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El secreto atrás de millonaria inversión de Google en data center en Uruguay: gobierno espera que se confirme

Hay diálogo con Google pero el secreto reina sobre esta inversión de US$ 100 millones en un data center. ¿Por qué usará siete millones de litros de agua al día, lo que equivale a 55.000 personas?

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Un data center de Google.
Un data center de Google.
Foto: Google.

Por Karen Parentelli
Eso que llamamos “la nube” es un espacio que parece mágico, que no tiene lugar físico ni tampoco costos. Pero las toneladas de información personal, más la de las grandes empresas y organismos de diferentes países, están almacenadas en enormes galpones repletos de computadoras, diseñados específicamente para eso. Se los conoce como data center y no solo ocupan lugar sino que gastan toneladas de agua y energía eléctrica para funcionar a diario. Nada es gratis, claro.

Uruguay parece ir camino a instalar uno de estos grandes centros de acopio de información de la empresa Google. Son bibliotecas digitales con acceso disponible las 24 horas del día, de ahí salen las rápidas búsquedas en navegadores web y están todos nuestros mails guardados. A la vez, los data center están generando en segundos todas las conexiones necesarias para que millones de usuarios se comuniquen al mismo tiempo por videollamada o chats.

Todo eso y más podría pasar en el departamento de Canelones, en concreto en el Parque de las Ciencias, que funciona con régimen de zona franca. Google compró allí un predio de 30 hectáreas y evalúa instalar un data center. Pero todavía no existe seguridad de que eso pase. Hay, según supo El País, negociaciones con un perfil muy bajo, después del ruido con el que se anunció la adquisición del terreno el 14 de mayo de 2021.

Si bien las perspectivas del proyecto son alentadoras para la multinacional, aún queda pendiente superar varias instancias antes de poder confirmar la construcción del centro de infraestructura, según dicen fuentes de la empresa a El País. “El equipo técnico de Google está trabajando activamente con el apoyo de las autoridades nacionales y locales”, dice la empresa. “A medida que avanza el proceso de planificación y diseño del potencial proyecto, es esperable que las métricas preliminares (como el consumo de agua proyectado) sufran ajustes”.

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El Parque de las Ciencias en Canelones funciona con régimen de zona franca.

El gobierno realiza un seguimiento del proceso y se avanza en varios aspectos, como permisos municipales y temas con UTE y OSE, según supo El País. Los contactos con la empresa “son periódicos”, afirman desde el Ejecutivo, pero Google “avanza en función de sus necesidades globales, lo local no incide en nada”.

Las negociaciones no están congeladas y según Google el proyecto está en una etapa preliminar, por eso no hay aún un “cronograma” de acción a comunicar, o fechas pautadas para avanzar.

Lo cierto es que por ahora la única seguridad sobre la instalación de esta enorme biblioteca digital en Canelones es la compra del predio. Aunque desde el gobierno leen como una señal positiva la confirmación de Firmina el año pasado, un cable submarino abierto que será construido por Google y que se supone se lanzará en 2023: se extenderá desde la costa este de los Estados Unidos hasta Las Toninas, Argentina, con extensiones a tierra adicionales en Praia Grande, Brasil, y Punta del Este. El data center y este cable submarino son proyectos independientes, eso sí, pero se cree que dan un indicio de que Google ve al país como un punto seguro para trabajar.

Hace casi dos años todo se hizo público por primera vez. El intendente de Canelones, Yamandú Orsi, elogió la propuesta. También lo hizo la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, quien en un mensaje publicado en su cuenta de Twitter calificó de “excelente noticia la llegada de Google a Uruguay” y agregó que “el país se ha venido preparando para este tipo de desafíos con la firme convicción de que gran parte de nuestro desarrollo futuro se concretará con este tipo de iniciativas”. Cosse estuvo en las primeras negociaciones, cuando era ministra de Industria, Energía y Minería en el segundo gobierno de Tabaré Vázquez. El actual ministro, Omar Paganini, quien siguió trabajando en el tema, no se quedó en silencio. Y allá por 2021 escribió en su cuenta de Twitter: “Es una gran satisfacción que Google anuncie este importante paso adelante para su proyecto en Uruguay.”

Pero ahora todo depende de los intereses de la empresa, que según supo El País está realizando al mismo tiempo estudios de impacto para definir en qué punto del mapa conviene instalar otro data center. Google posee 35 grandes centros en todo el mundo, en su interior tienen más de un millón de servidores. La gran mayoría está en el hemisferio norte, de confirmarse la construcción sería el segundo de Google en América Latina después del que tiene en Chile.

