentes pasan por si el impulso quedará en torno al 15% —así lo ven los más pesimistas— o si le dará la nafta para llegar más lejos y acercarse o superar el 17% que obtuvo Pedro Bordaberry en 2009, el nivel más alto en lo que va del siglo.
Una de las tramas internas allí es la disputa entre las listas del actual candidato presidencial Andrés Ojeda y las del excandidato Pedro Bordaberry, una especie de “balotaje” que según afirman en el partido también contribuye a estimular la militancia.
La premisa sobre la que descansan los cálculos que hacen los colorados es un objetivo mínimo de cinco bancas en el Senado, a repartirse entre los dos grandes sublemas: el de Ojeda y el de Bordaberry. El sector de Ojeda comparece con su lista, la 25, que lo lleva a él como primer candidato a senador. En segundo lugar está Gustavo Zubía, quien además es el primer suplente de Ojeda en la primera línea y también compite con su propia lista al Senado, la 9007, en un sublema común. Desde que se bajó de su precandidatura presidencial, Zubía dijo que su objetivo era llegar al Senado, y corre con chances de hacerlo por alguna de esas vías. Como tercera en la lista de Ojeda está la excabildante Elsa Capillera.
El sublema de Ojeda incluye a la lista 600 (originalmente el Ciudadanos de Ernesto Talvi), que lleva en primer lugar a Robert Silva, candidato a vicepresidente del Partido Colorado, también con la expectativa de alcanzar una banca. Por última está la lista de Gustavo Osta al Senado y Diego Delgrossi a Diputados.
Los bordaberristas, en tanto, comparecen con una lista única al Senado (la 10 de Vamos Uruguay), que tiene a Bordaberry en primer lugar (Gabriel Gurméndez su suplente), a Tabaré Viera en el segundo (Germán Coutinho suplente) y Ana Hunter tercera. El regreso del exministro reconfiguró las alianzas internas al atraer a sus filas a dirigentes de todos los demás sectores: en octubre se verá por dónde pasa la tracción del repunte colorado.
Dos históricos contra el augurio de quedar fuera del Senado
El 27 de octubre también revelará qué tan acertados o exagerados habrán sido los augurios sombríos que algunos asignan a dos sectores históricos: el Partido Socialista , del Frente Amplio, y el Herrerismo, del Partido Nacional. Se trata de dos agrupaciones de presencia inalterada en el Senado al menos desde el retorno de la democracia (el primero bajo el mismo nombre, el segundo con expresiones electorales distintas), y que han sufrido crisis y fugas de dirigentes en el último tiempo, llevando a que algunos especulen con una posible pérdida de sus senadores.
El Partido Socialista, bajo la conducción de Gonzalo Civila, sufrió la partida de importantes dirigentes “renovadores” descontentos con el rumbo de la dirección de mayoría “ortodoxa”. En estas elecciones, tras respaldar la precandidatura de Carolina Cosse, los socialistas quedaron por fuera de la alianza tejida por el PCU, La Amplia y la 99 mil, y resolvieron liderar un tercer sublema con otros sectores más pequeños, por fuera de la polarización entre “orsistas” y “cossistas”. En el sector confían en llegar aunque sea “raspando” a una banca, mientras que otros en el Frente perciben que puede que no le den los números. De no hacerlo, sería el primer Senado sin socialistas en más de 60 años.
El Herrerismo, que hace no mucho apuntaba a que esta fuera una elección para impulsar su “renovación”, ha debido pasar a una estrategia de “contención” tras atravesar diversas crisis, desde la imputación de Gustavo Penadés —uno de los puntales de su organización— hasta la magra votación de su precandidata Laura Raffo, que luego se desvinculó del sector cuando se resolvió que el primer lugar de la lista fuera para el exministro Luis Alberto Heber y no para ella, como estaba planeado en un principio.
Mientras en el partido varios especulan con la posibilidad de que el sector no asegure su representación en el Senado, los herreristas dicen que los votos propios más los que aporte su alianza con Sartori le garantizan “un piso” de una banca. “Deberíamos votar menos que D Centro para quedar afuera”, dijo una fuente del sector, que agregó que aspiran incluso a acercarse a los 100.000 votos.
El derrumbe de Cabildo y la meta del PI
Fue una de las grandes sorpresas de 2019: un partido nuevo que no solo lograba llegar al Parlamento, sino que lo hacía con tres senadores y once diputados, apenas por debajo del histórico Partido Colorado.
Cabildo Abierto entró a la política por la puerta grande, pero cinco años después enfrenta la difícil tarea de no derrumbarse.
Los números son cuesta arriba para los conducidos por el general retirado Guido Manini Ríos, y en sus filas gana lugar la idea de una caída que intentarán contener lo máximo posible. Los escenarios que manejan los cabildantes, en función de lo que asignan las encuestas, es retener solo una de las tres bancas en el Senado, y que cualquier otra cosa sería una verdadera hazaña.
En las mediciones de las consultoras, la intención de voto de Cabildo oscila entre 2% y 4%.
