En qué cree Andrés Ojeda: el penalista de músculos trabajados que no dice no a nadie y agita la interna colorada

Mientras sus oponentes le endilgan no tener principios y basar su campaña en publicidad, él prioriza la unidad, "prender en la gente", y la máxima de no decirle que no a nadie: ni a Sanguinetti, ni a Talvi, ni a Bordaberry, ni a quien quiera sumarse a sus filas.

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Andrés Ojeda.
Andrés Ojeda.
Foto: Juan Manuel Ramos.

La gente mira estas cosas. Mira, por ejemplo, las iniciales bordadas en las mangas de la camisa de Andrés Ojeda. Un inofensivo gesto de elegancia que sin embargo está cumpliendo una valiosa misión, porque para Ojeda la ropa siempre ha sido clave para construir una primera impresión. Y en la política como en la abogacía la primera impresión es una aliada para convocar al éxito.

O por lo menos es un arma para combatir el prejuicio de la edad en un país “mega multi conservador” como Uruguay, en el que un hombre de 40 años es muy joven para ser un abogado reconocido y demasiado chico para candidatearse a presidente.

Algunos, como Julio María Sanguinetti, le dijeron que quizá no era el momento. Que por qué no dejarla pasar y postularse primero a intendente de Montevideo. Pero Ojeda sintió que había espacio para algo distinto, algo que las muchas otras figuras de su partido con ambiciones presidenciales no estaban logrando captar. Para otros en su entorno, la decisión final no fue una sorpresa. “Siempre supo lo que quiso”, dice su amigo y socio Fernando Posada que además está seguro de que Ojeda, “en un futuro que hoy parece lejano, se sabe presidente”. Así de ambicioso es: a la presidencia sin escalas, sin haber ocupado antes un cargo público, sin el respaldo de una estructura fuerte, pero con 20 años de militancia en el Partido Colorado a cuestas.

Esa antigüedad lo infla de orgullo. Ojeda se unió al partido en su peor momento histórico, en el 2004. Se unió cuando era un estudiante de derecho de pelo largo y algunos kilos de sobra que por las noches ensayaba con su banda de rock en el garaje del abuelo y se ilusionaba con ganar el concurso Pepsi Bandplugged. Cuando ser colorado era más que nunca una “decisión a contracorriente” del resto de los jóvenes.

Por eso, ahora que las encuestas —con sus márgenes de error— lo colocan aparentemente en la cúspide de las precandidaturas coloradas y su debut se convirtió en la vedette de las elecciones internas, usa a ese orgullo como un escudo contra las críticas que le vienen de todos lados, pero con un filo mucho más punzante, mucho más hiriente, por parte de sus competidores partidarios que dicen que sus músculos son más grandes que sus principios, que lo acusan de comprar dirigentes de agrupaciones ajenas, de ser un producto publicitario y el caballo de Troya del Partido Nacional: el cabecilla de “una invasión extra partidaria” que conduce a la “eliminación” del partido.

Guzmán Acosta y Lara, el más espinoso de sus contrincantes —y al menos según las encuestas, uno de los que menos votos tiene—, se encargó de viralizar una entrevista del comunicador Orlando Petinatti en la que Ojeda desconoce algunas fechas insignes del Partido Colorado y además pagó una publicidad gráfica llamando al resto de los competidores a unirse en contra del hombre que, por su parte, pretende erigir su candidatura como la de un “articulador de la pluralidad del partido”.

Andrés Ojeda.
Andrés Ojeda.
Foto: Juan Manuel Ramos.

En una de las habitaciones de la ampulosa sede —que algunos se preguntan cómo está pagando—, Ojeda cruza sus manos, inclina el cuerpo hacia adelante y clava la mirada en sus interlocutores para asegurar que nada de todo esto lo afecta.

Que el ruido es ruido, dice.

—Estuve 20 años poniendo carteles para perder todas las elecciones. Nadie me va a explicar a mí qué es hacer esto por convicción. Yo el examen de colorado lo tengo aprobado desde hace rato.

Que está tranquilo, dice.

