Por Mariángel Solomita
En Durazno, cuando uno es invitado a un hogar de Sarandí del Yí, lo primero que ve es un retrato familiar y junto a este la imagen de un caballo corriendo una carrera. No importa que sea un caballo ajeno. El protagonismo de estos animales en la vida cotidiana de muchas localidades del interior del país los posiciona como estrellas deportivas con una fama del calibre de la de Luis Suárez. Es un asunto de identidad, dicen quienes conocen del tema. “Es como cuando uno habla de Río de Janeiro y está la imagen del Cristo Redentor, o de Nueva York y se asocia a la Estatua de la Libertad; en el interior vos nombrás una localidad y se asocia con el raid: con un caballo, un jinete y un baile”, dice el alcalde Carlos Luberriaga.
Si la cantidad de vacas nos supera, los caballos nos acompañan. Uruguay es el segundo país del mundo con más equinos por habitante. Del total, la inmensa mayoría están relacionados a actividades del agro y servicios (87%) y una cifra menor se usa para deportes ecuestres (5%). De los deportes, detrás de la hípica (39%) y del enduro (22%), viene el raid (11%): una disciplina de resistencia que desde sus inicios ha generado controversias—por los eventuales perjuicios en la salud de los animales que compiten— pero también pasiones y negocios porque, como ya veremos, este deporte es un motor económico para los rincones más aislados de la campaña.
En los últimos años, con la preocupación por el bienestar animalmarcando la agenda, la Federación Ecuestre Uruguaya (FEU) reforzó su funcionamiento para asegurar el cumplimiento del reglamento y del código de penas. Las sanciones son duras. Y, tras incorporar en 2006 el análisis antidoping y fortalecer el rol de los veterinarios para determinar las descalificaciones de los caballos lesionados y extenuados por encima de las voluntades de los jinetes y propietarios —entre otros cambios paradigmáticos—, el índice de mortandad de los equinos deportivos se redujo. Según el registro de la FEU, en 2022 murieron tres caballos en pruebas largas (de un total de 1.127 participantes) y cuatro en pruebas cortas (de 278 competidores).
Sin embargo, las competencias federadas no están blindadas contra situaciones indeseadas. “Hemos tenido algún incidente, se pueden dar, pero lo que se cuida es la imagen social. Todos sabemos que si no hay un respaldo social a determinadas actividades, se va perdiendo público. Y si se hacen las cosas bien, se puede lograr la salud del animal, que es lo más importante”, dice el veterinario Guillermo Cancela, presidente de la Asociación Uruguaya de Veterinaria Equina.
En agosto pasado, en Santa Clara, un jinete golpeó con la fusta a su caballo que, agotado, había reducido la marcha a dos kilómetros de la meta que lo coronaría victorioso. Desde un vehículo, un miembro del equipo usó la manguera con la que antes refrescaba al animal para también pegarle en el abdomen, el área más sensible de los caballos. El registro de este episodio llegó al colectivo Plataforma Animalista, que lo difundió. Cuando se viralizó, la indignación social fue tal que el jinete fue vetado del deporte y los veedores de la prueba fueron duramente sancionados.
Pero hay otro problema. El ambiente del raid es tan vasto y atractivo para el bolsillo, que hay un mundo paralelo de pruebas clandestinas casi tan grande como el regulado. Le llaman el “raid pirata”. Se desarrolla sobre todo en el este y en el norte del país e, inclusive, tiene sus propios campeonatos.
Detrás del galope.
El raid es un deporte de resistencia. “La resistencia de un caballo era lo que diferenciaba a un ejército de otro”, explica el veterinario Gastón Cossia, que además asesora a Presidencia en temas de bienestar animal. Desde su nombre, el raid tiene reminiscencias al rol del caballo como animal de guerra, “y luego quedó vinculado a la selección como animal de trabajo”. Con los años, el raid le sacó tajada al caballo como el protagonista de un deporte popular, pero también como un generador de empleo y movilizador turístico, “la actividad anual de carácter social y económica más importante para las localidades del interior”, promociona la FEU.
En el circuito federado, hay una categoría de prueba corta —60 kilómetros— y otra larga, con distancias que van de los 80 kilómetros hasta los 115. El 90% de las pruebas son largas. Caballo y jinete recorren estas distancias a un promedio de entre 26 y 30 kilómetros por hora. En ambos casos el recorrido se lleva a cabo en dos etapas, con un descanso obligatorio de una hora en el medio y con controles veterinarios antes, durante y después de la prueba.
Este año, desde marzo y hasta noviembre, se realizarán 65 pruebas en distintas localidades de 12 departamentos. Participan 51 clubes. Las pruebas son los domingos y cada una tiene un premio económico que oscila entre los 110.000 pesos y los 190.000 para el primer puesto, mientras que el segundo recibe un pago de entre 35% y 50% de este valor. Los ganadores, por su parte, van sumando para coronarse en los distintos campeonatos que tiene la FEU.