En 2019, una de las claves de la votación de Manini fue su buen desempeño en la periferia montevideana, así como votaciones extraordinarias en los departamentos fronterizos con Brasil, en los que llegó a quedar como primera fuerza en algunas localidades. En el departamento de Rivera, por ejemplo, obtuvo un 23% de los votos, poco menos de 20% en Treinta y Tres y 18% en Cerro Largo.
Qué pasará en esos enclaves cabildantes, y a dónde irán a parar esos votos, es otro de los enigmas que solo los días posteriores al 27 de octubre permitirán conocer.
¿Y qué pasa con el Partido Independiente, el otro socio de la coalición? Hoy lucha por lograr una banca en el Senado (la campaña habla de “Pablo Mieres al Senado”), algo que solo logró en una de sus cuatro elecciones, la de 2014. Salvo Factum, que le da 3%, las demás encuestadoras le otorgan una intención de voto de 1%.
Los más chicos y sus chances
Otro enigma clave a resolver el 27 de octubre es la suerte de los seis partidos chicos que no integran ninguno de los dos grandes bloques y aspiran a obtener representación parlamentaria en el próximo período.
En 2019 el único que lo logró fue el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI) de César Vega, que ahora busca la reelección de su banca como diputado.
Pero quien hoy aparece mejor posicionado para entrar al Parlamento, según las encuestas, es Gustavo Salle, de Identidad Soberana.
Los pronósticos auguran una casi segura presencia en Diputados y, aunque sería sorpresa, no descartan que pueda pelear el lugar en el Senado.
En las elecciones pasadas Salle estuvo a punto de entrar al Parlamento pero al final no lo logró. Aquella vez logró 19.392 voto con el Partido Verde Animalista, del que se alejó en 2020.
La pandemia posicionó a Salle como vocero de las miradas más radicales de aquellos que vieron en las políticas anti-covid un avasallamiento de las libertades y los derechos individuales. A eso le agrega una retórica antisistema, y la adhesión al plebiscito contra las AFAP.
Otro de los partidos que corre con chances es Unidad Popular-Frente de Trabajadores, la alianza de la izquierda radical. Mientras, la gesta parece algo más difícil para el Partido Constitucional Ambientalista, de Eduardo Lust (electo diputado por Cabildo Abierto en 2019), y más aún para el Partido Avanzar Republicano (de Martín Pérez Banchero, exdirector de Turismo colorado) y para el Partido por los Cambios Necesarios (de Guillermo Franchi, exintegrante de Un Solo Uruguay).
Lo que ocurra con el nivel de votación de los partidos chicos puede ser una de las claves para definir las mayorías parlamentarias en la Cámara de Diputados.
De las "corrientes" contradictorias a la maldición del delfín: ¿esta vez se termina?
Más allá de octubre, hay otras tramas que solo se resolverán al final de la elección. Una de ellas es qué factor tendrá más peso: si el alto nivel de intención de voto del Frente Amplio o la alta aprobación del gobierno liderado por Luis Lacalle Pou.
El director de Equipos Consultores, Ignacio Zuasnabar, dijo la semana pasada en una charla organizada por CED que una particularidad de este ciclo electoral es la persistencia de “corrientes” de opinión pública en direcciones contradictorias. En ese sentido, el sociólogo planteó que el resultado de la elección inevitablemente “romperá” una de dos “reglas” que se han cumplido en las últimas seis elecciones: por un lado, la que indica que el Frente Amplio ganó siempre que llegó con una intención de voto superior al 40%; por otro, la que marca que no ha habido gobiernos que llegaran con los niveles de aprobación del actual oficialismo y hayan perdido en las urnas.
Junto a ello se resolverá también otro enigma de esta elección: si finalmente se rompe o no la regla no escrita de la política uruguaya reciente que marca que no triunfa en una elección el “delfín” de un presidente.
Al menos desde el regreso de la democracia, se suele insistir en que los candidatos que representan la “continuidad” del presidente no han logrado tener éxito electoral. Pasó con el exvicepresidente Enrique Tarigo en 1989, quien era promovido por Julio María Sanguinetti pero en las elecciones internas del Batllismo Unido fue vencido por Jorge Batlle. Se repitió la historia con el exministro Juan Andrés Ramírez al final del gobierno de Luis Alberto Lacalle: la elección de 1994 la ganó otra vez Sanguinetti pero el más votado del Partido Nacional fue por lejos Alberto Volonté, quien estuvo a poco más de 20.000 votos de ser presidente. Lo mismo en 1999 cuando —ya con nuevo sistema electoral— Luis Hierro López, quien era el candidato del Foro Batllista y apoyado por Sanguinetti, perdió las internas con Jorge Batlle, a la postre presidente. Y, otra vez, Danilo Astori, respaldado por Tabaré Vázquez, perdió en 2009 la interna frenteamplista con José Mujica.
El nacionalista Álvaro Delgado —que se postula bajo un lema de continuidad y de “reelegir al gobierno”— ya sorteó el primer obstáculo de las internas con distancia, y eso fue una novedad, pero le queda el partido más difícil. ¿Podrá, en esta elección tan particular, terminar con “la maldición del delfín”?
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