En el edificio lindero al del diario en el que se publica esta nota, en el centro de Montevideo, una vidriera tapiada con páginas de periódicos viejos oficia de prudente advertencia sobre lo que pueda pasar con las palabras que aquí se escribirán. “Buena probabilidad de cerrar el acuerdo Mercosur”, anuncia el titular impreso en junio de 2019, y que ahora luce algo desactualizado en el papel arrugado y amarillento pegado contra el vidrio.
Cinco años después de aquella vez, en la que ya habían pasado veinte años, otra vez el Mercosur y la Unión Europea. Esta vez, dicen algunos, es diferente. Esta vez puede ser.
¿Qué cambió desde 2019, desde el llanto emocionado del canciller argentino anunciándole por teléfono al presidente Mauricio Macri el cierre de las interminables negociaciones? ¿Qué hay de distinto en la foto de Montevideo que unió a los presidentes Luis Lacalle Pou, Luiz Inácio Lula Da Silva, Javier Milei y Santiago Peña con la alemana Ursula von der Leyen, primera presidenta de la Comisión Europea que pisó Uruguay en treinta años?
Y más importante aún: si todo sale, al fin de cuentas, ¿qué cambia?
Los impactos
Empecemos por el final: por ese futuro hipotético en el que ambos bloques ratifican el acuerdo, y que ayuda a entender qué es lo que se interpone. Lo que está en juego es la creación de una de las más importantes zonas de libre comercio del mundo, con un mercado de más de 700 millones de personas en dos continentes (450 millones en la UE y 273 millones en los cuatro países fundadores del Mercosur, en su gran mayoría brasileños).
Uruguay, como país pequeño de perfil agroexportador se beneficiaría de una reducción de aranceles y aumento de cuotas preferenciales en rubros como la carne bovina, el arroz o la lana.
De los tres principales productos de exportación de Uruguay (soja, celulosa y carne), los dos primeros ya ingresan libres de aranceles a la Unión Europea, pero la carne, en cambio, tiene condiciones muy limitadas para el ingreso al continente.
Del medio millón de toneladas de carne que exportó Uruguay en 2022, unas 30.000 se despacharon en la Unión Europea. Pero es un mercado jugoso. Uno al que los productores nacionales saben que pueden enviar, si les dan la posibilidad, sus mejores cortes. Por eso cada rendija para las carnes uruguayas es valorada.
“Es el continente donde hay más cantidad de hogares de ingreso medio y alto. Tenemos cierta familiaridad cultural, social, tenemos décadas de relacionamiento, en ese sentido es una situación muy positiva”, dice Álvaro Pereira, Jefe de Acceso e Inteligencia de Mercado del Instituto Nacional de Carnes (INAC).
Las vías de ingreso, en las condiciones actuales, son la cuota Hilton (que abarca unas 5.600 toneladas al año, con un arancel de 20%), la cuota 481 (a grano, sin arancel), y las GATT-Bilan (que abarcan congelados).
De aprobarse, el acuerdo implica dos novedades: por un lado, la eliminación del arancel para la cuota Hilton (de 20% a cero) y, por otro, una nueva cuota de 99.000 toneladas a repartir entre los miembros del Mercosur, con un arancel de 7,5%. “Considerando lo que es el estándar arancelario europeo, es un arancel positivo. Realmente se puede hacer comercio con arancel de 7,5%. Fijate que nosotros usamos intensamente la Hilton donde el arancel es 20%, entonces esta novedad genera ilusión”, dice Pereira.
Para esas 99.000 toneladas que se agregan como cuota —que dicho sea de paso, representan unos 200 gramos de carne por europeo por año—, se estipula que el 55% tiene que ser enfriada —la que permite extraer más renta— y el 45% congelada. “Algo que era importante para el Mercosur era que esa cuota no tuviera un reglamento en torno a la alimentación de los animales. Es decir, que no fuera una cuota 100% a pasto (como la Hilton) o una cuota terminada a grano (como la 481). Se logró que no tuviera esa restricción”, dice Pereira.