—Yo todo lo que recibo a base de sus ataques es gente que se me suma.

Debajo de las mangas bordadas, apretujadas por un par de coquetos gemelos, asoma la pulserita roja que una militante le regaló para protegerlo de la envidia y que él convirtió en el centro de su única declaración pública al respecto. Además compartió en sus redes el verso más popular del Martín Fierro, que clama por la unión de los hermanos.

Que está seguro, dice.

—Ni por 100.000 dólares me van a sacar una respuesta a todo esto.

No responde para cortar “el espiral de violencia”. Para no llegar al 1° de julio “todos enojados” y que a la hora de unirse, “para ganarle al Frente Amplio”, “no sea creíble”. Se calla aunque más que una discrepancia estos ataques le parecen fruto de una “obsesión”. Y también para mantenerse coherente con el eslogan “unir” que escogió para lanzarse como el nuevo líder de un partido que, otra vez, busca la fórmula para renacer.

Historia política

Un camino de 20 años

El ingreso de Andrés Ojeda al Partido Colorado fue en 2004, cuando estudiaba en Facultad de Derecho.

En el movimiento estudiantil coincidió con el hoy diputado colorado Felipe Schipani, los blancos Martín Lema (exministro de Desarrollo Social) y Nicolás Martinelli (actual ministro del Interior) y el frenteamplista Daniel González (hoy prosecretario de la IMM e integrante de la mesa chica de Carolina Cosse).

En la política partidaria, militó en el Foro Batllista, luego en Vamos Uruguay dePedro Bordaberry (fue edil entre 2010 y 2015), acompañó en 2019 al sector Batllistas con Julio María Sanguinetti como precandidato y luego de las internas se acercó a ErnestoTalvi y Ciudadanos.

En las departamentales de 2020 fue candidato a primer suplente de Laura Raffo en la candidatura conjunta de la coalición en Montevideo.

Con los jugosos.

Que si nos encontramos en el gimnasio. Que si vamos con él a una peluquería. Que si nos sentamos a la mesa del bar Michigan con sus amigos. Que si lo acompañamos a un casamiento. Que si recorremos juntos una feria, o nos sumamos a su gira por el norte del país. Que si conocemos a su hermana y sus sobrinos. Que si pasamos bien temprano por su casa para ser testigos de sus peculiares desayunos de pollo con arroz.

Ojeda no escatima en opciones para retratar el día a día del precandidato que por estos días agita la interna colorada. Pero así como las propone, todas parecen quedar por el camino con el paso de las horas, perdidas en la intensidad de la agenda de su campaña y el desborde de un teléfono que no para de sonar. Hasta que el martes a la noche, después de recibirnos en la sede de su candidatura, y mientras medita si irá o no al acto del 1° de mayo al día siguiente, lo dice:

—Bueno, el gimnasio me cierra en una hora, ¿quieren venir?

La camioneta, advierte, es un desorden. Un tupper con las sobras de un asado que comió ese mediodía; un pote vacío de yogurt; batidos de proteínas que recorren el país junto a él y son motivo de burla por parte de sus compañeros; el termo y mate; carpetas con documentos y papeles. Una vecina no tarda en reconocerlo al estacionar.

—¡Mi presidente! —dice la señora, y sale corriendo a detener a otro auto, en el que otras dos mujeres bajan las ventanas para conocer al precandidato y estrecharle la mano. Ojeda sonríe y saluda.

Desde la vereda es difícil adivinar el gimnasio, un viejo galpón sin grandes carteles y con máquinas que no son de última generación. Suena una versión remixada de I want to break free. Una bola de luces de colores completa el ambiente más propio de club del interior. Los músculos hinchados de Líber Mesa sobresalen de su remera negra con las mangas arrancadas a tijera. En el pecho, una calavera como la que decora la pared principal del galpón. “Es el gimnasio para la gente que no le gusta el gimnasio”, dice Mesa, atleta de fisicoculturismo y encargado del lugar. “Podés venir a tomar mate y comer masitas, además de hacer un poco de ejercicio”.