La inversión sería de unos 100 millones de dólares. Y, según también informó la empresa, llevaría unos 36 a 48 meses la construcción y se emplearán entre 500 a 600 personas. Pero eso solo cuando la planta se esté construyendo, luego el proyecto no emplea mano de obra local, solo unos pocos cargos técnicos que se encargan de lo que el sistema automático no puede solucionar.

Oficinas de Google.
Oficinas de Google.
Foto: AFP

Todos los especialistas consultados para este informe aseguran que la instalación de este data center no traerá mejoras en la conectividad de Uruguay. Y que a lo sumo podrán llegar algunas externalidades positivas. “Puede generar efectos secundarios en la industria alrededor y quizás a la instalación de empresas de software, pero a nosotros como usuarios no nos va a cambiar en nada”, dice el doctor Andrés Ferragut, ingeniero e investigador en Matemática aplicada de la Universidad ORT. “Y tampoco le va a cambiar la vida al país”, dice por teléfono.

El especialista pone un ejemplo: “Esta conversación que estamos teniendo ahora por WhatsApp no es gratis, no sabemos cuál es el costo, ni menos su huella de carbono. Pero nos estamos comunicando porque hay data centers trabajando, gastando energía”. Para Ferragut, cada vez se está haciendo más necesario dejar claro que todo lo que almacenamos en internet tiene costos. “Porque estos grandes centros de cómputo tienen básicamente computadoras, discos de almacenamiento, memoria y conectividad a internet. Y necesitan una especie de enchufe por encima para conseguir energía y una entrada de agua o alguna forma de enfriamiento”, explica.

El agua.

Imaginemos ahora 7.600.000 litros de agua dulce. ¿Cuánto es eso? Sería la cantidad que por día consumen unas 55.000 personas. De instalarse el data center en Canelones, esa cantidad de agua es la que usará por día para las tareas de enfriamiento de las torres centrales. Estos datos, que ahora son púbicos y que informó hace unas semanas el semanario Brecha, llegaron gracias al trabajo de Daniel Pena, investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar).

Para el ingeniero de la ORT Ferragut, quien en 2020 adquirió cierta fama como integrante del GACH, es como pensar en que Uruguay tendría una nueva ciudad. Un lugar donde no vivirán personas, sino que serán máquinas las que consumirán electricidad y agua. Por la cantidad de gente, podría ser comparable con Melo (56.245 habitantes según el censo de 2011) o Tacuarembó (54.757 personas).

En marzo de este año se llegó a la información sobre el uso del agua de este data center, pero formalmente el proceso comenzó en julio de 2022 cuando el investigador de la Udelar presentó al Ministerio de Ambiente un pedido de acceso a la información pública, buscando saber cuál sería el impacto tanto en el consumo de agua como de energía eléctrica. El proceso se alargó: primero le pidieron extender los plazos, hasta que finalmente le dijeron que la información era reservada y que no se la podrían dar, ya que violaría los acuerdos con Google.

Daniel Pena, investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República
Daniel Pena, investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

En diciembre Pena se contactó con la abogada Carolina Neme y presentaron una demanda ante el Juzgado de lo Contencioso Administrativo. En primera instancia la Justicia falló a favor de los demandantes, pero el ministerio apeló la sentencia. Y en la segunda instancia, la última para estos casos, volvió a fallar a favor del investigador de la Facultad de Ciencias Sociales. “Después del juicio no les quedó otra que darnos la información. Aunque ahora estamos evaluando si no volvemos a presentar otro pedido, que iría dentro de la misma carpeta” dice Pena. “La información sobre el uso del agua que se nos dio es parcial”.

En concreto, luego del juicio les entregaron una hoja con media carilla de información respecto del gasto del agua que se usaría solo para las torres de enfriamiento. Y, según explica el investigador a El País, no se sabe si en realidad van a usar más agua potable o no. No hay detalles sobre qué pasará cuando haya olas de calor o períodos de sequía, como el que Uruguay atraviesa desde hace unos meses.

Un moderno data center de Google en Finlandia.
Un data center de Google en Finlandia.

—¿Para qué usan todos esos litros diarios de agua los data center?

—El tema del agua que se usa en sí es para la refrigeración —dice Pena—. Básicamente pasan unas tuberías con agua por los procesadores de los servidores, que levantan mucha temperatura. Y esa agua la pasan por un sistema que se llama torre de enfriamiento, y en esas torres evaporan parte del agua y otra parte vuelve a circular. Entonces es un sistema que demanda muchísimo líquido, porque justamente el proceso de evaporación hace que continuamente estén necesitando más para mantener las computadoras a temperaturas adecuadas.

