“Era un tumbero” y “acá encontrás paz”: cuatro historias de presos del Comcar que llegaron a la Universidad

Unos 180 privados de libertad estudian carreras universitarias en cárceles de Uruguay, gracias a un acuerdo entre Udelar e INR. Aquí las historias de Nelson, Facundo, Juan y Edicel desde el Comcar.

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Cuatro presos uruguayos que estudian carreras universitarias.
Cuatro presos uruguayos que estudian carreras universitarias.

Por Karen Parentelli
Elcentro universitario del Comcar es una edificación pequeña con ventanas a una de las calles internas, por la que todo el tiempo pasan presos que trabajan y otros que estudian escuela o liceo. Hay computadoras, acceso a internet, una gran biblioteca, cartelera de novedades y materiales de estudio. También un área para cocinar, un salón común y un cuarto más pequeño que funciona a veces como salón de exámenes.

En una pared se lee esta frase: “Yo soy la oveja negra de mi familia, no hay otros presos en mi entorno familiar. Pero lo que son las vueltas de la vida, soy el primer estudiante universitario”.

Estamos dentro de una cárcel enorme, con varios sectores que operan con distintos niveles de seguridad. Y donde los presos que estudian carreras universitarias, claro está, son aisladísimos casos.

Para ingresar al Comcar hay que superar el escáner corporal, una estricta revisión de las pertenencias y retención de documentos de identificación y celulares. Hay policías de la Guardia Republicana y militares que desde torres vigilan el perímetro. También están los funcionarios del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR).

Tras pasar el portón principal de ingreso, se camina unas cuantas cuadras para llegar al centro universitario. El espacio se recorre con extraña tranquilidad. En esas primeras cuadras con cordón cuneta circulan algunos pocos privados de libertad, por momentos parece que es un barrio del oeste de Montevideo, pero basta levantar la mirada y ver que no es así. La enorme cantidad de módulos, rejas, portones y alambrados lo dejan claro. O se puede estar unas horas y ser testigo de cómo se dan los reingresos de presos: son procedimientos de gran despliegue de seguridad, policías con pasamontañas y armas largas, y hombres que caminan con grilletes en los pies y las manos esposadas.

Un preso estudia junto a una docente, en el centro universitario en el Comcar.
Un preso estudia junto a una docente, en el centro universitario en el Comcar.
Foto: Leonardo Mainé.

La población de las cárceles uruguayas no ha parado de crecer, el hacinamiento es casi una norma y las condiciones que garanticen una rehabilitación están lejos de ser la realidad de los grandes centros de reclusión. Uruguay no tiene cifras sobre reincidencia delictiva. No hay tampoco cruzamientos de información, no se sabe efectivamente qué cantidad de privados de libertad que accedieron a la educación formal o de oficios volvió a cometer un delito. Sí hay números actuales sobre la cantidad de presos, que rondan los 14.500.

También hay datos sobre los niveles de alfabetización. El 53% de los privados de libertad no sabe leer ni escribir, según un informe realizado el año pasado por el Ministerio de Educación y Cultura en conjunto con el INR. El promedio de edad de esas personas es de 30 años. Hay un dato positivo a tener en cuenta, el 94% de los presos manifestó que quiere tener posibilidades de estudiar.

De los 14.500 reclusos, unos 180 estudian carreras universitarias. La mayoría de los que estudian viven juntos, aunque también hay algunos universitarios que están en módulos más complejos. Según explica el operador penitenciario Nicola Pompilio, gestor de educación terciaria del ex-Comcar, esto se debe a razones de seguridad y convivencia decididas por el INR, pero también a que a veces los propios privados de libertad quieren seguir en otro módulo.

En 2016 la Universidad de la República (Udelar) comenzó a tener presencia en las cárceles. Cuatro años después, en 2020 la Udelar y el INR firmaron un acuerdo de cooperación mutua y se comprometieron a garantizar la educación. En ese momento se formó un circuito universitario entre las distintas prisiones para mejorar la accesibilidad a las carreras terciarias.

La última en sumarse a este circuito fue la cárcel de Salto, en 2022. Antes habían integrado el Penal de Libertad, la Unidad 4 Santiago Vázquez (ex-Comcar), la Cárcel de Mujeres y Punta de Rieles. En ellas hay centros universitarios, espacios físicos dentro de las cárceles que hacen posible el encuentro de estudiantes privados de libertad, docentes y tutores. Pero no son salones ni se dictan clases de forma tradicional.