Pero también allí van a parar personas que, como Ojeda, se obsesionan con los músculos y el cuidado del cuerpo. En su caso empezó en 2020, durante la pandemia. Ya hacía tiempo que cuidaba su imagen, pero hasta entonces —dice— no tenía masa muscular. Primero fue ponerse en forma, después aprender sobre alimentación, y luego incluso completar un curso de entrenador de fisicoculturismo.

Andrés Ojeda.
Andrés Ojeda.
Andrés Ojeda.

“Lo peor que le podés decir es que está flaco”, comenta Mesa. Hace poco, durante una recorrida por Rivera, a Ojeda le regalaron una taza con su caricatura. “Está buenaza pero me mataste con los brazos”, respondió entre risas al recibirla. Estaban muy angostos.

Ojeda deja su traje y sus iniciales en el vestuario, y vuelve a escena con una remera recortada, como la de su entrenador, de la que asoman sus trabajados pectorales.

—Jugoso, hacemos cinco y cinco y después cuerda, ¿ta?—le dice Mesa. Así los llama a cada uno de sus alumnos. El precandidato entiende y cumple.

Mira a la máquina, siente el peso sobre sus hombros, y jala. A pesar del trillo de la campaña, su ida diaria al gimnasio es una rutina que intenta no dejar de lado. Dice que además de mantener su figura, lo ayuda a descargar. Se siente en buena compañía.

Hace unas semanas, al también precandidato colorado Gabriel Gurméndez le consultaron en Fácil Desviarse si Ojeda tenía más músculos que principios.

“Yo los músculos los vi”, contestó.

Mesa, el encargado del gimnasio —un “anarquista” que votó a Tabaré Vázquez y que ahora lo hará por su amigo colorado—, agarró el recorte y lo utilizó como publicidad, como muestra de que ha hecho un buen trabajo.

—Veo que coincidís con Gurméndez en lo de los músculos. ¿Y los principios?

—Tiene, tiene. ¡Algunos le quedan!

Andrés Ojeda es un convencido de que la exposición suma y no resta. “No sé si quiso ser famoso pero siempre estuvo preparado para esto”, dice su socio Fernando Posada. La comodidad con la que se maneja en los medios lo posicionó como un abogado que pone la cara por sus clientes —los enfermeros apodados “los ángeles de la muerte”, Amodio Pérez, Fripur, Ancap— y le abrió puertas. Patricia Rodríguez, la expresidenta del principal sindicato policial reconoce que fue elegido para representar ante la Justicia Penal a sus 10.000 socios justamente por su habilidad mediática.

Ser conocido “es un activo muy importante en la política porque la gente no vota a alguien que no conoce, por más que sea la mejor persona del mundo”, dice Ojeda. Según su visión, luego del conocimiento viene la simpatía y después —recién— el voto. Por eso ser famoso en un país con escasez de farándula —haber estado casado con una modelo, ser un entrevistado recurrente en Sábado Show y posar ocasionalmente para algunas marcas— lejos de jugar en contra de su imagen, lo ayuda.

Sobre todo en un partido que afila unas elecciones con figuras poco populares y el reclamo de las dirigencias que piden una renovación que les traiga “más color”. Y, por qué no, sex appeal.

—Todas las cosas que hablen de vos y te hagan conocer —incluyendo una crónica en el gimnasio, piensa Ojeda—, no son un demérito para esto.

Esto es la política.

“El que prende, gana”.

¿Pero qué es entonces Andrés Ojeda? ¿Qué representa? ¿Hay algo más allá de ser conocido?

Al precandidato no le faltan sus ideas. Defiende la premisa del batllismo como motor del Uruguay moderno. Se define como liberal y humanista. Dice tener la convicción de que el Frente Amplio no es el indicado para conducir los destinos del país. Y afirma además ser representante de una nueva generación de votantes y dirigentes de los partidos tradicionales, nacidos a la vida política con los muros bajos entre las viejas divisas. En sus palabras, es un “nativo coalición”.

Pero sus críticos dicen que es inconsistente.

