Final de obra

| Mientras la ONU se prepara a debatir el futuro de la misión en Haití, los soldados uruguayos ya temen perder el sueldo de mil dólares que reciben por estar allí y que les permitió, por ejemplo, construir una vida mejor.

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Sebastián Cabrera

A los pocos meses de que Julio de Pena llegara a Haití en su primera (y hasta ahora única) misión de paz, tembló todo en la isla: hubo un terremoto de magnitud siete en la escala de Richter cerca de Puerto Príncipe, la capital. En enero de 2010 estaba en el batallón uruguayo en la zona de Los Cayos, a 100 kilómetros del epicentro, y allí también se movió el piso. Los soldados quedaron 15 días incomunicados.

A De Pena -quien era ayudante de mecánico- le pasó de todo por la cabeza en aquel momento. En Montevideo lo esperaban su mujer y sus cuatro hijos, de dos, seis, 11 y 14 años.

Pero el sufrimiento de estar lejos y de pasar por una experiencia así tuvo su recompensa. A los 40 años, al regreso pudo terminar su casa en Casabó con el dinero pagado por la ONU. "Yo me anoté como voluntario de misión por problemas económicos", dice, delante de sus superiores, sentado en una oficina del Centro Coordinador de Operaciones de Mantenimiento de la Paz. (Ccope). Y volvería a viajar. "¡Cómo no! Voy de nuevo siempre y cuando tenga el apoyo de mi señora y mis hijos, como en la vez anterior". De Pena tiene un objetivo muy concreto: piensa ampliar la casa, que le quedó chica.

Para un subalterno que gana 5.000 0 6.000 pesos al mes en Uruguay, tener la posibilidad de comprarse un terreno o levantar la casa es una oportunidad que no se puede dejar pasar. Y si el viaje se repite varias veces en pocos años, esa persona ve que su vida de pronto mejora y pega un salto, por más humilde que sea.

Pero eso puede cambiar. En las Fuerzas Armadas hay temor de que la misión de Haití sea recortada por la ONU y que muchos -como De Pena- no puedan seguir recibiendo ese ingreso extra que les permite tener una vida digna.

El temor es fundado. La señal de alerta la dio el ministro de Defensa brasileño, Celso Amorim, el 8 de agosto cuando le dijo a los comandantes de las Fuerzas Armadas que "es preciso pensar en una estrategia de salida" para los más de 2.000 efectivos brasileños en Haití, según publicó O Globo. Brasil es el país con más personal en Haití. Desde la embajada de ese país, el ministro Márcio Fagundes dice a Qué Pasa que los dichos de Amorim fueron "malinterpretados" y que no es decisión de los gobiernos, sino de la ONU.

El tema se empezará a discutir en Montevideo a partir del 1° de setiembre en una reunión de cancilleres y ministros de Defensa de los países que participan en la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah). Y en octubre el Consejo de Seguridad de la ONU definirá el nuevo mandato y presupuesto para la tarea. Una reducción paulatina de la presencia de los cascos azules en Haití es una posibilidad firme, dijeron fuentes militares y del gobierno.

Hoy Uruguay es el primer país del mundo que contribuye con tropas a misiones de paz en relación a su población y está décimo en términos absolutos. Desde 2004, 9.973 militares pasaron por Haití (algunos lo hicieron varias veces) y 37.000 en todas las misiones de paz. Hoy hay 927 efectivos del Ejército en Haití, más 187 de la Armada.

Un abogado vinculado al Ejército dice que "a Uruguay lo mataría" una eventual salida de Haití "porque todo el dinero que se gana en las misiones muere acá, ya sea para pagar deudas de UTE, OSE, Antel o cooperativas de ahorro y consumo; o para ir saliendo del estado de indigencia de buena parte del personal". Más del 60% del personal militar subalterno está debajo de la línea de pobreza, y el 5% es indigente, según estimaciones oficiales.

GANANCIA. Un soldado raso gana unos 1.000 dólares al mes de viáticos y el cargo más alto unos 3.700 dólares por estar en una operación de paz; además cobran un sueldo y medio. En la misión -que hoy dura entre nueve y 18 meses, según el caso- el soldado tiene cero gasto. Así, al año se pueden ahorrar entre 9.000 y 30.000 dólares.

Un militar de San José, que pide que no se identifique su nombre, sabe bien que irse de misión de paz no es un viaje de placer. Que podrá enfrentar situaciones conflictivas, aunque tampoco va a una guerra.

Y que el viaje, al final, tiene interesantes dividendos económicos. Su primera misión a Haití fue en 2005, cuando estaba empezando a vivir en pareja y se había ido a vivir a la casa de su suegra. "No teníamos nada. Pero la cosa cambió a la vuelta", dice el soldado. Y cuenta que su esposa, "gran administradora de los haberes", ahorró todo el dinero ganado en Haití. Cuando terminó de cobrar esa misión, compró casa propia.

