Una “inundación mediática”: el plan frenético de Andrés Ojeda para intentar pasar al balotaje

Esta crónica acompañando al candidato colorado a lo largo de una semana, forma parte del ciclo de Qué Pasa titulado "Girando por un voto", sobre las campañas de los candidatos, que continuará este domingo.

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Andrés Ojeda.
Andrés Ojeda.
Foto: Ignacio Sánchez.

Se venía una semana frenética, Andrés Ojeda tenía prevista una gira por Canelones, Colonia y Soriano; iba a grabar tres spots —uno con animales, uno en Casavalle y uno boxeando—, participaría de una carrera, iba a preparar hamburguesas en el McDía Feliz y hasta adoptaría a un perro; ya tenía agendadas una decena de entrevistas y tres presentaciones donde expondría las propuestas centrales de su candidatura: salud mental, bienestar animal y seguridad.

Todo esto iba a pasar, hasta que se conoció la encuesta de Radar que lo ubicó a solo cuatro puntos de distancia de Álvaro Delgado (15% contra 19%) y entonces Ojeda y su séquito cambiaron de táctica.

Mientras diseñaban la nueva estrategia, de este lado del teléfono el futuro era incierto. Durante algunos días, la agenda de Ojeda era un misterio. Su equipo de comunicación no respondía llamadas ni mensajes. Puertas adentro, se trazaba un plan con la mira puesta en Delgado.

Finalmente, en los días que siguieron Ojeda cumplió con la mayoría de las actividades mencionadas y agregó muchas más, pero no volvió a recorrer el interior. No era la mejor estrategia movilizar a la militancia “en un momento en el que precisamos crecimiento”, explicará el candidato durante una recorrida por la planta de reciclaje Ecopet.

—Me quedan 20 días, no puedo estar volanteando mi tiempo. Hay una frase de (Luis Alberto) Lacalle Herrera que es muy buena, que dice “ojo que movimiento no es acción”. Que vos termines muerto al final del día porque corriste como un desenfrenado, no es necesariamente una acción rendidora.

—Pero vos estás saliendo a bailar, vas a una carrera, estás ahora mismo en un evento empresarial y en dos horas vas a presentar tu propuesta en seguridad.

—Nuestra campaña es todo dinamismo. Este dinamismo es el que nos ha generado crecimiento, estamos todo el tiempo generando cosas. Yamandú Orsi no va a ningún lado y Delgado sale cada vez menos. El único que va a todos lados soy yo.

“No soy perfecto”.

La cita en la Casa del Partido Colorado es a la hora exacta en que empiezan los informativos. Ojeda hace su entrada en una sala iluminada con una luz roja que recuerda a la de las películas de giallo: estridente y etérea a la vez. Usa una camisa blanca que se adhiere a sus músculos como una sobrepiel de algodón. Se dirige a un escenario en el que están Matías Bordaberry (el hijo de Pedro, devenido en coordinador de campaña y “fiel soldado” de Ojeda), el candidato a vicepresidente Robert Silva y el psicólogo y atleta no vidente Daniel Davrieux.

Andrés Ojeda.
Andrés Ojeda.
Foto: Ignacio Sánchez.

Ojeda tiene dos públicos: se dirige a un sector ocupado por las cámaras de los canales y a una platea nutrida, que vino a escuchar su propuesta en salud mental.

Empieza el conversatorio y pasa esto: Robert Silva lo mira a Matías Bordaberry, Matías Bordaberry mira hacia una pantalla con estadísticas sobre suicidios y lee los números; pantalla que es fotografiada por algunos de los asistentes a los que Ojeda observa detenidamente, inclinando su cuerpo hacia adelante, poniendo a prueba la resistencia de su camisa cuya tela se tensa cada vez que eleva el codo para cebarse un mate y cerrar el gesto levantando la vista y posándola en los jóvenes de la primera fila, buscando un cruce de miradas.