—Ustedes que están investigando en el tema, ¿saben por qué Google quiere instalarse en Uruguay?

—No, eso no lo tenemos claro. Es un proyecto muy incipiente, de hecho ahora estamos escribiendo un artículo científico para publicar oficialmente, y que sea revisado por pares. No es que sea esta una línea de investigación súper desarrollada no solo acá, sino en ninguna parte del mundo. Pienso que es todo un problema que se nos viene. Generamos procesos y no sabemos qué va a pasar. En este caso, que es tecnología de punta, llegan, se instalan y después no sabemos qué pasa con los desechos tecnológicos. No ponen en el proyecto un plazo concreto de funcionamiento, no se sabe si van a estar 10, 20 o 30 años. Después vamos a tener otro problemón, que se le llama técnicamente un pasivo ambiental. De hecho, ellos ya están diciendo que van a generar 180 toneladas de desechos tóxicos crónicos. Está dicho así literalmente en el documento preliminar que Google entregó al gobierno.

PEDIDO DE ACCESO

El juicio ganado al Ministerio de Ambiente

Cuando el investigador Daniel Pena contactó a la abogada Carolina Neme, la defensa jurídica ya estaba clara. El Ministerio de Ambiente había negado el pedido de acceso para saber las cantidades de agua y electricidad que usaría el proyecto de Google, amparándose en el “secreto comercial”. Esta excepción está contemplada en la misma ley, pero Neme consideró que para este caso no se podía aplicar. Y con ese argumento ganó el juicio. Cuando se niega un pedido de acceso queda abierta la vía judicial. “Si bien están las excepciones, consideramos que en este caso al ser un tema de agua y el agua está declarada como un derecho humano fundamental por nuestra Constitución, la información se tenía que dar”, afirma Neme.

Un secreto de Estado.

Cuando la información del proyecto llegó al Ministerio de Ambiente se generó un grupo de trabajo, junto al Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial, según cuenta a El País el subsecretario Gerardo Amarilla. A su juicio, no hay que adelantarse porque todo es incipiente y cree que por eso pocos hablan del tema.

Pero sí sabemos entonces que dos ministerios se unieron para crear un equipo. Esto fue para ver la ubicación del proyecto y la compatibilidad territorial. También se consideraron posibles emisiones, así como la cercanía con áreas sensibles de biodiversidad, la descarga de agua en el Río de la Plata y todo el tema del enfriamiento.

Amarilla aclara: “Si bien se definió en su momento que era compatible con el plan territorial, no hubo un estudio acabado del impacto ambiental porque nunca se presentó el proyecto completo. Lo único que se presentó fue aquel informe preliminar”.

Gerardo Amarilla
Subsecretario de Ambiente, Gerardo Amarilla.

Para el subsecretario, el ministerio ahora debe esperar, no hay ninguna respuesta que dar. “Porque no hay un proyecto presentado. Lo único que hay concreto es que ellos compraron el predio, lo demás está todo basado en supuestos. No hay una evaluación de impacto ambiental, si la hubiera sí podríamos hablar de todos los datos ciertos. Y el ministerio podría decir cuál es la categoría de riesgo”, indica Amarilla.

Si las negociaciones avanzan, se realizará el estudio de impacto ambiental. Pero el subsecretario dice que no tiene información sobre las negociaciones: “No tengo respuesta para eso. Hasta puede ser que ellos (Google) estén haciendo alguna negociación con la industria”. Amarilla deja bien en claro un concepto: “No puede comenzarse a ejecutar ningún proyecto, menos de esta características, sin pedir la intervención ambiental. Estamos a la espera, en una actitud de expectativa, si presentan algo lo vamos a evaluar”.

—Y si todo es preliminar, ¿por qué el ministerio declaró como secreta la información que pedían los investigadores de la Udelar?

—Pasa lo mismo con cualquier tipo de emprendimiento que se presenta. En este caso se presentó como secreto. Ellos (Google) planteaban que la parte tecnológica estuviera reservada, que no fuera pública. Porque en realidad ahí hay un tema de competidores. Entonces quieren que la información de la estrategia que tiene la empresa, cómo evalúan instalarse, el volumen de lo que se va instalar, no lo puedan saber los competidores, porque se podrían adelantar a la jugada. Pero, claro, si la Justicia lo determina, como fue el caso, se abre la información. Pero, si no, se mantiene en reserva en función de los intereses privados.

