Era directora de una escuela, la acusaron de abusar de alumnos y luego de tres años no hallaron pruebas

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Nota a la Dra. Cristina Silva y acusada, en su estudio juridico ubicado en 25 de Mayo 731, Montevideo, ND 20210810, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

El calvario de Cristina Recoba

Dirigió la escuela 364 del Cerro donde tuvo un conflicto feroz con docentes y padres que la acusaron de maltratar y abusar de alumnos. Hace un mes la Justicia finalizó el proceso por falta de prueba.

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A pesar de todo lo que pasó después, la maestra Cristina Recoba todavía recuerda con alegría el día en que la nombraron directora de la escuela 364 del Cerro. Cuando revive ese momento siente el abrazo de su hermana y los aplausos de colegas felicitándola por haber obtenido finalmente el cargo que tanto añoraba. Era la tercera vez que concursaba y el cambio implicaba dejar una escuela pequeña en Artigas para dirigir una de las más grandes, demandantes y complejas de Montevideo. Cuando celebró su cargo, Recoba no sabía que la 364 tenía fama de ser un hierro caliente: un combo entre problemas edilicios, la complejidad del contexto socioeconómico crítico del alumnado, un cuerpo docente con mucho tiempo afianzado y cambios de directores con salidas más o menos polémicas.

Durante los tres años que siguieron al nombramiento, Recoba se la pasó buscando en su memoria indicios para entender cómo pasó lo que pasó. Ahora que casi todo llegó a su fin, hay una escena a la que describe como un presagio.

—El día de la elección de cargos dijeron mi nombre y el número de la escuela a la que me asignaban como directora y entre los aplausos de algunas maestras escuché que una inspectora le susurraba a otra: “Ella eligió la 364… pobrecita...”.

Entre marzo de 2017 y julio de 2018 Recoba dirigió una escuela de tiempo completo con más de 460 alumnos, 20 maestros y 16 aulas. Las ocho horas de clases transcurrían en un edificio con defectos de construcción, problemas de humedad y fragilidades en la seguridad. “Era todo muy caótico. Demasiados niños, muchas necesidades. Vidrios rotos, puertas rotas, la escuela era una coladera de viento. Algo se ensuciaba, se limpiaba y al instante volvía a estar sucio”, narra una docente que trabajó allí.

Esta docente veía a la entonces flamante directora como una mujer “enérgica”, con voluntad para “arreglar las cosas”. Otros tres antiguos docentes y exautoridades del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) coinciden en que la directora “hizo un enorme esfuerzo” para manejar la escuela, pero reconocen que rápidamente confrontó con un grupo de maestros de trayectoria en el centro educativo y con algunos padres de alumnos, lo que derivó en un torrente de denuncias cruzadas.

La escalada de violencia llegó a su punto máximo cuando la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) le inició un sumario luego de que una de las maestras con las que tenía problemas contó que ocho de sus alumnos de cinco años le habían relatado que la directora los había maltratado un día en que ella estaba de licencia médica y los niños habrían quedado bajo el cuidado de Recoba. Esto suscitó una denuncia penal de los padres. Después, durante una intervención de especialistas en el marco de esta investigación, los niños dijeron que ese mismo día la directora también los había abusado sexualmente.

Entonces no tenía cómo saberlo, pero aquella tarde en que Recoba celebró su nombramiento como directora de la 364 fue el principio de un calvario que la colocó en el ojo de la tormenta de la opinión pública, le implicó cuatro meses de prisión domiciliara con tobilleray atravesar un proceso judicial que después de tres años acaba de ser suspendido por falta de pruebas sólidas. Esta es su historia.

Pulseada por el poder.