Los que acompañan a Ojeda dicen que es “incansable”, pero su voz está cascada, algo aguda de más. A fuerza de oficio toma impulso e interviene para enfatizar que su campaña “jerarquizó el tema y lo transformó en uno clase A”. Esto es un ejemplo de traer lo nuevo a la política, dice. Y desliza que “la importancia de ser votados les va a dar más incidencia en cómo podrán incorporar sus propuestas en el programa de gobierno”. Que es como decir que en un escenario en el que el Partido Colorado no llegue al balotaje, su poderío igualmente se proyectará en el reparto de cargos y en los escaños que logre en el Parlamento.

—Me imagino una campaña potente, un Luis Suárez, un Edinson Cavani mirando a cámara y diciendo cuáles son los síntomas de los problemas de la salud mental. ¡En un mes todos sabríamos reconocerlos! ¡Cuántas tragedias se evitarían! —apunta con un lenguaje llano, dirigido a un público que, salvo por la presencia del diputado Felipe Schipani y del exministro de Ganadería Carlos María Uriarte, parece ajeno al “círculo rojo”.

La descripción del spot con el que fantasea Ojeda emociona a Felipe y a Lucía, dos jóvenes muy jóvenes que lo escuchan desde la primera fila. Esta será su primera votación en unas elecciones nacionales. Lucía se seca las lágrimas con un pañuelo, Felipe se refriega los ojos con el cuello de la camisa. Ojeda, atento, les guiña un ojo.

Álvaro Delgado junto a Andrés Ojeda.
Álvaro Delgado junto a Andrés Ojeda.
Foto: Ignacio Sánchez.

Dice Lucía que al candidato lo conoció en la Facultad de Derecho antes de que redireccionara su vida a la política. “Él era el asistente de mi profesor. Le pedí una foto y no dudó, me dijo que sí”.

Sigue Ojeda:

—El presidente (Lacalle Pou) dijo que iba a terapia y yo también. Lo digo frente a las cámaras, hago terapia.

Después promete que va a terminar con los hospitales psiquiátricos, “¡basta de depósitos de personas!”, exclama.

—Parece que los políticos tuviéramos que ser perfectos, que no tenemos derecho a sobrepasarnos, a sentir que no te da la vida para cumplir con todo. Yo digo que no soy perfecto, yo cometo errores, siento ansiedad, me bajoneo y tengo momentos en que siento que no voy a poder.

Pero al final, continúa Ojeda, “lo más importante es lo que uno cuenta de uno”. Él dice que empezó terapia para conectar con su emotividad porque es demasiado racional.

—Como ya saben, soy muy de capricornio.

Se autocita, refiriéndose al ping pong de preguntas personales que lanzó en su comentado spot. Y el público lo festeja con una risa al unísono, como las que escuchamos cuando vemos una sitcom.

La belleza y el poder.

En una plaza de Pocitos siete mujeres hamacan bebés mientras hablan de Ojeda. Tienen entre 25 y 60 años, todas trabajan de niñeras.

Así empieza la charla:

—Ese que es muy de capricornio, ¡qué lindo que está!

—Sí, pero la publicidad del gimnasio le restó, para mí. Parece que dijera que solamente a la gente linda puede irle bien y no estoy de acuerdo con eso.

—A mí me gusta que se preocupe por la salud mental y por los animales.

—¡Dejate de jorobar! ¡Un presidente no puede estar ocupándose de la salud mental, tiene temas más importantes!

—No... Si él habla del tema les sirve a los jóvenes que están complicados.

Y siguen.

En resumen, les gusta: que sea joven, que no “cargue ninguna mochila”, que no “esté atomizando repartiendo listas”; eso lo posiciona mejor, opinan. No le llevan: que esté tan enfocado en la belleza y que sus declaraciones sean “muy de derecha”.

De las siete, una dice que lo va a votar.

Un perrito para Ojeda.

Si Avenida Brasil y la Rambla es el epicentro blanco, los ojedistas hoy quieren plantar su bandera en la Rambla y Bulevar Artigas. Es viernes, la tardecita está soleada y el mar de fondo es un paisaje de postal para las fotos que dará este evento, sobre todo cuando traigan a los perritos.

Que llegue un rato antes porque a Ojeda le tienen preparada una sorpresa, me chiflan. Y obedezco, pero me recibe un gasebo con música de Los Piojos y un único militante empilchado con una remera de Ojeda que pasea a un chihuahua. En un rato este chihuaha será el elegido del candidato para hacer las fotos con los medios.