Aquí contaremos cuatro historias de universitarios que estudian en la cárcel. Presos que decidieron dedicar buena parte de sus horas de encierro a intentar salir mejor preparados. A pedido expreso de las autoridades, no revelaremos el historial ni los delitos por los que llegaron al Comcar.

Centro universitario del Comcar.
Centro universitario del Comcar.
Foto: Leonardo Mainé.

"Lograr un sueño".

“Mi nombre es Nelson, tengo 33 años y hace cuatro que me encuentro privado de mi libertad”, se presenta este hombre que ahora cursa la etapa final de la Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar y espera terminar la carrera para tener una herramienta al salir. Pero también dice que lo hace por su familia. “Y porque te cambia un poco la parte psicológica, no es lo mismo estar encerrado las 24 horas en una celda, que acá”, dice en el centro universitario del Comcar, al que pueden acceder con suficiente “libertad” todos los estudiantes de lunes a viernes de 8 a 16 horas.

Los presos que llegar tienen un gafete, que es un carnet de identificación interno que permite caminar las cuadras que separan al módulo del centro universitario, sin la necesidad de que un funcionario los acompañe en el traslado. Ellos se desplazan dentro del Comcar, pero si son vistos en un sector en el que no deberían estar, son sancionados.

Nelson de María, preso que estudia en el centro universitario del Comcar.
Nelson de María, preso que estudia en el centro universitario del Comcar.
Foto: Leonardo Mainé.

Nelson de María no sólo realiza los estudios universitarios que alguna vez soñó estando preso, sino que también terminó la secundaria privado de libertad: “Hice quinto Humanístico y sexto de Derecho”, dice.

Pero acceder a los estudios no es fácil. “Hay que insistir. En un momento logré hablar con una funcionaria y ahí me escuchó, me dijo que pensaba que era para los primeros años de liceo. Porque hay mucha cantidad de gente para estudiar, pero la mayoría es para primaria o los primeros años de secundaria”, explica. Una vez que escucharon su historia, su vida comenzó a tomar otro camino ahí adentro, pero todavía faltaba. Porque no es solo difícil acceder, sino mantenerse. Hay que preparar parciales o exámenes junto a compañeros de celda que no están estudiando, todo esto en condiciones precarias de higiene y hacinamiento.

Además de estudiar, él trabajó como cocinero y también estuvo en tareas de limpieza. Ahora enseña a los demás: “Trabajo como monitor de primaria. Tenía dos grupos, uno de analfabetos y otro de sexto año de escuela que están ya a punto de ir al liceo. Y fue una experiencia buena”.

Pizarrón en el centro universitario del Comcar.
Pizarrón en el centro universitario del Comcar.
Foto: Leonardo Mainé.

—¿Cómo se enteran ustedes qué facultades pueden hacer?

—Todos los años en febrero se realiza una feria donde se presenta la oferta. Vienen referentes de cada facultad o se intenta que vengan la mayor cantidad. Dentro de todo, las ofertas son las mismas que hay en la calle. Simplemente que hay facultades que están más presentes que otras aquí dentro. Creo que tiene que ver con el referente también, si es alguien que está más involucrado con el ámbito carcelario.

—¿Y por qué elegiste Ciencias Sociales?

—Yo ya sabía que quería hacer Trabajo Social, me gusta trabajar con personas. Arranqué el año pasado, hice el primer semestre, segundo semestre, y por suerte aprobé nueve materias. Ahora estoy en el tercer semestre, incluso me inscribí para el ciclo avanzado porque ya estoy con todos los créditos.

—Estudias pensando en el afuera, en tu egreso. ¿Lo ves como una herramienta?

—No solo lo tomo como una herramienta, sino como un objetivo personal de lograr un sueño. Así no pueda terminar y continúe los estudios en la calle. Preferí comenzar, digamos que la idea de la universidad no fue algo que estuvo alejado de mí. Tengo esta posibilidad, en el lugar que menos pensé quizás. Antes de caer preso era funcionario del Ministerio del Interior, era policía. Fue un cambio rotundo en mi vida, esto no quita que siempre trato de ser positivo y sé que este no es mi lugar definitivo.

A Nelson aún le quedan cinco años de condena por cumplir.

