Por: Karen Parentelli
"Bienvenidos a mi predio. Soy Gustavo Martínez, productor de la zona de Melilla, tengo 61 años”, dice este granjero nieto de granjeros y padre de hombres que se fueron del campo para trabajar en la ciudad. “Acá estamos en una agonía, no es una sequía de esas que más o menos ocurrieron toda la vida, porque esto acá nunca había pasado”, agrega enseguida. Su predio pertenece a los primeros fraccionamientos que se hicieron a principios de siglo XX en el lugar, cuando Melilla dejó de ser una estancia y pasó a ser la zona de mayor producción frutícola y hortícola de Montevideo.
Parado entre surcos secos de perales, Martínez comparte la preocupación de todos los productores consultados para este informe: “No sé qué va a pasar si esto sigue así, sin llover. La gente que no está en esto no lo entiende, las pérdidas no solo son para ahora, sino que van a tener años de efecto. En nosotros y en los precios que todos pagan por la comida”.
Y cuando dice “si esto sigue así, sin llover” no habla de las pocas precipitaciones que hubo esta semana. Se necesita bastante más.
Desde hace tres años Uruguay y la región atraviesan un fenómeno de falta de precipitaciones, una sequía que afecta a todos los ámbitos de la producción del campo: ganadería, lechería, fruticultura y horticultura. El gobierno mantiene la emergencia agropecuaria desde el mes de octubre, e irá al menos hasta abril. Pero la realidad del campo muestra que no hay medidas suficientes ante tanta falta de agua.
“Antes con un poco de ayuda del gobierno pasábamos los eventos negativos y seguíamos viaje. ¿Pero ahora? Esto no se arregla con plata. Si el ministerio me quisiera regalar plata no me serviría de nada. Porque se me están secando las plantas y no tengo agua para regar”, dice Martínez. Él se autodescribe como un hombre de trabajo que disfruta del campo, que no le importan las largas jornadas que empiezan a las seis de la mañana y ahora terminan después de la medianoche, con la colocación de riego.
“Desde los 11 años estoy metido en esto, es mi vida, conozco cada zona de este campo, hasta cada árbol y sé cuál da más. Te puedo contar todo lo que quieras, las más grandes desgracias y las mejores cosechas”, relata.
Cuenta sobre ciclones de 180 kilómetros por hora que arrancaron los árboles de raíz. La granja de don Martínez pasó por la caída de granizo de 2013, que lo dejó sin nada. Pero le puso el pecho y volvió a invertir. Llegaron heladas de invierno que quemaron las plantas. Aun así él siguió a flote. “Sin embargo, todo esto que te cuento, al lado de lo que estamos pasando ahora, fue un chiste”, dice.
Este hombre hace la mayoría de las tareas granjeras. Riega, maneja el tractor, cosecha y se encarga de la logística de todo el año: “Hay que estar siempre atento, y saber qué productos aplicar en cada momento, para que el rendimiento sea el buscado”. Esto lo dice desde la experiencia, porque su campo usa un nivel de producción que es elogiado por los ingenieros agrónomos que lo recorren.
Tiene montes de pera, manzana, ciruelo, durazno y pelones. Inversiones de años, que se pueden secar por completo en este verano si no llega el agua. Para que un manzano dé fruta hay que esperar entre cinco y ocho años desde que se planta. Y para sembrar tres hectáreas habría que invertir unos 88.000 dólares, solamente pensando en esa primera fase.
-Y ahora con la seca, ¿hay alguno de estos árboles frutales que está siendo más afectado?
-Si no llueve este fin de semana más de 100 milímetros en lo personal ya tengo que entregar el campo. Dejar de ser productor. Porque me queda agua para que sobreviva una hectárea de las seis que tengo producción. El sistema de riego fue construido para que funcione con el sistema de goteros en 5.500 litros. Si vos bajas ese volumen ya no funciona. Vemos morir las plantas. Sinceramente estamos llenos de dudas y casi ninguna certeza. Siempre hubo una forma de salir de un problema. Esta vez no la veo. Sinceramente, no la veo.
¿Manzanas de Francia?.
Uruguay es un país agroexportador, eso ya lo sabemos desde que pisamos la escuela. También tenemos la idea de que por cada uruguayo hay cuatro vacas, pero estas vacas viven de lo que se produce en el agro. Que ahora tampoco está pudiendo cosechar, y el poco grano que quedó estoqueado de siembras pasadas es el que consume el ganado.
Lo mismo pasa con las praderas, si no están con sistema de riego, no se han podido mantener. Los animales que luego serán carne y también los que producen leche, están subsistiendo con las reservas que quedan.
Para el presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), Gonzalo Valdés, el sector ganadero es el que atraviesa la peor crisis por esta sequía, aunque asegura que todos están en muy malas condiciones: “El sistema se retroalimenta. La ganadería depende del agro”.