Gustavo Zubía y Andrés Ojeda en conferencia de prensa
Gustavo Zubía y Andrés Ojeda presentando su acuerdo electoral.
Foto: Francisco Flores/El País

Por qué, si no, aliarse con el exfiscal Gustavo Zubía, punitivista del ala derecha del Partido Colorado, promotor de una mayor mano dura en el combate a la inseguridad, y quien tachó de “izquierdistas” algunas de las propuestas que el propio Ojeda defendió en la mesa interpartidaria por seguridad en representación del Partido Colorado, junto al asesor del Ministerio del Interior y dirigente de Ciudadanos, Diego Sanjurjo.

Cuál es la coherencia, insisten los críticos, en la alianza de Ojeda con la diputada cabildante Elsa Capillera, conservadora en lo social, contraria al aborto, la eutanasia y hasta las vacunas.

Andrés Ojeda y Elsa Capillera.
Andrés Ojeda y Elsa Capillera.
Foto: Juan Manuel Ramos.

Cuál es la renovación, le cuestionan, si tiene entre sus articuladores políticos a Julio Luis Sanguinetti, vetado por Talvi para integrar un cargo en la órbita de Cancillería, y cuyo apoyo Ojeda ha intentado minimizar.

En medio de esos golpes por interno, el propio Talvi salió del silencio en el que se ha mantenido desde su portazo a la política en 2020 y comentó públicamente que veía la candidatura de Ojeda como parte de su legado. Pero su defensa no hizo sino alentar las comparaciones. Si él llegó al partido planteando ciertos estándares éticos y programáticos, y le cerró las puertas a los que no comulgaban con ellos, ¿Ojeda no está recorriendo el camino contrario? Si Talvi decía que buscaba atraer a “los mejores”, ¿Ojeda busca atraer a todos los que puede?

Andrés Ojeda y Ernesto Talvi
Andrés Ojeda y Ernesto Talvi en la sede de Ciudadanos.
Twitter Andrés Ojeda.

Y entonces aparece el abogado penalista, el que se mueve como pez en el agua en el manejo mediático, dispuesto a relativizar cada argumento con uno nuevo arriba de la mesa. El que aprendió —como dice su profesor de Derecho Penal y hoy amigo personal, Gustavo Bordes— que todo es cuestión de saber cómo salir de una pregunta incómoda.

—Yo no voy a marcar una diferencia donde no corresponde. Lo que pienso es esto: después del 30 de junio, el que gane va a tener que estar con todos porque este partido es con todos. Acá no sobra nadie, ese es nuestro concepto central.

—¿Pero no sentís que parte de lo que te cobran es que pienses una cosa y después tus alianzas no se condigan con eso?

—Todos los que puedan llegar a hacer esa crítica, si el día de mañana nos toca ganar se van a beneficiar de esta pluralidad, porque es lo que yo promuevo.

Ojeda dice que ninguna elección es igual a las anteriores, que “cada uno es cada uno” y “cada momento es cada momento”. Esta etapa del partido, afirma, exige no decirle que no a nadie.

Sus defensores reconocen en eso una virtud. Que no cualquiera en el partido logra comulgar como él, al mismo tiempo, con Julio María Sanguinetti (quien lo exhibió como uno de sus referentes en 2019), Ernesto Talvi (que lo sumó a los suyos luego de ganarle a Sanguinetti) y Pedro Bordaberry (a quien le dijo que le abriría la puerta si luego de junio decide volver a la política).

Pero así como dice que cada elección es distinta, Ojeda también vuelve una y otra vez en su argumentación a candidaturas que, a su juicio, lograron vencer a estructuras más potentes en base a un discurso fresco, renovador, y a fuerza de carisma. Menciona a Pedro Bordaberry en 2009, a Luis Lacalle Pou en 2014, y a Ernesto Talvi en 2019.

Andrés Ojeda, muy joven, junto a Pedro Bordaberry
Andrés Ojeda, muy joven, junto a Pedro Bordaberry.
Twitter Andrés Ojeda.

