Es un lugar estratégico en el Centro de Montevideo: San José y Florida, a metros de la Torre Ejecutiva y de la Plaza Independencia. El edificio abandonado y a medio construir está en la esquina y, al entrar, no hay luz; no queda otra que encender la linterna del celular para subir las escaleras. Adentro, en los apartamentos donde vivió gente, uno encuentra televisores en desuso, electrodomésticos obsoletos, lámparas, cajas y cajones, camas, colchones, pósters de fútbol, ropa, pero también mugre y hasta ratas muertas… Pero lo que no hay es gente. Este es el histórico edificio de seis pisos, ocupado durante muchos años, que la Intendencia de Montevideo (IMM) terminó de expropiar en 2022. El deterioro del decadente esqueleto contrasta con el dinamismo que tienen otras estructuras de la zona; sin embargo —ya veremos— hay planes a futuro para este predio, que incluyen demoler y construir en el sitio una cooperativa.
Esa suerte no es la misma para otros elefantes de cemento abandonados en la zona, como el legendario edificio José Scosería, un enorme predio de 4.300 metros cuadrados en Sarandí y Juan Lindolfo Cuestas, construido en 1890, que es propiedad del Ministerio de Vivienda y que desde hace más de una década está en desuso en Ciudad Vieja, sobre la Aduana. Allí, donde se ubicaba el antiguo Cuartel de Dragones, funcionó desde 1916 la Escuela Naval. En 1968 se instaló la Escuela de Nurses pero poco tiempo después, y hasta 1977, el lugar fue utilizado como lugar de detención de presas políticas y luego como escuela de enfermería. Hoy no se le encuentra destino, pese a diferentes propuestas que han naufragado como la de instalar allí una nueva sede del ministerio.
El País fue autorizado a ingresar a ambos edificios, el de San José y Florida y el Scosería, que por diferentes razones se han transformado en icónicos. Uno porque nunca se terminó y fue ocupado en forma clandestina en un sitio muy céntrico de la ciudad; el otro por su historia en plena barrio Guruyú en la Ciudad Vieja. Ambos tienen proyectos en carpeta pero parece que correrán con destino diferente.
Dos espacios que se suman a otros emblemáticos que han sido abandonados en la misma zona de Montevideo, como el club Neptuno, el Dique Mauá, la Estación Central General Artigas y el Hotel Nacional.
En el Centro.
Estamos atrás de la Torre Ejecutiva, cerca de edificios emblemáticos como el Palacio Estévez y el Palacio Salvo. La añeja y lúgubre galería Mayorista del Once, en forma de L, une dos edificios, uno terminado y otro que no. La entrada por San José está abajo del edificio abandonado del inicio de este artículo. La entrada de Florida es vecina a un edificio que sí se culminó y tiene nueve pisos.
Toda la obra fue diseñada hace más de cuatro décadas por el fallecido ingeniero argentino Miguel Dayán con su empresa Veroni S.A.: un edificio de apartamentos y otro de oficinas junto a una galería comercial en un lugar clave en el Centro de Montevideo. Este segundo es el que nunca se terminó, convirtiéndose en una verdadera “tapera” en un lugar estratégico de la ciudad, con unos 367 metros cuadrados. Esto hasta que la IMM expropió este predio hace un par de años y, tras una evaluación, se lo entregó a la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (Fucvam) para que levanten allí una cooperativa de vivienda de ayuda mutua. La cooperativa en cuestión que se hará cargo del sitio es CoVi En Escena, que está formada por artistas de teatro.
En poco tiempo —seguramente este año— el edificio será demolido, ya que la estructura “es irrecuperable”.
Desde afuera pueden verse rejas y ventanas tapiadas donde funcionaron comercios y hasta operó una boca de venta de drogas, desarticulada por la Policía en 2019.
Dentro del predio es de noche, no hay electricidad. Se observa en cada piso una estructura similar: un corredor grande y distintas piezas.
Además de la mugre, el polvo y el deterioro, se ven rastros que indican que muchos apartamentos estuvieron ocupados por un buen tiempo. Es como si la gente se hubiera ido de golpe hace unos días y hubiera dejado todo allí, pero la realidad marca que el desalojo culminó en 2022, hace ya dos años.
Hay cajas con CD de grupos musicales y cassettes, lámparas de techo en buen estado, revistas y libros de matemática.
