Empresarios se preparan para afrontar secuestros, ataques y extorsiones: el entrenamiento por dentro

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Un instructor con un arma. Foto: Prosegur.

SEGURIDAD 

Un grupo de 16 ejecutivos, que dirigen desde bancos a shoppings, participan de entrenamientos y reciben consejos de protección personal y manejo de armas. ¿Es una nueva tendencia? ¿Qué les enseñan?

Ring, ring, ring. El instructor Claudio Pereyra simula que suena el teléfono un viernes de mañana en un lugar en las afueras de Montevideo. A unos metros está José, un empresario que se prepara para ser parte de un supuesto caso de extorsión. Un caso que no es real, pero que podría serlo.

—¿José?

—Sí.

—José, escuchame, vos a mí no me conocés. Eh... Te quiero decir que... tenemos a Florencia, tu hija. Y te pedimos un rescate —dice Pereyra, un expolicía argentino que creó y dirigió durante 12 años en Buenos Aires la unidad de elite Grupo Halcón—. Te digo ya que ni se te ocurra llamar a la Policía ni hacer nada raro. Sabemos dónde trabajás, que tu esposa es Mariela y que tenés otro hijo, Martín. O sea que te tenemos bien chequeado, básicamente. Te vamos a pedir dinero y después te vamos a decir dónde dejarlo. ¿Estamos de acuerdo?

—Sí —responde José, seco.

—Bueno, nosotros queremos hacer esto lo más rápido posible, así que te pido que juntes 50.000 dólares y te vamos a dar un punto para dejar la plata —le dice el instructor, quien habla en forma lenta y pausada, como si meditara bien cada palabra—. ¿Qué me decís?

Se hace un silencio. Uno, dos, tres, cuatro, cinco segundos.

—Bueno... Dejame... Sí. No sé cómo lo voy a conseguir, pero sí.

Pereyra retoma el diálogo, en su papel del delincuente. Va al ataque:

—Bueno, yo te voy a dar una hora y luego te voy a volver a llamar. Vos me vas a decir que reuniste la cantidad que te estamos pidiendo porque, si no, me parece que de Florencia no vas a saber más nada. ¿Estamos de acuerdo

—Sí. No sé... El dinero que pueda conseguir está en los bancos. No sé.

—Bueno, vos sabés lo que tenés que hacer —sigue el supuesto extorsionador—. Vas al banco, lo sacás, lo pedís. No me interesa cómo vos lo hagas. Lo que yo quiero es el dinero. Ese es tu problema. Yo tengo a tu hija. Bien vale 50.000 dólares, ¿podés conseguir ese dinero en una hora?

—Voy a intentar. El banco abre a la una. Voy a llamar a familiares a ver qué puedo hacer.

Pereyra hace que corta, luego simulan que pasa el tiempo.

Ring, ring, ring.

—José, ¿y? ¿Qué hiciste?

—Junté lo que tenía, estoy tratando de conseguir lo que me falta.

—¿Cuánto te falta?

—30.000 dólares.

—Pero, viejo. Conseguiste 20 nomás, te pedí 50. Escuchame, no le das importancia a tu hija. No estemos con vueltas. Si querés, lo dejamos acá y listo. Yo a ella la puedo pasar a la frontera, la vendo en Paraguay o Brasil.

—Hago lo que puedo.

—Mmm. Te llamo en media hora. Media hora. Vamos a tener que buscar una solución, no puedo perder tanto tiempo. Espero que no hayas llamado a la Policía.

Ring, ring, ring. Otra llamada.

—José, ¿cuánto juntaste?

—Tengo los 50.000.

—Bueno, los vas a poner en una bolsa. Vas a subir al auto solo. Nosotros te estamos observando, vas a salir y los vas a dejar en un área que te vamos a indicar cerca del aeropuerto. Yo te vuelvo a llamar. Acordate que sé dónde vivís.

—¿Cómo la vas a soltar?

—Cuando yo vea que colocás el dinero, te voy a decir dónde voy a dejar a tu hija, va a ser cerca de ese punto. Yo te lo voy a decir, ¿de acuerdo?.

—¿Me vas a decir dónde la liberás?

—Ella ya está en el lugar que te voy a decir, con un flaco de la banda.

Instructor Claudio Pereyra. Foto: Prosegur.
Instructor Claudio Pereyra. Foto: Prosegur.