Los problemas entre Cristina Recoba, la mayoría de los docentes y algunos padres comenzaron un mes después de iniciadas las clases en 2017. Cuando narra esta secuencia a Recoba se le endurece el rostro; la sonrisa se convierte en un puño de dientes apretados del que expulsa un relato con la furia de las heridas que siguen abiertas, un relato sumergido en suspicacias hacia quienes según ella le armaron un caso lapidariopara “sacarla de la escuela” y la “lincharon” ante la sociedad “como un monstruo” capaz de maltratar y abusar de alumnos de educación inicial con los que tenía “una relación de cariño”.

perfil

29 años de docencia y fama de "amable" en Artigas

Recoba es artiguense, tiene 53 años y hace 29 que es maestra, al igual que su hermana. Desde el Sindicato de Maestros de Artigas dicen que es conocida en la comunidad por su fama de “amable” y “dedicada”. No tienen registro de denuncias en su contra, aunque no descartan que pueda haber tenido algún roce con algún colega, “propio de la profesión”. Recoba es viuda y quiso venir a Montevideo para estar cerca de su hija radicada en la capital.

De acuerdo a la versión de Recoba, los problemas empezaron por formalidades: docentes que se negaban a usar la túnica, recurrentes llegadas tarde y certificaciones médicas; docentes que no asistían a la coordinación semanal (por la cual cobran) y que optaban por no hacer cursos voluntarios para mejorar la calidad y la planificación de los talleres propios de una escuela de tiempo completo; docentes que extendían sus recreos, durante los cuales los niños se lastimaban y terminaban llegando heridos a su despacho.

“Como hacía mucho tiempo que trabajan ahí y conocían a algunos padres, ese grupo de maestros se creían los dueños de la escuela. Me decían ‘yo hago si quiero’. Me desautorizaban frente a los niños. Todo el tiempo querían dar la sensación de que yo no hacía nada. Y empezaron a denunciarme; los inspectores y los del sindicato de maestros venían permanentemente”, dice Recoba.

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Escuela 364 del Cerro. Foto: Marcelo Bonjour

El sindicato de maestros de Montevideo se negó a dar declaraciones sobre el caso y la ANEP no autorizó una entrevista con Inspección General, pero según se pudo reconstruir para este informe los docentes presentaron varias denuncias en su contra. La acusaron de tenerlos trabajando en malas condiciones edilicias y de malos tratos, incluso de acoso laboral. Los integrantes de la Comisión de Fomento también la acusaron por “falta de transparencia” en el registro de los movimientos de dinero, pero no se constató un faltante.

Mirando hacia atrás, algunas autoridades de Educación de ese momento opinan que lo que sucedió fue un choque de culturas: “Cristina Recoba venía de un ámbito distinto, de una escuela pequeña y tranquila de Artigas, con un relacionamiento basado en el respeto y trató de aplicar una dinámica basada en esos valores en un ambiente educativo con otra cultura”. Una fuente distinta apunta: “Sin saberlo, cuando entró en la 364 cayó en un polvorín”.

El tiempo pasó pero no trajo paz: “la guerra” se recrudeció. Recoba acusó a los docentes de romper caños a propósito y de entrar a un perro callejero a la escuela para que comiera la comida de los niños con el fin de fotografiarlo y presentar una denuncia en Primaria. Los docentes le recriminaron que eso pasaba por su negligencia. Y así todo: palabra contra palabra.

El 2018 fue peor. Según supo El País, había docentes que redactaban a mano, en una cuadernola, una denuncia y luego recorrían los salones —“dejando a los niños solos”— buscando la firma de sus colegas. “Era cada vez peor. Primero una denuncia por semana, luego dos, luego tres. Había miles de conflictos. En abril la cosa se agravó, esos maestros no paraban de supervisarla”, cuenta un exdocente.

Los ocho niños de 5 años que narraron distintos maltratos y abusos sexuales por parte de la directora dijeron que estos habían sucedido el 25 de junio, día en que vieron el partido entre Uruguay y Rusia del Mundial de 2018. La semana previa a esta fecha, el vínculo entre los docentes y Recoba se había tensado más que nunca luego de que la directora discutiera con dos maestras en dos episodios distintos. Una de esas maestras tendrá un rol clave en el desenlace de esta historia.