“Es el negocio más descentralizado que existe, porque el raid llega donde ninguno otro puede”, dice Marcos Borges, presidente de la federación. Esta competencia, en algunas localidades del interior, es más importante que el fútbol y se adentra en pueblos pequeñísimos “donde no llega ni la Vuelta Ciclista”. El fin de semana pasado hubo raid en Arévalo, Cerro Largo: “Para ese pueblo fue como que les hubiéramos llevado la final de la Copa Libertadores, porque viven el año entero esperando ese momento”, dice Borges.
En Sarandí Grande en Florida, donde se organizó el primer y fatídico raid en 1913, en el que la exigencia mató a 12 de los 13 caballos que participaron, ilustran el derrame económico de esta competencia deportiva definiéndola como “una industria silenciosa”.
"En buenas condiciones, un caballo corre seis raid por año"
Las competencias de resistencia tienen su origen en el rol del caballo en tiempos bélicos, en la comunicación y como recurso de trabajo. La primera carrera de raid se realizó en 1913, en Sarandí Grande (Florida). Fue una prueba de 85 kilómetros de distancia, en la que murieron 12 de 13 caballos. Esto detuvo la actividad, hasta que se retomó en 1934, otra vez en Sarandí Grande, pero instaurando un tiempo de descanso. En 1944, se creó la Federación Ecuestre Uruguaya y se creó su reglamento, que lógicamente se ha ido modificando a lo largo del tiempo. En la actualidad se realiza un congreso de veterinarios cuyos aportes son recogidos en la normativa, como una medida de promover el bienestar animal. Dos décadas atrás, se armó un código de penas cuyo tribunal está constituido por dos abogados y tres veterinarios. Las sanciones son duras y en los últimos tiempos la directiva de la federación profundizó en su aplicación como el camino para desestimar las malas prácticas que dañan la imagen social del deporte. Tras los últimos requisitos sanitarios que habilitan la calificación del caballo participante, se estima que un equino en buenas condiciones participa en seis raid por año del circuito oficial.
Se estima que unos mil caballos compiten. Detrás de un caballo hay una aparcería que nuclea a un mínimo de 10 personas. “Tenemos decenas de stud que emplean a cuidadores y esto genera ingresos en los distintos negocios de agroveterinarias que conforman una industria que moviliza la economía de forma anual”, dice el alcalde Cayetano Stopingi.
Cuando se aproxima un domingo de raid, desde el jueves empiezan a verse vehículos de otras regiones cercanas. La hotelería incrementa sus reservas, los locales gastronómicos extienden sus horarios. Los artesanos amplían sus producciones y las familias, cuando no participan compitiendo, elaboran comidas para vender al paso.
El calendario del raid hace que en algunos pueblos la población se duplique. Además de la prueba en sí, se suelen realizar pencas y carreras cortas que diversifican el público. Y por la noche los bailes no bajan de las mil personas. “Me ha pasado de estar en un raid y no poder usar el celular por la saturación que hay en las redes debido a tanta gente. Me ha pasado de no encontrar lugar donde alojarme y he visto comercios que se quedan sin nada para vender”, describe Borges.
Además, es una vidriera que abrió otros horizontes en países que practican el enduro. “Hay caballos sarandienses que han sido vendidos a Emiratos Árabes”, señala con orgullo el alcalde Stopingi. Las exportaciones de animales en pie ya sobrepasan los 5.000.000 de dólares.
En Sarandí Grande, cuna de este deporte amado y también resistido, como una ofrenda “al noble animal”, le levantaron un monumento en la avenida principal: un enorme caballo blanco parado sobre sus patas traseras. Sus dimensiones son más grandes que las de cualquier otra escultura, incluyendo las de Artigas.
Denuncias de maltrato.
Las jineteadas, a diferencia del raid, no tienen ninguna institución que las regule ni las controle. Pero, aunque existe una federación con su reglamento y su código y su tribunal de penas, para Karina Kokar, de Plataforma Animalista, el raid es una actividad que también implica crueldad animal. “Personalmente prefiero que se prohíba rápido el raid antes que las jineteadas, pero el apoyo social lo tenemos en las jineteadas, porque la gente que se opone a esto no lo conoce y a nosotros nos cuesta visibilizarlo”, señala.
En 2016, un miembro del colectivo se propuso documentar de forma audiovisual las pruebas. “Constató que muchos de los animales participantes colapsaban y, cuando en varias circunstancias se quiso acercar, lo echaban. Hasta que un periodista de raid lo amenazó diciéndole que en la guantera del auto tenía un arma”, cuenta Kokar. “Sabemos que los animales se exponen a muchas cosas peores que en las jineteadas, desde sustancias que les inyectan para un mayor rendimiento hasta los accidentes que les generan fracturas o situaciones de muerte súbita”, describe.