Entonces Pereyra sale del papel de extorsionador y le hace la primera devolución al empresario:

—Vos la fuiste llevando bien pero te faltó algo, la comprobación de que la tuvieran a la chica. Vos siempre tenés que tratar de obtener una prueba de vida. Hay que insistir en eso. Vos tenés que decir: “Dame un tiempo, pero yo también quiero saber que tengas a mi hija, mandame una foto, una prueba o lo que sea”.

—Lo pensé, pero no lo dije —admite el empresario.

—Hay muchos secuestros virtuales, ellos trabajan con el componente psicológico y emocional de la persona. Me acuerdo de un caso de una señora amiga que me llamó desesperada porque la habían llamado a avisarle que el marido estaba secuestrado... Y yo me acordaba que él se había ido a una junta de trabajo a Chile. Ella había entrado en pánico y no se acordaba.

Igual avisa:

—El “no” en una negociación nunca debe existir porque puede desencadenar una acción violenta. Hay que dar a entender que lo que piden es factible, que solo se necesita tiempo.

Luego le explica que, en un caso de secuestro, los delincuentes dan tiempo porque saben que nadie tiene tanto dinero arriba, por ejemplo 50.000 dólares.

—En ese rato lo primero es llamarla a ella, a las amigas, chequear si está donde debería —enseña el instructor.

—Pero si uno comprueba que la tienen, ¿hay que llamar a la Policía o directamente juntar el dinero y entregarlo? —pregunta José, curioso.

—Ellos lo primero que dicen es que no llames a la Policía. Pero en el fondo cuentan con que vos sí quizás lo hagas. Y es conveniente llamar, porque vos no tenés experiencia en casos así, tu estado emocional está afectado, lo mismo tu capacidad de razonar. Las unidades antisecuestro son muy reservadas, no van a llegar con sirenas a tu casa, sí van a intervenir los teléfonos y te ayudarán, no vas a estar solo, vas a tener contención, una guía.

Y entonces cierra así la devolución:

—Son situaciones bravas, situaciones feas. Estuviste bien igual, fenómeno.

Instructor muestra cómo usar un arma. Foto: Prosegur.
Instructor muestra cómo usar un arma. Foto: Prosegur.

José, igual que otros 15 altos ejecutivos uruguayos, participa en una jornada de capacitación para saber cómo actuar ante secuestros y extorsiones, cómo manejar armas, cómo escaparse rápido en el auto si los quieren atacar o robar. Además de los entrenamientos, en esta jornada organizada por la empresa Prosegur les darán consejos de protección personal.

Por motivos de reserva esta crónica no incluye los nombres verdaderos de los empresarios ni qué empresas lideran. Sí podemos decir que se trata de hombres y mujeres que dirigen bancos, shoppings y empresas de la construcción, entre otros rubros.

Ahora bien, ¿por qué decidieron capacitarse para poder reaccionar en forma adecuada en un eventual secuestro, entre otros delitos, si Uruguay es uno de los pocos países de América Latina donde es un hecho poco habitual? El caso emblemático, sin dudas, fue el de la ginecóloga Milvana Salomone en 2015. Ha habido otros antes y otros después, pero la proporción es menor a la de otras capitales. Según los datos del Ministerio del Interior, el último secuestro fue en mayo de 2020 (ver recuadro más abajo).

Caso aparte son las extorsiones donde atrás hay falsos secuestros, esas son más habituales. “Son estafas mediante el cuento del tío”, resume una fuente del Ministerio del Interior.

Y lo que sí hay son secuestros vinculados al narcotráfico. “Pero no salen a la luz, se manejan entre ellos en ese mundo”, dice el consultor Edward Holfman.

CONSEJOS

La experiencia de un consultor con las clases a empresarios

Hace un par de décadas el consultor Edward Holfman ya daba clases a directivos de multinacionales y personal de las embajadas sobre rapiñas y secuestros. “No es algo nuevo”, dice, “lo importante es la idoneidad de la persona para dar la charla”. Hace poco abrió un instituto nuevo de capacitación en seguridad privada, y también prevé dar clases a empresarios. Pero aclara: “Para realizar un secuestro vos tenés que tener una logística grande e ir moviendo a la persona de un lugar al otro y eso en un país chico como el nuestro es complicado”.

En entrevista con El País, Pereyra —gerente corporativo de instrucción técnica internacional de Prosegur— dice que estos cursos surgieron porque hay clientes que no tienen custodia vip (“porque no acceden a ello o no quieren tenerla”), entonces preguntan qué pueden hacer si se ven enfrentados a una situación límite.

