El Ponzi de las vacas: cómo Conexión Ganadera atrapó inversores y la batalla judicial por los restos del negocio

El derrumbe de la precursora del rubro de "bonos ganaderos" expuso una larga historia oculta de opacidad y maniobras fraudulentas; mientras surgen interrogantes sobre cómo fue posible, entre los acreedores asoma una posible disputa por las vacas.

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Portera con candado en campo. Foto: Fernando Ponzetto

Pablo Carrasco —la cabeza gacha, la mirada cansina y algo avergonzada desviándose hacia el papel, la voz trémula— aparece en primer plano en una cámaraque lo toma desde arriba. Miles de personas esperaban ver su rostro, oír sus explicaciones o sus excusas.

—Quería poner la cara. No me voy a ningún lado. Asumo mi responsabilidad. La primera culpa que ya asumo es la negligencia y la omisión. Con mi socio Gustavo Basso tuvimos un acuerdo tácito: yo era el hombre del terreno y él tenía una habilidad comercial indiscutible y el manejo de las finanzas. No me interesaba y sabía que estaba en buenas manos.

En el país con más vacas que habitantes, ese que se vanagloria de tener uno de los sistemas de trazabilidad más avanzados del mundo, el que permite a un cliente de un restaurante europeo saber, si quiere, el campo por el que pasó el animal cuyo refinado corte de carne ahora está por comer, se esfumaron más de 200 millones de dólares supuestamente destinados a vacas y terneros, en un inesperado pase de magia en las narices de inversores, reguladores, medios de comunicación y productores agropecuarios.

Una “timba” de 400 millones de dólares (más de medio punto del Producto Interno Bruto) que —junto a otro centenar de millones perdido por otras empresas del rubro— esquivó todos los radares y terminó en el peor desbarranco de ahorros desde la crisis de 2002 —además de una de las principales estafas en la historia uruguaya.

Ahora todos tratan de recoger los pedazos, y responder la incógnita: ¿cómo fue posible?

Auge y caída

Conexión Ganadera nació en 1999, en tiempos en que los bancos no prestaban plata al agro, el atraso cambiario sofocaba a los productores y el descontento se acababa de expresar a través de una multitudinaria marcha en Montevideo reclamando “Rentabilidad o Muerte”.

Si “la tasa para un crédito inexistente es infinito” —como repiten en el mundo de las finanzas—, en medio de la escasez endémica de crédito de esos años una propuesta como la de Conexión Ganadera no solo tenía sentido: era tan necesaria como el pasto mismo para que el sistema subsistiera.

Era, además, tan solo la actualización de un legado histórico. El esquema pergeñado por Pablo Carrasco y Gustavo Basso se basaba en algo muy antiguo en el Uruguay: los contratos entre inversores ávidos de colocar ganado pero sin campo disponible y productores o terratenientes con campo pero falta de fondos para adquirir animales. A escala pequeña, ese tipo de capitalizaciones se solía dar —como también sigue ocurriendo hasta el día de hoy— con contratos entre privados en un marco de confianza dado por el conocimiento mutuo.

Gustavo Basso y Pablo Carrasco, fundadores de Conexión Ganadera
Gustavo Basso y Pablo Carrasco, fundadores de Conexión Ganadera
Foto: Gustavo Basso

Conexión Ganadera planteaba una forma de llevar ese instrumento a una escala industrial. “Yo vendo confianza”, repetía Carrasco a los inversores. La confianza ya no era entre las partes: era en la viabilidad de Conexión Ganadera. En esos primeros contratos ofrecieron tasas de rentabilidad de hasta 18%. El porcentaje en seguida fue bajando hasta el entorno de un 8% y un 10%.

Durante los años iniciales, esa operativa tenía sentido. Seguramente fue, dicen los entendidos, un negocio genuino en su concepción. Pero aunque todavía nadie lo puede saber con certeza, el negocio perfecto no duró demasiado. La pregunta es cuándo empezó la calesita.