Eso sí, se quedó con algunas deudas de ayudas que había pedido a familiares, las que saldó con el dinero ganado con la segunda misión en 2008. Con la tercera misión -en 2010, dos meses después del terremoto- amuebló la casa y cambió el auto que había comprado en la misión anterior. Ahora tiene un Gol de 1996.

El militar, de 31 años, quiere que "sus camaradas" también puedan sacar provecho a futuros viajes y que "no se corte", porque "si Brasil se va, es muy difícil que la misión pueda seguir".

El coronel Ricardo Fernández, director del Ccope, le quita dramatismo al asunto de una eventual caída de la misión en Haití: "Si mañana dicen `no va más Haití`, no va más. ¿Qué haremos? Cambiar planes, porque desplegar o cerrar una misión es una tarea engorrosa".

Y admite que eso "tendría un impacto, el reclutamiento se puede ver afectado", pero "mejorará otras cosas, como las misiones que se cumplen en el país". Otra opción, según Fernández, es elegir otro destino y "si baja Haití, me puedo ir a Sudán o Líbano". En el caso de Haití, Fernández dice que hay que empezar a trabajar en la fase final: la "construcción y consolidación de la paz".

El subsecretario de Defensa Jorge Menéndez cree que el nuevo mandato en Haití tendrá cambios "porque hay un nuevo presidente" y dice que la opinión de Brasil "hay que escucharla y respetarla" porque ese país tiene el comando de la fuerza de la misión. La decisión debe tomarse en forma conjunta con los demás países, dice Menéndez, pero aclara que no debe incidir el beneficio económico para la nación o los militares.

Algo similar piensa el director de Asuntos Internacionales del Ministerio de Defensa, Gerónimo Cardoso, quien según Búsqueda hace unos días dijo en un encuentro en la Casa Bertolt Brecht que el futuro de la Minustah "no depende de lo que diga el imperialismo ni el secretario general de Naciones Unidas, sino que depende de la voluntad de los países sudamericanos involucrados en Haití".

La comisión de Defensa del Senado citará en pocos días al ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro para saber qué posición tomará el gobierno.

DE TODO. Un encargado de logística que estuvo en Puerto Príncipe hace un par de años, escuchó una cantidad de cuentos sobre el dinero invertido en las misiones: hubo soldados que "compraron parte de un taxi o de un ómnibus, compraron un camión para fletes, un almacén o pusieron una peluquería para su mujer".

Entre el personal subalterno las prioridades "no pasan por irse de viaje, cambiar el auto o la educación de los chiquilines", sino que intentan hacer frente a necesidades urgentes. Irse de misión es para la tropa "una inversión", dice el militar.

Virginia Silveira, de 33 años, había participado antes en una misión en el Congo, pero en Haití -donde llevaba comida a áreas pobres- estuvo apenas tres meses en 2009. "Pasé por momentos bien y mal, sobre todo por mi hijo Joaquín que había dejado acá", dice. Ayudar a la gente necesitada le dio satisfacción pero tuvo que volverse antes de tiempo debido a que Joaquín (en aquel entonces de ocho años) tenía problemas de salud y en el colegio. "Ser madre es complicado", dice.

Por ahora no piensa volver a viajar, aunque con lo ahorrado en aquellos tres meses terminó de conseguir el dinero para comprar casa en El Pinar. "Yo salí por mejoras económicas, pero a veces uno tiene que pensar si vale la pena. Porque la gente que está acá también sufre, extraña", dice, ante la mirada del jefe del centro coordinador de las misiones de paz.

La impresión de un mando medio de la Armada que estuvo en Haití un año y que no descarta volver, es que esos 10.000 dólares que se pueden ganar "no cambian la vida", pero ayudan, se puede hacer una pequeña diferencia. Así, compartió misión con un abuelo que iba por su cuarto viaje.

"Hay gente que realmente le gusta la misión de paz, pero muchos van por el dinero. Poder salir de un asentamiento y comprar una casa de 20.000 dólares ya es mucho. Es dinero que acá no se puede conseguir. La otra opción es meterse en el Banco Hipotecario a 20 años", dice. En su caso, la misión en Haití le permitió ahorrar por primera vez en su vida.

"A veces es como elegir entre dos opciones malas: me quedó acá y agarro alguna changa para completar o me voy para allá y logro un poco de paz. Estás entre la espada y la pared", dice. Pero también está la experiencia, sentirse útil para ayudar a solucionar problemas reales. Menéndez dice que eso es mejor "a estar tomando mate en un cuartel".

A un marino que estuvo un año allá le pareció "un pedazo de África" y vio "pobreza indigna". Numa Rubio, un militar de 52 años, estuvo 10 meses en Haití en 2005 y 2006, pero también participó en misiones en Mozambique, Angola y Congo. Y dice que la pobreza "es la misma de África" pero cree que "hay una dignidad para llevar esa pobreza", ya que a los niños se los ve "impecables, con su túnica, pantaloncito, de punta en blanco".