—Nadie está libre de que le secuestren a un familiar y le pidan un rescate o tener un problema en la calle, ser secuestrado él mismo —dice el experto—. Por eso armamos este programa y lo hemos replicado en Argentina, Paraguay y acá. Hemos entrenado a corporaciones grandes, americanos, chinos.

En Uruguay este es el primer entrenamiento en varios años. A mediados de la década de 2010 habían dictado cursos de seguridad personal a empresarios de bancos, lo que coincidió con una serie de secuestros públicos. “En aquel momento nos habían pedido que les diéramos elementos para manejarse”, explica José Díaz, gerente de gestión de riesgos.
Esta vez la idea surgió de la empresa. De hecho, ahora preparan dos eventos similares para 2023, que también incluirían formación sobre cómo prevenir delitos informáticos y fraudes financieros. Son “los nuevos riesgos”.

—¿Ven interés de los empresarios uruguayos?

—Los que participan dicen que, hacerlos vivir la situación, los lleva a pensar en su necesidad de seguridad. Aún no podemos afirmar si es una demanda global del mercado —responde Díaz.

—¿Pero qué tipo de preocupaciones expresan los empresarios acá?

—No es lo mismo Guatemala que Uruguay, pero los riesgos están en todos lados —dice Pereyra—. Un simple arrebato puede terminar en una acción más grande. Todos han tenido experiencias y se sienten vulnerables. La zona hostil es desde que uno sale de la casa.

PERFIL

Especialista en rescates y allanamientos

“Yo fui el creador de la unidad Halcón de la Policía de la provincia de Buenos Aires. Intervine en muchas operaciones especiales, esas donde la Policía convencional no tiene entrenamiento para actuar”, dice Claudio Pereyra, gerente corporativo de instrucción técnica internacional de Prosegur. En su época de policía participó en rescates de rehenes y allanamientos. La unidad incluye francotiradores, médicos, negociadores, expertos en explosivos y desactivación, especialista en comunicación, inteligencia y computación, asalto y tácticas.

Hace 18 años que Pereyra trabaja en Prosegur, donde creó una unidad internacional. “Entrenamos a las personas a trabajar en el conflicto, que es la parte más delicada”, dice. En Uruguay formaron escoltas para ejecutivos o “personas importantes”, al tiempo que realizan cursos de protección personal para clientes, como el que se llevó adelante hace unos días.

José Díaz, gerente de gestión de riesgos, explica que la empresa ha desarrollado el concepto de “seguridad híbrida” y que hay varias categorías de riesgos: “rinocerontes grises” (riesgos habituales “que no los minimizamos o no los valoramos completamente”), “cisnes negros” (riesgos de gran impacto pero poca probabilidad de que ocurran) y “reyes dragones” (riesgos mundiales como covid y guerras). “Hay que protegerse del rinocerente gris, ese riesgo que todo el mundo piensa que no le pasará. Pero a veces pasa”, asegura.

Como si fuera verdad.

Volvemos al lugar de entrenamiento. Un empresario se acerca a su auto y, cuando va a entrar, aparece rápido alguien que lo toma del cuello, le pone un arma en la sien y lo sube al asiento de atrás. Llega un segundo delincuente y se sube al asiento del conductor, se van de allí. En el camino le piden dinero y le dicen de ir al cajero más cercano. Todo se ve muy violento, aunque no sea una escena real. Parece creíble.

Pereyra explica:

—Acá hay factores físicos, psicológicos, fisiológicos que alteran el normal desenvolvimiento de una persona. No te podés expresar ni razonar con claridad.

El propio Díaz, gerente de Prosegur, participó como alumno en una instancia así en Paraguay hace algunos meses, como forma de vivir la experiencia y luego poder aplicarla en Uruguay. Cuando sucedió, no sabía a qué se enfrentaba y él mismo se vio sorprendido por su reacción en el falso secuestro:

—Yo no esperaba que, cuando iba a abrir el vehículo, llegara una persona, me amenazara con un arma (que en realidad era no letal, no estaba cargada), me pusiera una capucha y me tirara para adentro de la camioneta. Eso te hace vivir tanto la situación, que te piden la clave de la tarjeta y le das la real. Lo comprobé con otros compañeros que participaron, les pasó lo mismo. Y cuando te llevan a tu casa, te piden la dirección y le das la de verdad. Te preguntan el nombre del portero ¡y por la presión le das el nombre del portero real de tu edificio! No te da para pensar en un nombre falso. Mi par de Paraguay me engañó —se ríe—. Todos salen contentos diciendo “es real” y la vivencia es lo que te hace pensar que te puede pasar esto en Uruguay.