El día más triste de todos.

Jugaba Uruguay y faltaban cuatro días para las vacaciones de julio. Los alumnos tenían permiso para ver el partido, una actividad que Recoba intuía como un respiro saludable tras unos días de tensión infernal.

De acuerdo a distintos testimonios, esta vez el lío había empezado a raíz de una fuerte discusión entre la madre de un niño y una docente de educación inicial, que habría desencadenado un nuevo y feroz conflicto. Alegando que el episodio había afectado su salud, la maestra pidió licencia médica el 21 de junio, lo que generó que Recoba redactara un informe desfavorable.

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Cristina Recoba junto a su abogada Cristina Silva. Foto: F. Flores

Al día siguiente, ocho docentes faltaron a la escuela sin aviso previo. “De alguna manera eso fue un boicot”, dice la abogada Cristina Silva. Ella lideró un equipo compuesto por tres defensoras y una psicóloga con la meta de probar la inocencia de Recoba: una tarea dificilísima considerando el estado público que tomó el caso, que de tan delicado aún hoy tiene a la comunidad educativa hermética, dividida y profundamente afectada.

¿Qué pasó ese 25 de junio? Apenas la abogada Silva recibió a Recoba en su despacho le dijo dos palabras: “Tiempo y espacio”. Necesitaba saber cuándo, dónde y con quién había estado en la fatídica jornada. Entonces Recoba dibujó un croquis de la escuela, que ahora la abogada despliega para graficar su descripción.

“Los alumnos de inicial que relataron estos hechos no estuvieron en ningún momento a cargo de Cristina Recoba. Como la docente titular estaba certificada y los padres lo sabían, solo algunos decidieron llevar a sus niños a la escuela. Recoba los recibió en la puerta y los condujo con la secretaria, que los sumó a otro grupo con el que estaba trabajando. Desayunaron como siempre y luego fueron al grupo con la maestra de segundo año. La directora en ese momento le estaba haciendo una evaluación a la otra maestra de segundo. Empieza el partido y como la televisión de ese salón no funcionó, este grupo se mudó al salón del otro segundo año. Ahí fue que Recoba volvió a ver a los niños, en ese ámbito: en esa sala donde estaban las otras docentes y los otros niños; incluso la maestra de segundo tenía fotos “donde se puede ver dónde estaban estos niños trabajando”, dice la abogada. Después, al mediodía había concurrido la inspectora de Inicial que se reunió con Recoba y al terminar ella se fue de la escuela más temprano para hacer “otras diligencias fuera de la institución”.

El 25 de junio era un lunes. Según declararían en Fiscalía los padres, ninguno advirtió durante toda esa semana lesiones, ni moretones, ni cambios en el comportamiento de los niños supuestamente violentados. Tampoco lo hicieron durante las vacaciones que siguieron. El 9 de julio volvieron a clase. Ese día la maestra de inicial se reintegró y, según surge del expediente judicial al que accedió El País, ella sostiene que ocho de sus alumnos de cinco años le contaron que el 25 de junio habían estado a cargo de la directora y que esta los había tratado mal. “Había ejercido violencia sobre los mismos, atando a algunos, amordazando a otros, tirando la mochila de uno de los niños y cortándole el pelo a una niña”, detalla la solicitud de formalización de Recoba.

Al día siguiente, en presencia de las inspectoras de Primaria y de Recoba, la maestra reunió a los padres y les contó el relato de los niños. Al otro día se repitió la reunión. Esta vez uno de los padres expresó que su hijo le relató haber recibido golpes de puño y que fue tomado por el cuello por la directora, quien además lo ató y le puso una cinta en la boca. Otra madre dijo que su hijo le contó que había sido insultado y que Recoba le tiró la mochila. Otra, que su hijo contó que la directora lo tomó del brazo y lo tiró al piso.