Casi una hora después llega Ojeda: chaleco informal, jean azul y championes blancos marca Armani. Todavía somos pocos y saluda a cada uno con un beso.

Tras el saludo, una militante grita:

—Rey, ¡tenés que sacarte una foto!

Rey resulta ser un perro; sin raza, petiso, marrón, que lleva bozal y una placa en forma de hueso que dice I’m the king.

Hay una vibra distendida y bastante familiar en este pseudoacto, en el que Ojeda presentará su propuesta de bienestar animal. Están la hermana y sus sobrinos. Hay una chica bellísima que según el chusmerío es la novia del colorado. Y también está la madre de Ojeda.

La madre llegó con una amiga, Adriana, quien tiene una protectora de animales en Mercedes, que le hace un reclamo a “Andrés” y este le responde:

—Después hablamos pero no puedo estar en todos lados.

Y se va.

Adriana se deshace en elogios. Que es muy profesional, que es joven, que es la renovación, que es el único que realmente se la está jugando por los animales. Del brazo de Adriana está Patricia.

—Y esta es la mamá, pero tiene un perfil muy bajo, no la vas a ver en ninguna parte.

Andrés Ojeda junto a Luis Lacalle Pou.
Andrés Ojeda junto a Luis Lacalle Pou.
Foto: Ignacio Sánchez.

Patricia dice que siempre acompaña a su hijo pero que es discreta y no le gusta hablar con periodistas. Responde con monosílabos. Esquiva la mirada, hasta que:

—¿Qué pensó cuando su hijo le dijo que quería ser presidente?

—Pensé que iba a dejar su carrera de éxitos por algo incierto, pero bueh...

—Al final lo apoyó igual...

—Si él te dice algo es que ya lo tiene pensado. ¿Vos sabías que cuando era chico los amigos lo apodaron el diputado?

Ya somos 60, 70, tal vez 80 personas.
Schipani vino y trajo a su perro.
Ojeda fija la vista en una perrita negra que fue abandonada por sus dueños, se la acerca una chica, lleva una bandana del candidato en el pescuezo, pero la mascota se asusta, se zafa de los brazos del candidato, se suelta de la correa y se aleja con la cola entre las patas.

La adopción queda suspendida.

—¿No había un perrito chico en la vuelta? —pregunta Ojeda y le traen al chihuahua.

Después, llueven las selfies que él toma a la manera Lacalle Pou, agarrando el celular con sus manos, en un gesto de cercanía. Aleix Sanmartín, el asesor español de la campaña sensación en las elecciones nacionales, está presente. Eso no es habitual, él pica en el país y se va, cuenta una fuente allegada a Ojeda.

Esta tarde parece estar atento a todo, incluso organiza a los asistentes para que formen un círculo rodeando a Ojeda, que propone la creación de una fiscalía especializada en maltrato animal, un hospital veterinario y promete que prohibirá la sangría de las yeguas. Todo esto ante la mirada resplandeciente de la oradora, la veterinaria Gabriela Iribar, que comienza su discurso diciendo I have a dream.

“Corro porque puedo”.

Sábado 15:36 horas, la carrera Inju5k Hablemos de salud mental está a punto de comenzar. Recibo un mensaje de Ojeda, es una foto general del evento y el texto: “Me dejaste de garpe”.

Son tantas las actividades en la agenda del candidato que al equipo de comunicación se le traspapeló esta y la noche anterior avisó que no participaría.

—¿Te acercaste a la meta?

—Ganarla era imposible. Había tipos que corrían en serio y yo no corro nunca.

—¿Y por qué fuiste?

—Porque estaba bueno para la campaña. La cara de sorpresa de la gente al verte, paga el estar ahí.

—¿Te pidieron muchas fotos?

—A patadas. Nos estamos metiendo en lugares no comunes para los políticos. ¿No viste que ahora Orsi juega al basquetbol? Es para pegarse a lo que hacemos nosotros, que es algo más distinto. Pero yo corrí, porque de los candidatos soy el único que puede hacerlo.

—Igual que irte de boliche y al día siguiente retomar la agenda como si nada.

—No voy a dejar de salir.