***

Fabián es un joven de unos 30 años que hoy forma parte de un grupo de perjudicados por Conexión Ganadera que están siendo asistidos por Felipe Caorsi —un asesor financiero que ha estado investigando las caídas de los fondos ganaderos y ha publicado columnas al respecto en el semanario La Mañana— y la abogada Silvia Cuello.

—Yo tenía 20.000 dólares para invertir: demasiado para una caja de ahorros, poco para una casa —cuenta Fabián por teléfono a El País—. Ya hace un tiempo estaba mirando la opción de Conexión Ganadera, pero intuía que era raro. Mantuve varias reuniones y cada vez que me mandaban los contratos me escribían desde una casilla de Gmail.

Ganado vacuno
Ganado vacuno.
Foto: Archivo El País

En medio de tantas vueltas —con sus ahorros quietos en una cuenta y con la experiencia de ver a sus amigos ganando un buen dinero con la inversión ganadera— decidió dejar atrás las suspicacias.

—No puedo no poner acá, al final soy un gil —pensó.

Así que en junio de 2024, se decidió por un contrato de inversión en la modalidad "Terneros". Con un padre enfermo de cáncer, se inclinó por esa opción porque era la más flexible con los plazos. En seis meses podía sacar su dinero si lo necesitaba.

Lo que no sabía Fabián es que en ese mismo mes de junio la empresa tuvo su primer incumplimiento por problemas financieros. “Ahí les rebotó un primer cheque”, confirma ahora a El País una fuente con conocimiento de los números de Conexión Ganadera.

Todavía no habían caído el Grupo Larrarte ni República Ganadera.

***

Pablo Carrasco y Gustavo Basso sonríen. También sus esposas, Ana Iewdiukow y Daniela Cabral. Es octubre de 2024 y Conexión Ganadera celebra 25 años de vida. En La Baguala, amigos y clientes están citados para escuchar hablar de su “historia y planes a futuro”.

—Nosotros no somos un pasamanos —anuncia Carrasco ante el auditorio.

No eran días fáciles para el rubro. Grupo Larrarte y República Ganadera, dos empresas que se habían formado en el mismo negocio que Conexión, tambaleaban bajo el peso de denuncias e incumplimientos. Pagos que no llegaban, ganado que aparentemente no existía. La primera admitía que había usado fondos de los inversores para tapar agujeros en otras áreas de su grupo económico. La segunda alegaba pérdidas millonarias por la sequía de 2022 y 2023 y problemas de liquidez debido a una crisis de “confianza” en el sector. Pronto se sabría que todas, en un mayor o menor grado, tenían maniobras fraudulentas.

Pablo Carrasco
Pablo Carrasco en Dolores
ALE HEREDIA

Pero Pablo Carrasco salió a presumir de la honradez de su negocio. “Nosotros sí tenemos vacas”, tuiteó, con un video de un par de decenas de animales. “Está bueno que sepamos los que se portan bien, también que sepamos los que se portan mal”, dijo en el festejo de aniversario, para el aplauso de los presentes.

No eran solo sus competidores los que estaban en problemas. Para entonces, Conexión Ganadera ya había tenido sus primeros incumplimientos. Pero seguía vendiendo la idea del negocio brillante, intentando que la bicicleta no se frenara.

“Lo que se viene es mucho más grande que lo que hicimos”, dijo Carrasco, profético, esa noche de octubre.

En diciembre, mes en el que vencía por primera vez el contrato, Fabián —el joven que había puesto todos sus ahorros— pidió salirse. Si ya había tenido sus dudas antes de entrar, ahora las alarmas sonaban con fuerza.

Pocos días antes, Gustavo Basso había muerto en un choque letal en su Tesla, en la ruta 5, en Florida, en un episodio aún no cerrado para la Fiscalía que lo investiga. Conexión Ganadera, que había amagado a salir al rescate de República Ganadera, al final también tambaleaba.

—Me dijeron si quería reinvertir y les dije que no, que necesitaba mi dinero.