Según el INAC, la reducción del arancel de la cuota Hilton implicaría un ahorro de 14 millones de dólares para Uruguay y de 100 millones para todo el Mercosur (Argentina es el mayor beneficiado, ya que le corresponden dos tercios de esa cuota). Respecto a la nueva cuota, el organismo estima que representaría anualmente unos 600 millones de dólares de ingreso al Mercosur.
Si bien ha sido la vedette de la discusión pública en torno a las negociaciones, los impactos lejos están de reducirse a la carne.
Otro de los sectores al que se le abre una puerta es el del arroz, que obtiene una cuota de 60.000 toneladas sin arancel, y a aplicarse gradualmente en una ventana de cinco años a partir de la vigencia del acuerdo.
En 2022, el arroz uruguayo dejó unos siete millones de dólares en aranceles para el ingreso a Europa. Si bien los empresarios del rubro señalan que la cuota “no es la gran cosa”, sí implica una mejora para el ingreso a Europa y una oportunidad de consolidar la marca del arroz uruguayo en ese mercado.
La pesca es otro de los que gana, ya que de alguna manera recupera el beneficio que perdió en 2014 cuando Uruguay quedó por fuera del Sistema Global de Preferencias. Productos de interés para el sector, como la merluza, que hoy paga 15% de arancel, tendrán una desgravación total en una ventana de siete años. Los cítricos, otro sector que había perdido las preferencias, también será desgravado de forma gradual.
Del lado de los sectores “sensibles” para Uruguay, los lácteos por ejemplo tendrán cuotas recíprocas en ambos bloques, y la desgravación se hará de forma escalonada en 10 años. Algo similar pasará con los vinos: mientras que los productores uruguayos y los del Mercosur podrán llegar a Europa sin aranceles en un plazo de 4 años, la desgravación de los vinos europeos en los países del Mercosur se hará en un plazo de 8 años.
Por el lado de las industrias, de un peso muy menor en Uruguay comparado con sus vecinos, la industria farmacéutica no ve con gran preocupación el desembarco de medicamentos europeos, ya que se tratan en su mayoría de medicamentos “caros”, además de que los grandes laboratorios tienen presencia de larga data en la región. El principal interés de los empresarios del rubro se vio protegido al excluir de las negociaciones cualquier posibilidad de extensión del plazo de las patentes de los medicamentos. Algunos empresarios consultados por El País señalan que incluso ven “oportunidades” en la complementariedad que pueda venir de la mano de la liberalización.
Los efectos indirectos
Más allá de lo numérico, hay otros impactos que son resaltados por igual al hablar con representantes del gobierno, negociadores diplomáticos, analistas y empresarios.
Uno que asoma en los primeros lugares es que la confirmación de un acuerdo con la Unión Europea ayudaría a modernizar el funcionamiento del Mercosur, e incluso avanzar —de forma obligada o incentivada— en algunos temas pendientes.
“No va a ser un acuerdo que modifique dramáticamente los flujos comerciales en las exportaciones de Uruguay a Europa, pero da cierto aire y también la potencial ganancia de que ayude a ordenar un poco el funcionamiento del bloque”, dice Nicolás Pose, investigador en Economía Política Internacional en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar). “Uruguay no tiene la capacidad de obligar a los socios más grandes a cumplir con las reglas que ya existen, que es lo primero. En la medida que hay un socio externo con capacidad de enforcement, puede haber incentivos a respetar y armonizar las normas”, explica.
Ignacio Bartesaghi, director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica, también ve en ello una de las principales ganancias potenciales. “El beneficio no es la cuota de la carne. Es todo lo que te puede generar a nivel del Mercosur en su imagen internacional, y cómo te puede resolver temas internos”, dice Bartesaghi. Como algunos ejemplos, menciona la liberalización de la política automotriz del Mercosur.