Hasta esos animales encerrados a régimen de feedlot comen maíz, soja y otros granos procesados que salen de las cosechas. Por eso se van a ver afectados todos los precios, según explica el presidente de la ARU.
Además se da una contracción: los ganaderos venden sus vacas con pocos kilos y reciben del frigorífico un precio muy bajo, que apenas justifica la inversión. Se le paga poco al productor, porque en este momento la oferta es enorme, es decir, muchos están queriendo vender su ganado porque no tienen comida o agua para darles.
Los bienes del campo son los que sostienen la economía y tienen un peso positivo en el Producto Interno Bruto (PIB). Pero esto puede llegar a cambiar. Varios de los productores consultados para este informe afirman que, si la situación sigue con sequías y sin soluciones a largo plazo, peligra la soberanía alimentaria y quizás haya que pasar a importar mucho más.
“¿Manzana de Francia o de Turquía vamos a comer? O capaz nos tendremos que acostumbrar a las frutas tropicales que vienen del Caribe y Brasil”, dice Atilio Carcini, productor del departamento de Canelones.
Martínez, desde su granja en Melilla, reconoce que lo que más le preocupa es el futuro. “No por mí, sino por el país. Porque la seguridad alimentaria es muy importante. Todos estamos en riesgo”.
Desde la televisión de su cocina mira los informativos y la pasa mal. Por lo que está ocurriendo en todo el sector agropecuario, tanto sea agricultura o ganadero. Los pollos no tienen agua ni comida. Pero si le preguntan dice que emocionalmente no le afecta, porque su padre le enseñó “a mirar para adelante y buscar soluciones”.
"Cuidar a los productores".
El ministro de Ganadería, Fernando Mattos, ha recorrido todo el país para hablar con los productores y conocer de primera mano los problemas en medio de una de las sequías más grandes de los últimas décadas. La semana pasada emprendió viaje por Canelones con el intendente Yamandú Orsi. Pero siempre anda con los pies puestos sobre el campo.
Para este ingeniero agrónomo y político, la realidad de cada productor es diferente. Entiende que hay medidas que pueden beneficiar a unos y a otros no, y que por eso son un paquete. También tiene claro que al gobierno le hace falta mejorar los procesos burocráticos para permitir acceder a los beneficios que han sido anunciados en las últimas semanas. Pero antes hay otro aspecto importante, la correcta difusión. Los productores se tienen que enterar cuáles son las ayudas a las que pueden acceder.
“Los más afectados son los pequeños productores, que cada vez son menos, y los tenemos que ayudar. Es fundamental, es un tema social y cultural. Si no, las concentraciones van a ser cada vez más grandes, y la gente de trabajo va a seguir yéndose a vivir a las ciudades. Este gobierno está haciendo los máximos esfuerzos para cuidar a los productores”, dice Mattos.
La seguridad alimentaria es una preocupación del ministro, como lo es también el poco recambio generacional que se está dando en el campo “Creo que es un tema estratégico el de la seguridad alimentaria. Hay que mantener al productor en su terruño, en su lugar de vida y de trabajo”, opina.
Mattos es más hombre de campo que de ciudad, así dice, piensa que las comodidades de la vida urbana no son las mismas que las del campo. “Porque no hay sábado ni domingo, se trabaja siempre. Esas personas son las que cosechan los productos frescos que podemos comer. No sé qué va a pasar si siguen desapareciendo”, admite.
Déficit: casi todo el país sigue pintado de rojo.
En los primeros 10 días de enero el nivel de agua disponible en el suelo en varias áreas del territorio fue de 10% o menos. O sea, se está en rojo. Si bien no hay un valor fijo para considerar cuándo se está en déficit, porque depende del sistema productivo, por debajo del 50% todo se complica.
Pero la situación con la que el campo comenzó 2023 se agravó en las últimas semanas por la falta de lluvias, según explica Guadalupe Tiscornia, coordinadora de la Unidad de Agro-Clima del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA). “Es una situación muy crítica”, dice la experta a El País. El trabajo del INIA es clave para determinar la emergencia agropecuaria y para proyectar cultivos y cambios de sistemas productivos.
El gobierno de Luis Lacalle Pou no tiene dudas: hay que generar caminos para que la rentabilidad funcione. “Porque si no vamos a tener una dependencia del producto importado. Ahí se va a notar el empuje inflacionario de los precios, no como se da ahora por un producto en un momento. Van a venir los precios dados”, afirma el titular del Ministerio de Ganadería.
Uno de estos pilares tiene que ver con el agua. “Se pueden generar represas multiprediales a las que accedan varios productores”, dice el ministro.