Para el colectivo, el problema está tanto en las carreras federadas como en las piratas y pretende llevar esta discusión al Parlamento, en conjunto al reclamo para prohibir las jineteadas, aunque reconoce que el respaldo del raid es tan grande que es una lucha complicada: “Es un partido en el que llegamos perdiendo uno a cero”, advierte.
Cossia, el asesor de Presidencia en temas de bienestar animal, no ve el panorama con los mismos ojos. Es optimista respecto a los cambios que tuvo el raid en pro del cuidado de los equinos. “Muchas de las críticas tienen que ver con situaciones que se daban unos años atrás y ahora se tienden a minimizar”, plantea.
La Asociación Uruguaya de Veterinaria Equina también respalda el trabajo de la FEU. El veterinario José Verocay, que integra la directiva en representación de la academia, opina que “el bienestar animal hoy en el raid está garantizado”. “La muerte súbita casi no existe. Puede haber fracturas, pero la mayoría no son catastróficas (las de hueso largo, que implican por lo general sacrificar al animal) y hoy por hoy algunas se pueden reparar. Luego están los trastornos metabólicos, que se corrigen en el hospital que se arma en cada raid, aplicando suero. Hace muchos años no había control antidoping, le daban algo al caballo extenuado para que compita y se moría corriendo. Ahora no: se controla mucho que no se les dé una medicación que pueda dañarlos”, dice.
En definitiva, si bien en los deportes ecuestres siempre hay un riesgo implícito “no tiene por qué derivar en daño para el animal si recibe el entrenamiento adecuado”, plantea el veterinario Cancela. “Incluso en el raid hay caballos que corren varias temporadas y cuando son retirados se utilizan para reproducción o terminan su vida en el campo”, dice.
Unos días atrás, en el raid de San Antonio, el ganador fue un caballo que lleva compitiendo ocho temporadas. Para Borges, de la FEU, la prolongación del tiempo de vida se logró con los cambios que se introdujeron en la reglamentación a instancias del congreso veterinario y que van de la mano de un mayor cumplimiento de las normas.
Para empezar, los clubes ya no pueden aportar sus veterinarios sino que la FEU tiene una planilla de profesionales habilitados. Y los jurados son instruidos para retirar de la prueba al caballo en el que perciban un sobresfuerzo. El primer control ocurre el día anterior a la prueba, en la admisión. Ante una alteración orgánica, metabólica o traumatológica, se descalifica al participante. Desde 2015, también se incluye un rechequeo de los caballos que lucen mancos o rengos. Tras una segunda revisión, tres veterinarios votan de forma secreta si pueden competir o no. Es el veterinario el que tiene la última palabra, ya no más el jinete ni el propietario.
Luego de largar el primer tramo, cuando llega el descanso obligatorio, los caballos pasan por una neutralización donde son hidratados con suero. Si sufrieron una lesión, son sancionados y no podrán volver a competir por determinado tiempo. Se les revisa las encías y los pliegues de la piel para analizar la irrigación. Aquellos caballos cuyo pulso supere los 65 latidos por minuto no siguen corriendo y pasan a recuperación, en un hospital que se monta especialmente. No podrán correr por 14 días. Por lo general, el 70% de los caballos no logra largar en el segundo tramo.
Los que siguen, tras llegar a la meta, quedan 24 horas en observación. En ese lapso se les realiza el antidoping al primer y segundo puesto y también a otros equinos al azar o cuyo comportamiento levante sospechas de que podrían haberle aplicado estimulantes. Al día siguiente, entre los equinos que llegaron primero y están con buena salud, se nombra a los campeones. Para asegurar su recuperación, no podrán competir por 21 días. Si estuvieran con alguna afección metabólica, la prohibición es por 90 días.
En el circuito formal, se estima que un caballo en óptimas condiciones, corre unos seis o siete raid por año. En las pruebas piratas es otro cantar.
El costado pirata.
Por lo general, el caballo que compite en raid tuvo en su juventud un momento de gloria en el turf. Aunque un equino bien cuidado puede vivir unos 30 años, a los cinco se lo considera viejo para las carreras en hipódromos. En cambio, en el raid, esta es la edad mínima de ingreso porque recién está madura su conformación ósea, los ligamentos y los tendones para resistir la demanda de una prueba de resistencia.
Los que pasaron por un hipódromo tienen un valor de venta más alto, que puede rondar un puñado de miles de dólares. Otros caballos vienen directo de estancias (se pueden conseguir por unos cientos de dólares) o son adquiridos en ferias ganaderas, en un remate, por cifras modestas. También sucede que, al disminuir su rendimiento, un equino deportivo pase del circuito federado al pirata.