Le respondieron que okey, que le daban por cancelado y hasta le mandaron la liquidación. Pero de un momento a otro, dejaron de contestar los mails.

El día que se suponía que debían depositarle el dinero, ingresó a su cuenta bancaria con la esperanza de tener su retorno en tiempo y forma.

—Tenían que mandarme 20.688 dólares. Me mandaron solo los 688 dólares de intereses.

Balance

Los activos y pasivos de Conexión Ganadera

En su informe del martes, que se basó en gran parte en lo informado por la empresa, el contador Ricardo Giovio pasó en limpio los grandes números de activos y pasivos de Conexión Ganadera. Entre los 150 millones de dólares en activos, mencionó que hay unos 100 millones en ganado, 13 millones en campos y 45 millones en créditos a frigoríficos. Entre esos créditos hay 15,7 millones cedidos a Bamidal, de Gustavo Basso. “Hay que ver si eso está disponible para cobrar”, dice uno de los abogados. Otros posibles activos comerciales, como la marca de carne Stradivarius (para la cual se invirtieron 4 millones de dólares en construcción de marca) hoy tienen un valor cercano a cero. La empresa Del Terrunio LLC (Del Terruño), con la que comercializaba la carne en Estados Unidos, fue disuelta el último día de diciembre de 2024 "por orden judicial o por la Secretaría de Estado", según registros públicos de Massachusetts.

En cuanto al pasivo, existen 384 millones de compromisos con los inversores. La mitad del pasivo se concentra en 570 inversores. Y el 75% (lo requerido para un Acuerdo Privado de Reorganización) se concentra en unos 1.510 inversores.

Giovio, al igual que los abogados, considera que los números pueden cambiar en la etapa concursal. Por un lado, los activos reales pueden ser menos (que haya menos ganado del informado, o que parte de los créditos no se puedan devolver). El pasivo también probablemente decrezca, sea porque algunos acreedores no logren "verificar" sus inversiones, o no ingresen al país (si son extranjeros) o hayan hecho sus pagos en efectivo y no figure un recibo verificable.

Negocio opaco

Incluso bajo la hipótesis de que Conexión Ganadera haya iniciado su camino con rentabilidades genuinas, los problemas no tardaron.

Lo que empezó con contratos de propiedad para los inversores —el “dador” del capital recibía como “garantía” la titularidad del ganado—, pronto se diversificó hacia otros productos, algunos mucho más cercanos a una intermediación financiera —préstamos a productores a cuenta de un interés fijo que supuestamente se obtenía de la venta del animal engordado— que a una capitalización productiva.

La contabilidad, según distintos operadores del rubro ganadero consultados para este informe, también fue un desastre desde el principio. Tanto que en sus primeros años de vida —entre el año 2004 y 2005— a Conexión Ganadera se le denegaron préstamos bancarios por falta de claridad en el manejo de sus productos, poca transparencia en la contabilidad, y costos altos difíciles de cubrir, según las fuentes consultadas.

En los años posteriores el esquema se complejizó con el armado de sociedades que dejaban a los dueños de Conexión Ganadera a ambos lados del mostrador. Primero crearon los Hernandarias —mediante los cuales invitaban a los inversores a ser ganaderos hacendados— y luego eso se transformó en Hernandarias XIII —con Carrasco y Iewdiukow como responsables—, que acabaría convirtiéndose en el principal “tomador” del dinero de los inversores.

Ganado vacuno
Ganado vacuno en un campo.
Foto: Fernando Ponzetto/archivo El País

Durante todos esos años, los conocedores del rubro podían desconfiar, en privado, del éxito de la compañía. Pero también es cierto que el ganado rendía. El boom de los commodities, que se extendió desde la salida de la crisis hasta los primeros años de la década siguiente, ayudó a atenuar los problemas intrínsecos del negocio. El precio del ganado, en definitiva, subía de manera continua. Y la burbuja seguía creciendo.