—La información que solicitaban tenía que ver con el uso del agua, no con nada propio de la tecnología. ¿Solamente dar ese dato podría perjudicarlos ante la competencia?

—Lo que pasa es que con esa información se puede hacer un cálculo matemático, y saber que, si van a gastar tanta cantidad de agua, están pensando en establecer un proyecto de determinadas características —dice Amarilla, el subsecretario—. Salvando las distancias, te pongo una comparación, que en realidad es más o menos lo mismo... Es como si yo te dijera el agua que gasta un radiador, vos te podés imaginar qué tipo de vehículo es, qué tamaño va a tener. Si es un auto o un camión.

Sin certezas.

Pensemos en todo lo que hoy pasa por internet: la sistematización de los datos personales, las videollamadas, redes sociales, aplicaciones, la información confidencial de los bancos, las fotos del último viaje familiar y hasta la digitalización de todo lo anterior a la llegada de internet. Esa enorme cantidad de información está alojada en un lugar físico, y de ahí a gran velocidad llega todos los días y a cada rato a nosotros.

El año pasado en Chile se puso en pausa la instalación de un data center. El investigador de la Udelar, Pena, ve esto como una señal. Aunque dice que no sabe si positiva o negativa. Ya funciona un data center en aquel país, pero la posibilidad de un segundo quedó aparentemente anulada, luego de la intervención de la sociedad civil.

“A través de la justicia lograron definir después de dos años de proceso que, si la empresa se iba a instalar, lo tenía que hacer con un sistema de refrigeración sin agua”, indica Pena.

En Chile el agua está privatizada y es un bien escaso. En Uruguay está en manos del Estado y este tiene la obligación de garantizar el acceso a toda la población, es un derecho humano. El punto de comparación, según el investigador de la Udelar, es que ambos proyectos —el chileno y el uruguayo— se hicieron públicos en momento muy similares. Pero uno de ellos por ahora quedó frenado, según trascendió. Pena especula que estas grandes empresas buscan instalarse en el sur por alguna razón: “Y si no pudieron en Chile, seguramente lo harán dónde sí puedan”. ¿Será en Uruguay?

DATA CENTER

"¿Hay que guardar todos los videos de TikTok o de YouTube ?"

El ingeniero Andrés Ferragut, investigador en Matemática aplicada de la Universidad ORT, recuerda los problemas que las computadoras ya generaban en Estados Unidos en la década de 1970. “En ese momento gastaban un montón de energía, están las famosas historias de baja en la tensión de la luz de toda una ciudad, cuando se prendían estas primeras computadoras”, dice.

En aquel momento las computadoras eran grandes “chupadoras” de energía porque no eran eficientes. A lo largo de los años comenzaron a gastar menos energía. Pero, para explicar cómo funcionan los data center, Ferragut dice: “No tiene mucha diferencia con lo que es una computadora doméstica, necesita energía eléctrica para funcionar y un sistema de enfriamiento”.

Andrés Ferragut
Ingeniero Andrés Ferragut.

Con la explosión de internet, se inventó el fenómeno de los data centers tal cual los conocemos hoy. La empresa Amazon fue la pionera: para poder hacer ventas por internet necesitó crear un gran sistema. “Tenían todo para mantener su propio sitio y se dieron cuenta que lo que habían generado tenía un gran valor, entonces empezaron a ofrecer ese servicio”, explica el ingeniero de la ORT. Y ahí, hace más de dos décadas, comenzó el negocio de los data center. Estas grandes empresas alquilan espacios a bancos, estados, desarrolladores de aplicaciones, todo lo que pasa por Internet.

Ferragut advierte un problema en esta expansión. “Es necesario dejar hecha la pregunta al menos: ¿es necesario guardar todos los videos de TikTok o de YouTube que se generan?”, dice. Para el ingeniero habría que ser un poco más cuidadoso, porque los recursos son finitos. “En el mundo no se está dando la discusión adecuadamente, no sabemos cuáles son los impactos medioambientales, qué huella de carbono deja que estén las 24 horas del día funcionando estas computadoras con información siempre disponible, por si los usuarios la llegan a necesitar”, afirma.

Y lanza una pregunta que por ahora no tiene respuesta: “¿Cuál es el impacto en el planeta de esta conversación que tenemos nosotros ahora? No sabemos ni cómo medir eso, solo que en algún lugar del mundo hay data center trabajando para que nos comuniquemos”.

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