Otro aspecto que está incluido en el acuerdo es el compromiso de Uruguay de eliminar la tasa consular para los productos europeos en un período de tres años, algo que varios ven como una medida necesaria desde hace años —y para todos los mercados—, pero que hasta ahora sigue como una barrera a la entrada de productos a Uruguay. Esa tasa recauda en total unos 300 millones de dólares por año. Distintos referentes en temas de inserción internacional han señalado que el país no debería esperar a tener el condicionamiento externo para eliminarla.
Pero si ese asunto, como otros, queda sujeto a lo que ocurra con el acuerdo Mercosur-Unión Europea, la pelota ahora está en Europa.
Del champagne y la grappamiel al parmesano y el roquefort
El acuerdo también establece una larga serie de disposiciones que regulan la comercialización de los productos más variados, desde los quesos o fiambres hasta los vinos y destilados. Se trata de las llamadas “indicaciones geográficas”, un terreno que los negociadores involucrados coinciden en que fue "muy peleado" y en el que Uruguay tampoco sale desfavorecido.
Una de esas disposiciones, por ejemplo, es que se prohíbe el uso del término “Champagne” en las presentaciones de los vinos espumantes que no sean producidos en esa región francesa. Pero Uruguay hace años que no utiliza esa denominación comercialmente, más allá del uso coloquial, a diferencia de Argentina, que vivió su etapa de pizza y champagne, y hasta el día de hoy forma parte de las góndolas en ese país. En las negociaciones, según consultados para esta nota, los europeos solían marcar la importancia de la protección de esa indicación geográfica con la frase "sin champagne, no hay boda".
Por otro lado, si bien se protege el uso de “Grappa” exclusivamente para el aguardiente producido en esa localidad italiana, las productoras uruguayas de grappamiel ya registradas podrán seguir utilizándolo. Hay 12 empresas que se registraron para poder comercializar ese producto con esa denominación. Quienes quieran empezar a producir grappamiel no estarán autorizados a comercializarlo con esos nombres.
Algo similar ocurre con los quesos: denominaciones como Gruyere o Parmesano pasan a estar protegidas —incluso se prohíbe el uso de “tipo”—, pero están exceptuadas aquellas marcas que hayan acreditado su uso. Por Uruguay hay 21 empresas habilitadas al uso del nombre “Parmesano”. El Roquefort sí quedará protegido exclusivamente para el de origen francés, aunque quienes lo comercializan podrán seguir haciéndolo por un máximo de siete años desde que empiece a regir el acuerdo, según se detalla en el anexo actualizado del capítulo propiedad intelectual.
Así como se protegen denominaciones europeas, desde el Mercosur también se establecieron varias indicaciones geográficas para realzar el valor del origen de sus productos. Entre las más emblemáticas están la cachaça (Brasil) y el vino Mendoza (Argentina). Uruguay incluyó 54 indicaciones geográficas de sus vinos, desde Garzón o Juanicó hasta nombres de departamentos como Montevideo, Maldonado y Artigas. En la industria entienden que esos reconocimientos dan la oportunidad de construir, con el tiempo, una marca y un prestigio en mercados de nicho a los que suele apuntar el vino uruguayo.
En las negociaciones, la delegación uruguaya también defendió el uso de denominaciones como "Gran Reserva", que eran reivindicadas por los europeos.
La resistencia y el ahora qué
En 2019, año en que se anunció que se había cerrado la negociación técnica del acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea, por lo que se pasaba a la revisión técnica para la posterior aprobación de cada parte, el escritor francés Michel Houellebecq publicó su novela Serotonina, en la que narra las desdichas de Florent-Claude Labrouste, un ingeniero agrónomo cuarentón frustrado de su trabajo como redactor de informes para los negociadores de la Unión Europea. Mientras lidia con los efectos secundarios de un antidepresivo, Labrouste se queja de la liberalización del sector agrícola y hace pronósticos apocalípticos sobre un inminente acuerdo con el Mercosur.