—Esa máxima repetida todo el tiempo de que la elección interna es voluntaria y que por eso pesan las estructuras más que la opinión es completamente falsa. Pedro competía con Luis Hierro y José Amorín. Ernesto tenía toda gente nueva que nunca había juntado un voto en su vida y le sacó 25 puntos a Sanguinetti. Yo creo que en estos tiempos, acá y en todos lados, el que prende gana.

—¿Pero no tenían Bordaberry, Talvi, o también Lacalle Pou, otra base, otra fuerza de las propuestas y los elencos que los acompañaban? ¿Vos decís que importó más el efecto que generaron que sus ideas?

—Lo que digo es que no necesariamente estas personas votaron lo que votaron en virtud de que propusieron determinadas cosas. La gente elige por razones que uno muchas veces no se da cuenta. Por eso yo no soy muy amigo de targuetear al electorado. Eso de a quién le hablás. Yo hablo y al que le copa, le copa, y al que no, no.

Prender.

En eso cree Andrés Ojeda.

En que la interna la ganará quien sea capaz de conectar, de sintonizar con la gente, de representar para ellos algo “auténtico”. Cree en que eso puede ser él.

Mega Capricornio.

Lo que hay está a la vista. Eso dice Andrés Ojeda para defenderse de las suspicacias en torno a cómo está financiando su vistosa campaña.

—Puse algún mango mío de arranque y luego buscamos amigos y después se fueron agrandando los círculos concéntricos. Llamamos por teléfono; ‘estoy en esto, ¿qué podemos hacer?’. Hice lo que hacen todos.

—Pero te fue mejor...

—Por alguna razón nos fue mejor. El discurso coalicionista ayudó en esto.

Las llamadas más importantes las hizo él. Después los “amigos” organizaron cenas de recaudación, que en la escala de Ojeda son comidas en barbacoas, “reuniones chicas” con gente que se conoce entre sí y extiende la invitación a “empresarios” de los que se niega a dar datos y tampoco se compromete a revelarlos —eventualmente— en octubre.

Ojeda, en pose abogado, recapitula:

—Todo lo que entra va a publicidad.

Es que las cámaras —ya sabemos— son su lienzo favorito para comunicar una impronta correcta, pensada. La primera etapa fue de presentación, en la segunda —dice— expresará en qué cree.

En su presentación Ojeda no da información personal. No dice que es el hijo mayor de una familia pequeña. Ni que durante su infancia y adolescencia se mudó seis veces, siempre entre los márgenes de Carrasco, Punta Gorda y Malvín. Tampoco que fue boy scout. Ni alumno del colegio La Mennais. Ni que su abuelo fue militar e íntimo amigo de Líber Seregni. Ni que es fanático del universo de Star Wars y las películas de Marvel. No cuenta que cuando su padre se enfermó él tomó las riendas de la familia. Que pasó dos años cuidándolo en hospitales. Ni que probablemente todo eso empezó a convertirlo en una persona hermética.

—Somos muy unidos. Él es muy dulce con sus dos sobrinos. Pero no sé qué lo quiebra porque no me habla de sus emociones —dice la hermana, Fernanda.

Y Ojeda lo confirma.

—Soy hiper mega capricornio, nada que me pase a mí no es visto desde el lado racional, me cuesta mucho lo emocional en la vida.

Andrés Ojeda familia
Andrés Ojeda junto a su familia.
Foto cedida por Andrés Ojeda.

La imagen que diseñó en la propaganda está atada a un cúmulo de valores que podrían calificarse de lugares comunes en la política, como la confianza, la seguridad, la renovación, el futuro y el planteamiento de que él es el “único” en el Partido Colorado capaz de conjugar todos estos atributos.

Algunos de los que creen en este paquete de fortalezas se encontraron el sábado pasado en la sede de Ojeda.

El anfitrión llegó tarde. Lo aguardaban unos 80 dirigentes de diferentes departamentos, entre ellos Capillera, la diputada por Cabildo Abierto que se convirtió en la primera conquista del ojedismo y en la llave para acceder a una codiciada dirigencia de la periferia y el interior.