No todos tienen un final feliz.
Las pruebas piratas son un mundo diverso. “Dentro de los piratas hay gente que trabaja muy bien y otra que trabaja muy mal. Tienen sus reglas, pero no una regulación. No existe el antidoping y la última palabra de si corre o no un caballo la tiene el jinete o el dueño”, dice el veterinario Miguel Morales, referente en raid.
La mayoría de los veterinarios de renombre se niegan a trabajar en este ámbito, “porque pasan cosas que ensucian a todo el deporte en sí”. Incluso cuando hay una buena intención detrás, como puede ser un fin solidario, según dicen.
Cuentan que ocurren en propiedades privadas, de difícil acceso. O en localidades pequeñas, que no consiguen apoyo institucional para organizar fechas como las federadas. A veces, allí se ve compitiendo a los sancionados por la FEU. Hay equipos que corren en ambos circuitos. Y hay caballos entrenados contra otros que no tienen la preparación requerida para el desgaste de la prueba. Según describen, los premios no se alejan tanto de los montos que pagan en las pruebas oficiales pero, en este lado b del deporte, también abundan las apuestas.
La Ley de Protección, Bienestar y Tenencia de Animales le otorga al flamante Instituto Nacional de Bienestar Animal la potestad de controlar en todo el país los espectáculos públicos que utilicen animales con fines deportivos. A pesar de las reiteradas consultas, El País no logró que sus autoridades respondan qué controles aplican sobre el raid, ni si han recibido denuncias por malos tratos tanto en el circuito regulado como en el marginal.
Cossia, el asesor de Presidencia, explica que una resolución obliga a que todo espectáculo tenga un protocolo de bienestar animal, la presencia de un veterinario responsable acreditado y que se comunique al organismo cinco días hábiles antes de la fecha. Es un trámite simple, que se realiza de forma online y sin embargo “la realidad es que esa norma no se cumple”, reconoce Cossia.
Son muy pocas las actividades que se declaran y, según los consultados para este informe, menos todavía las que se fiscalizan. Para Plataforma Animalista esto es un problema, porque significa que la FEU se autocontrola. Además, pensando en cómo alcanzar a las pruebas piratas, también falta una coordinación con las intendencias ya que no todas exigen la habilitación del instituto para permitir el espectáculo.
Hasta ahora, la normativa que existe para regular los espectáculos con animales es muy frágil, “pero creo que con el correr de los años estas cosas van a ir fortaleciéndose acompañando a una sociedad que está exigiendo cada vez mayor compromiso con el control y la fiscalización de estas actividades”, dice Cossia.
La misma que en algunas partes del país levanta monumentos para los caballos, que además de entretenerlos y ser causa de orgullo, colaboran para que muchas familias lleguen a fin de mes.
"En el mundo, Uruguay es como el Barcelona del enduro"
Para el veterinario Miguel Morales, la profesionalización de los deportes ecuestres en Uruguay, junto a los buenos promedios alcanzados en las pruebas de raid, abrieron puertas en el exterior en el opulento mundo del enduro. “Los resultados demuestran que los caballos uruguayos son genéticamente buenos y los vienen a buscar”, dice. Los principales compradores son de países asiáticos y árabes.
Las exportaciones de animales de a pie ya superaron los 5.000.000 de dólares. Pero los caballos no son los únicos que viajan, también vienen en busca de mano de obra: entrenadores, jinetes y veterinarios con experiencia en enduro, entre otros puestos.
En Uruguay, las pruebas de enduro se realizan desde el año 2000. Están reguladas por las reglas de una federación internacional (que según algunos entrevistados son mucho más cuidadosas del bienestar del equino en comparación a las del raid) y también tiene una institución local que organiza la actividad.
“En el mundo del enduro, Uruguay es lo que en el fútbol el Barcelona, el Real Madrid o el Manchester City. Los cuidadores, los jinetes y los entrenadores uruguayos están en los primeros ranking del mundo, porque acá hace 80 años que de la mano del raid se cuidan y entrenan caballos para deportes de resistencia”, dice Marcos Borges, presidente de la Federación Ecuestre Uruguaya. Según él, “no existe ningún otro país en el mundo con tanta experiencia de entrenamiento”.
Del total de equinos deportivos nacionales, el 22% están vinculados a actividades de enduro. ¿Cuál es la diferencia entre el enduro y el raid, dos disciplinas de fondo que miden la resistencia? “Que se corre en más etapas, pueden ser cuatro, cinco o seis dependiendo de la distancia, mientras que el raid se realiza en dos. Otra cuestión es que el raid se corre en rutas o caminos vecinales, a un ritmo de galope y el enduro se realiza sobre playas o a campo traviesa; las velocidades, además, son inferiores”, explica Borges.