En el cálculo especulativo hacia atrás, ahora con el diario del lunes, distintos consultados para este informe señalan que es “muy posible” que tan lejos como 2007 o 2008 el negocio ya manejara pérdidas de algunos millones de dólares, disimulables por el flujo positivo de fondos. En 2009, según informó Felipe Caorsi en La Mañana, hubo casos de incumplimientos y denuncias de inversores que decían no haber podido corroborar la existencia de su ganado.

Terneros.jpg
Cría de terneros
Archivo El País

El problema de fondo, que se agravaría a partir de 2014 con el fin del viento de cola para el sector ganadero, era el ofrecimiento de una renta fija en un negocio de resultados esencialmente variables.

Carrasco tenía —o decía tener— una respuesta para ello. Cuando le preguntaban cómo era posible mantener un 8% de rentabilidad en un negocio que a duras penas llegaba a un 4%, sacaba a relucir su poder de convencimiento, ese por el que ahora a viva voz lo tildan con el adjetivo que durante años muchos se guardaron para la esfera privada: “charlatán”.

—¿Dónde está el truco? Lo que pasa es que nosotros te invitamos a entrar en la mejor parte de la cadena del negocio. En un año puede duplicar su valor. De ese aumento de casi 100%, el inversor se lleva una vigésima parte.

Fue un pitch que repitió y perfeccionó durante años en reuniones privadas, entrevistas periodísticas y eventos públicos, incluso cuando la distancia entre sus supuestas rentabilidades y las del sector se hacían más pronunciadas.

—Nosotros te invitamos a entrar en el filet mignon del negocio —insistía.

Su razonamiento, que según empresarios del rubro podía ser cierto en algunas ocasiones, estaba de todos modos sujeto a los vaivenes del negocio. “¿Cómo me asegurás en qué momento vas a vender la vaca?”, explica uno de los consultados.

Ahí probablemente empezaba la discrecionalidad. En las justificaciones de Carrasco se desdibujaba también la gama de productos que ofrecían a los inversores. Conexión Ganadera enfatizaba las opciones que permitían ser “propietario” del ganado y tenerlo como garantía, pero una parte importante de las inversiones se canalizaba a través de modelos como el de “terneros”, en los que los inversores simplemente eran poco más que “prestamistas”. Muchos iban por uno, pero les decían que había lista de espera. Días después les informaban que se había abierto un cupo. Los confusos contratos que firmaba el inversor además ya admitían ese pasamanos desprolijo y opaco, con cláusulas como la siguiente:

"En caso de que los resultados económicos del negocio contemplado en este contrato no sean suficientes para cumplir con las obligaciones establecidas, el tomador —generalmente Hernandarias XIII faculta expresamente al administrador Conexión Ganadera a utilizar los resultados económicos surgidos de otros contratos que el tomador mantenga con el administrador para garantizar el fiel cumplimiento del presente contrato". 

Conexión Ganadera en 2013
Pablo Carrasco y Gustavo Basso en las oficinas de Conexión Ganadera en 2013.
Archivo El Pais / Leonardo Carreño

Las rentabilidades supuestamente eran tan jugosas que a los productores, en el mediano plazo, les quedaba margen para compensar las “excepciones” ruinosas. Pero era Conexión Ganadera el que tomaba fondos de contratos consigo mismo para garantizar el pago del interés fijo. Ni siquiera lo necesitaba, pero el contrato mismo planteaba una posible calesita.

“Los inversores no pagan las culpas ni se benefician de los méritos del productor”, repetía Carrasco. En realidad, cada vez más, estaban pagando todo el circo.

En 2020, un usuario le escribió por Twitter (hoy X) con un mensaje provocador resumido en una sola palabra:

—Ponzi.

—Nunca tuvimos un cliente de apellido Ponzi —respondió Carrasco. Le dijo que le regalaba su casa si le acercaba una sola persona que no hubiera cobrado.