UDELAR

"No siempre se opta por la carrera que apasiona"

“Tenemos profesores que toman los exámenes en las unidades. Otros mandan tareas domiciliarias, todo requiere un proceso de adaptación”, dice Lorena Nin, referente terrriotioal de la Udelar en el Comcar. “Los estudiantes tienen distintas motivaciones, adentro y afuera, para elegir qué estudian. No siempre se opta por la carrera que más apasiona, sino por la que queda más cerca o la de mejores horarios. Pero tampoco hay que subestimar el esfuerzo que implica hacer una carrera porque la razón sea descontar pena… porque detrás de eso aparece la posibilidad de cambiar y mover horizontes”.

"Llegué acá y era un tumbero"

Facundo Scotto tiene 23 y todavía le quedan dos años más en prisión pero habla con energía sobre su presente y futuro. Confía en la educación, dice que no hay que quedarse sin hacer nada, que hay que luchar y tener objetivos, aunque reconoce que aprender esto le llevó mucho tiempo.

Cuando él recién ingresó era otra persona. “Estaba muy cerrado, no podía ni hablar. No contaba con nadie, estaba solo. Después fui accediendo a escuchar y a ser escuchado. Y ahí fui aprendiendo que cuando querés lograr algo tenés que buscar hablar, solo no podés”, dice respecto a los operadores del INR como a los policías que trabajan en las celdas. “Todos tienen su rol, no es que le voy a hablar yo al director”, dice.

Facundo Scotto, estudia en el centro universitario del Comcar.
Facundo Scotto, estudia en el centro universitario del Comcar.
Foto: Leonardo Mainé.

El ambiente en algunos módulos es complejo, y muchas veces no coopera con la reinserción. Facundo lo resume así: “Estaba adentro de una celda con seis, siete, que están todos con tremendo cumpleaños, todos en una. Yo intentaba estudiar, y al final terminaba rompiendo la hoja y me sumaba”.

Cuenta que se fue adaptando al diálogo, a bajar la pelota y controlar la ansiedad. También que, siempre que necesitó ayuda, “mal o bien la buscas y la encontrás”. Está inscripto en Facultad de Ciencias Sociales y en Ciencias Económicas, pero la realidad es que le está costando mucho, y por eso empezó un proyecto en el centro universitario.

Buscó su manera de seguir haciendo. Junto con otros presos fabrican jabones que se usan dentro del Comcar, pero también en otras cárceles. El sueño de Facundo es que puedan producir más cantidad para poder donar a merenderos, escuelas o refugios para gente en situación de calle. Ahora están a la espera de una visita de la Facultad de Química que les permita certificar la calidad del producto.

Hace dos años que Facundo está en la Udelar, en 2019 terminó el liceo. “Es totalmente distinto, en la facultad sos independiente. Vos tenés que venir, sentarte con tu computadora, buscar material. Acordarte siempre de tu correo, de tu contraseña, de qué archivo guardaste, de cuál no, de qué material necesitás”, dice. Muy distinto a lo que recuerda de secundaria, donde había clases establecidas con profesores.

—Acá tienen referentes y tutores. ¿Ellos no los ayudan?

—Sí, perfecto, ellos están para ayudarte. ¿Pero vos vas a esperar una semana para que te expliquen algo? No podés. Te sentás y le tenés que encontrar la vuelta. Y sino están siempre los compañeros para darte una mano.

—Te adaptaste, cambiaste. ¿Cómo pasó eso, tuvo que ver el estar estudiando?

—Y sí. Yo llegué acá y era un tumbero, pero esto te abre mucho. Hasta te abre puertas adentro de tu cabeza que ni vos sabías que existían. Yo no sabía usar una computadora ni lo que era un mail. Nada. Entonces, imagínate todo lo que queda por abrir. Soy un gurí todavía, sigo viviendo y experimentando. Me está costando y me frustran las materias (que no ha podido aprobar), por eso busqué un proyecto nuevo.

"Venís acá y encontrás paz".

“Antes a veces se te complicaba un poco en el módulo, vos estabas con la puerta trancada y te tenían que sacar para estudiar”, cuenta Juan Zito, quien también arrancó su vínculo con la Udelar en 2019, antes del acuerdo interinstitucional.

Requisas, enfrentamiento entre reclusos o problemas en las celdas todavía hoy llevan a que algunos días los presos no puedan ir a estudiar.

Juan Zito, estudia en el centro universitario del Comcar.
Juan Zito, estudia en el centro universitario del Comcar.
Foto: Leonardo Mainé.