Rubio se trajo un aparato MP4 para su hija de 22 años, que compró al regreso en la escala en Miami. Es una de las satisfacciones materiales de su viaje.

Y aquel militar maragato que se hizo la casa y se compró el auto con las tres misiones a Haití, ya no quiere volver a viajar. "Ya está, ya tengo cierta comodidad", dice él, "ahora pretendo disfrutar de mi pareja". Quiere tener hijos y no "perderse nada del crecimiento de ellos". Vio de cerca a compañeros que se fueron de misión con sus bebés muy pequeños y, al regreso, los niños ya caminaban o hablaban. Y no quiere que le pase lo mismo.

75%

de los oficiales del Ejército han participado al menos una vez en misiones de paz.

66%

de los subalternos del Ejército tiene experiencia en las misiones de paz.

12%

del personal del Ejército está desplegado en forma permanente en una misión.

Abuso sexual

En los últimos días la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) y en particular el contingente uruguayo en Port Salut, al sur de la isla, fue noticia por una acusación de abuso sexual a menores de edad.

En un comunicado enviado a la prensa local, la Comisión de Investigación para el Desarrollo y la Organización de Port Salut denunció la semana pasada la "mala conducta de los cascos azules".

Un responsable de esta organización, Ernso Valentin, dijo a la agencia Haití Press Network que los soldados "están involucrados en la prostitución, basan sus relaciones sexuales con los niños desfavorecidos". Y agregó que "lo peor es que tomen fotografías de niños desnudos en sus teléfonos para mostrarles a los otros soldados". La organización también denunció que hay soldados que "se toman el placer de fumar marihuana en presencia de menores de edad".

Sergio Bique, responsable de Relaciones Públicas de la Armada, dijo que se hizo una investigación a los 108 tripulantes involucrados y que se descartó la denuncia. En declaraciones al Portal 180, Bique dijo que "los 108" no pueden haber mentido. "Es muy difícil en una investigación sorpresiva que haya esa coordinación. Es una investigación normal como las que hace cualquier organismo del Estado y dio negativo. O sea, no se encontraron pruebas de las acusaciones que se habían hecho".

En cambio, el subsecretario de Defensa, Jorge Menéndez, dijo que se seguirán investigando las denuncias: "Esto recién está en su inicio, aguardaremos los resultados y actuaremos en consecuencia".

Una fuente del Ejército indicó que se le enseña "la disciplina" al personal pero que "a veces se falla" y que es difícil la abstinencia sexual en viajes tan largos.

"Estar con una prostituta puede ser algo absolutamente legal para un soldado en Montevideo, si lo hace fuera de su horario. Pero en una misión de paz el simple hecho de usar los servicios de una prostituta es considerado por la ONU como una falta muy grave".

Se buscan especialistas

La política del Ejército es que los efectivos deben pasar en el país el doble del tiempo que estuvieron en misión en el extranjero. Así, si un soldado está nueve meses en Haití, luego debe quedarse al menos 18 meses en Uruguay.

Pero eso no siempre se cumple, ya que "esa política se ajusta a las necesidades", dice Ricardo Fernández, director del Centro Coordinador de Operaciones de

Mantenimiento de la Paz. Uno de los problemas es que hay cada vez más dificultades para completar los cupos de especialidades para las misiones en el Congo y en Haití.

"No podemos mandar siempre a los mismos. El más voluntarioso podrá hacer dos períodos seguidos y al tiempo dos períodos más, pero hay límites", dice Fernández.

La mayor dificultad se presenta en el área médica: desde hace años el 90% de los médicos para las misiones son contratados de afuera de las Fuerzas Armadas. En Haití hay cuatro médicos y en el Congo nueve.

"Los médicos militares, casi en su totalidad, no son voluntarios a participar en las misiones de paz", dice el director.

Así, lo habitual es llenar las plazas con médicos contratados: en la mayoría de los casos son médicos jóvenes recién egresados, a veces hace menos de un año, a los que les interesa el dinero y vivir una experiencia en una zona bélica.

Eso "repercute en la misión porque son profesionales sin formación militar, a los que se les brinda instrucción básica de supervivencia". Y a veces pasa que "el enfermero tiene más jerarquía militar que el médico, pero el que ordena es el médico", dice Fernández.

El Ejército "capta" a los médicos en enlaces con la Universidad de la República y el Sindicato Médico del Uruguay.

Algo similar pasa con las vacantes para cargos de conductores de vehículos pesados y las especialidades de mecánicos, electricistas, albañiles, carpinteros y expertos en aire acondicionado.

En esos casos se hacen contactos con escuelas de formación para ofrecer que sus alumnos sean integrados a la fuerza.

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