El 12 de julio, el CEIP inició una investigación administrativa y Recoba fue separada del cargo. “Era todo muy absurdo y terrible. Aparecieron los medios y teníamos que estar cuidando que los niños no fueran tomados por las cámaras. Nadie protegió a esos niños. Los padres estaban del otro lado de la puerta hablando con los maestros y las autoridades. Ese día me tocó trabajar con ellos y trataba de distraerlos pero estaban muy nerviosos. No lo resistí más y pedí licencia. Toda esa tensión acumulada en esa escuela me terminó provocando una depresión. Era mi primera vez en una escuela grande, llegué cargada de ilusión y lo que viví no fue justo ni para la directora ni para el resto de los docentes. Sentí que cualquiera podía ser la próxima víctima”, dice una maestra.

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Escuela 364 del Cerro. Foto: M.Bonjour

Inmediatamente después los padres denunciaron en Fiscalía. Desde que empezó, este proceso pasó por cinco fiscales diferentes. El primero fue el fiscal de flagrancia Fernando Romano. Fuentes de esa etapa de la investigación cuentan que la mayoría de los maestros presentaron a la directora como “una villana” con un “carácter complicado”. La fiscalía trabajó con la Unidad de Víctimas y Testigos, que coordinó su intervención junto a psicólogos y trabajadores sociales del Programa de Escuelas Disfrutables del CEIP.

En la primera intervención los niños dijeron que la directora los había encerrado en la dirección, que le había pegado en la boca a un niño, en el brazo a otro con un palo; otro niño relató que había encerrado a un compañero en el baño. Otro niño dijo que le pegó a un compañero con un palo en la panza y que a otro lo ató con una cuerda en el cuello. “Todos los profesionales intervinientes coincidieron en que el relato de los niños fue verosímil y creíble y que fue evidenciado el daño y afectación por maltrato infantil”, recoge el informe del fiscal.

El 23 de octubre el fiscal Romano pide la formalización de Recoba por un delito de violencia privada, pero pocos días después es ampliada y pasa al ámbito de la fiscalía de Delitos Sexuales a cargo de Sabrina Flores: Escuelas Disfrutables había elevado un nuevo informe que, tras otra intervención, arrojó relatos que esta vez describían situaciones de abuso sexual.

Formalizada, Recoba cumplió 120 días de prisión domiciliaria con uso de tobillera mientras se investigaba. Enterados de la noticia, en Artigas el 90% de los maestros hicieron un paro y organizaron una movilización. Exalumnos y sus padres juntaron firmas en señal de apoyo.

Un final abierto.

El penalista Martín Frustaci ya casi no tiene contacto con los padres de los ocho niños que defendió. A través de él se les ofreció participar de este informe, pero ninguno aceptó. A su modo de ver, el cambio de fiscales afectó la investigación aunque, reconoce, “el sobreseimiento está bien decretado porque no se logró reunir evidencia sólida para acusar a la directora”.

¿Cuál fue el punto de inflexión? Todo cambió cuando la fiscal Flores solicitó la declaración anticipada de los niños mediante una cámara Gesell a comienzos de 2019. Si bien los niños reiteraron el maltrato físico y los abusos sexuales, “los relatos se tornan confusos en otros aspectos”, plantea la fiscal Silvia Naupp en el pedido de sobreseimiento enviado al juez. “De la declaración anticipada no surge plasmado cabalmente todo lo informado por los niños a los técnicos intervinientes. Por otra parte, incluso los registros fílmicos no son claros existiendo problemas de registro, pudiendo además apreciarse cierta confusión en los relatos de los niños con datos o hechos de la realidad, haciendo referencia a la película Matilda refiriendo a la ‘maestra buena’ y a la ‘directora mala’”, agrega.