Juan también cursa Trabajo Social, tiene 36 años y dice que la pandemia los benefició mucho por las modalidades virtuales. “En 2019 éramos poquitos estudiando, tres o cuatro. Después vino la pandemia, el zoom y cambió todo. A nosotros nos ayudó. Tengo aprobado primer semestre, segundo y casi tercero como quien dice. Ahora preparé metodología cualitativa y cuantitativa. Salvé solo el examen de cualitativa”, cuenta.

—¿Con qué criterio elegiste facultad?

—¿Te digo la verdad? Yo lo elegí porque a nosotros con los exámenes nos dan un descuento (en la pena). Y en aquel momento era la carrera que estaba más accesible. Después me terminé enganchando, me gusta y quiero terminarla. A veces las situaciones de la vida son diferentes y se complica. Pero sí pienso recibirme y trabajar de esto. Yo no sabía nada, había hecho el liceo pero no sabía lo que era estudiar de verdad.

—Desde que arrancaste hasta ahora, ¿cómo ves la experiencia con la Universidad?

—Ha mejorado un montón. Antes no había ni computadora (ahora comparten en el espacio del centro universitario, además de tener ceibalitas que sin internet pueden llevar al módulo para estudiar). Fueron mejorando las tutorías que vienen de la calle que son una vez por semana, miércoles o viernes. También la gente acá del INR, que están todos dando una mano siempre. Se formó un ambiente bueno. ¿Viste que están los operadores ahí, nosotros estamos acá y está todo legal? No es como el trato preso-policía, que es otro, si vamos a lo que es la estructura de la cárcel. Hay otro relacionamiento y cambia la forma de ser de uno, porque venís acá y encontrás paz.

Unos días después de esta entrevista, Juan saldría en libertad.

DESDE LA ISLA

Edicel, un cubano que estudia enfermería en el Comcar

Edicel Valentín Peña estudia en el centro universitario del Comcar
Edicel Valentín Peña estudia en el centro universitario del Comcar
Foto: Leonardo Mainé.

Edicel Valentín Peña llegó a Uruguay buscando un futuro mejor, pero las cosas no salieron como esperaba. Hoy tiene 26 años y está preso en el ex-Comcar, le espera una condena larga, pero dice que está dando un gran paso. “Estoy en la licenciatura en Enfermería. Tuve que pedir traslado, porque en la unidad que estaba no había circuito universitario”, dice.

Lo que le pasó es habitual: los presos en unidades que no pertenecen al circuito solicitan al Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) que se los cambie de prisión, para estar en un lugar donde sí puedan seguir estudiando.

Tampoco es que el número de privados de libertad que desean y están en condiciones de ingresar a la universidad sea tan grande, y por eso la estrategia que se maneja es que se concentren en centros donde puedan recibir la mayor cantidad de herramientas para estudiar.

Aunque es cubano, Edicel ya toma mate. Dice que tiene metas: “Primero que nada terminar la carrera. Quiero ir paso a paso, llegar a los cuatro años. Salir y poder trabajar en este ámbito, en el de la Enfermería”. Ya era algo que le gustaba, y siempre estuvo relacionado al ámbito de la salud. “Mi madre es doctora en Cuba, tiene dos especialidades, en neurología y gastroenterología”, cuenta.

Cuando se fue de la isla y llegó a Uruguay, Edicel intentó estudiar una carrera universitaria. “Dejé mi país para venir acá en búsqueda de un sueño. Me anoté el año pasado. Pero, como faltaban algunos papeles, no pude comenzar hasta ahora”, explica.

Edicel tuvo que revalidar su título de bachiller, entre otros trámites formales para poder estudiar en la Udelar. Y cuenta que recibió ayuda de la embajada de su país.

“La facultad recién empezó, tanto en la calle como para nosotros acá. No existen muchas unidades con el tema del circuito universitario. Por suerte, y gracias a Dios, cuando me trasladaron ya estaba el proceso de la inauguración del módulo universitario y me pasaron para ahí”, dice. Edicel cuenta que es muy bueno estar con compañeros que estudien, más allá de que sea otra carrera: “Hay mucho respeto, cuando estamos estudiando se disminuyen los ruidos y uno se puede concentrar mucho mejor”.

Edicel recién está en el primer año de la carrera, donde las materias son teóricas. De hecho, aguarda una reunión con docentes para adaptar el programa de estudio.

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