Casi todos los dirigentes son hombres, mayores de 50 años. Casi todos dicen haberlo conocido durante sus recorridas como suplente de Laura Raffo en las elecciones departamentales. Elogian su juventud, su experiencia en seguridad, su frescura en un partido debilitado y también su buena pinta.

Ojeda, finalmente, hace su entrada. Usa ropa informal: una camisa un talle más chico del que debería, un jean apretado, championes blancos.

El único canal presente le hace una nota.

—¡Vengan a tapar el agujero!— arenga.

Detrás de él, cierran fila cinco o seis veteranos. Alguien trae una bandera. La sostiene un dirigente que, él sí, lo mira embelesado. Seguimos al líder y entramos a la sede. Las sillas —coloradas, no rojas— son insuficientes. La mitad se queda de pie. La convocatoria es un éxito, dice Ojeda. Esto es la confirmación de la estructura que en “apenas cuatro meses” él y su equipo logró montar.

Ahora hay que organizarla.

—Faltan 66 días para trabajar en esto: ¡Es muy poco, gente! —les dice a los dirigentes Leonardo Viñas, parte del equipo. Y les comenta “a los que preguntaron” que las propuestas del precandidato pronto estarán colgadas en la web. En breve difundirán las propuestas que moldean las 20 comisiones, integradas por dirigentes políticos y figuras del sector privado, de quienes se han difundido poquísimos nombres.

En la recta final, la vida de Ojeda se convirtió en un vértigo de teléfonos sonando “que el 99% de las veces traen problemas para resolver”, cientos de kilómetros en recorridas y reuniones: muchas reuniones.

—Yo tenía un perfil público y ahora tengo un perfil público plebiscitado. Antes, lo que opinaban de mí no me cambiaba mi trabajo. Ahora tengo que ser más cuidadoso —dice.

Para minimizar los riesgos, abandonó los boliches.

—Yo pienso que debería ser más correcto, ser menos sobre espontáneo pero uno es como es y estar con la guardia alta todo el día es imposible.

Tiene claro que lo último que debe perder es la autenticidad. O lo que sea que esto signifique para él.

—Si no sos auténtico, no durás un día en esto. La gente hoy te ve de lado a lado y se da cuenta en seguida cuando algo no es genuino. Hay un ejemplo que le escuché una vez a Durán Barba (consultor, entre otros, del expresidente argentino Mauricio Macri). Él decía: ¿Por qué ganó Trump? Porque fue auténtico. La gente prefiere algo malo pero auténtico, que algo perfecto pero que no es auténtico. La autenticidad es un valor, y en una clase política que está llena de prejuicios a los tipos que parecen ser genuinos les va bien.

Algunos hasta prenden y ganan.

Seguridad: un caballito de batalla del que habló poco

La experiencia acumulada como abogado penalista de importantes casos que fueron mediáticos, sumado a varios años encargado de defender a los policías socios del principal sindicato, ubicaron a Andrés Ojeda como uno de los técnicos relevantes en la temática de seguridad del Partido Colorado. Es por eso que ahora sus seguidores señalan esta área como el principal atractivo de su precandidatura. Por estos días, el equipo de Ojeda está lanzando las primeras propuestas, haciendo hincapié —hasta el momento— en la universalización del acceso a tratamientos de salud mental y en la creación de centros materno infantiles para combatir la pobreza infantil. De seguridad, en cambio, viene hablando poco. En una de las propagandas al aire lanzó dos ideas: prevención —”políticas sociales para evitar que se cometa el delito”— y represión —”mucha Guardia Republicana en la calle”—. Consultado para este informe, Ojeda menciona que el foco debe darse en las tareas de investigación contra el narco, previas al accionar represivo. Pero no ahonda en medidas concretas. Sin embargo, cuando se le plantea la misma consulta al exfiscal Gustavo Zubía, responde que pretenden concretar las medidas “pendientes” del Compromiso por el país, base programática que acordó la coalición. Decretar la emergencia nacional en seguridad y la reestructuración de la Fiscalía, las cárceles y las comisarías. A su vez, apoyan la iniciativa de los allanamientos nocturnos, pero no llegaron a un acuerdo acerca de la participación de soldados en tareas policiales.

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