El país necesita generar reservorios de agua. Las perforaciones que hoy se hacen están supervisadas por la Dirección Nacional de Aguas del Ministerio de Ambiente, porque deben estar estudiadas para que no se generen contaminación de las aguas subterráneas ni se afecte las napas.
Tajamares secos.
Cuando el sol ya asomó en verano, pero todavía es de noche en invierno, comienza el día de trabajo de Facundo Carbono y Franco Borchio, dos jóvenes productores de Melilla. Casos como el de ellos no se ven muy seguido, los hijos de los granjeros en su mayoría caminan para la ciudad a estudiar y dedicarse a otra cosa.
“Te levantás a las seis de la mañana, trabajás hasta las seis, siete de la tarde”, dice Carbono. Pero lo más cansador es ahora en verano que tienen que prender y acomodar el riego a la madrugada. Porque es más barato el costo de la energía eléctrica y también porque el campo absorbe mejor el agua.
Ven lo que pasa este año y se replantean todo el negocio. “¿El año que viene vuelvo a meter toda la plata para esperar si tengo agua o no? ¿Si va a haber precios, si la gente lo va a consumir?”, se pregunta Carbono, parado en la punta del tajamar de su campo, que ya está seco. Para que vuelva a recuperar su caudal habitual tendrían que venir varios meses de lluvia copiosa, en invierno y primavera.
Las propuestas del gobierno como los subsidios o los préstamos blandos no son soluciones reales, según opinan. “Creo que por más plata que te pueda dar el gobierno no hay solución hoy en día”, dice Borchio.
Carbono piensa que es para endeudarse. “Vos pedís plata, ¿y después con qué respondes? Yo no le puedo tirar plata a la planta para que no se seque. El tema de la UTE... no me cobran parte de la luz, pero de qué me sirve, si las bombas tampoco tienen agua. Entonces va a ser lo mismo”.
Para poder subsistir estos productores frutícolas diversifican su rubro de trabajo y apuestan a frutas de ciclo más corto, como melones o tomates. No les permite tener ganancias, pero al menos logran llegar a pagar las cuentas fijas.
"A los 50 años me voy".
Progreso, la localidad de Canelones que supo ser el centro frutícola de Uruguay, cosecha en esta zafra manzanas tres veces más chicas de lo que el mercado pide. Estamos a pocos kilómetros del centro urbano, los caminos se bañan de tierra que vuela por el aire, el agua no llega y los montes se secan. Entre granjas abandonadas desde hace años, florece el predio de Atilio Carcini, que subsiste con agua de pozos que su padre descubrió hace décadas buscando con un viejo método, que hoy en día científicamente no se lo toma en cuenta.
Enólogo de profesión pero criado en el campo, Carcini tomó lo que su padre hizo y lo llevó a otro nivel. Venden sus frutas a Tienda Inglesa, a cruceros que paran en el puerto de Montevideo y al hotel Enjoy Punta del Este. “Lo que estoy haciendo ahora es terminar con lo que tengo en las cámaras de frío de la producción del año pasado”, explica.
Su régimen de producción es intensivo, trabaja con riego, pero como no dispone de agua en este momento “estamos evaluando en qué zona regar porque no da para nada”, dice con las manos sobre una mesa con manzanas, duraznos, tomates cherry y uvas.
Los calibres que sus montes están dando no son los adecuados para vender en los mercados a los que aspira, y piensa que lo poco que tiene con suerte lo podrá colocar pero en la industria. “Las manzanas de este tamaño”, dice mientras toma una pequeña fruta del tamaño de un huevo pero lista para comer, “pueden servir únicamente para hacer dulce”. La gran mayoría de las mermeladas que se comercializan, independiente del “gusto”, tiene una base de manzana en sus ingredientes.
Carcini recorre su campo con dolor, “porque te sentís mal, esto es lo mío, lo de toda la vida”. Piensa en el arroyito seco, con un poco de agua podrida en el fondo. En los árboles de membrillo que no dieron por el golpe de la helada, en las manzanas que no crecieron. Y dice que está seguro de algo: “Cuando cumpla 50 años me voy, no sé si me pondré a vender pizzas o qué. Pero no puedo seguir más en esto, es muy agotador, además requiere de mucho trabajo físico”. Hoy tiene 41 años, no le falta mucho.
La crisis en los tambos.
En el centro del departamento de San José, entre caminos que se hicieron por el paso de las carretas, está el tambo de la familia Pesando. Son bisnietos de productores lecheros y actuales generadores de la materia prima de uno de los rubros más importantes en las exportaciones. Varias fracciones que suman 81 hectáreas son el campo para 118 vacas, y el hogar de tres familias.