En una habitación, que no tiene puerta, hay dos perchas con ropa. Un saco y una campera de cuero, prontos para que alguien las utilice. En el pasillo, unas botas. En lo que sería el dormitorio, una vieja tele, una cama y pósters. Luis Suárez, festejando un gol en el mundial de Sudáfrica 2010, está en una pared; más arriba aparece el plantel completo de esa selección uruguaya. En la pared de enfrente se ven pósters de Nacional, donde entre otros jugadores está Ruben Sosa y el “Loco” Sebastián Abreu. Un fanático tricolor vivió allí, sin duda.
En otra habitación, sillones destrozados, una botella de whisky vacía, más teles, lo que queda de muebles y mesas. Más allá, un viejo ventilador.
El entorno general es decadente: escombros en el suelo, ratas muertas, carteles de “Pare” para que no se acceda a algunas zonas, paredes destrozadas y pintadas. Los pisos superiores no están terminados y el de más arriba está inhabilitado. No se puede llegar.
Lo tiran abajo.
Entre los escombros y los muebles abandonados, el director de la División Tierras y Hábitat de la IMM, Sebastián Moreno, dice a El País que la “decisión de la intendencia fue entregar este edificio, con el objetivo de reforzar la adjudicación de tierras a cooperativas de vivienda en áreas centrales de Montevideo”.
Hay varios casos de este tipo, no es el único. Hace poco, por ejemplo, le otorgaron una vivienda abandonada de la Ciudad Vieja al colectivo Mujeres con Historias, integrada por feministas mayores de 60 años de edad. “Aprovechar las áreas centrales es una discusión que tiene mucho tiempo ya”, agrega Moreno.
La intendencia expropió en su momento este inmueble de San José y Florida en el marco de su estrategia de recuperar inmuebles de interés para proyectos urbanos, compensando el precio a pagarse por la expropiación con las importantes deudas de tributos que mantiene el inmueble con la comuna.
En 2022 terminó el largo proceso de expropiación, que se había iniciado en 2018, cuando la IMM envió a la junta departamental un proyecto de decreto pidiendo permiso para expropiar el esqueleto de seis pisos. En febrero de 2019 el entonces intendente Daniel Martínez aprobó la indemnización para concretar la expropiación, por más de cinco millones de unidades indexadas, que se salda con la deuda mencionada.
Moreno explica que, tras informes técnicos del gobierno departamental, se llegó a la conclusión de que “el edificio es irrecuperable”, entonces se definió la demolición. El proceso está en licitación y la apertura fue el viernes 26 de abril; se espera que el proceso de tirar abajo el edificio comience este año. “La demolición es medio artesanal; no es fácil de hacer, ya que es un predio rodeado de otros edificios, entonces es una demolición que va a tomar un par de meses”, cuenta el jerarca. “Pero bueno, eso ya está encaminado”. El costo de la demolición es de unos 275.000 dólares, que correrán por cuenta de la intendencia.
La demolición no incluirá la galería Mayorista del Once, que seguirá allí, ni por supuesto el otro edificio construido en su momento.
Mientras tanto, espera CoVi En Escena. “A ellos la zona les quedaba maravillosa, desde el punto de vista territorial y por los anclajes que tiene. Ahora están en el proceso de llegar al préstamo para construir la cooperativa”, expresa Moreno. El diseño del nuevo lugar lo realizará la cooperativa. “El edificio se va a reconstruir y se va a aprovechar la altura”; dice el jerarca de la comuna.
Hace ya un tiempo hay un cambio de paradigma con respecto a las cooperativas de vivienda, “que a veces en el imaginario son el fondito con el parrillero, eso cambia un poco cuando hablamos de áreas centrales”, indica el director. “Hay que aprovechar el suelo, entonces hay cooperativas de vivienda en altura, es decir, edificios que son cooperativas de vivienda. El tema de la altura lo ve cada cooperativa, cumpliendo con la normativa vigente”.
Para las últimas dos familias que quedaban ocupando este edificio, la IMM les consiguió en 2022 una solución transitoria, con el fin de que el lugar quedara deshabitado. Además de riesgos edilicios, había problemas para la salubridad de los vecinos. También hubo aspectos complicados con respecto a la seguridad y la convivencia en este barrio montevideano. “Son cosas que se van generando cuando quedan estos esqueletos urbanos, generando externalidades negativas para el resto del barrio y la ciudad”, dice Moreno.