—Esos cabrones inundarán Europa con sus productos.
Cuando un productor en pie de guerra le pregunta si “no habrá nunca medidas proteccionistas” para los agricultores, Labrouste, entregado, responde que es “absolutamente imposible: “Mis interlocutores no luchaban por sus intereses, ni siquiera por los intereses que supuestamente defendían: durante años me había enfrentado a personas dispuestas a morir por la libertad de comercio”.
A pesar de que Labrouste se autopercibe derrotado, el discurso del personaje de Houellebecq en realidad no perdió la batalla: muy por el contrario, representa uno de los principales motivos de aplazamiento de la concreción del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur: la resistencia del lobby agrícola, particularmente fuerte en Francia, que es junto a Alemania el corazón de la alianza continental.
Históricamente, los productores agrícolas han rechazado de plano la eventualidad de un acuerdo con el Mercosur bajo el argumento de que los productos sudamericanos competirían en “desigualdad de condiciones”, ya que no deben someterse a “los mismos estándares” a los que ellos están obligados, y que por lo tanto la apertura amenazaría con terminar con los productores europeos.
En 2019, la oposición al acuerdo encontró una alianza del sector tradicional agrícola con los grupos ambientalistas, que veían como una amenaza el discurso del presidente brasilero Jair Bolsonaro, algo que se agravó con las imágenes de los incendios en el Amazonas. El acuerdo anunciado quedó abandonado a su suerte, pero en el último año, en un nuevo escenario geopolítico, confluyeron algunas condiciones propicias para que recobrara vigor: la renovación del Parlamento Europeo, la necesidad imperiosa de países como Alemania de encontrar nuevos mercados y la sombra de Donald Trump en la Casa Blanca, con el pronóstico de mayores tarifas y guerras comerciales. Con Brasil como principal contraparte, y ya con Lula como interlocutor, se negoció una addenda ambiental y otros modificaciones o salvaguardas al acuerdo de 2019.
Del lado europeo, Alemania y España son los dos principales interesados en la concreción del acuerdo, mientras que Francia lidera los esfuerzos por impedirlo. Históricamente, la Unión Europea ha estado a merced de las líneas rojas de París, pero Von der Leyen ha transmitido su confianza de poder lograrlo.
¿Pero cuáles son las principales motivaciones de los detractores del acuerdo en Europa, si los sectores sensibles, como la carne, están extremadamente cuotificados?
Desde Europa, una explicación que dan es que si bien el Mercosur representa una porción marginal del consumo de carne en el continente, al observar únicamente mercados “premium” y codiciados el bloque aumenta su participación.
Pero hay otras razones de fondo. “La cuota es menor que la que obtuvo Canadá. El daño que tú podés hacer con el aumento de las corrientes de exportación es muy bajo. En realidad lo que está en juego es la tensión entre la política supranacional y la agenda de los estados”, resume Bartesaghi. “La discusión es si la agenda de la Comisión Europea, con sus condicionamientos ambientales, de derechos sociales y demás sigue el ritmo de todos los estados y sectores del continente”. Según señala, las grandes pulseadas de los agricultores pasan por la política de subsidios, que está en revisión, los condicionamientos ambientales para producir y también la aceptación de producción ucraniana sin aranceles, producto de la guerra de Rusia. “El rechazo al Mercosur es un punto más en toda esa plataforma”.
Su colega Pose dice que en la reacción de los opositores en Europa “hay un poco de preocupación genuina y legítima y otro poco de sobrerreacción”. “Esto se ha vuelto una bandera de resistencia. Entonces sobrepasa el cálculo estrictamente numérico del impacto y se vuelve parte de una narrativa contraria a un conjunto de políticas más amplias. Uno podría incluso cuestionar parte de esa narrativa, diciendo que también existen subsidios a la producción agrícola europea, que el Mercosur en un principio pretendía discutir y después, por pragmatismo, quedó fuera de la negociación”.