Luego Pereyra hace la devolución:

—Lo que se trata es de sobrevivir a la situación —dice el instructor—. Uno está muy vulnerable, bajo control de ellos. Nunca hay que imponer nada ni negar nada, porque puede generar una reacción violenta de los secuestradores. Con riesgo de vida uno accede a un montón de cosas, pero no hay que potenciar el problema. Es decir: sí a dar el dinero porque eso va y viene, pero hay que evitar ir a la casa porque pueden capturar a toda la familia. Es como una negociación. Le podés decir: “Mirá, yo te entrego el dinero, pero si vamos a mi casa vos vas a correr riesgos y yo también”. Que vean que no les conviene, porque ellos tampoco cuentan con mucho tiempo.

Entrenamiento de tiro. Foto: Prosegur.
Entrenamiento de tiro. Foto: Prosegur.

Más tarde y en una parte exterior del predio, les dan armas no letales para disparar a siluetas humanas dibujadas en afiches ubicados en árboles. Es entrenamiento con armas de paintball, que tiran pintura, y de airsoft, que arrojan pelotas chicas, pero tienen el mismo mecanismo que un arma real. La idea es que, si un día tienen que usar un arma, la puedan controlar y que no les ocurra un accidente por desconocimiento. Entre los empresarios presentes hay gente “a la que no le gustan las armas” pero otros tienen porte.

Un instructor argentino explica que la legítima defensa es el marco legal y que es más o menos igual en cada país de la región:

—Si yo uso el arma de fuego en contra de otra persona es porque peligraba mi vida... Tengo que demostrar ante la ley que la agresión fue ilegítima, que no tuve la opción de irme rápido y que yo no provoqué el ataque.

Empiezan a pasar al frente. Una de las primeras en probar es una empresaria.

—Extendé los brazos, abrí las piernas un poquito más —dice el instructor, mientras la ayuda a adoptar la posición correcta y a tomar el arma como corresponde. Al final ella dispara.

—¡Bien! ¡Muy bien! Una gran precisión —le comenta el entrenador. La bala fue justo al blanco.

El tiempo de instrucción se acabará después y cada uno de estos hombres y mujeres volverá a su vida real, a los negocios, los números y las ventas.

Antes de despedirse, dice el instructor, muy serio:

—Les vamos a entregar un certificado. Como ya están entrenados, serán convocados para ir a Ucrania.

Risas generales. Fin. Pero la inseguridad y el miedo acechan ahí afuera.

Del caso de Milvana Salomone al empresario Ignacio Rospide
Casa donde estuvo recluida la doctora Milvana Salomone Foto: Marcelo Bonjur

Desde que se inició este gobierno hubo un solo secuestro, según los datos del Ministerio del Interior. Ocurrió el 28 de abril de 2020. Ese día dos delincuentes ingresaron armados a una distribuidora en el barrio Pérez Castellanos. “Donde está la plata, queremos la plata”, gritaron al entrar. Una mujer de 28 años, pareja del dueño, les dio 2.000 pesos y les dijo que el resto estaba en una cuenta bancaria. “Te vas con nosotros”, replicó uno de ellos. Y se la llevaron.

Más de 24 horas después, la mujer se bajó de un taxi frente a la distribuidora sana y salva. Contó que le brindaron alimentos y un baño para asearse. Se supone que los secuestradores obtuvieron un pago para liberarla. Según el dictamen fiscal, pidieron dos rescates: 200.000 dólares primero y 100.000 dólares después. Los secuestradores sabían que policías de hechos complejos y de la unidad de negociadores ya los tenían identificados.

En febrero de 2019, el propietario de una automotora de Las Piedras fue secuestrado en Rocha. En 2015 hubo varios casos de secuestros exprés, además del recordado caso de la ginecóloga Milvana Salomone, secuestrada el 17 de mayo y liberada casi un mes después, el 16 de junio. En marzo de 2010, el empresario Ignacio Rospide, expresidente de la Bolsa de Valores, fue secuestrado durante poco más de 24 horas.

El castigo por un secuestro es fuerte: seis a 12 años de cárcel. Por privación de libertad (no tiene por qué implicar exigir dinero a cambio) es de uno a nueve años.

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