La estrategia de entregas a cooperativas
En esta administración de Carolina Cosse, la Intendencia de Montevideo (IMM) ha apuntado a la entrega de tierras a cooperativas de vivienda en diferentes áreas centrales de la ciudad. Hay varios casos. El economista Sebastián Moreno, director de la División Tierras y Hábitat de la IMM, explica a El País que “es más complicado conseguir tierra en áreas centrales”, por lo que es necesario “aprovechar y generar viviendas de interés social” en esas zonas de la capital. “Para eso el sistema cooperativo es fundamental”, acota Moreno. Y destaca que el sistema cooperativo “sale de la lógica del mercado”, de la lógica comercial, entonces “la gente cuando paga la cuota de la cooperativa depende de su ingreso y no depende del mercado inmobiliario”.
La propia Cosse tuiteó el año pasado sobre la entrega del edificio de San José y Florida a una cooperativa. “Es parte de la estrategia de recuperar inmuebles de interés para proyectos urbanos. Hay que seguir”, indicó.
Entregamos este predio, con esqueleto de edificio abandonado, a @FUCVAM para la construcción de cooperativa de viviendas nueva.
— Carolina Cosse (@CosseCarolina) November 29, 2023
Esta acción de la @montevideoIM es parte de la estrategia de recuperar inmuebles de interés para proyectos urbanos.
Hay que seguir pic.twitter.com/bTmFac9DQI
Otro edificio, otro futuro.
El caso del edificio de San José y Florida no es la regla para los predios abandonados. Es que, trasladándonos unas cuadras, en Ciudad Vieja está el edificio Scosería, que pertenece al Ministerio de Vivienda desde 2017 pero no está en funciones desde 2013, cuando se fue de allí la escuela de enfermería de la Universidad de la República.
Vivienda adquirió el edificio por cerca de dos millones de dólares y ha habido distintas opciones para ponerlo otra vez en funcionamiento, pero ninguna ha llegado a buen puerto.
En la puerta, el cartel de la empresa de seguridad que custodia el edificio y tres portones con candados que prohíben el ingreso. Enfrente hay personas en situación de calle que pernoctan en la zona. Se los escucha conversar en voz alta. “De noche es una zona complicada”, confiesa el encargado de seguridad, mientras escucha la radio.
Cuando entramos hay un fuerte olor a perro, acompañado de ladridos. Son dos ovejeros alemanes que custodian el predio. El Ministerio de Vivienda se encarga del mantenimiento, la limpieza y la seguridad del edificio las 24 horas del día.
El País recorrió el lugar junto al director de Logística e Infraestructura del Ministerio de Vivienda, Fernando Rodríguez, y al arquitecto Mario Rizzi, funcionario de la cartera.
Vidrios rotos, escombros de paredes que se caen a pedazos, estructura deteriorada, zonas apuntaladas y grandes cantidades de basura son algunas de las primeras impresiones cuando se comienza a deambular por los pasillos del histórico edificio.
El inmueble, con un subsuelo y dos niveles, rodea un gran patio interno descubierto.
El personal de seguridad está presente para controlar que ningún intruso ocupe el sitio, aunque hay rastros de que en su momento estuvo ocupado: pintadas en las paredes, frazadas, colchones, basura, juguetes de niños, sillas, electrodomésticos y vidrios rotos.
El ministerio a veces lo utiliza como depósito, por ejemplo en la entrada se ven algunas sillas nuevas que serán llevadas a la sede central de la cartera. Un contraste con los asientos de cuando era una facultad, las máquinas de escribir, proyectores de diapositivas, computadoras e impresoras antiguas que se observan dentro de los salones.
En el subsuelo se realizó un apuntalamiento para reforzar las paredes y evitar derrumbes. El arquitecto Rizzi cuenta a El País que el edificio “tiene un grado de protección 2, dado por el área patrimonial de la Intendencia de Montevideo”.
En el segundo piso hay un gimnasio de gran tamaño, que no se usa y perteneció a la Escuela Naval, y en el balcón se puede observar la inmensidad del patio interno, que tiene mucha vegetación y el pasto bien cortado.