Los dos académicos señalan que con el paso de los años, desde ambas partes fueron renunciando a ciertas ambiciones —de un lado, los subsidios, del otro, el control milimétrico del uso de agroquímicos u hormonas—, y terminaron acordando condiciones más pragmáticas.
Deforestación y trazabilidad
La preocupación de los europeos suele apuntar por ejemplo a productos brasileros a los que acusan de tener peores estándares de producción (en carne o en pollos, que Uruguay no exporta a Europa), o no poder asegurar la trazabilidad.
Para el acuerdo firmado en Montevideo, la principal novedad que se agregó fue el requisito de que todos los productos estén libres de deforestación, tal como está previsto para todos los productos que ingresen a Europa desde cualquier origen.
En ese rubro, Uruguay es reconocido internacionalmente por la tecnología e innnovación. "Presentamos una solución tecnológica en octubre de este año a los importadores europeos, presentamos una solución tecnológica en diciembre de este año a la Comisión Europea y a mi nivel de conocimiento, al día de hoy, somos el único país del mundo que puede cumplir con esta norma. Y cuando digo esto estoy considerando también a los países europeos", dice Pereira de INAC, destacando herramientas como la trazabilidad del ganado y la digitalización total del catastro.
Pero la lucha continúa.
El paso que sigue ahora (ver apunte), tras la traducción y depuración legal, es la ratificación del acuerdo por parte de dos organismos: el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea, donde están representados los 27 países de la alianza.
Un actor clave a convencer por parte de los dos bandos —según destacan los analistas— es Italia, que tradicionalmente ha estado a favor del acuerdo pero que en el último tiempo ha dado señales ambiguas. “Es una economía mediterránea que tiene mucho vínculo con los países del Mercosur y que, de hecho, muchas de las cosas que se negociaron en 2019 fueron sectores de interés de Italia, desde la vestimenta y el calzado a indicaciones geográficas para el sector lácteo. Tienen ganancias importantes con el acuerdo”. Pero ahora está gobernado por un Ejecutivo que no es la centroderecha tradicional. Obviamente en este mes no se opusieron contundentemente, porque si no Von der Leyen no venía”, dice Pose.
—¿Ahí la Comisión Europea tiene otras cartas para negociar?
—Hay dos lecturas. Una es que Italia está tratando de obtener leverage para negociaciones en otros planos de la política europea. La otra posibilidad es que esté considerando sumarse a la coalición con Francia y ver qué puede obtener allí. Para mí es el principal signo de interrogación —remarca el académico.
Más allá de las especulaciones e hipótesis, en el gobierno uruguayo dicen ser "optimistas" y confían en que se va a conseguir avanzar pese a las oposiciones ya conocidas. Dicen que la presencia de Von der Leyen no fue en vano. Que el anuncio con los presidentes marca una diferencia con 2019. Y que esta vez parece haber voluntad política suficiente como para terminar de escalar la montaña. Si así sucede, podrán descorchar un champagne (o más bien un espumoso).
Los pasos para la aprobación
El primer paso ahora es la traducción de los textos acordados, que han sido negociados en inglés, a las 25 lenguas de los 31 países. Del lado europeo, la Comisión Europea (que tiene mandato sobre aspectos comerciales de todo el bloque) deberá presentarlo ante el Parlamento Europeo y al Consejo de la Unión Europea para su ratificación.
En el Parlamento se aprueba por mayoría, mientras que en el Consejo debe obtener el apoyo de al menos 15 países que representen el 65% de la población de la UE. Puede ser bloqueado por un bloque que sume al menos cuatro países y que entre ellos representen, de mínima, el 35% de la población. Francia lidera esa coalición opositora.