Ganado perdido

“Si bien no empezó como un esquema Ponzi, terminó como un esquema Ponzi”. El que habla, en un tono descarnado que sorprende a muchos de los casi 5 mil oyentes colgados del streaming, es el contador Ricardo Giovio, experto en situación de empresas en crisis. Dice que cuando lo contactaron de Conexión Ganadera, en los primeros días de este año, él puso sus condiciones:

—Si voy es para decir lo que pienso.

Su diagnóstico es desolador. Dice que cuando comenzó su trabajo el 6 de enero y conoció a los dueños, la empresa le informó que existía un desfasaje de unos 150 millones de dólares entre activos y pasivos. Pero que simplemente haciendo correr el sistema informático —que aparentemente se llama Conga, como las sociedades de Carrasco en Panamá—, aparecieron 80 millones de dólares más de deuda.

La falta de información es tal que el margen de error, según el contador, es de unos 30 millones más arriba o más abajo.

—Podrán ser 230, 250, o 200 millones. Pero no cambia en absoluto el diagnóstico de la empresa.

Edificio del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca

Giovio también relata que lo de Conexión Ganadera no fue un problema de liquidez, atribuible por ejemplo a una corridade ahorristas espantados por el periplo de Larrarte o República Ganadera. En todo caso, dice, esos hechos aceleraron un desbarranque que no hubiera tardado muchos meses más.

—Esto es un antes y un después. Se cayó la empresa más grande del país en un rubro y estos son los números más grandes después de la crisis bancaria.

En días posteriores, el contador profundizó en números que grafican la insolvencia: 100 millones en ganado, con una rentabilidad a reventar de 5% deja 5 millones de ingresos anuales. Con un pasivo de unos 400 millones de dólares con intereses en promedio de 9% o 10% son unos 40 millones de pérdida. O sea que asumiendo una rentabilidad alta (cuando las ineficiencias de la empresa seguramente hacían que fuera al menos la mitad), un año “bueno” podía dejar 40 millones de pérdida. “Años malos” como 2020 o 2023 no podrían haber dejado menos de 50 millones de pérdidas.

El planteo de Giovio es que, más allá de bienes que se puedan encontrar en otros negocios o sociedades de los responsables de la empresa, gran parte del dinero es “irrecuperable”, que simplemente se esfumó o bien en negocios que no dieron ningún tipo de retorno, o en el pago de la pirámide de intereses sin ningún sustento genuino.

Pero los acreedores quieren encontrar activos en donde sea.

zona gris

Del lavado a la estafa: ausencia de control y regulación

Con el fraude al desnudo, una de las preguntas que quedó en el aire es cómo esta operativa pudo funcionar durante tantos años sin activar mayores alarmas y por fuera del control de las autoridades.

El Banco Central del Uruguay (BCU), encargado de regular las operaciones de intermediación financiera, comunicó que en más de una decena de ocasiones, entre 2018 y 2022, había advertido sobre opciones de inversión que estaban fuera de su competencia, y que en algunas de ellas habían logrado que se cambiara la publicidad o parte de los contratos de las compañías. En el caso de Conexión Ganadera, una de las actuaciones derivó en que se cambiara la redacción en unas cláusulas del contrato de modalidad “Terneros” y se concluyó que tras ello “la mencionada actividad, en el marco de la normativa citada, no se encontraría sometida a la regulación y contralor de la Superintendencia”, según afirmó el Central en una resolución de 2022 divulgada en ese entonces por El Observador. De todos modos, abogados y actores del rubro financiero señalan que ese tipo de operativa en el que no se otorgaba la propiedad del ganado se acerca a la modalidad de “ahorro público”.

Desde el Ministerio de Ganadería, por su parte, señalaron que no hubo ninguna comunicación con el BCU para consultar o compartir información sobre estas operativas. Ahora, tras las quiebras de varias de ellas, hubo una reunión entre los organismos para evaluar posibles formas de regular la actividad.

Otro aspecto que no fue controlado por ningún gobierno fue el lavado de activos. Eso pese a que el literal f del artículo 13 de la ley de Lavado incluye entre los sujetos obligados a reportar operaciones sospechosas a “los contadores públicos y otras personas físicas o jurídicas que actúen en calidad de independientes y que participen en la realización” de “administración del dinero, valores u otros activos del cliente”.