En el predio hay una medida cautelar a la espera de que se apruebe la revisión del Plan Especial de Ciudad Vieja, que busca promover el uso de los espacios y rehabilitar la ciudad a nivel urbano, social y ambiental.
Propuestas truncas.
En este período de gobierno hubo propuestas informales, al menos tres, para buscar un futuro a este viejo y enorme edificio y poner en uso el predio. Esos proyectos iban desde transformar y reciclar el lugar para darle un uso mixto de oficinas y habitacional, a otro que proponía oficinas y una futura sede del ministerio. Además, otra iniciativa planteaba un canje por propiedades en la Ciudad Vieja.
“Ponerlo en funcionamiento tiene un costo cercano a 1.000 dólares el metro cuadrado, por lo que un monto muy aproximado serían ocho millones de dólares en total”, dice Rizzi. “Eso depende de mantener lo existente y no agregarle infraestructura”.
Se han evaluado las distintas propuestas que se han presentado, pero no se ha dado la oportunidad de concretar ninguna, admite el arquitecto. “Para el ministerio es importante tener en la Ciudad Vieja esta construcción”, comenta después.
Con suerte dispar, son varios los edificios emblemáticos y de gran tamaño que están abandonados, algunos desde hace décadas en la capital. En muchos casos los vecinos juntan firmas, reclaman y exigen que se aproveche el espacio público, o que se busquen alternativas para que se desarrollen emprendimientos comerciales o gastronómicos. Sin embargo, en la mayoría de los casos no hay proyectos inmediatos y sí trabas económicas, burocráticas y hasta legales, que impiden que estos predios retomen su actividad y dejen de ser gigantes de cemento vacíos en el paisaje capitalino.
El Montevideo olvidado sigue ahí, a la vista de todos. Y adentro de esos edificios hay muchas sorpresas: un mundo entero por descubrir.
El problema de las viviendas vacías
El arquitecto Gonzalo Bustillo, docente e investigador de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, advierte por la “situación problemática” en Ciudad Vieja, donde “hay poca presencia de gente y poca convocatoria”. Junto a la arquitecta Mariana Ures, Bustillo trabajó en una investigación sobre la tasa de vacancia (o sea, viviendas vacías) en el barrio.
Esa tasa, basada en datos del censo de 2011, era de 18% en Ciudad Vieja. “Una de cada cinco viviendas estaba vacante hace más de 10 años”, dice Bustillo a El País. “En cualquier ciudad, desde el punto de vista de la teoría urbana, la tasa de vacancia debe estar debajo de 6% o 7%. Eso para que un barrio tenga una dinámica y vida urbana adecuada”, agrega.
Si un barrio tiene dos o tres veces esa tasa máxima de vacancia estructural, como es el caso de Ciudad Vieja, “hay una situación de ausencia y viviendas vacías que expulsan a la propia gente”. En ese sentido, el arquitecto comenta que el barrio está en “una zona de diversidad de conflictos hace años”, en referencia al deterioro edilicio, abandono de predios y un “círculo vicioso, que es donde no hay desarrollo urbano ni sostenibilidad urbana”.
En 2019 Uruguay aprobó la ley 19.676, sobre los deberes relativos a los inmuebles vacíos y degradados, que tiene por objetivo evitar y revertir esos procesos. Bustillo considera que esa “fue una novedad importante desde lo legislativo, pero se legisló de una manera en la que si un edificio de Ciudad Vieja tiene 10 o 15 viviendas vacías, como los hay, y no está físicamente degradado, la ley no tiene alcance”. Y “si se trata de aplicar esa ley y el propietario recompone la fachada, queda fuera del alcance”, añade.
Bustillo advierte que hoy Uruguay “no tiene una legislación, ni en los gobiernos departamentales, que permita actuar frente a situaciones de vacancia. Si bien se hizo un esfuerzo legislativo, “esa doble condición deja a una gran parte del problema fuera del alcance de la ley”.
Con respecto a edificios abandonados en otras zonas de Montevideo, el docente pone como ejemplo uno que está al lado de la maternidad del Casmu en la calle Garibaldi: “Es lamentable, no tuvo mantenimiento en 15 años. El hospital convivió con una situación ambiental riesgosa. La ciudad no encuentra maneras de intervenir en esas situaciones que resuelvan el problema”.