“El clima nos está pegando una paliza importante. En esta zona en particular son ya cuatro años de sequía. Es normal una seca del verano, pero lo que no es común es que no llueva en invierno ni en primavera, que es cuando uno espera”, dice José Pesando.
Las holandesas que caminan por el campo son vacas de más de 500 kilos. Animales enormes, que en estos días ni pastorean, porque la seca se llevó todo el verde de la pradera. Se alimentan a base de forraje. Pesando compra raciones y el mismo las mezcla con el stock de sorgo que tiene, para poder generar un alimento nutritivo. Su campo no tiene posibilidad de poner riego, ya lo intentó en otras oportunidades, aunque no descarta volver a sumarse a algún proyecto.
Este hombre siempre se dedicó a lo mismo, pero mucho antes de tener su tambo tuvo que salir a trabajar de peón. “Arranqué haciendo suplencias acá en la zona, a los 14 años. En aquel momento saqué permiso en el Iname para poder trabajar”, cuenta.
Cuando su padre cerró el tambo comenzó su proyecto de negocio, que ya lleva 10 años. Ahora trabaja con su familia: su esposa y sus padres, jubilados. Además tiene empleados, un matrimonio que también vive en el campo.
Para Pesando es importante mantener el capital, que en su caso son las vacas. Por eso sacó un préstamo en el Banco República, que le ha permitido tener un poco de cintura para la compra de ración: “Tenemos herramientas para paliar la situación. Los préstamos de Microfinanzas que hemos tomado casi no tienen tasa, uno es de 0,2% y hay otro tasa cero”.
Muchos son los tamberos que han accedido a préstamos, según los datos que maneja el gobierno. El ministro de Ganadería dice que el Estado tiene responsabilidades y que se requieren soluciones más profundas. “La producción está cada vez más expuesta a una variable climática que es muy oscilante, nos expone a estas condiciones extremas de sequías, como después pueden llegar inundaciones”, admite.
Casi todo el mapa de Uruguay está rojo por la sequía, pero el ministro ve un panorama más oscuro si la situación se mantiene: cinturones de pobreza en las ciudades, dice. “Porque detrás de esta crisis hay pérdidas de productores familiares. Hay un factor humano y social”, analiza.
Los datos y números de la sequía esconden las realidades de personas con nombre y apellido. Productores que amenazan con dejar todo. O familias a las que no les queda otra que seguir adelante. Para el ministro ahora hay que confiar en que llueva varios meses y planificar, porque “una seca se sabe cuándo comienza, pero nunca cuándo termina”.
La ganadería es el sector más afectado, casi a pérdida
La sequía pega en todos los ámbitos de la producción rural, pero los ganaderos son los que se llevan la peor parte, según opina el presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), Gonzalo Valdés. Tiene argumentos para hablar sobre el tema: hace años se dedica a asesorar productores y ahora administra un predio de unas 1.500 hectáreas en el departamento de San José, 100% dedicado a la cría de ganado de la raza de carne Angus.
¿Cuál es la realidad que ve? Ganado que come mala calidad de pastura, problemas en el desarrollo general de los animales y una imagen desalentadora de acá a 2027. Sí, los efectos se verán tantos años después, porque los terneros que hoy nacen de vacas en malas condiciones serán los que en tres o cuatro años irán a frigorífico, tanto para consumo interno como al exterior.
Un problema que señala el presidente de la ARU, para entender la dimensión de esta crisis, es que en toda la región se están dando grandes sequías. “Otras veces pasaba que se podía dar en el norte, y el sur asistía con alimento, o al revés. Ahora es en todo el país. Ya no hay de dónde sacar comida”, dice.
Importar de Argentina o de Brasil no parece una solución, ya que nuestros vecinos también enfrentan grandes sequías. “El campo sostiene la producción de distintos sectores, se da un círculo, lo que planta un agricultor es luego el alimento del ganado”, dice Valdés.
Para el presidente de la ARU es importante implementar una solución a largo plazo, aunque cree que se debe pensar en la realidad de cada sector productivo. “Hoy en día es inviable que un ganadero riegue su campo para alimentar a su ganado. Los costos son muy elevados y los números no dan”, dice. La inversión que se tendría que hacer no se justifica, ya que el productor no la recuperará con la venta de ganado. Ahora se trabaja casi a pérdida ya que los precios de los animales están por el suelo, mientras que cada vez sube más el costo del forraje para alimentar al ganado.
El factor de la cantidad de agua en el subsuelo es otro de los puntos importantes, ya que si bien en algunos predios es fácil la realización de pozos, en otros lugares no hay agua aunque se realicen grandes excavaciones.
“Es muy difícil lograr un lugar donde se pueda regar en el caso de Uruguay. Son muy pocos los sitios privilegiados que directo al pozo lo hacen. Esto es más bien a través de embalses y represas”, explica el presidente de la gremial.