“Nos lo comimos”, dijo este viernes en Desayunos Informales Ricardo Gil Iribarne, extitular de Jutep en el gobierno del Frente Amplio. Compañías como Conexión Ganadera daban la oportunidad de invertir dinero sin explicar su origen, y obtener retornos justificados. Una posibilidad es que exista una masa de acreedores que no reclamen sus deudas para no llamar la atención sobre los fondos.

También se aceptó, por acción u omisión, que grandes volúmenes de ahorros se canalizaran a través de operativas sin transparencia alguna.

“Todos aceptamos que esta empresa no tuviera información y basamos todo en su prestigio, antecedentes y cumplimiento. Fuimos todos para adelante y nos la pusimos de sombrero”, resumió el contador Giovio en su informe del martes.

La batalla por las vacas

Es miércoles 29 de enero y en la planta baja del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) hay más actividad de lo habitual. Allí funciona el Sistema Nacional de Información Ganadera (SNIG), que centraliza los datos del ganado disperso por todo el país.

De a cientos por día, los “inversores ganaderos” ahora concurren con una misma pregunta: dónde están sus vacas. En la gran mayoría de los casos, la información que les devuelven no es demasiado auspiciosa. Algunos se retiran cabizbajos, casi entregados. Otros con lágrimas en los ojos. Están los que se aferran a cualquier dato mínimamente auspicioso. Si tienen ganado a su nombre en el sistema, todavía tienen que ver si la información está actualizada. Y ni que hablar del debate sobre si pueden retirarlo.

Acá es donde empieza la compleja batalla jurídica por los pasos a seguir.

Hereford, vacas, vaquillonas, ganado. Manuela García Pintos
Del miércoles 7 al viernes 9, los criadores giraron por el norte del país para ver el Hereford inserto en diferentes sistemas de producción, con diversos manejos, pero que, en campos de basalto, muchos cristalianos y arenosos, la raza se adapta y se defiende dando muy buenos números e índices productivos
Foto: archivo El País

Por un lado están las responsabilidades penales de los dueños de la empresa. Por otro, las opciones que tienen los ahorristas para intentar recuperar lo máximo posible —que, ya saben, no será mucho.

En este último punto, el primer paso del largo camino será la confirmación del concurso y el desplazamiento de las autoridades de la empresa por parte de un síndico, que tendrá que gestionar sus activos mientras se resuelve qué hacer con ellos. Según los números aproximados que proporcionaron desde la empresa al contador Giovio, existirían activos por unos 150 millones de dólares, de los cuales 100 millones son en ganado (90% de ellos con Hernandarias como tomador) y otros 50 millones se dividen entre préstamos, campos y otros negocios no particularmente rentables.

Para empezar, los distintos abogados que empezaron a trabajar en el caso desconfían de que, en los hechos, esos 150 millones existan.

—Hoy por hoy es difícil resolver cuál es el camino a seguir, porque la información es muy poca. No confío en que el activo sea de 150 millones. No es lo mismo si es esa cifra o si son 40 millones —dice el abogado Leonardo Costa.

Pero si efectivamente existieran los 100 millones de dólares en ganado, por ejemplo, una pregunta es a quién le corresponden. En Conexión Ganadera había dos grandes grupos de contratos: unos en los que el inversor era titular del ganado, y otros en los que no quedaban a su nombre. Estos últimos, hoy por hoy, no son los propietarios directos de los animales —si es que alguna vez existieron; una hipótesis de los abogados que trabajan en el caso es que ese esquema haya funcionado en gran parte como caja para sostener el pago de los intereses.

Sobre los primeros también pueden plantearse algunas dudas, ya que los contratos son especialmente enredados: por ejemplo, al inversor se lo trata por momentos como propietario y por otros como acreedor, y una cláusula señala que si las vacas se mueren no es su responsabilidad.