La fiscal señala, también, que los padres no constataron lesiones en los niños y que los docentes presentes aquel 25 de junio confirmaron que Recoba no había estado sola con los niños. Ninguno vio niños en la dirección (que además es una oficina de vidrio sin cortinas), ni escuchó gritos, ni golpes, ni se encontraron cintas, sogas, palos, o vidrios rotos, a pesar de que los niños refieren que fueron atados con cuerdas, que uno de ellos rompió una ventana para salir y otro dijo que cortaron las ataduras con un cuchillo; un alumno mencionó que la maestra los rescató.

Argumentando que “los hechos no lograron probarse”, Naupp pidió el sobreseimiento de Recoba pero el defensor de los niños se opuso y pidió un reexamen, que fue a parar al escritorio de la fiscal Darviña Viera, la titular de la Operación Océano. Viera revisó toda la carpeta de investigación y coincidió con Naupp. Fuentes de esa investigación dicen que la sensación que les quedó fue la de “una bola de nieve que creció y se convirtió en una especie de psicosis colectiva”.

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Escuela 364 del Cerro. Foto: M.Bonjour

Desde el ámbito educativo dicen que los equipos siguieron un año más acompañando a los niños de la 364; sus integrantes están divididos: algunos creen que Recoba fue una víctima y otros que los delitos existieron. “Es complicado porque lo que no se puede hacer es terminar diciendo que no siempre hay que creerles a los niños, porque pueden equivocarse en el adulto señalado, en la percepción de determinadas cuestiones pero no se equivocan en estos hechos”, plantea un informante.

Tras el caos, a la escuela le costó hallar la calma. La ANEP hizo modificaciones que terminaron disgregando al alumnado y al cuerpo docente. Funcionarios que la monitorean aseguran que ahora la 364 es una escuela sana.

La ANEP no respondió la consulta acerca de la eventual restitución de Recoba para ejercer la docencia; la abogada Silva sostiene que debe acoplarse a la decisión de la Justicia pero, ¿Cristina Recoba está dispuesta a volver?

—Yo viví una historia macabra. No me siento emocionalmente preparada todavía. Me quedaron huellas profundas. Hay dos pastillas que el psiquiatra me dijo que tendré que tomar de por vida. Tengo miedo. Ya no sé cómo acercarme a los niños.

El día después de la escuela 364

Nadie quería ocuparse de la dirección

El Programa de Escuelas Disfrutables trabajó un año entero en la 364 luego de que de Cristina Recoba fue separada del cargo. Un grupo de inspectores se rotó la dirección de la escuela, ya que ningún docente la aceptó. Eso se mantuvo hasta que fue trasladado para el puesto el arzobispo Sebastián Camacho de la Iglesia Católica Antigua Abracista, “pero no aguantó, terminó hospitalizado y le dieron licencia médica”, dice una fuente. Entonces el cargo quedó en manos de la maestra de inicial que habría escuchado el relato de los niños. Miembros del equipo que monitoreaban la escuela tras la salida de Recoba dicen que se constató una situación de riesgo fruto de la “desidia de los docentes”. Una fuente describió que varios no usaban túnica, que los recreos eran largos y que “mientras algunos docentes conversaban, niños se colgaban de las rejas y subían al tercer piso asomando medio cuerpo por las ventanas”. La ANEP determinó un cambio de modalidad de tiempo completo a tiempo extendido; una forma de disgregar una comunidad educativa caótica. “Varios niños se fueron a otras escuelas de tiempo completo y lo mismo pasó con varios docentes de ese grupo”, informa una fuente. En parte, es un tema de salario: mientras que en tiempo completo se trabaja y cobra por 40 horas, en la otra modalidad por 20. Ahora que el proceso se dio por terminado, Cristina Recoba se propone reclamar una compensación “por haber sido privada de libertad de forma injusta”, dice su abogada. También analiza denunciar a quienes la habrían acusado injustamente. Una de las terapeutas que la trató, Silvana Giachero, concluye que este fue un caso de mobbing “como para un libro”.

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