—¿Es hacer política eso?

—La gente se copa con verte ahí.

—Pero te escuché quejarte de que no podés estar en todos lados.

—Estoy a un paso de la omnipresencia.

En un fútbol 5.

Hay un clima raro en la planta de reciclaje Ecopet, que está a punto de anunciar una noticia clave para el aporte de Uruguay al cuidado del medio ambiente, pero pierde fuerza al estar la atención centrada en la presencia de Lacalle Pou —que deslizará un no-comentario sobre la gravedad del plebiscito por la seguridad social— y la irrupción de Ojeda. Esta mañana, el candidato había sido tema de conversación en Argentina tras una curiosa seguidilla de menciones por parte de personajes mediáticos. Primero Jorge Rial publicó un tuit comparándolo con Javier Milei, después lo defendió Luis Majul y esa misma noche terminaría teniendo una conversación radial, improvisada y algo picante, con Viviana Canosa.

—¿Lo conocés a Rial?

—Igual que vos.

—¿Qué te pareció el comentario?

—No me cayó mal, él tiene una posición en contra de lo no tradicional, pero Milei encontró una forma de conectar con la gente. Te guste o no te guste, para Argentina representa una nueva política.

—¿Te gusta su forma de comunicar?

—En modo uruguayo.

—¿Te sirve que hablen de vos allá?

—Esto lo que viene a demostrar es lo que hace la buena televisión, porque pasó por un spot de 40 segundos.

Con poca ropa.
Levantando pesas.
Hablando de capricornio.

A Ecopet Ojeda llega enfundado en un traje, por supuesto justísimo. ¿Habrá algo en esta decisión estética que esté relacionado a cómo visten en su faceta civil los personajes de Marvel que tanto idolatra?

Andrés Ojeda en la Feria del Libro.
Andrés Ojeda en la Feria del Libro.
Foto: M. Solomita

Como sea, a su paso un grupo de empresarios comenta “¿viste que llegó el muy capricornio?”, y una veterana coqueta le da ánimos a otra para que se anime a saludarlo. Ojeda evitará con elegancia sentarse en la tercera fila, en el asiento que le había sido asignado, y terminará ascendiendo a la primera, se ubicará a su lado uno de los directores de la empresa anfitriona. Estará a cinco personas de distancia del presidente de la República, al que mirará más de una vez de reojo pero con el que no cruzará saludo.

—¿Cómo está la relación con Delgado?

—De mi parte todo más que bien. Esto es muy parecido al fútbol 5, todos queremos ganar, siempre hay algún pechazo pero termina el partido y somos amigos.

Otro capricornio.

“Sabés que va a ser imposible estar mientras se graban los spots”, me dicen. Lo suponía por las evasivas. Dice Ojeda que graba rapidísimo y que siempre cambia el guión: dice lo que se le ocurre.

—¿Vos tenés la última palabra?

—A ver, el que pone la jeta soy yo.

Después de la pieza de la familia multiespecie, lanzan otro en el que Julio María Sanguinetti reconoce que también es de capricornio. “Si no sos de capricornio, igual votá la renovación”, dice la bajada.

—Me surgió la idea de que dijera algo en virtud de que defendió el spot del gimnasio, y se copó al toque. Es el simbolismo que termina de atar el círculo porque nos dicen que somos una cosa joven sin contenido y te levanta que lo diga una persona que no es joven, que fue dos veces presidente y es puro contenido. Eso valida esta nueva política y así terminamos de ganar la batalla cultural.

El Uruguay más seguro.

Dos horas y media después Ojeda llega a la Casa del Partido Colorado, sube a un escenario con una pantalla imponente y una estructura que emula la de las conferencias de Presidencia desde la que hará las presentaciones rimbombantes de su equipo en seguridad. Lo acompañan Diego Sanjurjo (del lado de la prevención), Gustavo Zubía (del lado de la represión), Jorge Barrera (asignado en la temática de lavado de activos), Sara Durán (a cargo de la política carcelaria) y Gabriela Fossati (sobre la reformulación de la fiscalía).

Andrés Ojeda.
Andrés Ojeda.
Foto: Leo Mainé.