Pero además de esas dudas, está el posible “tironeo” entre los que encuentren parte de su ganado y los que no tengan ninguno: una disputa que de existir tendría que dirimirse a través de la Justicia.

En términos muy simples, si el ganado fuera de todos, iría a una especie de fondo común que podría prorratearse para repartir entre todos los acreedores. Si fuera de algunos particulares, entonces correspondería la liquidación ordenada de las propiedades a nombre de cada uno. Y quedaría para repartir lo que surja del resto de los activos, como los campos y los créditos a cobrar.

Para el abogado Juan Pablo Decia, sin embargo, es fundamental evitar ese tipo de divisiones.

—Hay una falsa oposición, un falso conflicto. Los inversores tienen que olvidarse de lo que dicen los contratos, las guías y el SNIG. Nada de eso refleja la realidad. Si se paran sobre su situación contractual y empiezan a dividirse, esto se hace insostenible. Porque mientras se discute de quién son las vacas, esas vacas se te mueren. Necesitamos un acuerdo colectivo cuanto antes. Y lo digo aun sabiendo que algunos clientes míos, los que sí tienen ganado, pueden cuestionarme. Pero estoy convencido de que es la mejor salida incluso para ellos.

—¿Si van por el camino judicial, cuando terminen la pelea no van a tener nada que cobrar?

—Exactamente. Cuando lleguen se van a encontrar con los esqueletos. Porque el síndico va a tener que ir vendiendo los animales. No se puede dejar el ganado en suspenso mientras se litiga.

Decia desliza otro argumento: los que tienen ganado a su nombre, en caso de que efectivamente exista en la vida real, en parte obtuvieron retornos de una operativa que se alimentaba de las inversiones que inyectaban los demás.

Pero nada de eso convence a Mateo, un argentino que invirtió en dos contratos por más de 100 mil dólares cada uno y dice haber corroborado ganado a su nombre en el sistema del ministerio, dice en cambio tener la intención de reclamar lo que es suyo.

—Yo tengo mi ganado. No puse en terneros. Espero ir y que me lo devuelvan —resume por teléfono a El País.

Costa, que representa a más de un centenar de damnificados, pide ir paso a paso. “Hoy es muy difícil saber cuántos animales hay. Hasta que no se haga un recuento físico y se verifiquen las caravanas, es imposible tener certezas”.

La tarea para recuperar algo será titánica. Tanto que algunos ya ni siquiera están seguros que valga la pena. Enrique, un médico jubilado que durante años ganó buenos intereses, pero que ahora quedó “adentro” y sin una vaca, lo resume con pesar:

—Nos invitan a hacer un balance entre una desgracia y otra desgracia.

judicial

¿Una pena más "benévola" a cambio de más bienes para liquidar?

Además de la pata concursal está también la responsabilidad penal de los socios de Conexión Ganadera. Se trata de un capítulo no necesariamente ligado a la vía civil, pero puede haber contacto entre ambos caminos. Según el abogado Juan Pablo Decia, a Pablo Carrasco, su esposa Ana Iewdiukow y a la viuda de Basso, Daniela Cabral, le esperan responsabilidades por varios delitos. “Cometieron una estafa gigantesca, una apropiación indebida gigantesca y una asociación para delinquir gigantesca”, dice a El País. Sobre la posibilidad de que un acuerdo civil implique la exoneración penal de los responsables, Decia señala que lo que se podría negociar es la “benevolencia” de la pena. “Ellos van a estar desplazados de la empresa y van a ser condenados. Un Acuerdo Privado de Reorganización (APR) podría implicar la negociación de un acuerdo abreviado en la Justicia a cambio de que pongan a disposición “más bienes de los que hoy existen para repartir entre los activos”.

El abogado Ignacio Durán dice por su parte que la "estafa y engaño surge muy claro". "Cuando se planteaba salirse, no se lo permitían. Se insistía en reprogramar. Sacaban chapa de tener 25 años y engañaban a la gente".

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