La sala está desbordada y el público es efusivo. Lo celebra. Ojeda sonríe, lanza guiñadas, frunce la nariz para las fotos. Está “arañando” el balotaje, dice. Y cierra el evento prometiendo una “solución definitiva para el problema de la seguridad”. Se despide asegurando que él puede ser el presidente “del Uruguay más seguro de su historia”.

En un reality.

Una hilera con cámaras de los informativos espera a Ojeda en el atrio de la intendencia, donde llegó a recorrer la Feria del Libro. Le responde a Lucía Topolansky que si él es un rabanito, “su candidato (Orsi) es un tubérculo porque vive abajo de la tierra y en la comparación de verdura gano yo”. Touché.

Los pedidos de selfies empiezan a llegar. De pronto ya son más de 20 cámaras sobre Ojeda, pero ninguna lo sigue con tanta devoción como la de Romina Torres, encargada “de ser su sombra” y de generar kilos de material para difundir en forma de reels y de fotografías en las redes del candidato. Cuando Ojeda avanza, avanza con su séquito y los libreros en los stands reaccionan sin medias tintas: o se escabullen (“me encantan las miradas de odio de algunos”, dirá Ojeda) o felicitándolo y pidiéndole —cuando no— una foto.

Le interesa: El abogado del diablo, el libro que inspiró “ese tremendo peliculón”; el último de Gabriel Rolón, el último de Sanguinetti. Recomienda Cuentos chinos, de Andrés Oppenheimer. Confiesa que está “muy Harari”, en referencia al historiador israelí. Se compra un libro sobre los signos del zodíaco. Después se divierte viendo merchandising de Mario Bros, Las Tortugas Ninja, Harry Potter y Marvel. Y a una estudiante de la UTU que se acerca a entrevistarlo le aconseja leer al consultor Jaime Durán Barba.

—Explica muy bien por qué quedaron viejos los modelos de la campaña tradicional, de la recorrida pueblo a pueblo, visitando a la militancia y hablando siempre de lo mismo. Que el peso de la estructura importa pero ya no gana elecciones. La gente tiene otros estímulos hoy y para llamar su atención no se puede hacer lo mismo que antes. Hacer cosas distintas lleva trabajo, no es hacer payasadas todo el tiempo, no es poner a un candidato a bailar en Tik Tok.

Al día siguiente Ojeda estrenó un spot donde se lo ve boxeando “contra la inseguridad y el narcotráfico”. Y en la noche asistió a la cena del CED junto al resto de los candidatos y Lacalle Pou.

Su equipo, en tanto, siguió tejiendo la operación “inundación mediática”.

En la última semana dijo que la gente no vota un gerente sino a un humano con el que empatiza. Que hoy está todo como para dar una sorpresa. Que aprendió haciendo tele que no se puede ser aburrido. Que cree que le habla a los que están lejos de la política. Que le encantaría debatir con Orsi en noviembre. Que si fuera un animal sería un perro y que no le gustan los all inclusive. Que durante julio y agosto dio todos los exámenes con el “círculo rojo” como manda la política tradicional, pero que llegó la hora de la nueva política.

La que se viraliza.

En la que, al final, lo más importante es lo que uno cuenta de uno.

“Los números de hoy ya son un triunfo”

Hubo un antes y un después tras conocerse la encuesta de Radar que al medir la intención de voto entre el 21 y 25 de setiembre constató un incremento para el candidato del Partido Colorado, ubicándolo en el 15% y a solo cuatro puntos de distancia del candidato del Partido Nacional, Álvaro Delgado (19%). Otras encuestas también lo ubican cerca. La noticia generó un quiebre en la campaña de Andrés Ojeda, que detuvo los recorridos por el interior y se concentró en la movida mediática y, además desplegó declaraciones en un tono de dura competencia con Delgado. Consultado al respecto, dice: “Creo que la encuesta nos valida el cambio. Salir a decir que estamos en posición de ganar y que queremos avanzar se volvió creíble.” Un año atrás el Partido Colorado medía cerca del 3%. “Un publicista me dijo una vez ‘a los sondeos cruzalos con tu olfato’ y mi olfato me da con lo que da la mayoría: que nos hemos acercado mucho”, afirma el candidato colorado.

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